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Jueves 2 de Marzo de 2000
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Juanse repasa los pro y los contra de ser un stone argentino

El largo camino de los Ratones Para-noicos, todos estos años de gente y rock and roll (incluidos los estereotipos) y la descendencia ¿no querida?, llevan a reflexionar al hombre que fue la cara visible de una nación. Pasado, presente y... Futuro: a los ochenta años, promete tocar covers
de ya saben qué banda. Y en un cabaret.

Texto:PABLO PLOTKIN
Fotos:NORA LEZANO


Villa Devoto, ciudad de Buenos Aires. Verano del 2000. El modelo de pizzería grande, anodina y de iluminación dicroica conquistó miles de cuadras en la metrópolis, y una estrella de rock llamada Juan Sebastián Gutiérrez entra a una de ellas con los ojos fuera de órbita y dos paquetes entre manos. “No sabés lo que conseguí”, anuncia, y se deshace del papel aceitoso que envuelve el tesoro: un tremendo salame picado fino, que el rocker manipula como si se tratara de un misil, y un par de onzas de un queso exquisito. “No sabés lo que es esto. Te morís”, promete al borde del éxtasis. Ordena a uno de los mozos que incorpore su mercadería a una picada completa, se sienta a una de las mesas y, todavía frenético por las delicias conseguidas, espera. A unos metros Poggy Almendra –manager del grupo y coautor de algunas canciones– intenta llamar por teléfono a alguien. Juanse parece ser el único que memorizó el número, pero cambia de idea cada quince segundos. “¡No, ya sé! 4452”, se corrige por cuarta vez. “¡No, no! ¡4522! ¡Es ése!”. “A veces siento que soy un muñeco al que lo encienden”, dice. “Ya no sé ni en qué lugar estoy, ni qué show estoy dando. Una vez salí a un escenario de Gualeguaychú diciendo ‘¡Buenas noches Banfield!’. Me querían matar. Hace un mes que no sé qué día es. Suponete que hoy es...”.
–Jueves.
–Bueno, yo creo que es viernes. Siento que no tengo el tiempo que quisiera para vivir, ¿entendés? Quisiera tener mucho más tiempo para disfrutar lo que realmente quiero. Ahora no disfruto mucho, aunque gane plata. Me gustaría estar sentado, con 75 canales en mi habitación, con familia, amigos...
Lo que ocupa la mayor parte de la agenda que asfixia a Juanse es la edición de x16, un compilado con los grandes éxitos de los Ratones en los noventa, más tres temas nuevos (el primer corte, “Lo que doy”, está a la altura de los primeros discos de la banda, los mejores). Algunas cosas que les sucedieron al grupo en la década pasada: dieron el gran salto a las masas gracias a hits como “Rock del Pedazo” y “Vicio”, y Tinelli los adoptó para cortina musical de su programa. También Juanse hizo realidad aquello de ir a dar “a una playa con una modelo”, el sueño que rockeaba en “Enlace” a fines de los ochenta. Tocaron como apertura de los Rolling Stones en su serie de cinco shows en River (1995), y en los últimos años, buena parte de la colectividad stone argentina los abandonó en busca de propuestas del rubro más “proletarias” (con Viejas Locas como principal emblema). El compilado es un buen documento del talento paranoico para producir buenas piezas radiales en formato de rock and roll básico. No está sin embargo “Ya morí”, aquella canción de Fieras Lunáticas (1991) que hablaba de una estrella de rock que pasaba sus días caminando por una mansión solitaria, haciéndole creer al público que era un bolchevique al que no le importaba el dinero, y que sólo tomaba “vino del peor”. Tal vez lo más lúcido y filoso que haya escrito vez alguna. Juanse hace memoria: “Me preguntaron tantas veces si hablaba del Indio Solari... Y yo en algunos lados digo que sí, en otros que no. En realidad no me acuerdo. Y si fue así... bueno, no quise ofender a nadie. Me imaginé un chabón que tocaba rocanrol y era comunista, una cosa totalmente incompatible. Desde el momento en que en el grupo no todos ganan lo mismo, ya está. Si sos comunista, sos comunista para trabajar, también, ¿o no?”.
–¿Y alguna vez fuiste hippie?
–Yo fui hippie a los siete años. Tenía una remera de amor y paz y unos lentes redondos. Me duró seis meses.
–¿Cómo viviste el desplazamiento del público stone hacia las bandas barriales?
