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       Por Hilda Cabrera 
         Una dolencia cardíaca 
        y la emoción ante el triunfo de su equipo preferido hicieron crisis 
        en el actor Alfonso De Grazia, quien murió ayer a los 68 años, 
        mientras veía por televisión el final del partido que jugaban 
        en Tokio, Boca Juniors y el Real Madrid de España. Dueño 
        de una madurez profesional que le permitió componer roles centrales 
        en el teatro el de Willy Loman en La muerte de un viajante, de Arthur 
        Miller, y el Zoilo de Barranca abajo, de Florencio Sánchez (junto 
        a Eva Franco) e interpretar de modo convincente papeles principales 
        y secundarios en el cine y la televisión, De Grazia fue otro de 
        los ilustres egresados del Conservatorio Nacional de Arte Dramático. 
        Intervino en más de sesenta obras: hasta ayer en El inspector, 
        de Gogol, en el San Martín, a cuyo elenco perteneció durante 
        catorce años. La pasión por el fútbol le hizo protagonizar 
        insólitas situaciones, como aquella que él mismo recordó 
        en una entrevista, referida a la semifinal entre Argentina y Perú 
        en el Mundial 78, en plena dictadura militar: Me subí 
        al escenario en plena función (se refería al del San Martín) 
        y dije: El pueblo argentino está en la calle: bajaron 
        el telón y yo me fui gritando ¡Argentina, Argentina!, y al 
        día siguiente recibí el telegrama de despido. De Grazia, 
        lo mismo que su hermano Julio (1929-1989), fue uno de los actores que 
        participó de La fiesta de todos, el controvertido film de Sergio 
        Renán que celebró aquel Mundial.  
        A sus protagónicos teatrales en Stefano, Pericones, de Mauricio 
        Kartun, La granada, de Rodolfo Walsh, No hay que llorar, de Roberto Cossa, 
        Galileo Galilei, El burgués gentilhombre y Luces de Bohemia, sumó 
        importantes roles en la televisión, entre otros en Nosotros 
        y los miedos, La sartén por el mango, Avestruces, 
        Ricos y famosos y los ciclos El oro y el barro 
        y Archivo negro. A principios de los 60 inició 
        su carrera cinematográfica en películas de Daniel Tinayre, 
        Antonio Cunill (h) y Rodolfo Blasco (Quinto año nacional). Se puso 
        en la piel de Atilio Roca en Detrás de la mentira, de Emilio Vieyra, 
        con quien filmó también Testigo para un crimen y Don Quijote 
        sobre ruedas. Participó de Los chicos de la guerra, de Bebe Kamin. 
        Con el realizador Héctor Olivera se destacó en La noche 
        de los lápices, El caso María Soledad y Una sombra ya pronto 
        serás, de 1994, sobre la novela de Osvaldo Soriano. Entre sus últimos 
        trabajos figura El mismo amor, la misma lluvia, de Juan José Campanella. 
         
        De apasionada militancia gremial, condujo a la Asociación Argentina 
        de Actores hasta el 99, cuando su lista perdió ante la que 
        postulaba a Claudio García Satur. Infatigable defensor del teatro 
        argentino, De Grazia fue recordado ayer por amigos y actores, entre otros 
        Pepe Soriano, quien memoró el fanatismo de Pocho (como le llamaban) 
        por Boca y sus inicios en el teatro. Al teatro dedicó sus afanes 
        (es donde más cómodamente instalado estoy), 
        incluso cuando trabajaba para la televisión, participando de los 
        especiales dedicados a la escena nacional y universal, emitidos por los 
        canales 7 y 13. Sus restos, velados en Iturri 1344, recibirán sepultura 
        hoy a las 10 en el Panteón de Actores del Cementerio de la Chacarita. 
       
        
        
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