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EL FESTIVAL

ROSA ROSA

El domingo pasado, en Cemento, el festival Rosa Rosa convocó a rockeras y a chicas que hicieron "de todo un poco". El encuentro fue intenso: entre divertido y raro.

Por Soledad Vallejos

Tarde de domingo (primaveral). Puertas adentro de Cemento, una ligera agitación parece ir en aumento. Hay quienes cuelgan fotos, vigilan cada detalle de sus puestos de revistas y discos, piden modificar la orientación de las luces, cuelgan prendas de los percheros y poesías de los andamios, con los últimos murmullos de la prueba de sonido como fondo. Afuera, la espera se materializa en una cola de algo más de media cuadra, y ya son cerca de las seis, es decir que están a punto de abrirse las puertas para que comience a vivir Rosa Rosa, un festival ecléctico por excelencia, pero con denominador común: voces de chicas.

Sugar tampaxx en acción (arriba, Sol Shurman) y antes de subir a escena.

La vida color de rosa

El festival, al decir de Erica García –organizadora del evento–, había surgido como una buena oportunidad para ensayar una versión local del clásico Lilith Fair (una convocatoria del primer mundo), aunque teniendo como norte convocar al “Primer festival argentino de chicas, rock y de todo”. Pues bien, si algo se cumplió del objetivo planteado fue el “de todo”. Durante unas seis horas, las y los participantes (y también la concurrencia) brindaron una maravillosa demostración de que la convivencia de los opuestos es absolutamente posible, por lo menos en el terreno del arte, y que eso, de hecho, puede convertirse en algo enriquecedor y devenir en caldo de cultivo para un futuro.

Erica García.

Traspasar la puerta significaba, en primer término, encontrarse con la muestra de Nora Lezano: una serie de fotografías en la que músicos y otros personajes de la escena artística local (mainstream y no tanto) daban rienda suelta a su interpretación de la feminidad. Los hubo deportivos (la deliciosa tenista de trenzas y gesto sorprendido del diseñador gráfico Alejandro Ros), osadamente barriales (Niko Villano), indescriptibles (Alambre), con cierta pasividad desafiante (la actitud de Santiago Rial), y exhibiendo los resultados de mezclar a Sarah Kay con el punk (Cristian Aldana). Este primer paso, entonces, implicaba contactar ciertas reglas de juego, entrar sabiendo que se trataba, pura y simplemente, de hallar y celebrar un espíritu. Unos pasos más adelante, cerca del pequeño puesto en que Sugar Tampaxxx –la rabiosa banda liderada por Sol Shurman– ofrecía discos y remeras, un grupo de chicas y chicos atrincherados por bandas de cinta transparente parecían haberse escapado de un cuaderno de bocetos de Tim Burton. El cartel, estratégicamente ubicado ante un cochecito antiguo para bebés, los identificaba como Mujercitas Terror –Daniela en voz, Marcelo en guitarra, Carmen en teclados y Federico en batería–, y los dibujos y muñecos que los custodiaban podrían haber hecho las delicias de más de un coleccionista gótico. Después de su set, Daniela está un poco desanimada, el público (tal vez por haberse tratado de la primera banda en subir a escena, tal vez porque su estilo de música es cuidadosamente experimental) no respondió como esperaban; para despertar alguna reacción, simuló desmayarse en medio de un tema y nadie dijo nada. “Hay una actitud muy de cine, en vez de rock”, detalla, mientras Marcelo (“el único músico de la banda”) asiente. Sin embargo, esa frialdad no existe en quienes se acercan a ver su instalación, lo cual puede significar un acercamiento a su música, porque, dicen, “todo lo que hacemos está unido. Todo es Mujercitas Terror en nosotros... esto (señalan dibujos, muñecos, frasquitos con gelatina negra y simulaciones de pequeños fetos) es todo lo que tenemos en nuestra habitación”. Otro búnker estaba exclusivamente dedicado a la poesía. Fernanda Laguna y Cecilia Pavón –almas mater del reducto kitsch Belleza y Felicidad– compartían el espacio con Silvina Vázquez y María Medrano, las chicas de la flamante (apareció a mediados de agosto) Voy a salir y si me hiere un rayo, una revista cuidadosamente editada a la que habrá que prestar atención en el futuro inmediato. Además de exhibir sus publicaciones, ellas y los integrantes de Los amigos de lo ajeno (una revista de “poesía joven latinoamericana” presentada en formato de bolsillo) realizaron una “cuelga de poemas”, algo así como una propuesta de textos prêt-à-porter, de manera que cualquiera podía descolgar una poesía de la soga y guardarla a modo de souvenir. Sobre otra cara de ese andamio con poesía para llevar, un breve ensayo de la fotógrafa Tamara Pinco despertaba reacciones encontradas. “Todo bien, pero eso, tan feminista, no me va mucho”, decía una chica a otra mientras observaba las seis fotos (en blanco y negro) de torsos femeninos desnudos –algunos de ellos, acompañados de nenas de meses– y el busto de caucho sobre el que se leía “Ya no colgamos la ropa”. Eso, la reacción, era lo que estaba esperando Tamara.

