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FUE LANZADO CON EXITO EL SATELITE ARGENTINO
Un producto nacional por las nubes

Poco más de una hora después de que el cohete que llevaba al SAC-C despegara en California, en la estación espacial de Córdoba recibían la señal de que el satélite está “vivo”. Servirá para monitorear fenómenos naturales.

Los científicos en Falda del Carmen festejaron al enterarse del éxito de su creación.

Por Horacio Cecchi

“Aaahhhhh”, se escuchó claramente. Eran las 15.27. En la pantalla gigante de la sala de conferencias y en las pantallas menores de las salitas adyacentes se repetía la imagen del Delta II 7320, que tres minutos después del despegue había perdido su estela lineal de fuego para transformarse en algo muy parecido a una lluvia de llamas desde una regadera a 16 kilómetros de altura. En el vértice del Delta, viajaba el SAC-C, el primer satélite argentino de uso práctico lanzado desde una base de la NASA en California. La sala de conferencias pertenece a la estación de la provincia de Córdoba desde donde la Comisión Nacional de Actividades Espaciales monitorea el recorrido del satélite. El “aaahhhh” colectivo representó la descarga de adrenalina de medio centenar de técnicos y de unos 250 invitados, que desde el viernes pasado aguardaban que el SAC-C quedara colgado del cielo, después de dos lanzamientos frustrados por problemas técnicos de la NASA y por una molesta lluvia de meteoritos que interrumpió el lanzamiento. Pero nadie se animó al festejo hasta 1 hora y 35 minutos después del despegue. A las 16.59, el satélite argentino envió su primera señal. “Está vivo”, dijo un locutor desde California. Entonces llegaron las hurras, vivas, aplausos y abrazos, y se dio inicio a la celebración gasolera: masitas y Coca-Cola para el histórico festejo.
Por diferentes motivos, el SAC-C venía eludiendo la celebración. El 16 de noviembre, un imponderable estelar postergó el despegue: la lluvia de meteoritos conocida como Los Leónidas triplicó su intensidad respecto de otros años. La NASA no quiso correr riesgos. El 18, una filtración de polvo atmosférico en el EO-1, satélite de la NASA que acompaña al SAC-C, impidió el lanzamiento. El lunes 20 falló una computadora auxiliar. Todo quedó para el 21. Ayer, a las 15.24, el SAC-C se transformó en satélite.
Horas antes de las 15.24: medio centenar de técnicos y especialistas de la Conae aguardan en la estación terrena en Falda del Carmen, Córdoba. Alrededor de 250 invitados entre alumnos, docentes, funcionarios y periodistas de todo el país, incluyendo la Patagonia, desbordan las instalaciones. Un funcionario asegura: “No estábamos preparados para semejante repercusión”.
15.22: La tensión se percibe en la sala principal, frente a la pantalla gigante, y frente a las pantallas de tevé en las salas adyacentes.
15.23: Comienza el conteo en California. En Falda del Carmen todo es silencio. La periodista Susana Parra, de Canal 6 de Bariloche, soporta un pesado saco rojo pese al calor reinante. Es una de las cábalas. La otra tiene que ver con los partes de prensa: estaba prevista una serie de informes para el caso de que todo terminara en un fracaso. Pero nadie quiso escribir una sola línea al respecto.
15.24: Súbitamente aparece en pantalla el Delta II, a tres metros del suelo, echando fuego de su trasero. “Parece una cañita voladora”, dice un chico. Se escuchan grititos y aplausos nerviosos. Después, pasan tres minutos de estricto silencio.
15.27: Primer “aaaaaahhhh”, mencionado más arriba. Es un “aaahhh” contenido. Se ve perfectamente al Delta, a 16 kilómetros de altura, soltando sus tres cohetes de combustible sólido. Al entrar en la estratosfera, el vacío transforma la estela lineal de fuego en la mentada regadera.
15.31: Segundo “aaahhhh”, más eufórico. A 111 kilómetros de altura, se ve con nitidez el desprendimiento de la primera etapa (aplausos, y algún viva perdido). Sigue la zona negra. Por la curvatura del planeta, el Delta se pierde de vista.
16.55: Una hora, 24 minutos después de morder masitas angustiosamente, los técnicos informan que el SAC-C se despegó de su cohete. “Primer grito de gol”, define el festejo un atildado científico.
16.58: Segundo gol. El SAC-C despliega sus paneles solares.
16.59: En su primer paso por sobre la estación de la NASA, en Poker Flat, Alaska, el SAC-C establece contacto con tierra. En la estación delanzamiento de Vandenberg, California, un técnico de la NASA le comenta a un colega: “Está vivo. Vamos a regar la noche de champagne”. La conversación se cuela en la transmisión televisiva en directo. En Falda del Carmen comienza el desenfreno gasolero: descorche de gaseosas, brindis, masitas y festejo. A los pocos minutos, un llamado directo de Presidencia: Fernando de la Rúa quiere sumarse al festejo. El champagne aguarda en el freezer, hasta las 22.45, cuando el SAC-C pase por encima de la estación de la Conae en Córdoba. A esa hora, presumiblemente, sólo estarán los técnicos.

