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el Kiosco de Página/12

Imperialismo
Por J. M. Pasquini Durán

Hay palabras que mueren con el tiempo y son sepultadas en los diccionarios académicos. Otras tienen la misma vida fugaz que las modas que las originan y algunas sobreviven gracias a la capacidad para adaptarse a nuevos significados. Como en la vida, cada lengua se las arregla para mantener el adecuado equilibrio entre las que se van y las que llegan. Dado que el lenguaje es un asunto de poder, hay momentos en que le conviene enmascarar la realidad con frases o vocablos rebuscados. Borges denominó esa sustitución “la hipocresía del lenguaje”. Inodoro Pereyra, el personaje creado por el Negro Fontanarrosa, aportó un ejemplo: “Ya no quedan más domadores. Ahora son todos licenciados en problemas de conducta en equinos marginales”.
En todas las épocas hubo idiomas colonizadores que expresaron las tensiones vigentes en las relaciones internacionales. La supremacía actual en América latina corresponde al modismo norteamericano del inglés. Así, las entrevistas en televisión se llaman “talk-show” y si tienen cargas de morbosidad o pornografía son, además, “reality show”. Desde que Nueva York es el centro del mundo, nadie es realmente moderno mientras no pronuncie un mínimo de cien palabras para describir sus hábitos cotidianos. Así, los argentinos ya no tienen sentimientos sino “feelings”, sacan “tickets”, usan “kleenex”, escuchan “compacts” en “disc man”, pasan “happy hour” en algún “pub”, hacen “footing” o “jogging”, practican “aerobics”, leen “comics”, elaboran “papers”, visitan “shoppings”, consumen “off sale” mediante “self-service”, reciben “delivery”, conservan alimentos en “freezers” guardados en “tupper-ware”, eluden los “spots” publicitarios con “zapping”, promueven “business”, intercambian “franchising”, los ejecutivos son “CEO” y “vips” especializados en “marketing” que suben y bajan “ranking” y desean atraer, a cualquier costo, “investment funds”. Si alguien no entiende este dialecto del oprimido sepa, desde ya, que será considerado “outsider” de la modernidad.
Hay ciertos términos que cumplen si son adoptados por minorías, incluidos los usuarios frecuentes de Internet, pero otros necesitan de “translation” para que sean del dominio de mayorías. Uno de esos es “globalización”, traducción literal del vocablo inglés, que significa mundial en castellano o, como prefieren ciertos especialistas, “mundialización”. Viene a reemplazar el concepto de transnacional, que se aplicaba a la economía capitalista cuando aún no había implotado el comunismo europeo. Del mismo modo, los países que antes andaban “en vías de desarrollo” fueron rebautizados como “emergentes”. Con la expansión mundial y las consiguientes mudanzas en las denominaciones, los propagandistas del capitalismo, y algunos de sus añejos críticos, pretenden reducir las relaciones internacionales al exclusivo ámbito de la economía y desacreditar las categorías políticas mediante la presunción de dos finales, el de la historia y el de las ideologías. Con esos discursos, inspirados en una visión de la historia y en una ideología determinadas, ambas sujetas al pensamiento conservador, han cancelado dos nociones, entre otras, las del imperialismo y la dependencia, con el obvio propósito de suprimir las acciones políticas subsecuentes, el antimperialismo y la liberación nacional.
Carecen de sentido, dicen, en una economía globalizada, sin conflicto Este-Oeste y, en América latina, con gobiernos elegidos en las urnas que han sustituido a las dictaduras (con excepción de Cuba, según esa versión). En ese tipo de análisis, la democracia alcanza con la formalidad electoral a través de la competencia entre dos o más partidos, sin golpes militares, un único modelo económico, pero con indiferencia acerca de los derechos humanos y la justicia social. Por supuesto, la formalidad democrática es un paso adelante respecto de las dictaduras y la autonomía nacional está más relativizada que hace un cuarto de siglo, debido a laexpansión mundial del capitalismo y a la fuerte concentración oligopólica de sus corporaciones económicas. Estas condiciones, sin embargo, no son suficientes para condenar, como si fueran violaciones de un dogma universal, el derecho a la autodeterminación de pueblos y naciones ni justifican la tutela de esas democracias restringidas en nombre de intereses imperiales. Que Estados Unidos pueda actuar como gendarme mundial, sobreponiéndose incluso a la autoridad de las Naciones Unidas, es la mejor prueba de la persistencia del imperialismo como acción política y concepción del poder.
