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Jueves 25 de Mayo de 2000
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UNA FOTO, UNA PROFECIA AUTOCUMPLIDORA

Textos: MARIANA ENRIQUEZ
Y ROQUE CASCIERO

Hom bres G

Nirvana y la saga
El disparo con el que Kurt Cobain se quitó la vida en 1994 también le puso fin a una era. Y para los otros dos Nirvana debió pasar un tiempo prudencial antes de volver a la actividad. El bajista Krist Novoselic intentó hacer sus primeros palotes en la política y más tarde (en 1997) publicó el álbum debut de Sweet 75, la banda que compartía con una ignota cantante venezolana, Yva Las Vegas. Entre canciones tradicionales de la tierra del joropo y algunas viñetas grunge, el disco pasó inadvertido. A Dave Grohl le fue mejor: grabó todos los instrumentos para el primer disco de Foo Fighters y ante el suceso de “This is a call” –tal vez el último gran hit G– debió armar la banda propiamente dicha. El guitarrista Pat Smear (ex Germs y última etapa de Nirvana) participó por un tiempo, pero se fue después de apoyar a la ex esposa de Grohl durante un sonado caso de divorcio. Con una nueva formación, publicaron There is nothing left to lose, que estuvo a punto de traerlos a Sudamérica, para un par de shows en Brasil durante marzo de este año. En Australia, Dave fue encarcelado por conducir alcoholizado, aunque sólo había tomado un par de cervezas. ¿Queda algo por decir de Nirvana? Más bien, queda por escuchar: para el año próximo está planeada la salida de una caja, que contendrá los hits (¿por qué no escuchar nuevamente “Smells like teen spirit”?) y algo de material inédito. Hay especulaciones al respecto: estaría, si Courtney quiere, “Know your rights”, la última canción (muy G, dicen) grabada por la banda. También podrían aparecer los demos de los tres temas finales de Cobain (“Talk to me”, “Opinion” y uno sin título). Grohl ha dicho que la mayor parte de las grabaciones hechas por Nirvana con él como baterista ya han sido escuchadas y que lo más interesante será encontrar aquellas previas a su participación. Habrá que esperar.

Los días felices.
Aunque luego Cobain lo trató despectivamente con el calificativo “limpio” –en referencia al sonido, cortesía de Butch Vig–, Nevermind provocó la explosión del grunge (y, por arrastre, de todo el rock alternativo). La canción “Smells like teen spirit”, que el cantante describía como “un afano a los Pixies”, se convirtió en un auténtico himno generacional... que Kurt se negó a tocar en Buenos Aires, enojado por el maltrato del público a las teloneras Calamity Jane.

Pearl Jam
Eddie Vedder fue, probablemente, el modelo G más acabado. Si Cobain encarnó al único héroe-mártir de la camada, Vedder exhibía de un modo casi obsceno los traumas de su niñez (“Jeremy spoken class today”... ¿te acordás?) y los cantaba sin descuidar el corte de pelo y los detalles de vestimenta. Cobain explotó después de In Utero (el útero materno fue lugar del mundo donde mejor la pasó), en cambio Eddie vivió para contarlo en la Spin y seguir editando discos al frente de Pearl Jam. En Estados Unidos muchos se cansaron de sus sospechadamente falsos conflictos de infancia (la Rolling Stone publicó una investigación de tapa en la que se “revelaba” su verdadera y feliz niñez y adolescencia) y los tiempos de Ten quedaron enterrados junto al cajón de ya saben quién. A Eddie se lo empezó a ver con trajes de neoprén y tablas de surf en playas de California, pero mantuvo el discurso crítico contra la industria y libró una quijotesca batalla contra la todopoderosa Ticketmaster. Mientras grababan Binaural -el nuevo disco que está a punto editarse en Argentina–, los Pearl Jam vieron cómo una revuelta provocada por grupos opositores al capitalismo globalizador sacudía a su Seattle (30 de noviembre de 1999). Conscientemente o no, las canciones de los últimos sobrevivientes del género (¿género?) que atormentó los charts del mundo en el primer lustro de los noventa, se volvieron menos solipsistas que en los días de esplendor. Como escribió el inglés John Mulvey en New Musical Express, en estos años Seattle “se convirtió en un paraíso para los cyber-yuppies”, las rentas subieron, y a los grunges pronto se los podrá ver en el museo de la ciudad. Pearl Jam, entretanto, se inscribe como poderoso orador de la furia contra el sistema (it’s the evolution, baby) desde dentro del sistema. Y lo hace con (muy buenas) canciones, que nunca cambiarán el destino de la música.

