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La izquierda brasileña se aggiornó con la sexóloga

Marta Suplicy quedó como favorita para la segunda vuelta electoral en las municipales de San Pablo y marca así una nueva etapa para el Partido de los Trabajadores. Con más de dos millones de votos, Suplicy es la nueva cara del PT con aspiraciones presidenciales.
Página/12
En Brasil

Por Darío Pignotti
Desde San Pablo

t.gif (862 bytes)  Típicamente brasileño: el Partido de los Trabajadores (PT), la mayor fuerza de izquierda latinoamericana, es un caso político singular. El éxito electoral del domingo pasado, “el más importante en 20 años”
según su presidente José Dirceu, colocó al partido en el centro de la escena política nacional. Las elites admiten que el PT alcanzó su mayoría de edad y celebran el “aggiornamento” sintetizado en Marta Suplicy. Esas voces sugieren, a la vez, que la candidata rompa amarras con el partido. Es un punto de vista interesado –como todos– e insuficiente.
La victoria de Suplicy en San Pablo marca el surgimiento de una nueva estrella con vuelo propio y aspiraciones presidenciales. Pero Suplicy no llegó a la candidatura por sus ojos claros y el charme de su apellido, a pesar de que ese dato sea una cantera de votos: es afiliada al PT desde 1983 y esposa de uno de sus fundadores, Eduardo Suplicy. Por lo mismo le será difícil actuar por fuera o contra la estrategia partidaria sin exponerse a tensiones. Es cierto que no es cautiva del PT, que su caudal de votos excede al partido y que en su posible gabinete habrá extrapartidarios. Pero es falso creer que el partido quedó a su merced.
En 1982 Lula obtenía en el estado de San Pablo algo más de un millón de votos y el partido apenas era reconocido. El domingo, Marta se alzó con 2,1 millones sólo en la ciudad de San Pablo y el PT es una fuerza de peso nacional que puede llegar a gobernar seis capitales. Entre el metalúrgico y la sexóloga, el PT describió una curva que lo transformó de un partido de izquierda en una fuerza transformadora de las energías brasileñas. El PT lideró la politización de amplios sectores tradicionalmente excluidos: hasta la Constitución prohibía el voto de los analfabetos. Si en 1980 el PT desoyó los cánones de la izquierda al crear un partido “de trabajadores”, y no ya “para” ellos, ahora su desafío es burlar el corset que pretende encauzarlo por la Tercera Vía. Al mismo tiempo Lula apadrinó a José Dirceu, quien como presidente de la ejecutiva impulsó una profunda revisión doctrinaria: menos socialismo y más ciudadanía.
La estrategia de crecimiento pasó a sostenerse en la honestidad de sus administradores y sus legisladores y en la oposición a Fernando Henrique Cardoso. En paralelo, el PT bajó el voltaje de la confrontación sindical y el apoyo a los movimientos sociales, especialmente al campesinado de los Sin Tierra. “No queremos administrar San Pablo, queremos liderar la sociedad paulista con un gobierno incluyente y honesto”, prometió Marta Suplicy en entrevista con Página/12.
Posiblemente el caso más acabado de esa tesis sea Porto Alegre, capital de Rio Grande do Sul, donde el PT está disputando su cuarta intendencia a través de Tarso Genro, quien obtuvo la primera vuelta con el 49 por ciento. Olivio Dutra fue el primero de los intendentes y actualmente es gobernador. La gestión petista en el estado gaúcho impulsó formas de participación democrático-popular. A poco de asumir en 1999, Dutra negó a la Ford subsidios para su radicación; la empresa amenazó con represalias, pero nada ocurrió y al poco tiempo la General Motors radicó una planta modelo aceptando los términos del gobierno. Olivio Dutra y Marta Suplicy, si gana en segunda vuelta, son dos de los presidenciables anotados para el 2002. Entre el bigote del gaúcho y la sofisticación de la paulista pendula la identidad de un partido no apto para esquemas.

 

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