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REPORTAJE

Tana argentina en finlandes

Susana Rinaldi acaba de presentar un CD grabado en Finlandia junto con la orquesta de Seinajoki. Es extraño ver traducido El último café de Castillo y Stamponi como Viimeiset Kahvit, pero mucho más extraño es escuchar a la Tana cantar en finlandés el tango Punaiset Lehdet que se traduce como Las hojas rojas.

Por María Moreno

Susana Rinaldi en vivo en Finlandia: la tapa del CD editado por Melopea suena francamente snob. En realidad es el testimonio -paradójicamente– de una patriada de Lito Nebbia que dirige el sello, de la pasión de los finlandeses por el tango y por esta cantante a quien suelen venir a ver durante el festival anual de tango, en casas rodantes, con plantas, animales, chicos y batería de cocina, desde todas partes del mundo. El álbum fue grabado en vivo el 8 de julio de 1999 cuando Susana Rinaldi se presentó en el palacio de los deportes de Seinajoki. Los arreglos y la dirección son de Juan Carlos Cuacci, con Walter Ríos en bandoneón y Juan Esteban Cuacci en piano. Es extraño ver traducido El último café de Castillo y Stamponi como Viimeiset Kahvit, El día que me quieras de Gardel y Le Pera como Päivä Jolloin Rakastat Minua y Naranjo en flor de los Expósito como Kukkiva Appelsiinipuu. Mucho más extraño es colocar el CD en el equipo y escuchar a la cantante –que fue una de las principales revitalizadoras del tango y de sus poetas durante la década del sesenta, la actriz de Antígona Vélez y la feminista pedagógica que no se cansa de defenestrar al machismo autóctono– cantar en finlandés Punaiset Lehdet que se traduce como Las hojas rojas.
Las hojas rojas se refiere a una planta como la buganvilla o la Santa Rita que aparece en el verano. Con la diferencia que no se trata de flores, sino hojas, hojas que desde lejos dan la sensación de que son flores –como la enamorada del muro– y que son propias de la Escandinavia. Estas hojas van apareciendo a principios de mayo y tomando color. Poco a poco aumentan su intensidad hasta que de pronto se convierten en una cosa roja y pasional que les permite a los escandinavos –sean finlandeses, suecos, noruegos o daneses– apreciar definitivamente el verano. En el canto una mujer dice, más o menos, “así como esas hojas rojas se caen por la calle y ya son de un color muerto, no es más ese rojo vivo que está en la pared, así el verano se va yendo y nos va dejando este dolor que anuncia los nueve meses de oscuridad”. Esta mujer sufre por el amor que se va. Las hojas rojas son el estado pasional que puede tener un ser humano. Pero ¿qué les pasó a los finlandeses? Interpretado por una sudamericana Las hojas rojas conllevaba todo un calor, ese estado de tragedia que nosotros tenemos en el tango, que al principio en Finlandia estaba devaluado. Se decía que era para el pueblo, para la gente que transpira, para la gente olorosa. El pueblo finlandés escuchaba tango desde que llegó con la fragata Sarmiento nuestra el disquito La Morocha interpretado por Flora Rodríguez y Alfredo Gobbi padre. Y se prendieron con mayor fuerza de esta melodía que les encantó cuando Finlandia no era Finlandia todavía sino un ducado del zar de Rusia. El pueblo veía llegar al zar Alejandro con toda su familia a bailar el tango ahí. Es un ida y vuelta: el zar que se quiere acercar al pueblo bailando tango y el pueblo que quiere emular al zar .
No parece que Susana Rinaldi esté apagada pero sí, en cambio, parece recluida en sus tonos bajos y graves. Las furias que dieron pabilo a tantas anécdotas brillan por su ausencia. También los exabruptos a La Callas que ella suele cultivar con más humor del que le reconocen. Su madre acaba de morir a los 89 años. Súbitamente. Ella no rehúye el tema:al contrario, lo saca, tal vez para dominarlo pero, sobre todo, para trazar un homenaje y un retrato .
–Yo creo que la vieja lo que hizo fue confundirnos. Fue tanto siempre la expresión de tirar para adelante que yo veo en mis hijos el hueco que ha dejado. Mis hijos sienten que se les perdió algo vital. “A mí se me perdió mi abuela” dice mi hija. Y habla de esa abuela. Porque dos meses después, el mismo día se murió la mamá de su padre. También un personaje muy entrañable que estuvo muy cerca de ellos.
–¿Cómo era su madre?
–Fue el monumento a la madre. Con una posición vital de la mujer a la familia. Pero más allá de todos los reclamos que uno pudo haber hecho para negarse a esa realidad de verla a ella solamente en esa posición, era feliz con su tarea. Y hoy, cuando los sentimientos están tan desacreditados y descalificados, no me hace mal calificar nuevamente a una persona que dio todo y más sin llegar a ser “pobre mi madre querida”, ni el prototipo que los machos sagrados han inventado en relación a la madre para que sea eso y ninguna otra cosa. Un personaje que, bella como era, vital como era, ha resignado buena parte de su realización total. Como mujer, como ser humano, como artista que pretendió alguna vez ser, en homenaje a esa figura que atávicamente le metieron por delante. Esto es así: “Quisiste tener hijos, nadie te lo pidió”. Y nosotros generacionalmente nos hemos escapado de eso. Entonces hoy puedo decir “¡qué suerte que la vieja ha terminado acompañada, reconfortada y que Dios la ayudó hasta en eso!”. Porque murió en menos de cinco minutos. No tuvo tiempo de pensar “No tendré tal cosa, no me pasará esto”. Al contrario. El médico habitual le tomaba el pelo. “Usted no tiene nada” porque no tenía nada, aparentemente. Por eso cuando esta mamá termina su camino de esta manera decís “¿y cómo no?”. Si al fin a cabo hizo todo para que alguna vez le viniera como boomerang. Le volvió no sólo en su muerte. Le volvió en vida .
–¿Aprendió algo de esa muerte?
–Mi hija, con la pérdida de mamá, está preparada para perder a su madre.
–¿Y usted?
–Se fue de al lado mío y yo me fui del lado de la persona que más me ha querido: nada menos. También esta muerte me trastocó esta cosa nómade que yo llevo a cuestas desde hace unos cuantos años. No se olvide que antes yo padecí una partida enorme que fue la de María Herminia. Ella y mamá fueron, quizás las dos personalidades más marcadoras de mi vida. En muchos aspectos éticos, morales, estéticos ¿sentimentales? Ni hablar, va de suyo. Yo estaba muy respaldada en María Herminia que artísticamente marcó a muchos conductas de las que es muy difícil salirse. Una cosa terrible que ella decía siempre y que a una le queda marcada era “el deber se antepone al derecho”.
–Duro.
–Durísimo. Y fue un poco su vida. Pero al mismo tiempo, también repetía lo que decía Ibsen: “Construir con belleza”. Y no permitirse la vanidad por la vanidad misma. María Herminia se murió a tiempo: de vivir hoy se hubiera muerto 400 veces más. Porque ella sostuvo una conducta ética hasta el momento de su muerte: el no molestar, el no condicionar, el no chantajear, el no especular. Agradezco haber podido estar en la Argentina para poder cerrarle los ojos. Y agradezco también haber podido estar en la Argentina, luego de 40 años de conocerla, para no permitir mucho desborde amarillista alrededor de su muerte. Me hizo bien estar acá como me hizo bien estar cuando partió mi madre. Y eso formó parte de una decisión tomada hace mucho tiempo y allá lejos. Yo me encontré el otro día con una fotografía muy significativa. En una oportunidad, cuando murió la mamá de María Herminia, yo la invité –estaba trabajando y viviendo en ese momento en Punta del Este– a venir para que participara y estuviera con nosotros. Ella no tenía ganas, naturalmente, porque estaba viviendo su duelo. Y almismo tiempo me decía “sí, voy a ir en Navidad porque es tu cumpleaños”. Y hay una foto donde estamos en el faro de Punta del Este donde había un viento impresionante que casi podía levantar del suelo a una persona. Yo no aparezco porque estoy sacando la foto. Se ve mi auto y dentro del auto está María Herminia. Mamá, que quiso bajar, –con otra gente amiga que estaba ahí con nosotros– está agarrándose de la mano de María Herminia que la está sosteniendo, defendiéndola de la fuerza del viento, como si dijera “no se nos vaya a escapar, señora”. Es muy significativa porque... ¡volaron las dos!

