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Mientras se reedita una versión remasterizada de su magistral primer álbum (In the Court of the Crimson King, 1969), Robert Fripp ha reunido una vez más a la legendaria banda del Rey Carmesí (esta vez como cuarteto), con el propósito de grabar un nuevo disco y tocar en vivo, aunque confiesa en Internet: �Podría ganar más en una semana de conciertos como solista en la Argentina, que en un mes de gira con King Crimson�.

Por SERGIO MARCHI

�El cinismo es un precio muy alto: nos cierra a la música. Para un músico, el cinismo es sinónimo de muerte�, escribió Robert Fripp hace poco, en una carta a la revista Input, respondiéndole a un fanático que lo había atacado por el supuesto interés pecuniario que implicaba reunir a King Crimson quince años después de su disolución. En otro músico, la carta no hubiera tenido contestación ni acuse de recibo; pero el espíritu guerrero de Fripp no parece haberse encallecido, así que recoge el guante del desafío y, con flema británica, sopapea a su crítico utilizando los recursos judokas que aplicó durante su trayectoria para superar las trampas del star-system. Mientras los mejores grupos de la historia se separaron por la presión de los diferentes egos, Fripp ha buscado manejarse con conceptos firmes. �La mejor manera de discernir un grupo verdadero de uno falso es el dinero: un grupo de verdad lo comparte. En King Crimson, nadie se hace más rico que el resto�, explicaba Fripp a Toby Howard, el fanático que le había escrito esa demoledora carta abierta. �Podría ganar más en una semana de conciertos como solista en la Argentina, que en un mes de gira con King Crimson�. De hecho, Fripp se encuentra en estos momentos trabajando en un nuevo disco de King Crimson, gigante progresivo que se niega a detener su andar pese a lo poco rentable que le resulta. Aun así, la Argentina continúa presente en los pensamientos del guitarrista, que lleva un diario por Internet (www.disciplineglobalmobile.com/diary/diary.htm) en donde habla de filosofía, del nuevo disco que está grabando con su grupo, de problemas domésticos con el tanque de su casa en Inglaterra, de drogas, o de lo mucho que extraña a su mujer. Una mañana transcribió en su site lo que pensaba de los demos del nuevo disco de la guitarrista argentina María Gabriela Epumer, en el que Fripp participará activamente como músico. Poco después menciona la presencia en Seattle de Cristian de Santis, uno de sus alumnos argentinos del Guitar Craft, el curso de guitarra que dicta en varias partes del mundo. Es más, Fripp se alegra �y lo hace público� cuando se le confirma la emisión del pasaje que lo depositará en Buenos Aires a fines de marzo del 2000 para otro curso del Guitar Craft, probablemente en Mendoza. EN LA CORTE DEL REY CARMESI Mientras Fripp se concentra en tratar de sacar adelante el futuro de King Crimson devenido cuarteto (con Adrian Belew, Trey Gunn y Pat Mastelotto), el pasado vuelve a alcanzar a esta temible criatura sin edad. Como celebración de los treinta años de su lanzamiento, acaba de salir al mercado una nueva reedición de In the court of the Crimson King, fundamental primer disco de la banda, con un sonido tan espectacular -producto de la remasterización� que haría que un fanático de Metallica estrellara su cabeza contra la pared en señal aprobatoria. Muchos críticos hablan de heavy metal para intentar describir el sonido del primer disco de Crimson: un contundente unísono de saxos, guitarras distorsionadas y voz procesada inicia la placa con un riff que no hubiera desentonado en Black Sabbath. Claro que la complejidad de �21st Century Schizoid Man�, con sus métricas irregulares, les hubiera dificultado la ejecución. El resto del álbum abre un espectro mucho más panorámico, con una multitud de instrumentos de vientos, cuerdas y percusión, climas de total quietud que de pronto se estrellan contra una pared de estridencia. La calidez de la flauta dulce de Ian McDonald en �I Talk to the Wind�, el tono épico de Greg Lake entonando los versos de �In the Court of the Crimson King� o la instrumentación y el desarrollo épico de �Epitaph�, hicieron de este primer álbum una obra maestra que aún hoy puede pasearse