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El libro, parque temático

por Daniel Link

Por alguna razón que habría que investigar en profundidad, la Feria del Libro siempre ha estado por debajo de las expectativas que convoca. Comparada con otros grandes acontecimientos culturales de Buenos Aires, aun con menos tradición (como el Festival de Cine Independiente o el Festival Internacional de Teatro), lo que resulta evidente es que la Feria del Libro no tiene efectos en su campo específico. Mientras el Festival de Cine Independiente ha conseguido modificar en poco tiempo (no sustancialmente, pero sí sensiblemente) la oferta de películas en la cartelera de cines, la Feria del Libro no ha producido demasiados impactos en relación con los hábitos de lectura. Tal vez se puedan encontrar las razones de esa ineficacia (sorprendente, teniendo en cuenta la cantidad de público potencial que convoca) en el carácter extremadamente tradicional de las políticas culturales desarrolladas por la feria. No hace falta multiplicar los indicadores para dar cuenta del conservadurismo a ultranza de la Fundación El Libro. El nombre que se da a cada uno de los salones de acto, en relación con la capacidad que tienen, lo dice todo: la sala José Hernández y la sala Leopoldo Lugones tienen una capacidad de 500 localidades cada una. Hernández leído por Lugones (El payador y otros escritos racistas y xenófobos) es el patrono de la Feria del Libro. La sala Jorge Luis Borges ofrece 240 localidades, casi las mismas que la sala Victoria Ocampo (220). De menor importancia son las salículas consagradas a la memoria de Julio Cortázar (180 plazas), Roberto Arlt, Adolfo Bioy Casares y Alfonsina Storni (120 lugares cada una). Domingo Faustino Sarmiento (y sus ideales iluministas, en consecuencia) debe conformarse con 80 bancas.
Mientras otros eventos realizan apuestas bien definidas en relación con las zonas más experimentales o, por lo menos, novedosas (del cine, del teatro y de la música), la Feria del Libro siempre se ha atrincherado detrás de los valores más conservadores y de las figuras más consagradas. Intentando superponer el paseo familiar con el universo libresco (este año, de hecho, se pone por primera vez a la venta un “abono familiar”, diseñado para la familia tipo argentina: entran cuatro, pagan tres), la Feria del Libro se ha convertido en un mero simulacro, una ilusión colectiva, como los parques temáticos en relación con la “aventura”.

Contame tu condena Marta Díaz, responsable de la organización de la Feria del Libro desde sus comienzos –es decir, desde hace veintiséis años–, es consciente de ese efecto de nadería que rodea al evento cultural “más popular de Buenos Aires”. Pero igual se pone mal ante las críticas porque, claro, las recibe con el dolor de quien ha consagrado su vida a una actividad ingrata como sólo puede serlo la organización de eventos culturales: en dos o tres semanas (este año la feria es más larga) se condensa todo un año de trabajo. “Yo sufro mucho por las críticas, sobre todo por las críticas injustas. La feria es el evento más criticado de los que se realizan en el país”, señala Marta Díaz, y se queja: “Página/12 siempre nos ha dado mucho”. La Fundación El Libro, responsable institucional del gran evento, ha decidido, sin embargo, no contestar las críticas que, desde los medios o diferentes sectores de la sociedad, se formulan a la feria.
Pero si se le pregunta a Marta Díaz cuál fue, de las realizadas hasta ahora, la Feria del Libro que más le gustó, contesta sin titubear: “La de Ciencias”. Y es clara y justa su elección, porque la Feria del Libro de 1986, dedicada precisamente a las ciencias, tuvo un efecto de multiplicación y de instalación de temáticas referidas a la ciencia pura y sus aplicaciones en el universo editorial que las demás no consiguieron alcanzar nunca. “A las sesiones en el Teatro San Martín, donde concentramos la presencia de los científicos invitados, venían mochileros del interior del país, ávidos por escucharlos”, recuerda con nostalgia. Jürgen Habermas y Jacques Derrida también llenaron (respectivamente) el Teatro San Martín y el gigantesco auditorio de la Facultad de Derecho, porejemplo, pero a la Feria del Libro jamás se le ocurrió traerlos. Alain Badiou, uno de los más importantes filósofos franceses vivos, estará en Buenos Aires en abril presentando su nuevo libro, El ser y el acontecimiento. Y también, seguramente, llenará auditorios mientras dure la feria. Pero al margen de ella.
Esa política de la irreflexión (porque, lógicamente, es difícil que la familia constituya un sujeto reflexivo, ni aquí ni en ningún lugar del mundo) se nota en los “invitados internacionales” a la Feria del Libro, que proclama con orgullo que visitará Buenos Aires.... Richard Bach, el autor de Juan Salvador Gaviota. O en los convenios promocionales de la Fundación el Libro con la revista Gente –previsibles, si se recuerda que Jorge Naveiro, presidente de la Fundación, es director de editorial Atlántida.
¿Cuáles son los mecanismos institucionales que le impiden a la Feria del Libro intervenir más activamente en la vida cultural de Buenos Aires? “Nosotros tratamos de modificar lo que se pueda”, señala Marta Díaz. “Pero por sus propios estatutos, hay muchas cosas que la fundación no puede hacer. Como editar libros, por ejemplo. No podemos entrar en competencia con los editores. Y una de las primeras cosas que uno siente es esa imposibilidad de distribuir libros. Porque cada año hacemos un concurso literario. Pero los libros que resultan del concurso no se pueden vender. Este año organizamos el concurso de poesía junto con la editorial Catálogos, precisamente para resolver ese problema”.
Los comienzos de la feria fueron poco auspiciosos porque el impulso coincidió, en su momento, con el desmoronamiento del gobierno de Isabel Perón y el evento fue creciendo a la sombra de la dictadura. “En el libro de los veinticinco años de la feria, que hizo Antonio Requeni, se cuentan las anécdotas sobre listas negras y prohibiciones por decreto de aquella época. Pero siempre tratamos de ser muy cuidadosos. En plena dictadura, funcionó en la feria un Parlamento de la Cultura. Y en toda su historia, jamás un presidente no constitucional ha inaugurado la Feria del Libro”.