 

Los usos del satélite

El SAC-C es un satélite mediano, de 485 kilogramos. El diseño fue de la Conae y su construcción se realizó en Bariloche y estuvo a cargo de Invap, la misma firma que acaba de vender un reactor nuclear a Australia. Se invirtieron alrededor de cuatro años y 45 millones de dólares. El proyecto, bajo la dirección Argentina, es una cooperativa compartida con otros cinco países: Estados Unidos, Italia, Francia y Dinamarca, que aportaron diferentes sensores a partir de los cuales los participantes obtienen información. Brasil participó facilitando sus instalaciones del INPE (Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais), donde se testeó la resistencia del SAC-C ante las rigurosas condiciones de su lanzamiento y las de sus cuatro años de vida útil. El SAC-C recorrerá la Tierra en una órbita a 715 kilómetros de altura, dando una vuelta cada 99 minutos. El satélite es considerado clave para el país porque permitirá controlar por medios propios diferentes aspectos de la vida cotidiana y la economía:
Proveerá de imágenes vitales que permitirán controlar el rendimiento de las cosechas.
El poder de resolución de sus cámaras es de 175 metros, es decir que un cuadrado de 175 metros de lado se verá como un punto en la imagen.
Permitirá monitorear cultivos en otros países para prever el comportamiento de los mercados agrícolas.
Permitirá anticipar catástrofes naturales como las inundaciones, emergencias como el derrame de petróleo y la contaminación hídrica.
Asegurará un rastreo al detalle de los incendios forestales.
Diseñará mapas de temperaturas del mar, con lo que se podrán rastrear cardúmenes.
Lleva un sistema para el seguimiento de rutas migratorias desconocidas, como el de las ballenas francas que se avistan en Puerto Madryn.
Los datos estarán disponibles para organismos gubernamentales, investigadores científicos y productores. Ya existen convenios con las universidades de Tucumán y del Comahue, que funcionarán como centros de distribución de datos.

 

SATELITES “MUERTOS” QUE QUEDAN EN ORBITA
Los problemas de un cielo saturado

Por Mónica Salomone*
Desde Santander

La Tierra tiene un cinturón virtual formado por unos 350 satélites fijos en el cielo, a unos 36.000 kilómetros de altura sobre el Ecuador. Es la autopista celeste con más tráfico: la llamada órbita geoestacionaria. Pero los operadores de satélites empiezan a sufrir ya las consecuencias de la saturación en esa autopista. Las compañías se enfrentan a los llamados satélites de papel, una trampa burocrática para reservar espacio, y los expertos advierten además contra la costumbre de dejar los satélites ya muertos en la órbita, lo que aumenta el riesgo de colisiones.
En los últimos dos años, sólo un tercio de los satélites inactivados se ha sacado de la órbita geoestacionaria. Y los nuevos envíos no cesan. Cuando se les agota el combustible deberían ser llevados a una órbita superior, según recomienda la Academia Internacional de Astronáutica.
Esta órbita es la preferida para los satélites de telecomunicaciones porque en ella los artefactos, girando a la misma velocidad angular que la Tierra, quedan aparentemente fijos en el cielo respecto a la superficie del planeta y actúan como repetidores, entre otras ventajas. Su primer ocupante se lanzó en 1964 y desde hace unos años su tráfico aumenta a razón de 25 a 35 satélites al año. A todos ellos se les asignó su plaza o posición orbital a través de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), organismo que depende de Naciones Unidas y celebra una reunión cada tres años para repartir tanto el espacio físico como las frecuencias a las que trabajan los satélites. El último encuentro de la UIT congregó el pasado julio en Estambul a más de 2000 representantes de 150 países, y la mayoría aspiraba a un hueco en la órbita.
Sin embargo, según explica Walter Flury, del centro de seguimiento de satélites de la Agencia Europea del Espacio (ESA) en Darmstadt (Alemania), “no puede decirse que ya haya saturación”: los avances tecnológicos permiten ahora que en una posición orbital quepan varios satélites, siempre que trabajen a distintas frecuencias.
Pero si no hay atasco físico, sí lo hay sobre el papel, y las compañías padecen sus efectos casi con igual intensidad. El problema son los satélites de papel, y la UIT no ha logrado resolverlo aún: hay países que piden posiciones orbitales con la única intención de vender su plaza a otros países. Una vez concedido el permiso, el satélite debe ser lanzado en un máximo de cinco años, pero entretanto la posición queda reservada. Para la UIT es difícil distinguir entre las peticiones serias y las de papel.

* De El País de Madrid, Especial para Página/12.

 

 

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