Los días felices.
Los tiempos de Ten, uno de los tomos básicos de la enciclopedia grunge. Vendió nueve millones de copias y popularizó los conflictos existenciales de Vedder. Además, tiene los mejores hits de PJ: “Jeremy”, “Alive”, “Evenflow” y “Black”.

Alice in Chains
Hace mucho tiempo que Alice in Chains pelea por consagrarse la banda de rock más inactiva del mundo. Y está a punto de lograrlo. Después del buen Unplugged que grabaron en 1996, la banda de Layne Staley (voz) y Jerry Cantrell (guitarra) sólo editó una caja de cuatro cd’s que recopila lo sucedido desde su formación en 1989. Music Bank (título que remite al sótano de Seattle en que ensayaban en sus comienzos) se editó en la primavera pasada y sólo incluye algunas canciones inéditas (“Died”, “Fear the voices”, la encantadora “I can’t have you blues”, “Lying Season”, una vieja versión de demo de “Rooster”). Las sesiones de grabación de esa caja fueron algo accidentadas y la reputación heroinómana de Staley volvió a ocupar las páginas de la prensa musical norteamericana. Alice in Chains grababa durante las madrugadas, Staley a veces faltaba y, según contó uno de los técnicos involucrados en el trabajo, se negaba a cantar las letras que escribía Cantrell. También se dijo que el cantante estaba pesando unos 40 kilos (¿les suena?) y que se lo veía bastante pálido. Quién sabe. En 1998, Cantrell grabó su debut como solista, Boggy Depot, mientras declaraba lo “cool” que era pertenecer a AIC, pero nunca fue muy preciso respecto del futuro. “Hay un momento en la vida de una banda en que es tiempo de cambiar, de probar cosas nuevas”, sugirió alguna vez, antes de editar Music Bank. A pesar de que nunca presentaron certificado de defunción, la pobre Alicia (con cadenas y todo) debe estar pesando menos que Staley en su peor momento.

Los días felices.
Dirt (1992) es otro de los pilares de la filosofía grunge en el año de la fiebre. Los problemas de Layne con la heroína, sus depresiones y paranoias en medio de una banda con mucho de glam-metal. Esas oscuras canciones del dúo Staley-Cantrell, repartidas en un par de discos, los llevaron a vender tres millones de copias.

Hole
Ella está lejos de la atormentada y feroz chica punk que parecía destinada a convertirse en una nueva Nancy Spungen. Cinco años después del suicidio de su marido, Courtney se convirtió en una celebridad: delgada, modelo de Versace y estrella de cine con nominaciones al Globo de Oro y una lista de amistades que incluye a Jim Carrey, Drew Barrymore y Edward Norton, dejó la heroína, se negó a representar el papel de viuda trágica y se ganó el odio de los fans de Nirvana que la acusan de ser la desencadenante de la depresión de Kurt (cuando no la señalan directamente como la asesina de su esposo, hipótesis que reafirmó el excesivamente inquieto documentalista inglés Nick Broomfield en “Kurt & Courtney”). Pero si la vida privada y la carrera de actriz de la diva promueve ríos de tinta, no sucede lo mismo con su actividad musical. Desde julio del año pasado, la banda está inactiva. Courtney se dedicó a rodar Man on the Moon (El mundo de Andy, según la traducción local), y en este momento se prepara a rodar con John Carpenter un film de horror sobre fantasmas marcianos. Entretanto, la banda perdió a la bella bajista Melissa Auf Der Maur, quien se unió a los Smashing Pumpkins. Casualmente (o no), Billy Corgan había co-producido y escrito algunas de las canciones de la última entrega, Celebrity Skin, un disco pop con sonido bien LA, a años luz del grunge. Salvo por un tema incluido en la banda de sonido de Un domingo cualquiera, de Oliver Stone (“Be A Man”), la banda no editó un solo simple desde Celebrity Skin y no hay rumores sobre disco nuevo. Lo que sí se sabe es que Geffen Records prescindió de la banda este año y les inició un juicio por incumplimiento: debían entregar por lo menos 5 álbumes según estipulaba el contrato de 7 años, y sólo grabaron dos (Live Through This y Celebrity Skin). La gira del año pasado con Marilyn Manson resultó un desastre (Courtney y el Reverendo se odian profundamente) y se terminó antes de completar todas las fechas.

