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OPINION
Por Mario Wainfeld

Textuales

“De la Rúa está al borde del precipicio, pero yo no lo voy a empujar.” La primera parte de la frase pertenece al analista político Carlos Ruckauf; la segunda, al gobernador bonaerense. Ambas fueron dichas a Página/12 en un reportaje publicado el domingo pasado y Ruckauf se esmeró en repetirla docenas de veces en estos días. La descripción es cabal. La declaración de principios es taimada pues expresa que el presidenciable peronista tiene enorme poder y grandeza institucional. Pero escamotea que él, como todos sus compañeros gobernadores, afronta una grave situación con su provincia endeudada con vencimientos siderales a pagar en diciembre, con un déficit proyectado de alrededor del orden de los 2000 millones de pesos. El también está al borde del abismo, es lo que no mencionaron ni el analista ni el gobernador. Y tal vez no hicieron valer del todo los negociadores del Gobierno.
“En estas pulseadas el que se calienta pierde”, reflexionaba un delarruista del gabinete y añadía: “Chrystian Colombo es un negociador firme y aporta mucho al Gobierno, pero se enojó de más y concedió de más”. Algunos integrantes del Ejecutivo cuestionaban que a Colombo le sobró garra, pero le faltó sangre fría, lo que permitió que “se le agrandara Chacarita”, un peronismo que no tenía para nada la sartén por el mango, pero que obraba como si.
Se trata de una cuestión opinable sobreimpresa a un dato ineludible: el hiperprotagonismo de Colombo, uno de los contados dirigentes del oficialismo que se jugó en esa pulseada mientras unos cuantos –todo un síntoma acerca del actual espíritu de cuerpo y mística de la Alianza– miraban por TV.
“Fredi piensa demasiado en su futuro electoral”, tal la explicacióncrítica del escaso protagonismo del ministro del Interior en estos días de vértigo. Se la oyó en varios despachos ministeriales. En otros se defendió a Federico Storani con dos argumentos: a) no “sale” porque está en desacuerdo con las últimas medidas; b) el Presidente decidió que los que jugarían fuerte serían Colombo y José Luis Machinea y no había motivos para disputarles ese espacio.
“¿Cómo están las cosas?” indaga Página/12 a una fuente de primer nivel. El solcito baña Buenos Aires; muchas mujeres son o están hermosas y ninguna porteña luce del todo fea, cuesta creer que este día sea terrible. Pero lo es. “Las cosas” de la pregunta son la negociación con el peronismo y la reforma previsional. “No puedo contestarle, hace como media hora que no hablo con nadie –informa o bromea la fuente–, hace dos horas el acuerdo se caía y el Presidente estaba por firmar el Deeneú (DNU: decreto de necesidad y urgencia). Hace media había acuerdo, pero no Deeneú. Ahora vaya a saber.” Cientos de reuniones, de faxes, de idas y venidas, de partidos de truco disputados entre políticos de distintos palos signaron una semana en la que, a cada rato, todo parecía cambiar para que todo quedara igual.
“Siéntese al lado mío, María América.” La propuesta del Presidente, tan cortés como ineludible, ocurrió durante su reunión con los legisladores de la Alianza en Olivos. Era para dialogar acerca del paquete económico. En definitiva, la única que algo dialogó fue la susodicha González, especialista en temas previsionales. Para el resto sólo hubo dos largos discursos del Presidente y el ministro de Economía que, sin esperar réplica, hicieron mutis. “Nos invitaron a tomar la leche”, sintetizó con sorna un frepasista, dando testimonio del saldo de bronca que dejó ese cónclave. Fue uno de los tantos gestos contraproducentes de De la Rúa a su tropa a la que –ni en ese “encuentro” ni en días anteriores y posteriores– no encolumnó ni disciplinó.
“¿Hablaste con Chacho?”, fue la pregunta más trillada entre dirigentes del Frepaso. La respuesta más repetida fue “no hablo con él desde hace... días”. El líder frepasista matizó su reciente e intenso perfil bajo con un par de reuniones con sus seguidores en las que los instó a seguir en el gobierno, aprobar el presupuesto y rechazar la reforma previsional si se la lleva al Congreso. La actual obsesión de Alvarez es evitar ser responsabilizado de la crisis sucedánea a su renuncia. La táctica que eligió encuentra varios escollos.
El primero, a fuerza de más ostensible, es que su silencio es tan interpretable y utilizable políticamente como sus palabras. Fue chicana repetida de los “gobernas” del PJ, quienes corrieron a los negociadores de la Alianza con el argumento “queremos saber si el Frepaso avala esto”.
El segundo es que el mensaje –oficialista ma non troppo– que transmite a sus seguidores es muy arduo de traducir en el día a día. Máxime porque contradice su gesto de renuncia y su posterior prolongada abstinencia de trato con el Gobierno.
Dos motivos que explican en buena medida por qué el Frepaso está en estado de asamblea permanente.
“225 millones es mucha guita.” Parece una perogrullada. Lo es, un poco, menos, pues alude a la concesión que rápidamente otorgó el oficialismo a las provincias para ayuda social. Son más de 100 millones de pesos para las provincias peronistas, lo que les permite duplicar lo que recibieron en similar concepto en el 2000.
Un botín para un año electoral, casi una garantía de victoria, que los emisarios de la Alianza explicaron como contrapropuesta al pedido de los peronistas de desguazar los ministerios de Desarrollo Social y el de Trabajo de sus planes sociales y hacer rodar la cabeza de Graciela Fernández Meijide. De cualquier manera el único ministerio que gerencia el Frepaso queda proporcionalmente reducido en recursos en relación con las provincias: para planes sociales y alimentarios dispondrá, aproximadamente, de 300 millones contra 430 de éstas.
