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PSICOLOGIA DE LA FUNCION DEL CUERPO EN LA VEJEZ
Bajo la mirada de su nieto

El caso de la señora que pudo volver a usar la alacena más alta de su cocina ilustra sobre la posibilidad de que los adultos mayores logren regresar, desde el cuerpo de la decepción, al cuerpo reconocido por el Otro.


Por Sergio L. Fajn, Lucila Santagostino de Knopoff, Clara Isabel Picoli y Graciela Zarebski *

María, de 68 años, vive sola en un departamento en el barrio de Almagro. Dice que los dolores de huesos y la humedad no la dejan en paz. Le ha pedido a su hijo que le ponga las cosas de todos los días en los estantes bajo de la alacena, porque se le hace difícil estirar los brazos para llegar hasta ahí arriba. No sabe qué le molesta más: seguir subiéndose al banquito para llegar hasta las latas o pedirles a los demás que le den una mano. Siente que su mundo se achica cada día más, que las molestias la van cercando, que no hay con quién hablar ni adónde ir.
Javier, su nieto de 10 años, vio que en su escuela, después de las seis de la tarde, entra gente de la edad de su abuela. Decidió averiguar y efectivamente, éste puede ser un sitio para ella. La invitó y ella, después de seis o siete meses de insistencia, accedió a ir. Eran clases de gimnasia. Al principio sólo miraba, desde lejos, por si acaso. Una vez que entró en confianza, decidió sumarse poco a poco. Presentó su chequeo médico al profesor y, en un costadito, empezó a moverse tímidamente. Javier la esperaba desde el asiento. Ella estaba sostenida por la mirada de Javier y la de su profesor.
No estaba muy segura de qué la llevaba cada lunes, cada miércoles, cada viernes. Si era por sus nuevas compañeras, que la saludan por su nombre al llegar, o porque descubrió a una vecina de la otra cuadra que también iba a la actividad, o por el profesor que la estimulaba a seguir, o quizá no quería defraudar a Javier. A los dos meses se sumó al taller de juegos teatrales, los martes y jueves. 
�Hoy volví a poner las latas de yerba y galletitas en el estante de arriba �cuenta María�. Con cuidado, pero llego. Acaricio la gata agachándome y el otro día, en teatro, representamos un colectivo: yo iba parada, sosteniéndome, sin trastabillar, no tenía miedo a caerme con cada frenada. Puede ser que pronto me anime, que suba al 65 y ande tranquila.�
Un eje preventivo es preservar la autonomía. En el caso de María, su horizonte se iba recortando progresivamente: dolores que reducían su campo de acción, miedos que la inhibían para viajar en colectivo, malhumor por depender de su hijo; pocos lazos sociales más allá de los familiares. Su autonomía se iba perdiendo. 
El orden de las transformaciones que vive María va en dirección a cambiar su posición subjetiva en la manera de atravesar el envejecimiento. Su nieto le abre un puente; va de la mano de alguien en quien confía. Se han puesto en movimiento su cuerpo y sus fantasías. En realidad su cuerpo había entrado en acción aun mientras observaba: viendo a los otros, se veía. Múltiples cuerpos conviven en el suyo: el cuerpo del dolor, el cuerpo que le devuelve el espejo, el cuerpo lento, tembloroso, inseguro; el que le retornan sus seres cercanos. Ahora, un nuevo cuerpo es, otra vez, contorneado, libidinizado en el encuentro con las miradas y contactos.