Pilar, de She devils.

El segundo show estuvo a cargo de Señoritas Polyester, una banda en el más puro estilo rrriot, al menos desde la imagen. Las chicas llegaron vestidas de civil y salieron al escenario con una producción que incluía sangre falsa corriéndoles por el rostro y combinaciones de prendas trash. Vanesa, Carolina y “Marinita” tocan desde hace, aproximadamente, año y medio, “lo hacemos para divertirnos, en realidad, por eso no nos preocupamos por conseguir fechas, ni nada, sino que nos invitan amigos nuestros”. “Siempre nos disfrazamos –explica Carolina–; vamos cambiando, la otra vez nos vestimos de novias y tocamos la marcha nupcial; otra vez de sadomasoquistas, y de Parchís. Es que el asunto de la ropa es como una forma de pensar: Vanesa pinta y yo diseño, así que esa cosa de la imagen viene muy pensada.” Precisamente por respeto a ese concepto, el novio de Carolina, músico invitado para el set, tocó disfrazado al estilo de una superheroína dark, máscara incluida.

La casi histórica Actitud María Marta vino después y fue uno de los puntos altos de la noche, básicamente por la respuesta del público: hubo una conexión, y eso devino en cierta generación de energía extra. Cuando dejaron el escenario, fue el turno de She Devils, una banda punk con militancia queer que, además de haber realizado una actuación impactante -Pilar, la guitarrista, debe ser una de las figuras más enérgicas de la escena punk rock en este momento–, ofrecían ejemplares de Drag!, el fanzine que producen, en la mesa de Lesbianas a la vista. A su lado, algunas de las integrantes de la Coordinadora por el Derecho al Aborto repartían copias de un Anteproyecto de Ley de Anticoncepción y Aborto, y juntaban datos de gente interesada por sus propuestas con vistas a acciones futuras, como la planificación del próximo 28 de septiembre (se las puede contactar en la dirección [email protected]).

Celeste Carballo.
Detalle del puesto-instalación del grupo Mujercitas terror.

Curiosamente, después de She Devils apareció Liliana Gataz, una cantante lírica que fue escuchada atentamente mientras desgranaba un aria; y, a continuación, María José Cantilo demostró que está dispuesta a seguir en la música durante un tiempo más. Entre nerviosa y feliz, Erica García, al finalizar el set al frente de su formación clásica (guitarra, bajo y batería), agradeció al público (entre el cual contaba con bastantes fans) por haber estado allí, confesó que no esperaba que la convocatoria tuviera tanto éxito (al promediar el festival, el lugar estaba realmente repleto) y alentó a continuar con la “energía femenina” lo que restaba de la noche. Acto seguido, Celeste Carballo argumentó en su show por qué es considerada una histórica de la música nacional, y entre tema y tema dialogó con el público (“yo no estoy cada día más loca, estoy cada segundo más loca, cada día sería demasiada estabilidad emocional para mí”).

Suárez, la banda en la que canta Rosario Bléfari (chica polifacética si las hay), elaboró cuidadosamente su media hora de ritmos y melodías, corporizó con éxito los climas de sus discos sobre el escenario (lo cualno es, desde ya, poca cosa) y preparó el terreno para la salida de Romina Cohn, una DJ en franco ascenso. El cierre, luego de la actuación de Sugar Tampaxxx (absolutamente sólidos), estuvo a cargo de Tamboro Mutanta, una agrupación de siete chicas que basan todo su show en percusión y voces.

Poco antes de partir a Estados Unidos, donde la espera la entrega de los premios Grammy y una grabación con los músicos de Beck, Erica se confiesa “feliz”. “Fue una puertita que se abrió, el comienzo de algo que ninguno de los que estaba ahí esperaba, y eso pienso seguirlo.”

Señoritas polyester.
Muestra de Tamara Pinco.