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EL SORPRESIVO REGRESO DE ALMA Y VIDA
Treinta años después

En 1970, influenciados por Chicago, incorporaron al rock nacional elementos provenientes del jazz. Grabaron cinco discos, algunos de ellos con temas que expresaban la politización de aquella sociedad.

Mellino, Baraj (padre e hijo), Barrueco, Villalba y Salvador,
Alma y Vida versión 2000.

Por Cristian Vitale

Algunos han engordado bastante. Otros están pelados y promedian los 50 años. Unos asomaron con cierta suerte como solistas. Otros se refugiaron en el anonimato después de la separación del grupo, en 1976. Pero casi todos –faltan el baterista Alberto Hualde y el trompetista y tecladista Gustavo Moreto– decidieron reflotar Alma y Vida, banda pionera del jazz-rock argentino y referente ineludible de lo más politizado que haya dado ese movimiento en el primer lustro de los años 70. Carlos Mellino, Bernardo Baraj, Juan Barrueco, Carlos Villalba, Mario Salvador y Marcelo Baraj, hijo de Bernardo, se juegan una carta brava: que la vuelta –viernes, sábado y domingo próximos en La Trastienda, con disco en vivo incluido– no huela a naftalina. Este es el segundo regreso de la banda, ya que hubo uno, breve pero a teatros llenos, al comenzar los 90.
Los creadores de “Hoy te queremos cantar”, “Del gemido de un gorrión” y “Son Quijote de barba y gabán,” entre otros clásicos, tocaron por primera vez el 20 de junio de 1970 en el Teatro Opera. En aquella ocasión compartieron escenario con Arco Iris, Manal y Vox Dei, y la polémica generada resultó finalmente el envión para seis años de carrera y cinco discos – del volumen 1 al 5–. “No volvemos por divague”, señala Mellino en la entrevista con Página/12. “Volvemos porque tenemos un compromiso tácito con dos generaciones de personas que nos han seguido durante 30 años y que nos han incorporado a sus vidas. Nuestros temas pasaron a ser más de la gente que nuestros y debemos devolver esa incondicionalidad que nos han demostrado durante tantos años. Basado en estas premisas, sería una estupidez no volver. Un regreso con defraude no tendría sentido.”
–¿Hay otras causas que determinen el regreso, por ejemplo económicas?
–No es lo económico lo que determina nuestra vuelta. Yo gané plata con Alma y Vida, pero lo que más gané fue el reconocimiento de la gente y un lugar en la historia, con respecto a mi gestión en la vida. Que vos estés incorporado en la vida de un tipo, porque le haya puesto a su hijo Sebastián (se refiere a la canción) o que algunos de los soldaditos que estuvieron en la guerra de Malvinas me dejaran cartas en mi teclado para contarme que lo único que los volvía a la vida en un pozo de zorro era escuchar “Del gemido de un gorrión”, creo que es suficiente. No volvemos sólo porque es un elemento a explotar.”
Después de separarse en 1976, Alma y Vida tuvo un fugaz retorno a principios de los 90. Hicieron algunos shows, grabaron un disco, Nuevas sensaciones (1991), y ahí quedó la cosa. Mellino cuenta que fue debido a compromisos personales: “El trabajo de cada uno nos impedía seguir el ritmo de las giras. Pero hoy es distinto, porque la tecnología te permite resolver problemas de tiempo y espacio, cosa que antes era imposible”.
Marcelo Baraj, de 29 años, reemplazará a Hualde y lo toma como un desafío. “Estoy aprendiendo, recién nacía cuando el grupo estaba en su esplendor y creo que sé muy poco, aunque mi viejo me dio una mano importante, me enseñó cómo exigirme para lograr el objetivo de tocar en Alma y Vida”, reconoce el pibe que ya se puso a tono con las bases del viejo repertorio del grupo. “Vamos a tocar todas canciones viejas. No hay nada nuevo. Lo que pasa es que la evolución propia de cada uno hace que los temas conserven la misma esencia, pero con un criterio actual. Ha pasado mucha agua bajo el puente y eso se va a proyectar en las actuaciones”, anticipa Mellino, sobre los shows. “Las letras desgraciadamente no han perdido vigencia”, tercia Villalba.
