Imperialismo
Por J. M. Pasquini Durán
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Hay
palabras que mueren con el tiempo y son sepultadas en los diccionarios
académicos. Otras tienen la misma vida fugaz que las modas que
las originan y algunas sobreviven gracias a la capacidad para adaptarse
a nuevos significados. Como en la vida, cada lengua se las arregla para
mantener el adecuado equilibrio entre las que se van y las que llegan.
Dado que el lenguaje es un asunto de poder, hay momentos en que le conviene
enmascarar la realidad con frases o vocablos rebuscados. Borges denominó
esa sustitución la hipocresía del lenguaje.
Inodoro Pereyra, el personaje creado por el Negro Fontanarrosa, aportó
un ejemplo: Ya no quedan más domadores. Ahora son todos licenciados
en problemas de conducta en equinos marginales.
En todas las épocas hubo idiomas colonizadores que expresaron las
tensiones vigentes en las relaciones internacionales. La supremacía
actual en América latina corresponde al modismo norteamericano
del inglés. Así, las entrevistas en televisión se
llaman talk-show y si tienen cargas de morbosidad o pornografía
son, además, reality show. Desde que Nueva York es
el centro del mundo, nadie es realmente moderno mientras no pronuncie
un mínimo de cien palabras para describir sus hábitos cotidianos.
Así, los argentinos ya no tienen sentimientos sino feelings,
sacan tickets, usan kleenex, escuchan compacts
en disc man, pasan happy hour en algún
pub, hacen footing o jogging, practican
aerobics, leen comics, elaboran papers,
visitan shoppings, consumen off sale mediante
self-service, reciben delivery, conservan alimentos
en freezers guardados en tupper-ware, eluden los
spots publicitarios con zapping, promueven business,
intercambian franchising, los ejecutivos son CEO
y vips especializados en marketing que suben y
bajan ranking y desean atraer, a cualquier costo, investment
funds. Si alguien no entiende este dialecto del oprimido sepa, desde
ya, que será considerado outsider de la modernidad.
Hay ciertos términos que cumplen si son adoptados por minorías,
incluidos los usuarios frecuentes de Internet, pero otros necesitan de
translation para que sean del dominio de mayorías.
Uno de esos es globalización, traducción literal
del vocablo inglés, que significa mundial en castellano o, como
prefieren ciertos especialistas, mundialización. Viene
a reemplazar el concepto de transnacional, que se aplicaba a la economía
capitalista cuando aún no había implotado el comunismo europeo.
Del mismo modo, los países que antes andaban en vías
de desarrollo fueron rebautizados como emergentes. Con
la expansión mundial y las consiguientes mudanzas en las denominaciones,
los propagandistas del capitalismo, y algunos de sus añejos críticos,
pretenden reducir las relaciones internacionales al exclusivo ámbito
de la economía y desacreditar las categorías políticas
mediante la presunción de dos finales, el de la historia y el de
las ideologías. Con esos discursos, inspirados en una visión
de la historia y en una ideología determinadas, ambas sujetas al
pensamiento conservador, han cancelado dos nociones, entre otras, las
del imperialismo y la dependencia, con el obvio propósito de suprimir
las acciones políticas subsecuentes, el antimperialismo y la liberación
nacional.
Carecen de sentido, dicen, en una economía globalizada, sin conflicto
Este-Oeste y, en América latina, con gobiernos elegidos en las
urnas que han sustituido a las dictaduras (con excepción de Cuba,
según esa versión). En ese tipo de análisis, la democracia
alcanza con la formalidad electoral a través de la competencia
entre dos o más partidos, sin golpes militares, un único
modelo económico, pero con indiferencia acerca de los derechos
humanos y la justicia social. Por supuesto, la formalidad democrática
es un paso adelante respecto de las dictaduras y la autonomía nacional
está más relativizada que hace un cuarto de siglo, debido
a laexpansión mundial del capitalismo y a la fuerte concentración
oligopólica de sus corporaciones económicas. Estas condiciones,
sin embargo, no son suficientes para condenar, como si fueran violaciones
de un dogma universal, el derecho a la autodeterminación de pueblos
y naciones ni justifican la tutela de esas democracias restringidas en
nombre de intereses imperiales. Que Estados Unidos pueda actuar como gendarme
mundial, sobreponiéndose incluso a la autoridad de las Naciones
Unidas, es la mejor prueba de la persistencia del imperialismo como acción
política y concepción del poder.
