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ASALTARON EL EPISCOPADO E HIRIERON A UN CUSTODIO
Ni Dios se salva de los robos

Los asaltantes golpearon a un telefonista, amenazaron de muerte al secretario general del Episcopado y dispararon a quemarropa contra el custodio. Apenas se llevaron 20 pesos.

La policía hasta anoche no había logrado encontrar a los hombres,
que huyeron por Santa Fe.

“Te voy a matar”, dijo el hombre. “Bueno, ése es el camino de Dios”, contestó el religioso. La escena, digna de una película, tuvo lugar en la mañana de ayer en Buenos Aires, cuando un grupo de asaltantes entró en el Episcopado de la Argentina. Después de golpear duramente a un telefonista, uno de los ladrones accedió a la oficina de un religioso presente, al que amenazó. En el mismo momento otro asaltante se enfrentaba a un policía de custodia: dos tiros, uno en el tórax y otro en el cuello, lo dejaron en grave estado. Sólo veinte pesos y su propia furia se llevaron los ladrones, que escaparon por la avenida Santa Fe.
El Episcopado funciona en Suipacha entre Santa Fe y Marcelo T. de Alvear, en una casona de principios de siglo que alguna vez fue residencia presidencial. Tiene tres pisos. Trasponiendo el portón de entrada se accede a lo que fue jardín y hoy es playón para estacionamiento. Ayer a las diez de la mañana, tres hombres jóvenes cruzaron ese portón, que suele estar abierto y, atravesando el playón, llegaron a la puerta de la casona. “Traemos una carta”, anunciaron ante el portero eléctrico, aunque hubieran podido entrar simplemente empujando la puerta de roble. La sede del Episcopado ya había sufrido un asalto hace un par de meses, cuando los ladrones se equivocaron al creer que allí se guardaba el dinero de la campaña de caridad “Más por menos”.
En el amplio hall estaban el telefonista, que también se ocupa de la recepción, y un ordenanza. Los tres desconocidos los amenazaron con armas y les exigieron dinero, pero los empleados no tenían nada. Los asaltantes, exasperados, tiraron al piso al telefonista y lo patearon: ¡la plata! El telefonista trataba de explicarles que no, que no es allí donde la Iglesia tiene su dinero.
–¿Y arriba? –señalaron la escalera.
–Los curas. Arriba están los curas.
–Vamos.
Dos de los asaltantes subieron al primer piso con los empleados. El otro quedó en la planta baja. Arriba, uno se quedó amenazando a los empleados y el segundo entró en una oficina. Allí, un sacerdote escribía.
Era el secretario general del Episcopado, Guillermo Rodríguez Melgarejo. El religioso tenía algo de dinero en sus bolsillos, unos veinte pesos, que terminaron siendo el único botín del atraco.
–¡Ahora tirate al suelo!
–No. No me voy a tirar. Andate, no voy a hacer nada –contestó Rodríguez Melgarejo.
–¡Te voy a matar!
–Bueno. Ese es el camino de Dios.
El hombre armado cedió: “Está bien, pero quedate ahí quieto”. Después el vocero del Episcopado, Tito Garabal, comentó a este diario que los ladrones sólo querían dinero: “El padre Melgarejo estaba trabajando con una notebook, que no les interesó; tampoco le quitaron el pectoral de plata, regalo de su madre cuando se ordenó”. Rodríguez Melgarejo fue párroco en San Cayetano y dirigió la revista Pan y Trabajo, de ese santuario, cuya tirada supera los cien mil ejemplares.
Entretanto, el asaltante que, también en el primer piso, retenía a los dos empleados, les exigió que lo llevaran a la administración. El telefonista comentaría después que tuvo mucho miedo porque sabía que la oficina de la administración estaba cerrada y temía la cólera del que lo amenazaba. Pero todo se interrumpió cuando, abajo, sonaron dos disparos.
Desde hacía diez años el suboficial escribiente Miguel Ortiz, de la comisaría 1ª, redondeaba su sueldo cumpliendo tranquilas tareas de vigilancia en el Episcopado. Ayer, tuvo la mala suerte de encontrarse con el asaltante que había quedado en la planta baja. Los suboficiales escribientes no suelen ser los más expertos en desenfundar ligero y a Ortiz se le cayó el cargador de su pistola. El otro le pegó dos balazos, uno en el cuello y otro en el tórax.
Los tres asaltantes escaparon por Suipacha hacia Santa Fe. Hasta anoche, la policía no había logrado encontrarlos. El playón de estacionamiento sirvió para que aterrizara el helicóptero policial que llevó a Ortiz al Churruca, donde a la tarde lo operaron. Anoche, su estado era “grave”.

 


 

ROLANDO MARTIN, HERIDO EN UN ROBO
Un rugbier bajo fuego

El rugbier Rolando “el Yanqui” Martin, tercera línea de Los Pumas y del San Isidro Club, fue herido ayer durante un intento de asalto, en la puerta de su casa de Talar de Pacheco. Martin recibió un disparo que le atravesó la mano izquierda, y la bala se le incrustó un centímetro en el pecho. El asaltante, descripto por el deportista como “un chico de 15 o 16 años”, huyó después de dispararle.
El intento de robo se produjo minutos antes de las ocho de la noche, en la esquina de Independencia y Godoy Cruz, donde Martin conversaba con otro hombre. Después de entrar su auto Volkswagen Gol al garaje, el rugbier se quedó en la vereda junto a Daniel Andrés, su vecino, quien estaba a bordo de un Ford Escort. En ese momento, un chico se acercó a ellos montado en una bicicleta. Según informaron los voceros de la Delegación Departamental de Investigaciones de San Isidro, el joven quiso llevarse el Escort, pero Andrés aceleró para intentar embestirlo. Entonces, el ladrón comenzó a disparar.
Martin se abalanzó sobre él para detenerlo, y cuando el chico quiso escapar, el rugbier lo siguió. “Salí a correrlo por temor a que entrara a casa, donde estaban mis hijos –contó–. Yo había dejado el portón abierto... Entonces se dio vuelta, y me tiró.” Martin se protegió con su brazo izquierdo, la bala le entró por la muñeca y quedó alojada en el tórax. “Perdí mucha sangre, pero lo bueno es que en ningún momento perdí el conocimiento”, señaló. El ladrón abandonó su bicicleta, y huyó corriendo.
Los vecinos llamaron a una ambulancia que llevó al Yanqui al Hospital de Tigre, donde recibió las primeras curaciones. Le enyesaron el brazo izquierdo hasta el codo, y le dieron varios puntos en el pecho después de extraerle la bala. Luego fue trasladado al Sanatorio Las Lomas, donde le dieron el alta definitiva. Martin tiene 32 años y es una de las figuras centrales de la Selección Argentina de Rugby, con la que lleva disputados 58 partidos internacionales desde 1994.

 

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