“Lo que ofrecieron ya es nuestro. Neguémonos, que lo demás nos viene de upa”. De un gobernador peronista de los grandes a otro, reflejando su táctica y el clima de la negociación en la que los opositores se movieron como si dispusieran todo el tiempo del mundo. Un modo de transformar en fuerza propia los planteos apocalípticos del oficialismo.
“Los mercados piensan que los políticos argentinos somos unos pelotudos.” conclusión de un aliancista de primer nivel respecto de la pulseada mentada en el párrafo precedente.
“Los que dicen que las recientes medidas son ortodoxas no saben nada.” Tajante definición del equipo económico para algunos de sus críticos. Según los Machi boys, el paquete aún en vida fetal se aparta de lo común porque permite mayor déficit en el corto plazo a cambio de una promesa de contención a futuro. En Hacienda auguran que el crecimiento el año que viene rozará el 5 por ciento y explican que no consignaron esos (que serían entusiasmantes si no fueran poco creíbles) datos en el Presupuesto porque el FMI les pidió cautela en sus proyecciones. Redondean diciendo que el blindaje bajará el riesgo país y a futuro la tasa de intereses de la deuda externa y definen en forma bien autogratificante su situación: “Nuestros únicos problemas son políticos”.
“Hay que elegir: o 22.000 millones o 20 diputados.” No era una oferta de compra, ni de trueque ni una tasación. Apenas la descripción que propinó al Presidente un empinado economista explicándole que ceder ante las quejas o las presiones de los diputados frepasistas ponía en riesgo el blindaje financiero pactado con el FMI. Traduce el creciente alejamientoentre el equipo de Machinea y las huestes del ex vicepresidente, empezando por éste.
“Con los mercados ya arreglamos. Nuestro problema es qué dirá Chacho.” Otra versión de lo mismo, por otro economista de primer nivel.
“Se acabó el tira y afloja. No puedo cambiar ni una coma.” Chrystian Colombo a sus allegados, aludiendo al acuerdo firmado con los gobernadores de la Alianza que según él fija el límite infranqueable de la negociación con el PJ. Todo indica que no será del todo así, que las tratativas continuarán y al final se firmará el acuerdo.
“Si no se firma el Deeneú, se cae el blindaje.” Dicho, casi siempre off the record, por varios cuadros de Economía y de Jefatura de Gabinete, a quienes enardecieron o deprimieron (según los respectivos temperamentos) mucho más de lo que dicen en público los zigzags presidenciales. El viernes De la Rúa desechó ante dos de sus colaboradores la vía del decreto, les informó que intentaría obtener la reforma previsional por ley. Intento que, a la luz de los posturas públicas de legisladores frepasistas y pejotistas, equivalía a posponerla o archivarla. El ala económica del Gobierno intentó desde entonces explicarle que sin esa medida el FMI negará su apoyo o lo diferirá hasta la improbable promulgación de la norma. Hasta se comentó que Machinea había agitado ante De la Rúa la amenaza de su renuncia.
Algunos otros oficialistas le soplaron al oído que, en verdad, esa medida es una sobreactuación del equipo económico no exigida por el Fondo.
El Presidente parecía indeciso aunque una alta fuente de Jefatura de Gabinete aseguró a este diario que firmará el Deenú mañana o el lunes como mucho.
¿Por qué no la va cortando con los textuales y redondea un cuadro de situación? Pedido que, a esta altura, puede intuirse formulará más de un lector. A ver:
u El oficialismo, que no supo conservarse unido, parece poco convencido y culposo a la hora de defender sus acciones...
... empezando por el Presidente que se maneja sin timming, prolongando indefinidamente las decisiones. Transmite recurrentemente la sensación de no asumir las consecuencias de sus actos. Un ejemplo: sus discursos del viernes, un claro viraje a derecha implicaban la rápida sanción del DNU, su postergación generó dudas y acrecentó el debate interno.
La carencia de liderazgo presidencial se condimenta con la ausencia del líder del Frepaso no ya del Gobierno sino de la escena pública.
Frente a este cuadro, los gobernadores del PJ se comportan como si fueran los adalides de las políticas sociales. Reclaman medidas y recursos que jamás existieron en diez años de gobierno de su partido. Imponen el parecer de las provincias grandes (gobernadas por presidenciables) a las más chicas. Satanizan al FMI tras una década de relaciones carnales con el Norte. Para peor, el desempeño histórico de muchos de ellos arroja enormes sospechas respecto de cómo administrarán las fuertes sumas que reciben para políticas sociales. ¿Qué pasará en Tartagal si un estadista de la talla de Juan Carlos Romero recibe el doble de plata que hasta hoy? Se conducen, en suma, con más picardía que grandeza, carentes de toda autocrítica y poniéndose afuera de una crisis que también contribuyeron a engendrar.
“La clase dirigente argentina es una mierda.” diagnóstico de Eduardo Duhalde, que la integra sin duda. Se supone que lo dijo para mejorar la situación, enriquecer el debate. Un aporte que, por su nivel, por la galanura con que se expresó, no desentonó dentro de la producción semanal de la dirigencia política de primer nivel.


 

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