Los días felices.(Bueno, felices-felices...)
Live through this salió cuatro días después del suicidio de Kurt Cobain y dos meses más tarde el bajista Kristen Pfaff moría de una sobredosis de heroína. Aunque sólo llegó a la certificación de oro, fue elegido mejor disco de 1994 por medios como el Village Voice, Spin y Rolling Stone.

Soundgarden
Tras la separación de Soundgarden en 1997, y con (¿o a pesar?) el éxito comercial de Down on the Upside, Cornell parecía destinado a una prometedora carrera solista. No sólo porque los temas más famosos de la banda llevaban su firma sino por su carisma y una de las voces más privilegiadas de la década. Ya en la banda de sonido de Singles, Cornell había metido un tema acústico muy Jeff Buckley, titulado “Seasons”. Y fue la muerte de Buckley, su íntimo amigo, lo que lo decidió a escribir su primer disco, editado el año pasado y titulado significativamente Euphoria Morning. Lo acompañaba una banda de Seattle llamada Eleven, que supo contar entre sus filas con Jack Irons (Red Hot Chilli Peppers, Pearl Jam), y grabó un álbum (Thunk) con la producción de Matt Cameron, justamente baterista de Soundgarden. Por cierto que Euphoria... está bastante lejos del hard rock a la Black Sabbath de Soundgarden, y en algún punto es una decepción: la estupenda voz de Cornell brilla como siempre, pero las canciones –una serie de baladas bastante convencionales– no están a la altura de la expectativas. Aun a pesar de la evidente influencia a nivel compositivo ejercidas por las complejas melodías del finadito Buckley. Lanzado hacia su destino de estrella cuasi-pop, su próximo paso tiene que ver con la edición de un tema para la banda de sonido de la súper promocionada “Misión Imposible 2”, que con suma originalidad se titula “Mission 2000”.

Los días felices.
Superunknown debutó en el número 1 en 1994, vendió tres millones de copias, en gran parte de la mano del irresistible “Black Hole Sun”, acompañado por un celebradísimo video que rotó y rotó por MTV. Ese mismo año ganaron dos Grammy. Soundgarden fue la primera banda de Seattle en firmar con un sello multinacional (A&M). Antes de eso había tenido también el “privilegio” de ser una de las primeras de la patria chica G en grabar en el mítico Sub Pop, en un lejano 1987.

Stone Temple Pilots
Heroína es la palabra clave. La carrera del cuarteto, generalmente descalificado por los críticos como simples “imitadores de Pearl Jam”, fue barranca abajo al tiempo que el cantante Scott Weiland aumentaba su consumo de drogas. En 1995 cayó preso por posesión de heroína y cocaína, y fue sentenciado a seguir un programa de rehabilitación. Cuando salió, se fue derecho al estudio a terminar el tercer álbum de los STP, Tiny music... Songs from the Vatican giftshop. El disco no tuvo el éxito de sus predecesores (Core y Purple, ambos triple platino): los tiempos habían cambiado pero, además, la banda no podía salir de gira porque él se había internado en una clínica. Todos dieron por hecho que los Stone Temple Pilots no existían más cuando Weiland publicó su glamoroso (ay, taaaaaan Bowie...) debut solista, 12 bar blues. Al poco tiempo, los tres miembros restantes reclutaron un cantante y formaron Talk Show, que publicó un trabajo epónimo de escasa repercusión. Encima, el 1º de junio de 1998 Weiland volvió a perder, y por posesión de heroína otra vez. Finalmente salió bajo probation y, cuando nadie daba un centavo por ellos, se reunieron para grabar Nº 4. Pero el muchacho loco violó la libertad condicional y fue a parar de nuevo tras las rejas, lo que postergó la gira de presentación del disco. “Leí mucho y me masturbé mucho”, declaró hace poco Weiland sobre sus días en la celda (infestada de cucarachas) que compartía con el actor Robert Downey Jr. Ahora, el vocalista recuperó la libertad y los Pilots harán una gira como teloneros de los Red Hot Chili Peppers... si el bueno de Scott no vuelve a las andadas.

Los días felices.
El primer álbum de los STP (antes llamados Stone Temple Pussies) encontró rápida respuesta entre la generación G, debido a su single “Creep” y a un sonido remitente a Pearl Jam, Soundgarden y Alice in Chains. El disco llegó al número 3 del chart norteamericano y vendió más de tres millones de copias.