sin maquillaje por cualquier equipo de audio y sonar actual. La salida de este álbum fue como el descubrimiento de América por Colón (de hecho el disco se editó el 12 de octubre de 1969): de pronto, muchos músicos descubrieron que el rock podía ser considerado como �música seria�, esta vez en serio. Ya no era la irreverencia de un Paul McCartney de 25 años que, sin leer ni una corchea, dirigía a una orquesta de cuarenta músicos en �A Day in the Life� (el tema que, junto a la influencia de Jimi Hendrix, hizo que Fripp dejara su rentable profesión de agente inmobiliario). Ni tampoco la desfachatez de Procol Harum robándole a Bach en �Con su blanca palidez�, ni mucho menos la arrogancia de los Moody Blues registrando su Days of Future Passed con The London Festival Orchestra. LOS CABALLEROS DEL REY En esa primera encarnación de King Crimson, además de Fripp se encontraban el baterista Michael Giles, el cantante y bajista Greg Lake, el multiinstrumentista Ian McDonald y el letrista e iluminador Pete Sinfield. Fue justamente él quien bautizó a King Crimson, tomando una forma anglizada del árabe (�B�il Sabab�, para nosotros Belcebú) para aludir a ese �rey carmesí� que no es otro que el demonio. Luego de ser el letrista de los primeros cinco discos de King Crimson, Sinfield llegó a sacar un álbum solista (Still, 1973), pero después poco se supo de él (muchos fans de Crimson se horrorizaron cuando vieron que un tal Sinfield firmaba una canción interpretada por... Celine Dion, pero no se pudo comprobar si se trataba del viejo Pete o no). Con respecto al primer álbum de Crimson, Greg Lake dice hoy: �Fue un disco que ejerció una tremenda influencia en la música de su tiempo. Me parece que para mucha gente, el álbum de Crimson fue su primera exposición a la música seria con forma de rock and roll. Ponía en práctica ideas de vanguardia, tocábamos cosas fuera de tono deliberadamente y en métricas rítmicas que no funcionaban. Hasta tuvimos solos donde no había clave por la cual guiarse�. Uno de los tantos músicos que se sintieron tocados por aquel trabajo de King Crimson fue Bill Bruford, un excelente baterista que en aquel momento grababa el segundo disco con su grupo Yes: �Supe de inmediato que Crimson era el grupo en el que quería estar�. Tres años más tarde abandonó Yes (en el momento de su mayor popularidad) para acompañar a Fripp en la reconstitución de King Crimson en 1972, después de incontables cambios de formación y discos que no repitieron el impacto artístico y comercial del primero. �Pongámoslo así�, continúa Bruford: �King Crimson era el único grupo para un baterista de rock en el que podías tocar en 17/16, y aun así parar en hoteles decentes cuando estabas de gira�. Otra de las razones por las que Bill Bruford eligió a King Crimson fue la efímera pertenencia del percusionista Jaime Muir al grupo. Muir era un músico poco convencional: equilibrado y bien balanceado como persona, podía transformarse en un monstruo en el escenario (en algunos shows de King Crimson en 1973, el percusionista recorría el escenario munido de cadenas y escupiendo sangre). Mucha otra gente quiso pertenecer a King Crimson y no pudo. Bryan Ferry se presentó a una audición y no pudo quedarse con el rol de cantante. Incluso Elton John estuvo a punto de ser el vocalista en el álbum Lizard, pero cuando Fripp escuchó su primer álbum, opinó que era pobre como cantante y le bajó el pulgar. John Wetton, que venía del grupo Family, culminó con una seguidilla de cantantes/bajistas que sólo aguantaban un álbum la disciplina de Robert Fripp. Con él, Crimson recuperó el vigor perdido e inició un período fructífero, desde Lark�s Tongues in Aspic (1973), el complejo Starless and Bible Black (1974), y una maravillosa disección del heavy metal bautizada Red (también de 1974). Tras una extenuante gira del grupo por Estados Unidos, Fripp regresó a su Gran Bretaña natal y proclamó: �En el futuro, sólo serán capaces de sobrevivir las unidades móviles, pequeñas y altamente inteligentes. Los días de las bandas de dinosaurios han terminado y King Crimson se acabó para siempre�. En el primer concepto, Fripp acertó. En el segundo, se equivocó: a Crimson lo aguardaban nuevas muertes y resurrecciones.

