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VICENTE FOX ES EL NUEVO PRESIDENTE TRAS 71 AÑOS DEL PRI
La inauguración de la mano tendida

El nuevo presidente mexicano dejó claro ayer qué significa asumir con minoría tras siete décadas de hegemonía priísta: Vicente Fox tendió una mano a sus adversarios, pero fue firme contra la corrupción.

Vicente Fox jura como nuevo presidente; a su lado, el saliente, Ernesto Zedillo.

Rezó bien temprano junto a su familia en la basílica de la Virgen Guadalupe y luego desayunó con niños pobres de Tepico, un barrio pesado del Distrito Federal. Después, rodeado de un océano de manos estiradas, flores entregadas y besos lanzados a su paso, Vicente Fox se trasladó al Palacio Legislativo de San Lázaro a prestar su juramento como presidente y recibir la banda del mandatario saliente Ernesto Zedillo. Allí el discurso del primer presidente opositor al Partido Revolucionario Institucional que asume en siete décadas fue tan aplomado, sereno y seguro como cuidadoso de los equilibrios: llamó a un “cambio sustantivo de régimen para demoler todo vestigio de autoritarismo” y afirmó que no serán privatizadas las universidades, ni la electricidad ni el petróleo; también anunció que el próximo martes enviará un proyecto de ley para la paz en el suroriental estado de Chiapas e hizo suyas palabras de un comunicado que el subcomandante Marcos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional emitió el miércoles, diciendo que “en México y en Chiapas habrá un nuevo amanecer”.
La jornada no estuvo exenta de algunos incidentes (legisladores del ahora opositor PRI rechazando algunas de las declaraciones de Fox en el recinto parlamentario, escaramuzas entre la policía y manifestantes en las calles), pero, en general, la toma de posesión de Fox cumplió con las expectativas de “política de mano tendido” que eran esperables para un presidente que asumía con una posición de minoría en las cámaras y en las gobernaciones de los distintos estados. “Ahora más que nunca gobernar es dialogar”, dijo Fox a los parlamentarios. Asimismo, señaló que la democratización plena “es una causa nacional” y prometió gobernar alejado del “culto a la personalidad y de toda consideración patrimonialista del poder”. “Lo que está en juego en los próximos seis años no es sólo un cambio de partido en el poder sino la esperanza de millones de mexicanos”. El líder del centroderechista Partido Acción Nacional (PAN) también hizo una referencia especial a la corrupción, “que ha dejado exhausta la credibilidad social en el gobierno”, y aseguró que abrirá “lo que ha permanecido cerrado e investigará lo que no ha sido resuelto. Los grandes corruptos del pasado, presente y futuro rendirán cuentas, no habrá piadoso olvido para quienes delinquieron y no habrá tolerancia para quienes pretenden continuar con privilegios hoy inaceptados”, prometió.
Otra clave en la que Fox machacó durante el día fue la necesidad de transparencia y de rendimiento de cuentas. Aquí Fox se convirtió en el primer presidente mexicano que da instrucciones en público a su gabinete, en particular respecto de las medidas para abolir la corrupción y la pobreza. En todo desenfadado, a tal punto que bromeó “estoy leyendo, no crean que soy tan listo”, Fox exigió a sus funcionarios entregar “sus declaraciones patrimoniales a un fideicomiso privado, con la instrucción de hacerlas públicas si una autoridad judicial las necesita”. Para acabar con la pobreza de unas 40 millones de personas, les instruyó “ejecutar un programa de inclusión al desarrollo de los marginados de las políticas públicas, que en cada decisión presupuestal y programática siempre esté como prioridad el rostro humano de quienes menos tienen”.
En el Auditorio Nacional, recinto al que se trasladó luego de jurar en el palacio legislativo, Fox instruyó al secretario de Hacienda Ernesto Derbez para que impulsara “un diálogo nacional por la competitividad... para nutrir a las cadenas competitivas”. Al ministro de Trabajo, Carlos Abascal, le pidió “promover el empleo, la capacitación y la competitividad, y un diálogo nacional en el que participen todos los sectores relacionados, con respeto y diálogo con los trabajadores y sus sindicatos”. A los pueblos indígenas de donde provienen los grupos alzados en armas en los estados sureños de Chiapas, Oaxaca y Guerrero les reiteró que “no sólo son parte del pasado sino del futuro y que “tendrán una oficina al lado de la presidencia, no queremos intermediarios sino diálogo directo con ellos”. Y Fox hizo también jurar a sus funcionarios un códigode ética, en otro acto inédito tras 71 años de Partido Revolucionario Institucional.

