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Ahora, todos quieren perderse
y salvarse en la isla del tesoro

La convocatoria para �Expedición Robinson 2� recibió en una hora inscripciones de 1300 aspirantes a la fama y a los 100 mil dólares.

Nadie se atreve a revelar aún el ganador del primer premio.
Desde la primera emisión, el ciclo tiene un rating de 20 puntos.

Por Julián Gorodischer

Después de todo, la isla de los Robinson no parece tan grave. Cada tanto, la producción agasaja a los sobrevivientes con un mate, un banquete, una cita a ciegas, un baúl lleno de manjares. A quienes todavía puede verse en pantalla, se los intuye saludables. Y hasta hay alguno (Rodrigo) que mantiene su teñido de rubio y su gel brilloso en el pelo como el primer día. Algo de esa bonanza deben haber percibido los nuevos postulantes a “Expedición Robinson 2”, que batieron un record. La convocatoria se lanzó a las 23 horas del lunes pasado (junto con el comienzo del programa), y al cierre de esa emisión ya eran 1300 los interesados que habían enviado sus solicitudes. “Ellos ya lo vivieron, ahora te toca a vos”, promocionaron vistosas publicidades, al día siguiente, en los principales diarios. Basta trazar una proyección para concluir que esta segunda vuelta será sorprendentemente masiva. Más aún que la primera, a la cual respondieron 6500 hombres y mujeres.
“Expedición Robinson” ya no es lo que aparentaba ser en sus primeros capítulos: extremó el tono, se hizo más osado, perdió el velo políticamente correcto del comienzo. Cuatro millones de personas siguen sus emisiones que, a partir de la semana próxima, serán diarias en reemplazo del finalizado “Primicias”. Ya hay rutinas de grupos que se reúnen cada lunes para ver el ciclo (tal como lo hacen los participantes mismos). Y, aunque ya circula a voces el nombre del ganador de los cien mil, nadie se atreve a ponerlo en palabras, a confirmarlo. Es una mezcla de miedo y tabú: de eso no se habla, dirán los que firmaron el contrato que impone el silencio (todos los involucrados), pero también no pocos espectadores en defensa de una intriga.
¿No tienen miedo los primeros 1300 que estamparon su firma al pie de la solicitud de que su imagen se destruya? ¿No lo pensaron dos veces la psicóloga de 50 años que quiere vivir su fantasía, la media división de un colegio universitario, la estudiante de Letras que renunciaría a su trabajo en una biblioteca sólo para escapar a la isla? Son apenas unos nombres entre la masa (que contactó Página/12), y todos destacan los beneficios: la meta de los cien mil, el paraíso de una playa desierta y un mar transparente (más aún ahora, al pie del verano), la convivencia con un futuro “winner” como Diego Garibotti o una “bomba sexy” como Marisa en el próximo conjunto. ¿No olvidan que esas cámaras saben ser malvadas?
Hay, es cierto, una crónica serena sin pasiones ni arrebatos, pero los testimonios a cámara desnudan una hipocresía. “Expedición...” encontró en esos discursos –que cada participante dice a solas, en un reservado– un modo de volverse inquietante. Allí está la verdad, en la confesión en secreto que se vuelca en primer plano, cuando los otros no ven ni escuchan. La mayoría ya tiene una mancha en su currículum. Gracias a esos momentos solitarios, se sabe que Armando toquetea a Consuelo por las noches. Que el capitán (el último expulsado) era un “falso” que se encendía junto con las luces de las cámaras y luego se volvía parco y mal educado. Que Gastón era la imagen de la “decadencia humana”, un vago que no aportó un gramo de colaboración al campamento. Hay más: Armando soborna a diario a sus compañeros con ofertas de trabajo para restarse votos en contra. Diego histeriquea con todas y no concreta con ninguna.
Esas verdades convierten a “Expedición Robinson” en un tratado sobre relaciones humanas: suman interés, la llevan cada vez más cerca de la controvertida TV voyeurista. Casi no hay límites en lo que puede decirse a media voz, cuando la “estrella” que habla se cree única y poderosa. En algunos casos, alguien refiere a un terreno que linda con el delito: ¿acaso no lo es que un hombre se propase con una compañera por las noches? Pero como si esa sobreexposición fuera un detalle, hay miles que quieren repetir la hazaña. De allí en más todo puede ser, y más aún en la próxima edición que promete un poco más de “mundo real” en los equipos. Los que lleguen, tal vez, repetirán los “milagros” de la fama repentina: una tapa de revista, más de 20 puntos de rating cautivos cada lunes... A pocos les importan los trapos sucios que también saldrán al sol. O, al fin de cuentas, la popularidad tiene sus costos.

 

 

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