–Primero no estoy de acuerdo con eso: nosotros vendimos el triple de discos que todos los herederos stones nuestros juntos. Ahora, ¿qué pasa? Lo interesante en estas bandas es el sonido, pero de algunas. Me encantacómo suena La Renga, y es una banda que tiene contenido: las letras apuntan a algo, no dicen cualquier cosa. Pase lo que pase, es insostenible si no creás tu propia personalidad en el escenario, y La Renga estableció un punto en su desarrollo discográfico que hace que reconozcas a la banda por la radio, por ejemplo. Me gustan todas las bandas que le rinden culto al rocanrol, pero hay un momento en que tenés que despegar de la usufructuación del rollo stone y armar tu propia personalidad, tu propio sonido. Si no, terminás en un cabaret tocando covers de los Stones. Cosa que yo voy a hacer, pero a los ochenta.
–¿Ustedes sí crearon su personalidad?
–Sí, man. Hay gente que cree que “Me gustas mucho” es mío, y eso es horrible. No sé para quién es más horrible.
–Se creó como una dicotomía entre la estrella de rock, encarnada en vos, y la del pibe de barrio que se sube a un escenario y es igual a su público, alguien como Pity, por ejemplo. ¿Es así, realmente?
–Sinceramente, usar eso de que querés parecerte al público, aparte de demagógico, es muy aburrido. Yo me rompí el culo para subir al escenario, no para bajarme antes de subir. Pero cuando hay tantos prejuicios alrededor de un artista significa que es bueno. Para criticar hay que conocer. Yo para decir que la farándula argentina es patética, por ejemplo, tuve que conocerla. Es una bola de perfume, pedos, operaciones, violaciones, masturbaciones mentales y drogas. Ves una serie de monstruos horribles. Y yo me visto igual desde los 17 años. El asunto cambia cuando, vestido así, te metés en un palacio de 25 pisos.
–¿Pero vos no vivirías en un palacio de 25 pisos o en una mansión, si pudieras?
–No, vivo en un piso y con eso me sobra. Nunca termino de limpiarlo. Es una historia, te arrancan la cabeza con la expensas. Alumbrado, barrido y limpieza vale 20 veces más en mi casa que enfrente. No es negocio.
–¿Seguís viviendo historias como las que contás en “Vicio” o “El Rock de la Policía”? Problemas con la ley, digamos.
–Uno con la policía siempre tiene problemas. Pero hay que entender algo de una buena vez por todas: las letras son ficciones, como en las películas. Vos no pensás que Jack Nicholson está todo el día transformándose en lobo, ¿o sí? ¿O te creés que Luppi está todo el día peinado así, caminando con la campera marrón por el living de la casa?
–¿Cuál es la proyección a futuro de los Ratones?
–La gente nos va a valorar más en muchísimos años. El tiempo nos da la razón. Nos informan constantemente sobre el gran movimiento que tienen nuestros primeros discos. Hay etapas. Yo viví períodos de no escuchar a los Stones, salvo Tatoo You, que desde que salió lo escucho tres veces por día. Y creo que lo bueno es escuchar algo que te suena al instante, entrar culturalmente por ese lado. Eso me interesa. Ya está. ¿Otra vez la falopa, la guita y las putas? Aunque eso esté o no, uno pesa mentalmente mucho más que antes. Entonces, ¿cómo mantener viva la adolescencia que te hacía sacudir la cabeza? Usando un sonido que se identifique con aquel momento.
–¿No estás disfrutando de la vida rockera actual?
–Es que no hay tiempo. Ensayando, tocando, viajando. No está eso que todos suponen.
– ...
–Bueno, sí, hay tiempos de sano esparcimiento... (sonrisa) Pero son muy esporádicos. Cuando el esparcimiento se incorpora a la vida cotidiana, ya no es esparcimiento: es laburo. Vienen y te dicen “ay, quiero estar con vos”. Y vos por no quedar mal... Aunque venga del día anterior, tengo que cumplir. Es como que una mañana veas venir a Papá Noel en bolas, después de escribir una carta durante dos meses. Te llevás una impresión horrible. Me pasa que hay una expectativa natural de verme actuar como si fuera yo, sin conocerme. Es muy terrible. Me siento dirigido por un director de cine muy hijo de puta.
–¿No es eso lo que siempre quisiste ser, una estrella?
–¿Quién no quiere ser estrella a los veinte años? Claro que era lo que quería, y de hecho es lo que quiero. Por eso trabajo muy duro. Ese es un buen título para la nota: A mí me gusta trabajar muy duro.
–Es bastante duro ser estrella de rock, entonces...
–No me considero una estrella de rock. Me gustó serlo cuando tenía veinte años. Ahora soy un músico.
–Tal vez el problema es que, en apariencia, estás bastante parecido físicamente a la etapa de “Los chicos quieren rock” ¿Sos como Bowie?
–Soy Bowie, pero dirigido por Roman Polanski. Un actor dirigido por un tipo que le hace hacer las peores cosas. Polanski hubiera hecho que Bowie se tropezara en una de sus películas. Lo peor que le puede pasar a Bowie es tropezarse, ¿no?

