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Nueve nuevos jueces

Por Rafael A. Bielsa *

 

Cuando la economía deje de deslizarse entre nosotros como un ominoso manto de neblina, los argentinos hablaremos de la justicia. Tal vez abordaremos el tema como solemos hacerlo, echándonos a dentelladas los unos contra los otros. Tal vez pensaremos en el futuro a partir del país que tenemos, y no a partir del país que querríamos tener, cómo debiera ser. Tal vez repitamos: �¿Y dónde te creés que estás viviendo? ¿En Suiza?�.
Sin embargo, existe otro camino para tratar de cambiar un sistema cuestionado por uno legitimado: comenzar desde la ejemplaridad.
El número 9 exhibe furiosos parentescos con esta cuestión. Son 9 los miembros de la Suprema Corte de los EE.UU., y los de la nuestra. También son 9 los temas principales que se discuten en la campaña presidencial norteamericana: aborto, política tributaria, salud, homosexualidad, educación, gastos en defensa, libertad religiosa, corrupción y pobreza. Según la numerología, el 9 expresa el deber de servicio y el de ecuanimidad, la compasión, la tolerancia, la prudencia, la discreción y la manifestación de Dios por medio de las falibles obras humanas. Palabra más, palabra menos, casi una minuciosa definición de lo que se espera de un juez.
Y si se trata de partir de la ejemplaridad, nada mejor que recordar 9 casos que nos permitan pensar en la Justicia que querríamos tener.
Recientemente, fueron removidos el Presidente y 5 ministros de la Corte Suprema de Pakistán, debido a que se negaron a prestar un juramento de lealtad al General Perves Musharraf, el nueve hombre fuerte del país. Su actitud y la de otros 7 jueces de distintas instancias, contrasta vivamente con la de la mayoría del poder judicial paquistaní, que fue intimidada y bovinamente confirmada en sus puestos.
Cuando en 1972, Marcos declaró la ley marcial en Filipinas, excepto los jueces supremos Roberto Concepción y Calixto Zaldívar, que dimitieron luego de denunciar el nuevo orden, el resto retuvo sus asientos. El tenaz opinador Isagani Cruz remarcó que a dicha permanencia se la había denominado �la función legitimadora de la Corte Suprema�. Es difícil evitar el paralelo con las Cortes argentinas de 1930, 1943 y 1962, que convalidaron los aludes castrenses.
En una lejana mañana de domingo de 1612, el rey Jacobo I intentó convencer al juez Coke de que aquél podía hacer, como delegante, lo que había delegado en el juez. Coke repuso que sin duda Dios había dotado a Jacobo de grandes cualidades, pero no de instrucción respecto de las leyes de su reino de Inglaterra, y que las causas que se refieren a la vida o al patrimonio de sus súbditos debían resolverse según el Derecho, arte que requiere mucho estudio antes de que un hombre pueda alcanzar a conocerlo. Como Coke no estaba dispuesto a hacer otra cosa que administrar el Derecho de la manera que corresponde a un juez, fue depuesto de su cargo, aunque no de la historia del Estado de Derecho.
Cuando el 15 de setiembre de 1989 el ex presidente Menem envió al Congreso el proyecto de ley que ampliaba el número de miembros de la Corte, fueron menos de 9 los días que tardó el tribunal en responder con una furibunda Acordada, en la que se condolía de que la reforma reduciría su autonomía. Cuando el proyecto se convirtió en ley, el por entonces juez Jorge Bacqué, que tampoco estaba dispuesto a hacer otra cosa que lo que corresponde a un juez, renunció y se fue a ocupar un sitio en el marchito pero único activo cívico de la Nación.
Según Página/12 del 5 de octubre de 1997, el actual juez de la Corte Gustavo Bossert se abrió paso entre los 300 asistentes al Segundo Congreso de Etica de la Universidad de Belgrano, llamó cerdos cobardes a aquellos jueces que no se atrevían a asumir su libertad, y admitió como un �drama personal� pertenecer a un poder judicial desprestigiado como nunca antes. En los Estados Unidos se recuerda al juez Gerry Gesell, quien en 1971 se negó a emitir una orden para evitar la publicación por el Washington Post de los llamados �Papeles del Pentágono�. Luego de jubilarse, Gesell confesó que le gustaría que su lápida dijera que fue el único, de los 29 jueces que tuvieron algo que ver con los papeles del Pentágono, que nunca ordenó detener una rotativa.
Thomas Penfiel Jackson es el nombre del juez que sentenció �no hace mucho� que Bill Gates & Co. tenía un monopolio nocivo sobre los sistemas operativos de las computadoras personales. Y endosó a los abogados de Microsoft: mi tribunal es un santuario al que ustedes vinieron arrogantemente a torcer la verdad, y no me importa lo poderosos que sean: van a pagar, porque ése no es el modo como los americanos deben hacer las cosas.
Ningún cambio de los que pueden deducirse de los ejemplos será posible sin el concurso de la sociedad civil. Un informe especial de 1998 llamado �La silla vacía. ¿Dónde han ido todos los jueces?�, firmado por Jon Schmitz, relata diversos métodos utilizados por los periodistas para controlar la jornada laboral de los magistrados. No sólo puntualiza a qué hora exacta �y con cuánto retraso� cada juez ocupa su lugar en la playa de estacionamiento, sino que denuncia injustificados privilegios de parking que tienen algunos. Contabilizaron e informaron cuántos días de feriados pagos beneficiaban al sistema de justicia, cuánto tiempo destinaban al coffee break, quiénes abandonaban su lugar de trabajo para asistir a eventos deportivos seductores, y las demoras con las que atendían a los justiciables que tenían una audiencia agendada.
Cuando escampe la economía, discutiremos sobre la justicia. Llegado el momento, acaso podamos ser ejemplares y justos.

* Síndico general de la Nación.


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