No es una evidencia teórica, que podrían desdeñar
los pragmáticos, sino también empírica. Acaba de
probarse en la evolución institucional del Perú, donde la
suerte de Fujimori y el orden sucesivo de la transición han sido
planificados en Washington, antes que la creciente rebeldía popular
tuviera la oportunidad de elegir un camino propio. El monitoreo personal,
en Lima, de los dos funcionarios de la Casa Blanca encargados de la región,
Peter Romero y Arturo Valenzuela, más los datos recogidos en las
crónicas internacionales, también en la prensa de Estados
Unidos, revelan esa injerencia directa y la dependencia peruana. Otro
tanto le cabe al Plan Colombia, que otorga un presupuesto de 1300 millones
de dólares para fortalecer, supuestamente, la democracia institucional
de ese país en su lucha contra el narcotráfico y la insurgencia
guerrillera. Como lo afirmó la congresista Cynthia Mchinneys
en la reunión del subcomité del Capitolio sobre el hemisferio
occidental, se trata, en realidad, de una masiva proyección
de fuerza estadounidense en ese país, ya que aproximadamente
el 80% de la ayuda prevista en el Plan Colombia lo es para armamento militar,
convirtiendo al Plan en una operación militar de los Estados
Unidos. No cuenta, además, con el apoyo de los aliados de
la Unión Europea y ha sido refutado por Brasil, Venezuela y Ecuador,
vecinos colombianos, rechazado por treinta y siete ONGs de Colombia
y denunciado por Amnistía Internacional, Human Rights Watch y la
Washington Office on Latin, debido a que el multimillonario presupuesto
fue aprobado en la Casa Blanca sin tener en cuenta las cláusulas
de derechos humanos que el Congreso había puesto como condición
a la concesión de la ayuda.
Mchinneys agregó en el mismo discurso: Señalaré
también, para que así conste, que el push into southern
Colombia (golpe en el sur de Colombia) viola las Convenciones de
Ginebra, las cuales prohíben el desplazamiento forzoso de la población
civil como táctica de guerra. Y remató con esto: Mi
tercer y último punto es que este Plan no sólo es inmoral,
sino que no es nada práctico. Fumigar productos químicos
sobre los campesinos del tercer mundo no es una manera eficaz de disuadir
a la gente en los Estados Unidos de que no consuman cocaína. [...]
¿Cómo puede el coronel James Hiett, practicando el contrabando
de cocaína y el lavado de dinero con su esposa mientras estaba
encargado de supervisar las operaciones antidrogas del Comando Sur de
los Estados Unidos en Bogotá..., cómo pudo este narco zafarse
con cinco meses de cárcel?. Vale recordar que el peruano
Fujimori y su asesor Montesinos también han sido vinculados al
narcotráfico en Perú y en Colombia.
A pesar de las evidencias teóricas y prácticas tan cercanas
en la geografía y en el tiempo, en Argentina los jefes de los partidos
mayoritarios, en el gobierno y en la oposición, siguen a pie juntillas
los criterios que fundamentan el tutelaje norteamericano de las democracias
regionales, las teorías sobre la economía globalizada y
la renuncia completa a la autodeterminación. La negación
misma del conflicto social, cuyas causas son ignoradas en el pacto que
acaba de firmar el gobierno nacional con los mandatarios provinciales,
ya que sólo atiende a la demanda fiscal de los acreedores financieros
externos, los lleva a pensar en la huelga que comienza hoy como un factor
desestabilizador cuando, en realidad, las debilidades democráticas
y sus perturbaciones siguenteniendo, como un factor central aunque no
único, esas relaciones subordinadas a un centro de poder imperial.
En abierta contradicción con los anuncios interesados, la historia
sigue su camino y sería bueno que los caminantes de esta parte
del mundo saquen las conclusiones apropiadas del trayecto recorrido y
de las escabrosidades de la ruta elegida. Igual que en otras épocas,
no hay destinos fatales sin la ciega voluntad de saltar al vacío
antes que hacerse cargo de la realidad.
REP
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