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Dicen que soy moralmente incapaz (y para siempre)

El Congreso peruano se preparaba anoche para rechazar la renuncia de Fujimori y destituirlo por incapacidad moral, lo que evitaría que se presente a elecciones para conseguir inmunidad parlamentaria.

El renunciante Alberto Fujimori habla a la prensa en Tokio. Valentín Paniagua se prepara a asumir la presidencia.

Por Carlos Noriega
Desde Lima

El que ha sido calificado como el gobierno más corrupto en la historia de este país –lo que en una nación como el Perú es decir mucho– se acercaba ayer a su final de la peor manera: con la posibilidad de que su máximo jefe fuera destituido del cargo por “permanente incapacidad moral”. El ex presidente Alberto Fujimori recibió la noticia en su lujoso refugio de un hotel del centro de Tokio, donde se aloja desde que llegó a ese país el pasado viernes 17. Con la destitución que los congresistas preparaban ayer, Fujimori quedaría inhabilitado para postular al Congreso en las elecciones de abril del próximo año. De esta forma, se esfuman sus esperanzas de refugiarse en la inmunidad parlamentaria para evitar eludir un posible proceso por corrupción. Aunque la impunidad se la podría dar el pasaporte japonés que diversas versiones aseguran que tendría.
Luego de rechazar la renuncia de Fujimori –si la iniciativa prosperaba–, el Congreso proclamará como nuevo gobernante del Perú a quien hasta ese momento era presidente del Poder Legislativo, Valentín Paniagua. En sólo ocho días, Paniagua pasó de su curul como representante del centro derechista partido Acción Popular a la presidencia del Congreso y de ahí a la jefatura del Ejecutivo. Su rápido ascenso ha corrido paralelo con la estrepitosa debacle del fujimorismo. La proclamación de Paniagua se produjo luego que el Congreso aprobó las renuncias del primer vicepresidente Francisco Tudela, presentada hace tres semanas, y la del segundo vicepresidente Ricardo Márquez, anunciada en la noche del lunes en medio de un creciente rechazo a su designación como sucesor de Fujimori.
Si con su renuncia Fujimori pretendió evitar una posible destitución por incapacidad moral que ya había sido presentada al Congreso antes de su viaje al Asia, estaba logrando el efecto contrario. Las fuerzas opositoras en bloque, indignadas por la fuga de Fujimori, propusieron rechazar la renuncia y destituirlo declarándolo moralmente incapaz. A ellos se sumaron los llamados parlamentarios independientes, en su mayoría renunciantes al oficialismo. Muchos congresistas que exigían la renuncia del Chino, pero dudaban en apoyar su destitución, terminaron de convencerse y se preparaban para votar a favor de la vacancia por incapacidad moral. El escape de Fujimori al país de sus padres para desde ahí renunciar a la presidencia provocó el desplome del fujimorismo y un desbande entre sus parlamentarios. Al momento que se inició el debate para destituir a Fujimori, siete congresistas oficialistas habían renunciado a su agrupación desde que se conoció la renuncia, con lo que la ex mayoría quedó aún más reducida de lo que ya estaba.
El debate fue largo, áspero y tenso. De un lado se lanzaron fuertes acusaciones contra Fujimori y la corrupción de su régimen. Del otro lado, la bancada fujimorista respondió atacando a quienes acusaban a su líder y refiriéndose a los gobiernos anteriores, como si hubieran retrocedido en el tiempo para eludir el duro presente. La congresista Martha Chávez se convirtió en la más ferviente defensora de Fujimori. A los gritos atacó a todos quienes pedían la destitución de su jefe. “El presidente Fujimori sólo deja cosas buenas –señaló, en medio de los gritos de protesta de las galerías–. Sus razones tendrá para haber renunciado estando en Japón. Acaso no son capaces de entender las razones del presidente para tomar esa decisión”, fue toda su argumentación. Ciertamente no explicó esas razones para que la mayoría de los congresistas hagan el esfuerzo de entenderlas. Luz Salgado, primera vicepresidente del Congreso y miembro del círculo más cercano de Fujimori, no fue tan fundamentalista como Chávez. Criticó la renuncia hecha desde Japón y en un postrero intento por salvarle el cuello a su líder, pidió “no más venganza, es el momento de cerrar heridas. A quien tenemos que crucificar es a Montesinos”. Pero no pudo ocultar su resignación: “Sabemos que la suerte está echada –dijo, abatida–. Ningún hombre es puro, santo, si aquí alguien es santo que lance la primera piedra”, fue la frase con la que María Jesús Espinoza intentó justificar la corrupción en su gobierno. Luego, los fujimoristas debieron escuchar con caras consternadas el largo rosario de hechos de corrupción que les enumeraron los sucesivos oradores de la oposición (que ya no lo era).
Después de una década de gobierno autocrático, Fujimori ha salido por la puerta falsa. Quería pasar a la historia como el modernizador del Perú y ayer parecía prepararse para hacerlo como el primer presidente destituido por el Congreso por permanente incapacidad moral.