Por los otros
Con el pelo blanco a secas –ni champagne ni rosa garza– Susana Rinaldi le gana de mano a la naturaleza que suele ser más desprolija y operar por grises paulatinos: esa melenita ni demasiado corta ni demasiado larga la señala con un artificio que no puede provenir de la edad. Alguna vez dijo que no se le soportaban ciertas cosas por ser mujer, alta y usar sombrero. Hoy lleva la cabeza al descubierto como si el duelo la hubiera vuelto más despojada. No se trata de un ascetismo sino de una síntesis, ahora que está capacitada totalmente para ser su propia mentora.
–Algunas mujeres buscan una ética de la madurez en algunas experiencias filosóficas, terapéuticas o religiosas.
–La única experiencia que yo he transitado es la solidaria. La mayoría de la gente no sabe lo que es la Unesco. Como trabajo específico yo elegí niños de la calle y alfabetización. Alfabetización porque en la medida en que el verbo vaya siendo descalificado, el atropello al individuo es mayor. Y porque pertenezco a la lengua española y porque América del Sur se maneja con esa lengua que, a raíz de los grandes sabotajes que le ha provocado la lengua sajona, para hablarla en cualquier escenario del mundo se necesita mucha seguridad. De la cantidad total de embajadores itinerantes tres somos americanos y dos argentinos. Uno es Pelé y los otros dos somos Miguel Angel Estrella y yo, que más que ser personajes representativos, estamos evidenciando un estado permanente de una sociedad que todavía no sabe reclamar en su justa medida las razones culturales que la sustentan y no lo sabe.

