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EL FINAL DE “VULNERABLES”, LUEGO DE DOS TEMPORADAS
Los pacientes están de alta

El primer programa psi de la televisión argentina terminó con un homenaje a sus criaturas: les regaló un poco de bienestar.

El elenco de la temporada 2000 de un programa que se convirtió en culto.

Por Julián Gorodischer

Jimena Soria (Inés Estévez) es la evidencia de que esa terapia tuvo éxito: la alelada se transformó en una novia amada y amante, y hasta se rebeló a su madre, María Elena (Leonor Manso), que ya tiene candidato propio. A simple vista, el happy end de “Vulnerables” podría pensarse demasiado reparador: el cierre del tratamiento (o proceso, como prefirió llamarlo el doctor Segura) encontró al grupo renovado, muy acompañado, proyectando líneas a futuro. Pero un programa inteligente no cree en una felicidad efectista: necesita darle una vuelta de tuerca.
Casi como si se tratara de una revancha de los pacientes, de una inversión de la palabra de autoridad, esta vez fueron ellos los que asumieron como propio el discurso psi. A cambio, Segura (Jorge Marrale) cambió de escenario: el gran protagonista del último envío dejó el sillón de coordinador, por un rato, para mostrarse en el diván de su propia terapia. Allí, no fue el carismático analista que todos hubieran querido tener alguna vez, sino un conflictuado más.
“Me siento un poquito más viejo cada año”, dijo. Se definió como un melancólico que suele confundir los comienzos con las despedidas. Tal vez, el grupo le caló demasiado hondo. Asumió, quejoso: “Estar pleno en una pareja es muy difícil”. El que apareció, entonces, fue un inseguro doctor Segura: una de las claves del capítulo para eludir un final de plástico.
El hombre del tono y el trato firme regaló, en la última sesión, una devolución laudatoria a cada “pichón”: los abrazó como un padre o un maestro, y los besó como diciendo “Te felicito”. Pero poco antes, repetía en la soledad de otro consultorio, cargando las tintas sobre el círculo que se cierra junto con el fin del ciclo: “Me siento confundido”.
El color rosado estuvo reservado a sus pacientes, que se despidieron entregados a un abierto tono sentimental. Fue el tiempo de los actos moderados: besos en la mejilla, sonrisas y caricias amigables. Fue hora de apretones de manos y palabras cálidas y convencionales como: “Todos tenemos nuestros teléfonos. Nos llamamos”. Como si creyera firmemente en una necesaria ley de compensaciones, “Vulnerables” dejó a sus criaturas desplegar un poco de bienestar, sin conflicto, lejos de la fuerza trágica que marcó sus vidas a lo largo de dos años.
Hubo, por supuesto, algo de simplificación en la sonrisa constante fijada al rostro de la ex alcohólica madre de Gonzalo (Cristina Banegas), en la felicidad sin complejos de Roberto (Alfredo Casero), en la nueva y exagerada tolerancia de Cecilia (Soledad Villamil), en el abierto tono contestatario de Lidia (María Leal). Por algún motivo, el programa creyó que no podía dejarlos sufriendo: era intranquilizador saber que les podría ir mal, sin Segura en el medio para contener la crisis. Prefirió, entonces, cerrar cada pequeña fisura en esas vidas, otorgándoles parejas estables y ánimos templados. Fue un epílogo borroso que no pretendió mantener o desplegar la misma tensión o carga emotiva de sus días mejores.
Fue como si todo ya hubiera sido dicho, como si esta vez se tratase apenas de homenajear con un poco de dicha a los que cumplieron la meta del análisis. Apenas un calmo recorrido en torno de las nuevas vidas mejoradas por la terapia. Lo impactante, quizás, fue ese salto al pasado de los últimos minutos: un paneo por los rostros y las voces de todos los pacientes que pasaron por el grupo de Segura. Ese fue el clímax; no el pacífico presente de Roberto, Jimena, Cecilia, Gonzalo y Lidia. El verdadero final estuvo en esos segundos que subrayaron la cantidad de historias recorridas en dos años, la variedad de relaciones referidas en esa sesión, a la que no pocos seguidores atribuyeron, también, valor terapéutico.
En uno de sus momentos más interesantes, Jimena Soria aconsejó a su madre: “Lo bien que te vendría hacer un poco de terapia”. La felicidad de los “Vulnerables” consagró los efectos de la reflexión y la palabra como posibilidad de ser mejores. Tal vez haya algo demodée en ese panegírico al psicoanálisis de grupo, pero no deja de ser un aporte enormemente transgresor en el contexto del sistema televisivo.

 

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