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ALUMNOS DE LA UBA DAN ASESORIA JURIDICA EN TRIBUNALES
Con el aula en los estrados

Como parte obligatoria de sus carreras, los estudiantes de la Facultad de Derecho atienden y llevan a la Justicia, en forma gratuita, los casos de quienes no pueden pagar sus abogados.

En el Centro de Mediación, los alumnos, supervisados por docentes, intentan llegar a un acuerdo.

Por Cecilia Sosa

“En cinco años de carrera sólo ves teoría. Te podés saber todos los códigos de memoria, pero acá tenés que aprender a los golpes”, dice Sebastián Villasante, a punto de graduarse en Abogacía en la UBA. El es uno de los tres mil alumnos que, cada año, brindan asesoría jurídica gratuita a más de 16 mil personas, como parte de la materia obligatoria Práctica profesional. La asesoría de la Facultad de Derecho funciona en el último piso de Tribunales, donde la gran mayoría de los estudiantes toma, por primera vez, contacto con clientes de verdad. “Este sistema es único y cumple una doble función: la docente y la social. A la vez que los estudiantes aprenden su oficio y se preparan para el mercado de trabajo, devuelven a la sociedad su formación en la universidad pública prestando servicios a quienes no pueden afrontarlos”, asegura María Cristina Klein, subdirectora del Centro de Formación Profesional.
Aunque el centro abre sus puertas a las 8, ya desde las 5 hay gente haciendo cola. La pequeña sala de espera está desbordada. En las diez aulas, los estudiantes trabajan bajo la supervisión de un abogado y docente regular de la facultad y de dos ayudantes elegidos por concurso. Ahora, sobre una mesa repleta de papeles se apoya una mujer desolada. “Fue estafada –explica la jefa de la comisión–. Le hicieron firmar una hipoteca por 18 mil pesos y sólo le dieron diez mil. Hasta el escribano estaba implicado”, dice. “Cada vez que voy, salgo llorando”, sólo atina a decir la mujer. “Vamos a iniciar juicio”, dicen los alumnos.
Cuando un caso llega y es aceptado, es derivado a las comisiones de derecho civil-comercial, laboral, penal, familiar y administrativo, o del niño, según corresponda. “Cada una funciona como si fueran pequeños estudios jurídicos: los consultantes son los clientes; el jefe de comisión, el abogado principal y los estudiantes, los abogados junior”, cuenta Mauricio Obarrio, subdirector del Departamento de Práctica profesional de la facultad. “Los estudiantes trabajan el caso hasta el final. Llevan los juicios, inician las demandas, van a las audiencias, apelan sentencias, van a la cámara y hasta la Corte. Todo, claro, supervisado por los profesores, que indican las tácticas a seguir en cada caso y ponen la firma.”
Durante todo un año –de febrero a diciembre o de julio hasta la feria del año siguiente–, los estudiantes deben concurrir a Tribunales tres veces por semana, dos horas cada vez. “Habría que hacer algo así desde 2º año”, dice Sebastián Villasante. “Acá te das cuenta de que ser abogado no es sólo saber leyes, sino que también incluye todo un rol social que en la facultad no lo ves”, cuenta Natalia Pozze, de 23 años, que desde marzo trabaja en la asesoría. “La mayoría de la gente llega en situaciones límite, gravísimas. Y una tiene que enfrentarse a eso. Tenés que aprender de tus propios errores y aprender a tratar con el cliente. Eso no se estudia en la facultad”, alcanza a decir Victoria Santangelo, de 24 años, antes de recibir un abrazo por un fallo favorable a su caso.
Aunque el centro recibe consultas por desalojos, reclamos administrativos, lesiones y hasta homicidios, prevalecen los casos de familia. “Muchos padres se ‘olvidan’ de pasar la cuota alimentaria”, dice Klein. “El caso que más me impresionó fue el de un padre que abusaba sexualmente de su hijo. La madre hizo la denuncia”, cuenta una estudiante alta y rubia que, para “proteger a su cliente”, prefiere no decir su nombre. Para los casos extremos, el centro cuenta con un equipo de servicio social que funciona en la misma dependencia. Allí, trabajan psicólogos, asistentes y trabajadores sociales, entre ellos, estudiantes de la UBA que también realizan su práctica profesional.
Todos los miércoles las puertas de la consultoría se cierran y los alumnos vuelven a la facultad para recibir una clase teórica. “Es un día de reflexión, para que los estudiantes revisen los casos, consulten dudas y verifiquen doctrinas y jurisprudencia –dice Valeria Quiroga, a cargo dela administración–. Es que, a veces, la vorágine del día a día nos obliga a hacer las cosas a las apuradas. Y eso desvirtúa la formación. Es tanta la cantidad de gente que recibimos que no damos abasto.”
Para recibir asistencia gratuita, los clientes deben acreditar domicilio en Buenos Aires y demostrar que no cuentan con recursos para pagar una consulta privada. “En los últimos años, el perfil del público cambió totalmente. Antes sólo recibíamos gente sin nivel de instrucción ni recursos. Hoy cada vez son más los profesionales desempleados”, cuenta Klein. “A veces –sigue–, los alumnos y profesores juntan moneditas para que la persona pueda venir la vez siguiente. Pero también tuvimos que rechazar a uno que quería tramitar la sucesión de una mansión.”

 

 

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