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ENTREVISTA A ALICIA ZANCA
�Estoy decepcionada�

La actriz, que está por estrenar en el Teatro Cervantes la obra �Lágrimas en el desierto�, de María Victoria Menis, cuenta por qué cree que éste es un país en el cual �se está destrozando a la gente�.

Zanca protagonizó piezas de Griselda Gambaro y Mauricio Kartun.


Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) �Los materiales argentinos que he rozado han sido siempre muy fuertes�, dice Alicia Zanca, refiriéndose a las muchas obras nacionales en las que ha tenido protagonismo. Ultimamente fueron dos piezas de Mauricio Kartun (Desde la lona y Rápido nocturno, aire de foxtrot) y en De profesión maternal, de Griselda Gambaro, donde personificó a la traumada Leticia, que durante años nada supo de su madre. La apuesta es ahora Lágrimas en el desierto, de María Victoria Menis, obra que sube este fin de semana al Teatro Cervantes, dirigida por Eduardo Gondell. A la cabeza de un elenco que integran, entre otros, Rubén Stella y Alejandro Awada, Zanca, también actriz de televisión, cine y teatro infantil, debutó junto a grandes figuras en 1972, en el Blanca Podestá, componiendo el rol de Betty Parris en Las brujas de Salem. El papel de Proctor estaba entonces a cargo de Alfredo Alcón. Reconoce además que hubo grandes obras en su trayectoria, incluido el repertorio de sus cinco años en el elenco estable del Teatro San Martín y su paso por la Comedia Nacional. Recuerda El tiempo y los Conway, Casa de viudas, Pigmalión, Boda blanca (según la puesta de Laura Yusem), El jardín de los cerezos y, entre otras, las argentinas Los compadritos y Penas sin importancia, y el placer que le produjo concretar en 1986 El gran soñador, junto a Jorge Marrale, bajo la dirección de Lía Jelin. De la autora de Lágrimas... (la misma de la televisiva �Más allá del horizonte�) estrenó años atrás una pieza infantil, Gamuza, donde interpretaba a un chico de la calle que era en realidad una chica que quería cambiar su suerte siendo mago. También hoy la anécdota se nutre de temáticas locales, en este caso del radioteatro argentino de los años treinta al cincuenta. �Se trata de una compañía que desde hace años interpreta la misma pieza y que se ha anquilosado, al punto de que esos actores, ya mayores, siguen haciendo papeles de gente joven�, cuenta Zanca en diálogo con Página/12. El conflicto nace cuando la protagonista siente que eso no va más. A esa crisis se suma el enamoramiento que por ella siente, y le expresa, un escucha de un pequeño pueblo de provincia. Entre cartas y malentendidos, como el referido a la identidad del enamorado, que dice llamarse Carlos Rizzo y haber sido un famoso jugador de fútbol, se desarrolla una historia de gente �intrascendente�, que sin embargo encuentra un sentido de vida en la ficción.
�¿Le interesan especialmente los personajes marginados? La Norma de Rápido nocturno... también lo era.
�Sí, pero acá es diferente. Esta Lucía es una desclasada, pero también una actriz, con poses y todo lo que esto significa. Tiene opciones, por ejemplo la de ser mejor persona cuando actúa. La Norma de Rápido... no tenía salida. Esta pieza está más cerca de las poesías emotivas de un Gustavo Adolfo Bécquer que de las obras de un Roberto Arlt, o de un Mauricio Kartun. Además de un tratamiento nuevo del lenguaje, Rápido... era una pieza áspera, dura, como De profesión maternal. Lágrimas... no tiene esa aspiración. Diría que, en general, las heroínas que interpreto son seres dolidos, gente que padece. 
�¿Cómo fue su acercamiento al teatro infantil?
�Empecé trabajando en musicales, como Pulgarcito, donde participé como reemplazo de Ana María Picchio. Esto fue en el Teatro San Martín. También en La Bella y la Bestia. En realidad, mi contacto con el teatro infantil fue para hacer honor a mis hijos. Tengo tres. En ese momento eran muy chicos, yo necesitaba trabajar y quería que estuvieran cerca mío. Ellos son lo más importante de mi vida y me parecía bien que estuvieran allí, en el teatro. Por eso, siempre que puedo trato de incorporarlos a mi lugar de trabajo. Mi mayor ambición en este momento es tener una entrada fija, parasentirme segura respecto de ellos y dedicar parte de mi tiempo a experimentar en el teatro. 
�¿La televisión no es un buen medio para lograr ese sostén?
�En un momento, cuando trabajaba con Ricardo Darín, estuve muy arriba en la televisión. Pero no pude seguir. No desprecio la televisión, pero me fisura. Es el aquí y el ahora, y a veces ayuda a vivir. Pero así como está hoy es imposible armar un personaje que te amplíe como ser humano. De todas formas no puedo quejarme: acabo de filmar una película con Enrique Pinti y Carmen Maura, que dirige Menis, y vamos a empezar otra, de Carlos Martínez, con Ulises Dumont, Mauricio Dayub y Jorge Suárez. 
�¿Cuál es hoy el panorama para una actriz, o un actor?
�Yo no puedo pensar mucho más allá, porque estoy muy decepcionada. Cualquiera que desea trabajar se siente hoy de antemano un frustrado. La Argentina parece condenada a ser un país siempre mal manejado y cada vez más dependiente de los poderosos. En este momento, no veo gente capaz de realizar propuestas que nos liberen de tantas ataduras. Al contrario, los que deberían cumplir con su responsabilidad sólo se preocupan por armar su kiosco. A aquellos que desean crear se les cierran todos los caminos y eso me entristece. Yo podría haberme ido. Hace doce años tuve una muy buena propuesta de trabajo, pero me quedé. Aposté a nuestro país. Me sentía orgullosa de querer hacer a nuestros autores, de poder actuar en obras de Gambaro, Kartun... Sentía que era un gusto y un compromiso, pero ahora veo que las cosas no se han modificado casi. Nos están dejando sin alternativas. 
�Probar suerte en el extranjero parece hoy sinónimo de fuga del país...
�Ojalá la vida me sorprenda gratamente, pero en este momento tampoco yo veo opciones. Y, atención, que a Menem no lo voté, pero sí voté a este gobierno. Esperaba un cambio verdadero y no esto. Mi padre me legó valores, importantes para mí, como el de ganarme el pan con mi trabajo. Pero ahora vemos que estos valores nos joden. Los únicos que están bien en la Argentina son los que, en lugar de laburar, roban y especulan. El maltrato y la estupidez van en aumento. Se está destrozando a la gente. Yo me aferro a mis hijos y al teatro, porque estoy en esto por vocación, y hago proyectos con los que queremos otras cosas, pero no me desentiendo. La Argentina es un país dentro de otro país, el país de los que buscamos crecer como seres humanos y el de los que nos joden.

 

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