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�Las putas y los locos son la cloaca de la sociedad�

Marisa Wagner escribió �Los montes de la loca�, durante una larga internación en la colonia Montes de Oca. Una directora creyó que allí había material para una obra de teatro, que hoy está en cartel.

Wagner estuvo tres años internada y al salir descubrió otra ciudad.

Por Silvina Friera

t.gif (862 bytes)  En Marisa Wagner se cumple una frase de Antonin Artaud: “No hay nadie que haya jamás escrito, pintado o esculpido y modelado, construido, inventado, a no ser para salir del infierno”. Y Marisa salió con un puñado de poemas que compuso mientras padeció su locura, encerrada en varios “hospicios”, como prefiere llamarlos. “Los locos son necesarios para que haya salud afuera y locura tras los muros”, reflexiona. “Como decía Santo Tomás de Aquino, ‘las putas son las cloacas de la sociedad’. Con los locos pasa algo similar: funcionan como drenaje de la salud mental.”
Los poemas de Marisa nacieron en la Colonia Montes de Oca, dedicados a su ex pareja, Sergio Darlin, que se había suicidado en Olavarría. La coordinadora del servicio de rehabilitación de la Colonia (un lugar para oligofrénicos), donde Marisa ingresó en agosto de 1995, encontró el poema y le insistió para que lo presentara en el Segundo Concurso de Poesía y Cuento Suburbano 1997. “Nos amamos una tarde, un cablegrama, algún silencio en primavera” ganó el primer premio. Marisa, que nació en Huanguelén, un pueblo de la provincia de Buenos Aires, exorcizó el dolor del manicomio con la escritura de Los montes de la loca, libro prologado por el coordinador del Frente de Artistas del Borda, Alberto Sava, y presentado en 1998 en la Feria del Libro. “Nadie está exento de la locura. Estos macrohospitales convienen a mucha gente. La familia deposita ipso facto olvida. El Estado los cosifica, los linyeriza, los tiene en el ocio absoluto, sin tiempo, sin tarea”, afirma
El libro, fruto de una experiencia que jura hubiese preferido no vivir, es para Marisa una militancia que se resume en un lema: “Somos humanos, nos duele el maltrato”. Un actor fue el culpable de que Los montes... llegara a manos de la directora Fanny Dimant, que llamó a la autora para pedirle permiso para transformar los poemas del libro en una obra teatral. Así, en el teatro Uriarte Viejo (Uriarte 1616), los sábados a las 21, puede verse la puesta de Los montes de la loca. Dimant convocó a once actores entre 33 y 70 años que interpretan los personajes de 29 de los 63 poemas. “Soy de una generación que puso el cuero, que pagó y seguimos pagando: mis compañeros con su vida, con sus hijos, otros buscando nietitos.” En los ‘70 militó junto con su primera pareja en Montoneros. Sobrevivió a la dictadura, pero su salud mental no resistió los cimbronazos del pasado. Tuvo seis brotes psicóticos, el primero en 1987, cuando tenía 33 años, y varios diagnósticos equivocados.
El suicidio de su pareja fue el detonador del último de sus brotes. “La gente no sabe qué hacer, piensa que el loco tiene fama de matar a las personas”, aclara. En Mercedes la detuvo la policía. “Ingresé a la colonia Montes de Oca casi desnuda, sin identidad conocida, con 20 kilos menos y lo peor que te puede pasar es que nadie te cree cómo te llamás hasta que disminuye el brote”, precisa Marisa. “Nuevamente fui NN, lo que era más enloquecedor porque NN era mi ex pareja, mis 14 compañeros desaparecidos y mis otros 30.000 compañeros.” Cuando bajó el delirio agudo le creyeron que se llamaba Marisa, le consiguieron un documento y llamaron a su familia, que no quiso hacerse cargo. A los 6 meses estaba con el alta médica. “Pasaban los días y nadie me visitaba, hasta que autorizaron la visita de mi hija, que tenía 17 años. Me dijo que venía a casarse para sacarme de ahí. No quería que se casara únicamente por eso. Le prometí a Malena que iba a salir. Creo que fue su carita la que me hizo entender que tenía que dejar la colonia. Por mí no salía más.”
–¿Y el primer día en la calle?
–Fue el 10 de agosto de 1998, después de tres años de internación. Los colectivos tenían máquinas y no sabía dónde meter las monedas. Veía locos que hablaban solos y era la gente con los celulares.
Marisa estudia Psicología social en la casa-escuela de Alfredo Moffat. Estudiar una carrera “da chapa y neutraliza el estigma de loca”. “En el hospicio se pierde el cómo por la asilación, te convierten en un mendigo. Hay un 50% de pacientes sociales en los manicomios”, subraya Marisa, que continúa su tratamiento ambulatorio con psicoterapia y pastillas. “No hay que hacer una panacea de la industria del psicofármaco, porque se cree que esto se arregla sólo con pastillas”, asegura.

 

 

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