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San Juan y Boedo, la esquina del milagro en el bar Homero Manzi

El tradicional café, cerrado en marzo del �99, reabrirá hoy tras una remodelación que respetó el estilo de los �40. Tiene dibujos de Sábat, un museo sobre Manzi y habrá shows en vivo.

Por Eduardo Videla

t.gif (862 bytes)  Buenos Aires recupera hoy un rincón de su historia. El viejo bar de San Juan y Boedo, donde Homero Manzi escribió la letra de “Sur” y de otros tangos célebres, reabrirá sus puertas, ahora convertido en caférestaurant, con un escenario para espectáculos y palcos vip en un entrepiso. Casi un milagro en los tiempos que corren, sus dueños respetaron el estilo clásico de los bares de la década del ‘40, donde abunda el mobiliario en cedro, y el mármol de Carrara en las mesas y la barra. Diez gigantografías de Hermenegildo Sábat, realizadas especialmente para el local, recrean a Manzi junto a las figuras mayores del tango y le dan a la fachada un atractivo especial. Adentro, funcionará el museo Homero Manzi, como lo bautizó Acho, el hijo del poeta, que aportó desde manuscritos originales hasta el Cóndor de Plata que su padre ganó por el guión de La guerra gaucha. Las expectativas de todo un barrio se coronan hoy, aunque habrá que esperar hasta noviembre para la inauguración oficial. Recién entonces será el turno de los espectáculos tangueros, pensados para el circuito turístico local e internacional.
El local, cerrado desde marzo del ‘99, renace hoy bajo el nombre de Esquina Homero Manzi. De domingos a jueves, estará abierto desde las 6 de la mañana hasta las 2 del día siguiente. En cambio, los viernes y sábados trabajará durante toda la noche. Por afuera, mantiene su viejo estilo, con los grandes ventanales vidriados que se cubrirán con cortinados las noches de espectáculo. Sobre cada ventanal, completan el frente carteles fileteados por Luis Ors –uno de los últimos artistas del ramo que sobreviven en Buenos Aires– alusivos a títulos de la obra de Manzi:
“Malena”, “Viejo ciego” o “Nobleza de arrabal”, entre otros.
Los filetes también están al pie de la barra, y por encima de ella, las creaciones de Sábat, ahora en tamaño reducido, donde Manzi aparece junto a Gardel, Discépolo, Troilo, Borges y Libertad Lamarque, por citar algunos. Justo arriba de la barra están los cinco palcos –cada uno, también con nombre tanguero–, separados al estilo de los reservados, para cenar y ver el show en un clima de mayor intimidad. Allí arriba hay una suerte de muestra plástica, con veinte serigrafías realizadas en 1974 por famosos artistas plásticos, desde Antonio Berni y Raúl Soldi hasta Carlos Alonso y Marta Minujin, ilustrando otros tantos títulos de Manzi.
En un descanso de la escalera que lleva al entrepiso, una vitrina empotrada alberga el pequeño Museo Manzi: el manuscrito de “Romance de barrio”, de puño y letra del poeta, con tachaduras y todo, un cuaderno de apuntes, su partida de nacimiento, carnets de socios de SADAIC y los Cóndor de Plata que ganó por La guerra gaucha y El último payador. La colección, lo mismo que las serigrafías, pertenecen a la colección de Acho Manzi (67) poeta y músico, que volvió al país hace dos años, después de 20 de autoexilio en California. “Desde la muerte de mi padre, hace 49 años, no entregué a nadie este material”, dijo a Página/12.
–¿Por qué se decidió ahora? –preguntó este diario.
–Cuando vi lo que esta gente había hecho, les dije: “Ustedes fabricaron una Ferrari a mano”. Entonces me decidí a instalar allí el museo Homero Manzi.
La superficie del negocio creció a 470 metros cuadrados, sin contar el entrepiso. Para eso, la sociedad compró dos locales vecinos, sobre la avenida San Juan. Las paredes interiores, revestidas en cedro, están decoradas con fotos célebres de Manzi con Perón, Yrigoyen, Evita, Discépolo, Cantinflas y Tyrone Power, entre otros. Y en un rincón de la barra hay un espacio reservado para el merchandising: desde las reproducciones de Sábat hasta indumentaria y vajilla con el sello de la marca, Esquina Homero Manzi.
Los míticos terrones de azúcar en las mesas de café muestran que se pensó hasta en los detalles más pequeños. “Los precios, en principio, serán como los de cualquier bar o restaurant de la zona”, dice Antonio Ruiz, gerente del negocio. “Queremos que sea un lugar para todo público,no sólo para los pocos a los que les va bien en este país”, agrega Eulogio Pérez Ogando, uno de los dueños. Eso sí, la tarifa será distinta cuando haya espectáculos, adelantaron.
Para eso habrá que esperar dos meses: el fallecimiento de uno de los socios, Antonio Bermúdez, postergó lo que iba a ser una fiesta. No obstante, a partir de hoy, el tango sonará en el boliche como telón de fondo de cenas y tertulias. Y cada hora una pareja bailará un par de temas sobre el escenario. “Las luces y el sonido fueron instalados por la empresa de Juan Carlos Baglietto”, detalla Ruiz.
Declarada Area de Protección Histórica, la esquina revive después de una década de agonía. Los vecinos –incluidos los viejos parroquianos– saludan la apertura. Lo mismo que don Gregorio Benítez (74), que volvió con su bandoneón a la esquina, después de unas vacaciones forzadas.

 

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