En el trabajo del adulto mayor con su cuerpo, a partir de él y de su motricidad, a partir de lo perceptivo puesto en situación, se produce un movimiento de otro orden, que trabaja sobre las imágenes corporales. La imagen del cuerpo es la síntesis viva de nuestras experiencias emocionales: interhumanas, repetitivamente vividas a través de las sensaciones erógenas, electivas, arcaicas o actuales. La imagen del cuerpo refiere al sujeto deseante, a su gozar, mediatizado por el lenguaje memorizado de la comunicación entre sujetos. Puede hacerse independiente del esquema corporal y se articula con él a través del narcisismo. La imagen del cuerpo es la huella estructural de la historia emocional de un ser humano. Es el lugar inconsciente en el cual se elabora toda expresión del sujeto, lugar de emisión y recepción de las emociones interhumanas, fundadas en el lenguaje.
La conciencia del tiempo como personaje activo y con voluntad indoblegable cobra resonancia en este período de la vida, en lo que se percibe como representación del cuerpo (imagen del cuerpo) y también desde lo que palpita como sensorialidad (esquema corporal).
En la vejez, las modificaciones corporales pueden implicar una rotunda lesión narcisística: lo que refleja el espejo puede tener un carácter crecientemente decepcionante. Y en esto se entrelazan valores predominantes en nuestra cultura occidental actual. Belleza y vigor son rasgos sobrestimados, desplazando frecuentemente a todo otro ideal. El modelo cultural vigente condiciona desde dónde el individuo buscará satisfacer el requisito narcisístico de ser reconocido y valorado. Dice Hegel en Fenomenología del espíritu: �El ser humano completo sólo es en cuanto se lo reconoce�. Ese cuerpo decepciona al sujeto en la medida que supone la desilusión del otro. 
El adulto mayor corre el riego de apoyarse sólo en su imagen visual. Freud, de entre los tipos de impresión sensorial, destacó un modo intermedio entre lo externo y lo interno: la doble impresión táctil, que consiste en la superposición de dos percepciones, tocar, sentirse tocado. Estas diversas fuentes desde las que el cuerpo es reconocido corresponden a distintas lógicas desde las cuales el adulto mayor se relaciona con su interioridad y con la representación de la realidad exterior. Un espacio de articulación interior-exterior es la doble impresión táctil, que implica una subjetividad que incluye y se constituye en el contacto con un otro. La recuperación de ese otro modo de reconocimiento, el contacto táctil, facilita el reencuentro con un espacio subjetivo compuesto por sensorialidades y estados afectivos. 
Para María, es posible que su participación en la escuela le permita proyectarse más allá del funcionamiento del centro, diseñando salidas compartidas, buscando otros lugares para bailar o cantar. Tomar decisiones sobre el tiempo libre implica también re-crear la propia dimensión subjetiva, sostener el deseo frente a los otros y enfrentar el desafío de correrse de los roles establecidos en acuerdo explícito o implícito con otros miembros de la familia. Generar una ruptura con estos lugares hace que los otros deban revisar su propia ubicación, y en ellos aparecen, invariablemente, resistencias al cambio y defensas ante lo nuevo. Tal vez aquella capacidad de movimiento sea condición para un sano envejecer. En todo caso, el modo en que se emplea el tiempo libre en la vejez muestra la forma en que se aprovechó ese tiempo en otros momentos de la vida. 

