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El Arditti: un lujo para el ciclo del San Martín 

Uno de los mejores grupos de cámara posibles, especializado en la música del siglo XX, abrió con una gran actuación una serie de conciertos que continuará durante todos los martes de este mes. 

El cuarteto Arditti une perfección técnica y musicalidad.

Por Diego Fischerman

t.gif (862 bytes) El Cuarteto Arditti tiene algo de apabullante. Hay en ellos un grado de perfección tal que resulta inquietante. La palabra más dicha por el público en el final de su primer concierto en Buenos Aires posiblemente haya sido �máquinas�. Sin embargo, no hay nada de maquinal en esa infalibilidad que caracteriza a este grupo de cámara altamente especializado (salvo la Gran Fuga de Beethoven, tocan sólo música del siglo XX). La perfección técnica, el control paralizante de matices, planos, articulaciones, formas de ataque y color tímbrico, la precisión rítmica y la transparencia que logran en las texturas polifónicas son siempre un punto de partida. La autocomplacencia narcisista, si la hay, tiene que ver con el grado de musicalidad y no con el dominio de los recursos con que lo alcanzan.
En su debut porteño, el cuarteto Arditti planteó un programa en el que aparecieron representadas varias tendencias fundamentales del arte del siglo XX. El comienzo, como casi no podría ser de otra manera, fue con las Seis Piezas Op. 6 de Anton Webern, una obra fundante en más de un aspecto. Los sonidos entendidos como puntos en el vacío, el profundo desprendimiento y un ascetismo que, sin embargo, no renuncia a la dramaticidad, tuvieron una interpretación magistral en manos de Irvine Arditti, Graeme Jennings, Dov Dov Scheindlin y Rohan de Saram. La primera parte se completó con Wolfgang Rihm, quien, en su octavo cuarteto, plantea un lenguaje construido con gestos amplios y fuertes contrastes expresivos, y con el Cuarteto Nº 4 de Mauricio Kagel, que muestra una fluidez de escritura notable. El acento del humor, de lo teatral y de un eclecticismo a prueba de cualquier esquematismo, construyen un discurso en que todo parece ser natural y en que cada sonido da la sensación de ser, siempre, el camino más lógico �y bello� posible. 
En la segunda parte, el Arditti tocó el Cuarteto Nº 3 de Jonathan Harvey, un inglés que trabaja frecuentemente con modelos rítmicos y melódicos inspirados en la música india pero que, en este caso, elaboró una magnífica obra donde el trabajo sobre los modos de ataque y los matices expresivos resulta fundamental. La intensa poesía de los minúsculos 12 Mikroludes de György Kurtag y la fuerza y el sentido rítmico y del color de Tetras, de Iannis Xenaquis, confirmaron las impactantes virtudes musicales del cuarteto. El ciclo del San Martín, que continuó ayer con el segundo concierto del Cuarteto Arditti, seguirá el próximo martes con el Grupo Vocal de Difusión que dirige Mariano Moruja haciendo Cries of London, de Luciano Berio y Persephassa de Xenaquis, por el grupo de percusión Paralelo 33. El martes 21, un grupo de siete instrumentistas, dirigido por Magnus Martensson, interpretará la suite instrumental de La Historia de un Soldado de Igor Stravinsky y el estreno de cinco obras de compositores argentinos pensadas para esa misma conformación instrumental. El último concierto del ciclo, el martes 28, tendrá como protagonistas por un lado a las pianistas Amy Williams y Helena Bugallo, y por otro al ermitaño y genial compositor Conlon Nancarrow. La transcripción de sus Estudios para piano mecánico fue responsabilidad de Yvar Mikhashoff, Erik Oña y de las propias pianistas.

 


 

MARIANO MORUJA DIRIGIRA BERIO EL PROXIMO MARTES
�Sonidos de la urbe contemporánea�

Un homenaje. Una obra del pasado, con el mismo nombre, que se inscribe además en una especie de subgénero. El madrigal Los gritos de Londres de Orlando Gibbons, como Los gritos de París de Clement Janecquin, convertía los pregones en material musical. Y Cries of London, escrita entre 1974 y 1976 por Luciano Berio, es también �un gran madrigal, que refleja los sonidos de una urbe contemporánea, frenética, hiperactiva, donde los pregones son casi anacrónicos. Allí aparece el ajo en el medio del dinero�, como explica Mariano Moruja, director del Grupo Vocal de Difusión que interpretará esta obra el próximo martes, dentro del ciclo dedicado a la música contemporánea por el Teatro San Martín. �La escritura es muy compleja �continúa� y en este caso el desafío fue hacerla con un coro. Obviamente es más fácil cantarla con un grupo chico, un octeto por ejemplo, pero optamos por reservar el grupo pequeño para las partes solistas o con una idea más actoral y, para lo demás, el coro a pleno�.
El Grupo Vocal de Difusión, que ganó en 1995 el Premio a la Mejor Interpretación de Música Contemporánea en el concurso de Marktoberdorf, en Alemania, es uno de los pocos coros argentinos que canta habitualmente repertorio actual. �Hacer música del siglo XX �dice Moruja� tiene varios atractivos. El primero es personal y tiene que ver con la evolución, con el buceo en distintas músicas que uno va haciendo a lo largo de su vida. El segundo es acompañar y muchas veces provocar ese buceo en el público. El oyente también hace su camino y ese recorrido a veces es más lento que el del especialista. Allí es donde debería actuar la educación musical y, claro, también los músicos. El coro está fascinado con hacer este repertorio �el año pasado el coro hizo, en el mismo ciclo, Rothko Chapell de Morton Feldman� y esa fascinación no tiene que ver con los aspectos pirotécnicos ni con la satisfacción de resolver un desafío técnico sino con el compromiso absoluto y profundo. Esta es música, además, que obliga a escuchar, que se opone a los rituales vacíos. Los conciertos necesitan que se refuerce ese vínculo entre la música y el significado. Hay que apostar en serio, cuando se hace música, para que el hecho musical sea significativo para otros�. 
Moruja opina que la mayoría de los conciertos �son fríos, aunque la palabra suene ingenua. Fríos en el sentido de que están muy distanciados de ese vínculo original que impregna de significado lo musical�. Su coro, en ese sentido, es bastante más que un mero grupo de cantantes y para ellos la idea de �dotar de significado al hecho musical� es el resultado de un trabajo de años. Definido por su director como un �grupo de investigación�, varios de sus integrantes son a la vez directores de otros coros. �Al ser un coro independiente, el sentimiento de pertenencia es muy grande. Los cantantes aportan muchísimo en las decisiones�. En el concierto del martes 14, el Grupo Vocal de Difusión hará también dos obras trabajadas a partir de composiciones del barroco, Inmortal Bach de Bach y Knut Nystedt y Hear my Prayer, oh Lord de Henry Purcell y David Sandström.

 

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