A mediados de la década del 60, Carlos Mellino había sido –junto al posterior bajista de Manal, Alejandro Medina– integrante de The Seasons, uno de los primeros grupos de música beat en argentina. Poco a poco, fue entrando en contacto con músicos más volcados al jazz y así conoció al trompetista, Salvador, y al guitarrista, Barrueco. Y poco después, cuando ya tocaban para Leonardo Favio, a Bernardo Baraj, quien recuerda que lo fueron a buscar “tipo transferencia millonaria de fútbol. Yo estaba con Sandro, y por entonces Sandro y Favio eran como Boca-River. En realidad, fue un cambio: Ricardo Lew se fue con Sandro y yo me pasé al grupo de Favio. Me acuerdo de que cuando Leonardo terminaba de cantar, nosotros seguíamos tocando de onda y la banda sonaba tan afiatada que, cuando Favio decidió no tocar más, nosotros pasamos a ser un grupo independiente. Así nació Alma y Vida”.
–¿Por qué en los 70 había una parte del movimiento de rock nacional que no los quería?
Villalba: –Hubo todo un manejo político, dentro del cual hubo periodistas que nos empezaron a dar palo porque no quisimos ir al último B. A. Rock.
Baraj: –Es así. Lo que Pelo decía era palabra santa. Todo eso hizo que parte del público de rock nos tildara de “comerciales”.
Salvador: –Otro ejemplo sería el del recital en el Opera con Vox Dei, Manal y Arco Iris. Fuimos los primeros en tocar y nos empezaron a silbar, porque ver y escuchar un saxo y una trompeta en ese momento era muy raro. Sin embargo, en medio de los silbidos, un tipo de la platea se levantó y le gritó a otro: “Callate, sordo”.
Mellino: –Aquel día fuimos de punto y salimos banca. En los festivales de rock de esa época no se le perdonaba la vida a nadie, porque cada uno tenía su hinchada. Y la trompeta y el saxo no estaban incorporados dentro del rock nacional. Imponer una formación con muchos tipos con un estilo totalmente distinto y adaptarlo a una realidad era un desafío terrible. En el Opera, cuando se levantó el telón y la banda empezó a sonar, cambió nuestra historia. Hoy pienso que nuestra música estaba 10 años adelantada a lo que se hacía en ese momento, básicamente porque nos influenciaba la música de fusión que hacía Chicago en Estados Unidos. Teníamos cierta ventaja porque acá recién se salía de lo acústico o el formato bajoguitarra-batería. A eso, agregale que nos portábamos bien, no provocábamos desmanes y éramos profesionales.
–¿A qué grupos admiraban de aquella escena?
Mellino: –Admirar, a nadie. Pero nos sentíamos identificados con Arco Iris y Spinetta.
–Alma y vida y Arco Iris parecían moverse en la frontera de aquel movimiento cuyo núcleo formaban Vox Dei, Manal, Pappo’s Blues o La Pesada.
Salvador: –Sí, tal vez porque éramos más profesionales o elaborados, lo digo sin desprestigiar a nadie.
Mellino: –Y teníamos una amplitud muy grande, porque todos veníamos de extracciones muy diferentes: Bernardo y Juan eran jazzeros; yo era beatle mil por mil; Carlos, rockero y jazzero, y Mario, clásico. Una ensalada que hizo de Alma y Vida un grupo muy definido. Pudimos triunfar sin estar en el centro del ojo del huracán. Hay muchos otros, en cambio, que sí estuvieron en el centro del ojo del huracán y hoy están presentes sólo por una cuestión anacrónica y no porque hayan triunfado. Figuraron en determinada época y nada más. Son sólo un poco de nostalgia.

 

 

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