No es una evidencia teórica, que podrían desdeñar los pragmáticos, sino también empírica. Acaba de probarse en la evolución institucional del Perú, donde la suerte de Fujimori y el orden sucesivo de la transición han sido planificados en Washington, antes que la creciente rebeldía popular tuviera la oportunidad de elegir un camino propio. El monitoreo personal, en Lima, de los dos funcionarios de la Casa Blanca encargados de la región, Peter Romero y Arturo Valenzuela, más los datos recogidos en las crónicas internacionales, también en la prensa de Estados Unidos, revelan esa injerencia directa y la dependencia peruana. Otro tanto le cabe al Plan Colombia, que otorga un presupuesto de 1300 millones de dólares para fortalecer, supuestamente, la democracia institucional de ese país en su lucha contra el narcotráfico y la insurgencia guerrillera. Como lo afirmó la congresista Cynthia Mchinney’s en la reunión del subcomité del Capitolio sobre el hemisferio occidental, se trata, en realidad, de “una masiva proyección de fuerza estadounidense en ese país”, ya que “aproximadamente el 80% de la ayuda prevista en el Plan Colombia lo es para armamento militar”, convirtiendo al Plan “en una operación militar de los Estados Unidos”. No cuenta, además, con el apoyo de los aliados de la Unión Europea y ha sido refutado por Brasil, Venezuela y Ecuador, vecinos colombianos, rechazado por treinta y siete ONG’s de Colombia y denunciado por Amnistía Internacional, Human Rights Watch y la Washington Office on Latin, debido a que el multimillonario presupuesto fue aprobado en la Casa Blanca “sin tener en cuenta las cláusulas de derechos humanos que el Congreso había puesto como condición a la concesión de la ayuda”.
Mchinney’s agregó en el mismo discurso: “Señalaré también, para que así conste, que el ‘push into southern Colombia’ (golpe en el sur de Colombia) viola las Convenciones de Ginebra, las cuales prohíben el desplazamiento forzoso de la población civil como táctica de guerra”. Y remató con esto: “Mi tercer y último punto es que este Plan no sólo es inmoral, sino que no es nada práctico. Fumigar productos químicos sobre los campesinos del tercer mundo no es una manera eficaz de disuadir a la gente en los Estados Unidos de que no consuman cocaína. [...] ¿Cómo puede el coronel James Hiett, practicando el contrabando de cocaína y el lavado de dinero con su esposa mientras estaba encargado de supervisar las operaciones antidrogas del Comando Sur de los Estados Unidos en Bogotá..., cómo pudo este narco zafarse con cinco meses de cárcel?”. Vale recordar que el peruano Fujimori y su asesor Montesinos también han sido vinculados al narcotráfico en Perú y en Colombia.
A pesar de las evidencias teóricas y prácticas tan cercanas en la geografía y en el tiempo, en Argentina los jefes de los partidos mayoritarios, en el gobierno y en la oposición, siguen a pie juntillas los criterios que fundamentan el tutelaje norteamericano de las democracias regionales, las teorías sobre la economía globalizada y la renuncia completa a la autodeterminación. La negación misma del conflicto social, cuyas causas son ignoradas en el pacto que acaba de firmar el gobierno nacional con los mandatarios provinciales, ya que sólo atiende a la demanda fiscal de los acreedores financieros externos, los lleva a pensar en la huelga que comienza hoy como un factor desestabilizador cuando, en realidad, las debilidades democráticas y sus perturbaciones siguenteniendo, como un factor central aunque no único, esas relaciones subordinadas a un centro de poder imperial. En abierta contradicción con los anuncios interesados, la historia sigue su camino y sería bueno que los caminantes de esta parte del mundo saquen las conclusiones apropiadas del trayecto recorrido y de las escabrosidades de la ruta elegida. Igual que en otras épocas, no hay destinos fatales sin la ciega voluntad de saltar al vacío antes que hacerse cargo de la realidad.


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