Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
 


Vale decir


Regresa a RADAR

La Gran Novela Americana
ataca de nuevo

POR ALFREDO GRIECO Y BAVIO

Antes de que America On Line comprara Time/Warner, ya estaban casados en la ficción: en la novela Turn of the Century. Publicada en 1999, su acción, con delicada ucronía, se desarrolla en 2000. Su autor es Kurt Andersen, famoso por su Nuevo Periodismo, su visión desde el lado de adentro de los mundos de ricos y famosos. La novela norteamericana más habitualmente celebrada –ese mainstream mediocre que va de John Updike a Ann Tyler y John Irving– tiene su centro en las desdichas, domésticas, heterosexuales, privadas, de clasemedieros incómodos por un destino del que procuran, con mayor o menor éxito, huir corriendo. El universo del poder real –la política y los negocios– ha quedado en manos del best seller: Tom Clancy, Michael Crichton, John Grisham. Pero también en las de otros novelistas que, por más latencia cinematográfica que se descubra en sus obras, no aspiran a ella en primer término, sino a un ideal de realismo artístico escarnecido por los primeros. Las “grandes novelas” más castigadas de 1999 fueron A Man in Full de Tom Wolfe y Hannibal de Thomas Harris. A esta categoría –con sustanciales diferencias que ahora poco importan– pertenece Turn of the Century: la de las castigadas por sus pares (John Irving, Norman Mailer, John Updike) y por la crítica (The Economist, The New Republic, The London Review of Books), no por los lectores. Se las censura a la vez por un exceso (dar cuenta de un período histórico en su inabarcable concreción) y un defecto (ser, en suma, periodismo y no literatura).
Como en el siglo XIX, como en la serie de veinte novelas marítimas que se interrumpió la semana pasada con la muerte de Patrick O’Brian, en el centro de Turn of the Century hay una pareja: George Mactier y Lizzie Zimbalist (por riguroso orden de aparición en el texto). Pero, a diferencia de tantas parejas desde el origen griego y latino de la novela occidental, aquí triunfa una combativa simetría entre los sexos. George es productor televisivo y gana cuarenta mil dólares por semana. Su compañera Lizzie, que quiere ganar aún más, es dueña de su propia empresa de software. La pareja vive en Nueva York, pero va y viene al Noroeste Digital y a la California del Entretenimiento.
El estereotipo del magnate norteamericano –aquel petrolero de Texas apoltronado en un sillón apenas capaz de soportar su peso, que tragaba bourbons dobles con una bataclana en cada pierna, encendía cigarros con billetes de cien dólares, arrojaba ostentosamente la ceniza al piso y contaba a sus guardaespaldas cubanos su historia preferida: “Cómo me hice rico”– parece haber perimido–. Los nuevos ricos de Seattle o del Silicon Valley no son menos ambiciosos ni triunfalistas, pero sí se muestran bien distintos en su gasto conspicuo. Y Turn of the Century nos deja verlos como si se hiciera invitar a los cócteles y después espiara por las cerraduras. Algo que Andersen demostró que sabía hacer en Spy (la revista que fundó en los 80) o en New York (de la que fue editor, y donde se hizo famoso por desmoralizar al staff y enviar avisos de despido por fax). Pero si en los 80 Andersen disparaba contra el inimputable Donald Trump, en los 90 el blanco es el mismísimo Bill Gates.
George, el protagonista de Turn of the Century, trata de vender un teleshow trisemanal que se llama “En Tiempo Real”. Su compañera y antagonista Lizzie pelea por venderle una parte de su empresa –pero sólo una parte y al mejor precio– a Microsoft. Las intrigas se cruzan: el superjefe de George contrata a Lizzie y la hace socia. George –que es manco y al que se le muere la madre– teme que estén viviendo un romance, y además le cancelan su show. Finalmente, el romance no había existido y George consigue un encargo más lucrativo: realizar un documental sobre adolescentes zapatistas financiado espléndidamente por Benetton. Y la pareja reconciliada consigue vengarse del superjefe de George y del propio Bill Gates gracias a una banda de hackers –alemanes, punk– que trabaja en la empresa de Lizzie. Es que Kurt Andersen ha buscado recrearse a sí mismo como la América o la Unión Europea de los 90, que invaden Kosovo o aprisionan a Pinochet para liberarlo quince meses después, pero sin abandonar nunca las “razones humanitarias”. Para ello trata de mostrar a sus héroes como personas sensibles (al parecer, están basados en su propio matrimonio). Uno preferiría que, con la misma agudeza de observación social (lenguaje y maneras), la historia fuera narrada por un Evelyn Waugh, Kingsley Amis o Patricia Highsmith, “como las arañas escribirían de las moscas”. Pero Turn of the Century es la novela de la era Nasdaq (aunque existe desde 1971, hasta hace pocos años sólo los conocedores de la Bolsa sabían que éste era el índice del crecimiento tecnológico, de las empresas como Microsoft e Intel). Hoy, Estados Unidos es la tierra del Nasdaq: trasunta el optimismo, la confianza en la superioridad, el romance de la buena fortuna y de las fortunas instantáneas. No es para menos: en 1999, cuando Jeff Bezos –fundador de amazon.com– era elegido “persona del año” por la revista Time, el índice creció un pornográfico 86 por ciento.

arriba