Una galería de personajes stone de los últimos tiempos
Flora y Fauna

Germán Burgos. Basta verlo escupirse los guantes mientras acomoda la barrera. Ahijado deportivo del Loco Gatti (a quien en sus comienzos lo llamaban El Beatle), el ícono absoluto de la comunión fútbol-rock editó el año pasado Jaque al Rey, un disco de rock y blues con un intento de hit que anunciaba: “El pibe que viene será un Rolling Stone”. Ah, y también impuso ese peinado, mezcla de Tarzán y Joaquín Levinton, ahora copiado por el Pelado Almeyda y el Burrito Ortega.

Pity Alvarez. Rasgos de boxeador, alma de rocker callejero y una lírica basada en los símbolos barriales de última generación: las perras, la chala, y los Homero Simpson de este lado. “Con mi chica tocando en la avenida/ mucho mejor la pasaría”, canta el pibe de Piedrabuena, resumiendo sus aspiraciones existenciales. Además, tiene una natural convicción melódica que le permite componer rocanroles efectivos sin ningún complejo. Como los Ratones hace diez años.

Guillermo Vilas. Amigote de la dupla bardera Richards-Wood, el mejor tenista argentino de la historia vio por primera vez a los Stones durante el torneo de Wimbledon de 1969, en el show del Hyde Park de Londres. Amigo y anfitrión en Argentina de Sus Majestades, probó con el rocanrol y un feo proyecto bautizado Doctor Silva. Pero cumplió –y cómo– con una máxima stone (“amarás a las mejores mujeres”) cuando atendió a Carolina de Mónaco (Carol). A mediados de los ochenta asistió a un show de los Ratones en El Jefe, y Juanse caminó sobre su mesa. Guau.

Joaquín Levinton. El cantante de Turf encarna el lado glam de los Stones, el del Jagger de los setenta, con la frente alta y el pechito para adelante. Coqueto y atrevido, puede tocar de apertura tanto de los Stones como de Primal Scream. Le canta al reviente en formatos de pop convencional, y conquista el corazón de las chicas saliendo doblado al escenario y reivindicando las sobredosis del Diego. Como el gran Willy, probó el sabor de las chicas deseadas (Sol Acuña).

Pablo Echarri. Vivía en Villa Dominico, vendía jeans en Wilde y escuchaba a los Stones. Galancito de barrio, empezó a trabajar en televisión y también cumplió con lo de la modelo (Natalia Oreiro), se curó la caspa, se mudó a un semipiso, abrió un bar y le puso “El 5to. Stone”. Todo.

 

Pucheta. La exacerbación del estereotipo. El revuelo que provocó la primera visita de los Stones fue tal que el homo vieja llegó al programa de Repetto (después llegaría al de Tinelli). Un auténtico rolinga de barrio, con los modales y el léxico estudiados al detalle, la lengua en la remera y el flequillo a lo He-Man. Una pinturita.

 

Thomas Drach. En 1998 llegó con una identidad falsa a la Argentina sólo para ver a los Stones. Alemán secuestrador y millonario, estaba prófugo por raptar a un empresario en su país y devolverlo a cambio de 16.5 millones de dólares. La División Interpol de la Policía Federal lo detuvo una madrugada en un hotel de Recoleta, durmiendo con una uruguaya preciosa de 23 años. Auténticamente stone.

Carlos Menem. Montado a la campaña de reelección y en busca de votantes jóvenes, el ex presidente –con llamativo traje amarillo– posó junto a ellos en su primera visita. Se les había negado a Madonna, la Cicciolina y los Guns’n’Roses, pero no se resistió a la leyenda del champagne, las mujerzuelas y... demás. Claramente, Richards y Wood se mostraron más cariñosos con Menem que Watts y Jagger. Somos del mismo palo, Keith.

Juan Bautista “Tata” Yofre. Jefe de la SIDE durante el primer gobierno de Menem, marido de Adriana La Nena Brodsky, amigo de Pappo (quien le regaló una guitarra), el Tata Yofre fue el vínculo del encuentro Menem-Stones. Fanático de la banda, le gusta contar que, al frente del Servicio, un funcionario pidió que pinchara el teléfono de su ex esposa. El no dijo nada y le hizo escuchar “You can't always get what you want”.

Sol Acuña. Después de que su hermano muriera atropellado, la modelo de ojos verdes se mostró cada vez menos en las pasarelas. Empezó a tocar la guitarra, formó el grupo Los Soles de Sol, se tatuó una lengua stone en el brazo, empezó a ir a ver a Boca, y dejó a su novio polista para salir con Joaquín Levinton ¿La clase de chica con la que a Jagger le gustaría tener hijos no reconocidos?