Vivir cuesta vida

Son dos libros emblemáticos de la “época”: Generación X, de Douglas Coupland, y Nación Prozac, de Elizabeth Wurtzel. Generación... fue calificado por la crítica como una guía para entender a la generación de los ‘90, gracias a unas simpáticas apostillas que acompañaban los capítulos, a modo de definiciones irónicas sobre situaciones de la vida cotidiana. Pero en realidad se trataba de la historia de un grupo de amigos que decidían abandonar sus bien pagos trabajos en la ciudad, para retirarse al desierto y abandonar la competitiva sociedad norteamericana. Nación..., publicado en 1995, es la autobiografía de Elizabeth Wurtzel. Una exitosa periodista, académica y escritora que, a pesar de su envidiable currículum, promedio y cuenta bancaria, sufría una profunda depresión que la llevó a automutilarse e intentar suicidarse. El libro pretende retratar a la generación cuyos i9conos son el antidepresivo Prozac y Kurt Cobain (exitoso, talentoso y desesperado). Tal como apareció publicado: “si alguien se pregunta cómo se sentía Cobain, siendo genial, joven pero inmerso en la tristeza, este libro es la respuesta”.

Costumbres argentinas

Mataderos está muy lejos de Seattle, pero... ¿En algún momento no pensaste que el Chizo se parecía? Y, ya que estamos con la fruta (mandando). ¿No es "El revelde" una versión agreste de "Smells like teen spirit"? Bueno, no se rían...
El joven Aldana, natural de Temperley, importó algo del sonido y la furia electrocutada con se suele identificar el sonido Seattle. Incluso con aquellos arranques de existencialismo visceral. Hoy, aquello parece lejano, pero fue... Fue.
Bueno, qué decir... Que salió en la tapa del gran diario argentino porque se había teñido en homenaje al reciente difunto. No pasó del gesto, claro, pero al menos llevó a Cobain a la consideración de millones de argentinos comunes y corrientes.


Hate (“Odio”), de Peter Bagge, fue el comic. La historia de Buddy Bradley, un joven inútil que por supuesto vive en Seattle, toma cerveza y se queja todo el día, se convirtió en una sátira de la vida en la ciudad y del aburrimiento y la alienación de la generación alternativa. El autor fundó Phantagraphics, una editorial de comics en la que también firmaba Daniel Clowes y toda una generación de artistas que, con su ironía para el under de los ‘90, hicieron lo mismo que el gran Robert Crumb para la contracultura hippie.

¿Me filmás acá?

Divertida y casi paródica, Singles (1992) de Cameron Crowe es EL film grunge, con cameos de Jeff Amment, Eddie Vedder y Stone Gossard de Pearl Jam –los músicos de una banda liderada por un imbécil Matt Dillon– y la participación, en vivo, de una versión precámbrica de Soundgarden (Cornell con su larga cabellera liberada). La banda de sonido ofrecía una buena recopilación de la “escena”: los de siempre, más Mudhoney, el proto grunge Paul Westerberg, Smashing Pumpkins, Mother Love Bone, Screaming Trees y... Jimi Hendrix, nativo de Seattle. Rodada allí precisamente, la película es una comedia romántica donde desfilan estereotípicos hombre G: los músicos con pose torturada, los universitarios sensibles que no saben qué hacer con su vida, los cineastas independientes y pretenciosos (el mismísimo Tim Burton aparece por ahí) y las chicas feministas e inteligentes. Hablando de todo eso... Reality Bites (Generación X, según la interesada traducción local) resultó también una postal fílmica de la “época”. Estrenada en 1994, y dirigida por Ben Stiller, tiene a Winona Ryder (¿la musa grunge?) como Lelaina Pierce, una chica que quiere filmar un documental acerca de la vida cotidiana de sus amigos. Allí aparece el personaje del director, un yuppie inescrupuloso a quien no le preocupan demasiado las sensibilidades de chicas culposas y honestas. Lelaina debe elegir entre él y Ethan Hawke (Troy Dyer), un bohemio y ético poeta G (con barba candado y todo). Un chico con los mismos problemas por la fama, el dinero y el éxito que Eddie Vedder. En definitiva, una lucha entre la decisión de “transar” a la manera de los ‘80, o mantener la independencia merced a los ideales de “alternativos” de los ‘90. El film tienen todos los clichés del indie way of life norteamericano. Y aunque no lo hagan explícito, seguro que son fans de R.E.M. y concurren cada año al festival de cine de Sundance.