 


 

NADIE SABE DONDE ESTA EL MONJE NEGRO DEL REGIMEN
Fujimori cayó, Montesinos aún no

Por Francesc Relea
Desde Lima

Mientras el Congreso peruano trataba de aliviar la crisis política que ha tenido como colofón la rocambolesca dimisión del presidente Alberto Fujimori, el caso Montesinos sigue abierto. El nombre del ex asesor presidencial y ex jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), en paradero desconocido desde su regreso a Perú el 23 de octubre y prófugo de la Justicia, ha estado presente en cuantas declaraciones han efectuado en las últimas horas los principales actores de la crisis. El protagonismo que desde la oscuridad mantiene el siniestro personaje no hace sino abonar las sospechas de que la inesperada dimisión del presidente no es ajena a la capacidad de chantaje de Vladimiro Montesinos.
“Se especula que puedo tener cuentas en el exterior, sea en Singapur, Suiza o Japón, lo desmiento tajantemente. No tengo ninguna relación con los 48 millones de dólares de ese asesor”, dijo Fujimori en la conferencia de prensa que concedió en Tokio el lunes por la noche. Se refería el mandatario al escándalo que provocó el descubrimiento de las tres cuentas bancarias producto de lavado de dinero que su ex asesor tiene en Suiza. Es un secreto a voces que Montesinos reunió en los 10 años que controló el servicio de inteligencia información altamente comprometedora para buena parte de la clase política peruana, de la oposición y del gobierno. “Algunos de ellos, que se muestran ahora muy valientes, es probable que actúen presionados”, admitió Fujimori a la agencia Efe.
El mandatario ha alimentado las especulaciones que sostienen que Montesinos mantiene una nada despreciable cuota de poder: “Existe, y lo he comprobado en el último mes, una vasta red oculta... Se la tejió en el Poder Judicial, las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, entre otras. Es una responsabilidad política que asumo por no haber detectado como debía ser”.
También se refirió a Montesinos el vicepresidente segundo, Ricardo Márquez, quien en la madrugada de ayer dimitió de su cargo y evitó con ello asumir como presidente provisional hasta las elecciones anticipadas del 8 de abril. Márquez negó haber mantenido vínculos con el ex jefe del SIN y cuando se le preguntó por el paradero del fugitivo respondió: “Creo que se encuentra en el país”. ¿Quién lo busca? “Tengo entendido que la policía”, contestó Márquez en su calidad de presidente en funciones.
Horas antes de su dimisión, Márquez firmó una resolución suprema que retira del mando a diez generales considerados leales a Montesinos y que deben pasar a la situación de retiro al finalizar el año. Entre los afectados se destacan el jefe del Estado Mayor General del Ejército, general Luis Miguel Delgado, el inspector general del Ejército, general Walter Juve y los jefes de tres regiones militares, todos ellos de la misma promoción de la Escuela Militar a la que pertenece Montesinos.
El gesto del vicepresidente parece más destinado a dejar una huella antes de su dimisión que a minar de manera eficaz la influencia del ex asesor presidencial en el aparato militar. En las últimas horas, la cúpula del Ejército ha acelerado una serie de ascensos a generales de división y a generales de brigada de connotados oficiales “montesinistas”. Es precisamente en el estamento castrense donde convive el reducto más fiel a Montesinos.

 

 

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