v. 2.0 La feria de este año presenta muchas novedades. Como su desarrollo coincide con el XX Congreso Internacional de Editores, que tendrá por sede a Buenos Aires, este año funcionará durante tres semanas, desde mañana lunes 17 de abril hasta el lunes 8 de mayo. La sede también será nueva, dado que la feria abandona su tradicional refugio en el Centro Municipal de Exposiciones y se traslada al predio palermitano de la Sociedad Rural Argentina, recientemente reciclado. Marta Díaz explica las razones de la mudanza. “El Centro Municipal fue el lugar donde la feria nació y creció, pero tiene muchas deficiencias: la falta de aire acondicionado y de instalaciones sanitarias adecuadas, además de los problemas con la instalación eléctrica y la superficie siempre deficitaria para nuestras necesidades. Como este año la Feria coincide con el Congreso de Editores (que sesionará en el Sheraton, pero que realizará sus reuniones preliminares en el predio ferial), se hacía necesario contar con un lugar adecuado a la importancia del congreso. Consideramos una obligación mostrar lo mejor. Y el público exige mayores comodidades. En la Rural contamos con aire acondicionado, mejores instalaciones sanitarias, muchos medios de transporte público y salas para actos construidas con ese propósito”.
Naturalmente, la mudanza tiene un costo alto: los expositores debieron pagar mucho más por el alquiler de sus respectivos lotes. Y, como en este momento el negocio del libro atraviesa uno de sus momentos más críticos, nadie tiene asegurada la rentabilidad. Para estimular la presencia masiva de público, una de sus obsesiones mayores, este año la feria permitirá el ingreso gratuito todos los días a estudiantes y docentes universitarios, jubilados y pensionados. “Ojalá haya mayor afluencia de público”, reza Marta Díaz.

Hip-hop Entre las presencias que seguramente concitarán la atención de los sectores juveniles conviene señalar la visita de los poetas británicos JC001 y Benjamin Zephaniah, que recitan su obra en ritmo de rap, o Liz Lockhead, poeta y narradora escocesa premiada en el Festival de Edimburgo por sus performances recitando textos. Los tres participan del 5º Encuentro de Narración Oral que patrocina la feria. Otros “grandes ciclos” serán las 16ª Jornadas de Profesionales del Libro, las ya mencionadas Sesiones previas del 26º Congreso de la Unión Internacional de Editores, la 34ª Reunión Nacional de Bibliotecarios, el 3º Ciclo Internacional de Enseñanza de Lenguas Extranjeras, las X Jornadas Internacionales de Educación, el Tercer Ciclo de Educación Artística y el Encuentro Internacional “La percepción del tiempo en el siglo XX”. Y como el libro está en vías de transformarse en otra cosa, en cualquier cosa, este año habrá muchos portales de Internet auspiciando la feria: LaMaga.com, Broli.com, Espiral.com, Submarino.com, Edunexo.com.ar, Terra.com y Elfoco.com. Si alguien se preguntara por qué este año la Feria del Libro eligió como divisa para el cambio de siglo y de milenio algo tan abstracto como “Los libros y el tiempo”, Jorge Naveiro responderá sin hesitación alguna: “Pocas personas han sido testigos presenciales de dos cambios de siglo y nadie ha participado de dos cambios de milenio. El transcurrir del tiempo es inexorable y los libros, desde la remota antigüedad hasta nuestros días, han sido depositarios y transmisores de la relación del hombre con el tiempo”.

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