En París pero no anclada
Usa atuendo andrógino, cómodo, propio de una cultura menos disciplinaria con los cuerpos femeninos. A su identidad buscará preservarla de maneras menos perecederas: En el verano volverá al teatro con Marta Ferrari, una obra que encubre un homenaje a Tita Merello –el autor se ha inspirado en los amores de Tita con Tito Alonso– que dirigirá Oscar Barney Finn y cuyo cartel compartirá con Jorge Rivera López y Duilio Marzio. En Marta Ferrari, Rinaldi ve claves del primer gobierno peronista. También planea retomar una práctica en la que sobresale: la lectura de textos. Hasta ahora ha elegido Las décimas del cantor de Alfredo Zitarrosa, un discurso de Alicia Moreau de Justo, letras de Violeta Parra y uno de cronopios de Julio Cortázar, seleccionados para un disco.
–Usted debe ser de las pocas que sigue diciendo derecho viejo “soy feminista”. Eso se terminó desde los efluvios del ‘83.
–En el ‘83 hubo efluvios donde uno creía que todo era posible, que nos estaban esperando mucho para trabajar, tanto a hombres como a mujeres. Se pensaba que muchas cosas eran posibles y con el tiempo uno se fue dando cuenta de que no sólo no eran posibles sino que eran imposibles. El primer programa de la tv democrática fue “La Cigarra”. Pero los radicales son más machistas que nada, como lo son los peronistas. Entonces se llegó a la realidad terrible de que ellos mismos que lo pusieron, lo sacaron. Y con el complot de todos aquellos que siempre se tienen que ajustar los cinturones de acuerdo a los mandatos de los poderosos, que siempre serán los mismos. Eso marcó una involución quizás por lo que aspectábamos nosotros. Entonces aparece un personaje como Elisa Carrió, que se sale del molde pero que su propio partido hoy llamó a silencio. No hay una continuidad en las acciones. La continuidad viene de individuos locos que hemos tenido el gran privilegio de estar amparados por estructuras que todavía respetan nuestra modalidad y no la frenan. Entonces me siento muy bien en estas condiciones de seguir adhiriendo a un partido socialista que con muchos problemas y muchas dudas y convulsiones internas, a través de ciertos exponentes sigue siendo como coherente.
–Sin embargo siempre se la asocia al alfonsinismo.
–Alfonsín es un prócer con un pensamiento socialista que no quiere llevar adelante y que su propia estructura acalla.
–¿Quiénes son sus amigos en París?
–Hago una vida muy solitaria en París. Y, contrariamente a lo que muchos pueden suponer, yo vivo en un dos piezas que es como un pequeño estudio que me permite concentrarme mejor en el barrio más tradicional y no solamente turístico: Montmartre, donde hay un conglomerado de culturas que me hace bien compartir. De un lado están los árabes, más allá los judíos, los africanos, los franceses que viven de generación en generación y que no han cambiado de casa porque no tienen la costumbre de mudarse a cada rato como nosotros. Y luego está la parte alta del Sacre Coeur, el lugar donde están los pintores y más atrás el más chic con el dèco más importante que puede mostrar París y en medio de todo eso, las viñas, los ateliers y sobre todo lo del panadero, el librero, la mercera, la loca que vende brujas de papel y que me reconocen como propia.
–¿Está en pareja?
–Vivo en un lugar donde estar sola o en pareja no es determinante para juzgar a nadie. Nadie dice tampoco “Otra vez una mujer que dice pensar”. Está la cultura árabe que trata muy mal a las mujeres. Pero mi altura, mi pelo blanco ponen cierta distancia. Al mismo tiempo no tengo miedo. Y eso me pasa aquí, acá y acullá. No es valentía sino inocencia. Hay una actitud que frena cualquier gesto. Tampoco vivo en un lugar donde alguien me preguntó si me gustaba acostarme con un perro o una mujer. Los franceses se toman el derecho de vivir plenamente todo para lo cual está condicionado el ser humano. Eso justifica este mitad y mitad. Francia en general y París en particular me brindó como nutrición elementos que no quiero resignar, de los cuales me tomo cada vez que me dan bronca tantas cosas mías y que asumo como propias porque, después de todo, forman parte de mí. En París, por televisión vi un excelente documental sobre los montoneros. En frente del Sacre Coeur vi a Lefebvre haciendo pelota un dictamen del Papa. Al mismo tiempo a través de la Unesco registré mucha violencia doméstica de los padres a las hijas mujeres, sobre la queestamos trabajando. Hay una diversidad de colores que hace que uno se sienta estimulado y que crea que muchas cosas son posibles todavía.