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OPINIoN
El fascismo de los nuestros
Por Daniel Muchnik, León
Rozitchner y Herman Schiller


t.gif (862 bytes) La alta dosis de criminalidad que han vuelto a revelar las fuerzas armadas de Israel durante la represalia llevada a cabo contra la población palestina para vengar el también criminal linchamiento de soldados israelíes ha puesto sobre el tapete, una vez más, un libro publicado hace doce años por el rabino reformista norteamericano Marc H. Ellis titulado Hacia una teología judía de la liberación.
Allí (en la edición en castellano aparecida en Costa Rica en 1988 bajo el sello del Departamento Ecuménico de Investigaciones, página 64), Ellis, citando a Roberta Strauss Feuricht, señala que el judaísmo, como filosofía humanista y ética �sobrevivió a centurias de persecución sin un Estado; ahora debemos aprender a sobrevivir a pesar del Estado�.
El pueblo palestino, en legítima actitud de rebeldía, está hoy de duelo por las decenas de muertos, pero también lo estamos buena parte de los judíos ante esta realidad que ninguna banalidad retórica puede ocultar ya bajo la alfombra: Israel-Estado está entrando cada día más en contradicción con los principios de justicia social pregonados desde la Torá y los Profetas en adelante.
Martín Buber (1878-1965), que planteaba un socialismo revolucionario basado en las Sagradas Escrituras y que tanto luchó por un entendimiento árabe-judío en Palestina sobre la base del reconocimiento mutuo de sus respectivos derechos nacionales, se habría escandalizado y sublevado hoy ante la imagen que recorrió el mundo del soldado israelí matando alevosamente a un chico palestino. Hecho atroz del cual las autoridades israelíes no han tomado distancia, ni siquiera esgrimiendo la excusa de los �errores y excesos�.
El asesinato de civiles inocentes, en cualquier parte del mundo, en Israel o en Tiananmen, se llama fascismo.
Por supuesto que también rechazamos el fanatismo genocida de los integristas musulmanes que, infectados de odio extraído de la religiosidad exacerbada, tampoco están dispuestos a hacer concesiones para convivir con alguien distinto, pero el fascismo de los nuestros nos duele más que el fascismo de la vereda de enfrente.
(Una extrapolación superficial de la realidad argentina hacia aquellas latitudes podría llamar a esto �la teoría de los dos demonios�, cuando en Medio Oriente hay un solo demonio: los vampiros asesinados ávidos de la sangre del otro.)
La escena de Sharon dándole la mano a Barak �emblema de la derechización de la sociedad israelí que responde con un �frente nacional� a la radicalización del adversario� es una profunda puñalada a nuestra esperanza de una Israel democrática y antifascista.
La explicación torpe de que esta orgía de violencia estalló porque �los dirigentes palestinos colocan a sus niños delante� deja en el tintero las propias falencias y la incapacidad para entender el levantamiento contra la ocupación.
En 1848, Marx y Engels plantearon que la historia de la humanidad era la historia de la lucha de clases.
Dijeron �lucha de clases�, no dijeron lucha de nacionalidades.
Las guerras entre nacionalidades, absolutamente estériles, sobre todo entre nacionalidades pequeñas, ha sido estimulada siempre por los poderosos de la tierra, por los imperios que se fueron sucediendo, en su propio usufructo.
Los imperios, sobre todo los imperios coloniales como Gran Bretaña que sucedió en Medio Oriente al Imperio Otomano en 1918, han sacado buena tajada de estos conflictos. Y muchas veces la balcanización, la caprichosa geografía que bosquejaron, ha respondido a esa estrategia impulsada por el resguardo de sus intereses. Los pueblos se han desgarrado y se han ensangrentado durante siglos. Y los imperios se han beneficiado ahondando los pretextos religiosos, lingüísticos y culturales.
Pero no hay nacionalidades buenas y nacionales malas.
Y aunque suene a muletilla o a voluntarismo fatuo, no queda otra alternativa, en este momento de sangre derramada sin solución de continuidad, que seguir peleando por una paz con justicia.
Justicia quiere decir justicia para los dos pueblos. No para uno solo.
El Estado de Israel nació para darle pan, techo y libertad a un viejo pueblo perseguido.
Ahora llegó la hora de hacer justicia con el otro término de la ecuación.
Estamos a favor del surgimiento del Estado Palestino, al lado de Israel y no en lugar de Israel como continúan vociferando algunos.
En Medio Oriente la contradicción fundamental es la guerra. Los belicistas de ambas trincheras se necesitan y retroalimentan para cerrar el círculo vicioso. Un viejo axioma de los luchadores por el entendimiento entre ambos pueblos decía que �en Medio Oriente sólo la paz es revolucionaria�. Hoy parece una frase de otro planeta �y tan lejana como la manifestación conjunta que el Primero de Mayo último realizaron decenas de trabajadores palestinos e israelíes para �luchar contra los enemigos comunes��; pero hacer algo para desactivar la confrontación sigue siendo una de nuestras prioridades.
Necesitamos seguir luchando con todas nuestras fuerzas para neutralizar a los belicistas y reaccionarios de nuestro lado. Y si podemos, los vamos a arrinconar y aislar.
Quisiéramos también que alguien haga algo similar con los belicistas del otro lado.

 

 

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