�IMPOSIBLE ALCANZAR LA META SIN SUFRIR� Esa máxima fue pronunciada por J. G. Bennett, discípulo de Gurdjieff y fundador del centro para el auto-mejoramiento, en el cual Fripp estudió entre 1976 y 1979. En ese campo, el guitarrista encontró líneas filosóficas que guiarían su trabajo y que le posibilitarían el descubrimiento de una radical nueva manera de relacionarse con el mundo de la industria musical, con los músicos y con el público. Entre 1975 y 1981, momento en que Crimson se levanta de su sepulcro, Fripp colaboró con artistas tan disímiles como Brian Eno (�el hombre cuyo concepto del delay, la repetición y el azar cambió mi forma de tocar la guitarra para siempre, directamente y sin explicación, en setiembre de 1972�), David Bowie, Peter Gabriel, The Roches, Daryl Hall, Andy Summers y Blondie. A todos ellos sorprendió con su nuevo sonido llamado Frippertronics, �basado en la repetición, el delay y el azar�. King Crimson encarnó por segunda vez con Fripp, Bruford, y dos norteamericanos: Adrian Belew y Tony Levin. Belew era un egresado de la academia Frank Zappa y había mostrado su valía con Talking Heads. Levin era un cotizado bajista de sesión que había en el último álbum de John Lennon, entre muchos otros trabajos. Con esta nueva formación Crimson alcanzó un sonido moderno, minimalista, torcidamente funky en una trilogía de álbumes: Discipline (1981), Beat (1982) y Three of a Perfect Pair (1984). Ese año, la máquina fue nuevamente desmontada, según se cuenta porque Bill Bruford se negó a tocar en vivo con una batería digital con la que Fripp se había encaprichado. Habrían de pasar diez años para que Fripp tuviera una revelación, tal como le sucede habitualmente: cuando maneja su auto. �Sentí a mi lado una presencia conocida (Fripp siempre habla veladamente de esa presencia entre etérea y sulfurosa, que no sería otra que el mismísimo Rey Carmesí). Me habían ofrecido hacer la música de la película Neuromancer (basada en la novela de William Gibson) y me salió una música crimsoide. Cuando percibí esa presencia, descubrí que esa música en la que estaba pensando reclamaba la reaparición del único grupo que podría tocarla: King Crimson�. La aparición le susurró al oído la idea de un doble trío, con una doble base rítmica: por un lado, Bruford y Levin, y por el otro, se incorporaron el stickista Trey Gunn y el baterista Pat Mastelotto. En 1994, Buenos Aires fue testigo de la nueva resurrección de Crimson, que hasta ahora sólo dejó un álbum oficial, Thrak, y una multitud de �piratas oficiales�, todos distribuidos por el sello de Fripp: Discipline Global Mobile. Hoy, Fripp escribe por las mañanas su diario, y hacia el mediodía se encamina al estudio para encontrarse con Baldy Belew (apodo del guitarrista, desde que se peló) y The Rhythm Buddies (�Los amiguitos rítmicos�) Gunn y Mastelotto. Junto a ellos lucha por poner en caja al díscolo King Crimson, que a estas alturas ya debe estar terminando el álbum que pondrá en circulación durante 2000. Tal vez se pueda ver al grupo nuevamente sobre un escenario porteño, siempre y cuando �la aparición del averno� se lo dicte al oído a Fripp mientras conduce su auto por la bucólica campiña inglesa.

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