* Docentes en la Carrera de Posgrado de Especialización en Gerontología de la Universidad Maimónides. Extractado del trabajo �El cuerpo en la vejez: una mirada psicogerontológica�.

 


 

FRAGMENTO DE UN TRABAJO PREMIADO EN EL CONCURSO DEL AMEGHINO
�Se sobrevalora la clínica individual�

Por Ana Ballesteros, Claudia López Mosteiro, Clara Vicchi y Marcos Weinstein *

Los hechos políticos y sociales de los últimos 30 años tuvieron escenificación en la institución de salud mental, con efectos en los equipos de salud, en sus marcos teóricos de referencia y en las demandas. Así como desaparecieron servicios asistenciales, se interrumpieron los registros de admisiones a partir de mayo de 1976 en el libro ad hoc del Centro de Salud Mental Nº 1. 
La marca era la amenaza, que en la actualidad se resignifica como amenaza de exclusión. Se genera un sentimiento de vulnerabilidad, inestabilidad y fragmentación de la identidad y de la subjetividad. Antes, desapariciones; hoy, exclusiones del universo simbólico. Opera un mecanismo de desmentida: existen los excluidos, pero son renegados.
La apertura de los servicios de psicopatología en los hospitales generales y la creación de los centros de salud mental, en 1968, está vinculada con la ruptura de la hegemonía manicomial y con la promoción del concepto de salud mental para el abordaje de los padecimientos psíquicos. Esto supone un pasaje del discurso médico hegemónico a una concepción interdisciplinaria y la inclusión del psicoanálisis.
La reclusión corresponde a la locura tal como la exclusión concierne al consumo: el que no tiene es in-significante. Hay una asociación entre las estructuras del poder y el modelo manicomial que persiste, por su todavía intensa impregnación en el imaginario social, sobre la base de la ideología autoritaria. Así las instituciones producen y reproducen subjetividades autoritarias (clausura del sentido) y obstaculizan a aquellas que promueven un pensamiento libre y autónomo.
Las nuevas presentaciones de los padecimientos psíquicos �muchas veces expresión de cambios sociales� colocan a las instituciones de salud mental ante el desafío de modificar sus estructuras. La falta de continuidad a través de las distintas gestiones hace que los equipos asistenciales y los programas se formen por iniciativas individuales de los profesionales, sin una planificación previa.
Hay escisión entre la formación académica y los requerimientos en las instituciones, ya que se sobrevaloran los aspectos ligados a la práctica clínica individual respecto de lo comunitario. Se produce un deslizamiento del espacio privado hacia el público (el �uno a uno�) y de lo individual sobre lo colectivo: la privatización del conflicto social. Los aspectos más rígidos de la institución psicoanalítica dificultan una lectura más integradora de los nuevos fenómenos sociales.
La valoración del ejercicio privado, sin adecuación al espacio público, genera el desconocimiento de la historia clínica como documento; no permite evaluaciones epidemiológicas, de la demanda ni de la organización del servicio. Las historias clínicas actuales no alcanzan a reflejar los aspectos sociales: quedan como meros datos; así, ese documento pone en acto elementos disociados del imaginario �psi� que inciden en la práctica clínica. Queremos rescatar el valor del historial en su singularidad, desde una mirada integradora de los aspectos sociales de la subjetividad.

* Extractado del trabajo �Entre el imaginario social y sus instituciones. El lugar de la salud mental�, que obtuvo el Premio Ameghino el año pasado.

 

 

posdata

Ciencias. �La interpretación en las ciencias, hoy�, con Janine Puget, Silvio Maresca, Julia Botta y Alberto Kornblihtt, hoy a las 21 en APdeBA, Maure 1850. Gratuito.
Infanto. Jornada de Clínica y Psicopatología Infantojuvenil en la Facu de Psico de la UBA, el 4 de 8 a 19. 4931-6900. 
Pichon. Jornada Latinoamericana de Psicología Social y de Homenaje a Enrique Pichon-Rivière, del 26 al 29. 4957-1907.
Urgencias. Jornada �Urgencias� del Equipo de Urgencias de Psicopatología del Hospital Israelita, el 28 de 10 a 15. Gratuito. 4771-3071.
Clínica. Reunión clínica de Convergencia, el 28 de 10 a 13, con Alicia Varela, Liliana Donzis, Isidoro Gurman y Juan Carlos Cosaka. 4951-6083.
Comunitaria. �Psicoanálisis y salud mental comunitaria�, por Emiliano Galende en APBA. 31 a las 20.45. Gratuito. Av. de Mayo 950.
Fumar. �Dejar de fumar: despejando temores�, con Claudio Guerchicoff, el 2 a las 19 en San José 524. 4785-8543. Gratuito.
Graves. Jornada de Patologías Graves en la Infancia. Hospital de Día de la Cruz Roja. 28 a las 8.30. 4244-3105.
Judaísmo. �Freud: psicoanálisis y judaísmo�, con José Topf, Santiago Kovadloff, Sergio Bergman, María I. Pérez y Eduardo González en Independencia 3065, el 31 a las 20. Gratuito.
Acontecimiento. �Micropolítica del acontecimiento y subjetividad�, por Adriana Zambrini. El 2 a las 21.30. Gratuito. Soler 4191. Centro de Psicodrama Psicoanalítico. 
Presentación. Del libro de Claudio Chillik Por qué no podemos tener un hijo, el 26 a las 18.30 en Florida 340.

Mail de estas páginas: [email protected] . Fax: 4334-2330.

 

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