 

De la Rúa dijo presente

El presidente Fernando de la Rúa asistió ayer a la ceremonia de traspaso de mando de Ernesto Zedillo al presidente electo de México, Vicente Fox, realizada en el Palacio Legislativo de San Lázaro con la presencia de 19 jefes de Estado. De la ceremonia participaron, junto a De la Rúa, los ex presidentes de Chile Eduardo Frei, de España Felipe González, de Polonia Lech Walesa y de la Unión Soviética Mijail Gorbachov, entre otros. Antes de estos actos, De la Rúa mantuvo por la mañana encuentros informales en el Hotel Intercontinental, en el que se hospedó, con los mandatarios de Colombia, Andrés Pastrana, y de Ecuador, Gustavo Noboa, y con el príncipe Felipe de Asturias, de España. Tras participar de la ceremonia en el Palacio Legislativo, De la Rúa se reunió con la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, en tanto que su regreso a Buenos Aires estaba previsto para la noche.

 

LA POBREZA, LA DEUDA, EL NARCO Y LA CORRUPCION
Todos los retos del presidente

Por Juan Jesús Aznárez
Desde México, D.F.

Reducir las abismales diferencias entre pobres y ricos, consolidar la democracia y abatir la corrupción y la impunidad que crearon cultura en el mayor país de habla hispana son los principales retos de Vicente Fox, que ayer protagonizó en México la transición más importante desde la revolución de 1917.
Fox hereda una economía estable, con un crecimiento promedio de siete puntos, un producto bruto interno -.PIB– per cápita un 21,4 por ciento superior al de 1994, año en que asumió el poder Ernesto Zedillo, y una inflación en baja. El ahorro interno creció un 12 por ciento, y México superó en buena medida la crisis financiera de 1994-95, un batacazo que ocupó casi a tiempo completo a Zedillo, a quien la oposición atribuye poca sensibilidad social. Ha sido percibido como un obsesionado por la macroeconomía, cuyo saneamiento, por otra parte, Fox agradeció.
Sin embargo, el empobrecimiento, la pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios, una constante desde hace 20 años, la escasa disponibilidad del crédito, la debilidad de las pequeñas y medianas empresas se traducen en la masiva fuga anual de braceros hacia EE.UU. México, cuyos habitantes más pobres viven en zonas de fuerte crecimiento demográfico, ha creado la mitad de los empleos que necesita.
Fox recibe una nación lastrada por una deuda, interna y externa, en torno de los 165.000 millones de dólares, que compromete el 80 por ciento del presupuesto y probablemente impedirá la ejecución de varios de los programas sociales ofrecidos en campaña por el presidente. “Espero que nunca me falten los pantalones para combatir la corrupción, el narcotráfico y el crimen organizado, pues para eso me contrataron -declaró–. “¿Quién puede detener a 100 millones de mexicanos? ¡Nadie!”.
Pocos entre sus compatriotas parecen dispuestos a movilizarse en contra de la administración de la esperanza, pero los proyectos de ley para aprobar aspectos de la pretendida reforma fiscal y abrir más a la inversión extranjera los sectores energético o petroquímico pueden encontrar en el Congreso serias resistencias. Fox quiere recaudar más, vía impositiva o inversora, para disponer de más fondos sin recurrir a nuevos endeudamientos. Para ello deberá llegar a acuerdos en una Cámara de Diputados de 500 miembros donde su partido, el Partido Acción Nacional (PAN), y su aliado el Partido Verde Ecologista, suman 223 escaños.
Poco dispuestos a facilitarle el trabajo, los diputados del PRI son 211, y 50 los del Partido de la Revolución Democrática (PRD), de centroizquierda. Otras fuerzas menores controlan el resto de los escaños. El PRI retiene 60 de los 127 senadores de la Cámara alta, frente a los 51 del PAN y los ecologistas, y los 16 del PRD y el Partido del Trabajo. El PRI, que ayer asistió al final de su reinado, gobierna en 19 de los 31 estados en que está dividido México, además del gobierno de la Ciudad de México.

De El País de Madrid, especial para Página/12.

 

 

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