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La edición en castellano de Edmond Jabés

El judío errante

Edmond Jabés fue para muchos escritores un escritor de cabecera. El libro de las preguntas, dos voluminosos tomos que por primera vez se editan en castellano, mereció elogios y estudios de autores tan disímiles como Jules Blanchot, Jacques Derrida y Paul Auster, sobre todo a partir de una osada hipótesis que Jabés se encargaría de sostener con su vida y con su obra: todo escritor es judío.

Por GUILLERMO SACCOMANNO

Prácticamente desconocido en nuestro idioma, Edmond Jabés (1912-1990) es un autor que se resiste a las clasificaciones. Nacido en El Cairo, exiliado en París, sufriendo de asma, escribió El libro de las preguntas, su libro monumental, en los viajes en metro de ida y vuelta del trabajo. En El libro de las preguntas Jabés estructura una narración apelando tanto a la poesía como al aforismo. Hay rabinos obsesionados por el lenguaje, hay una historia de amor y deportación, hay la referencia inexorable a los campos de exterminio. También, fundamentalmente, hay un cuestionamiento grave del lenguaje y los cánones literarios. Consagrado por Blanchot, Derrida y Auster, Jabés arriesga una hipótesis extrema que resulta verosímil: todo escritor es un judío. EL libro que vendra Edmond Jabés tenía cuarenta y cuatro años cuando, en 1956, Nasser y la agudización del conflicto del Canal de Suez tornan complicada la situación de los judíos en Egipto. Para Jabés, miembro de una familia judía acomodada de El Cairo, la situación se vuelve peligrosa. Aun cuando estaba interiorizado de lo ocurrido en los campos de concentración durante la Segunda Guerra, todavía no tenía una conciencia fuerte de �la cuestión judía�. Jabés había visto los cuerpos lacerados de los sobrevivientes, había escuchado sus testimonios, pero su propia situación aún no había sido preocupante. Años más tarde, en una entrevista de Paul Auster, recordaría: �Como los países árabes no eran capaces de entenderse entre sí, Israel se convirtió en un conveniente chivo expiatorio. Y poco a poco todos los judíos se transformaron en israelitas, se acabaron las distinciones. Con cada nueva guerra, la situación empeoraba. En 1956 ya era imposible seguir ahí�. Sin embargo, contra lo que hubiera podido calcularse, Jabés no eligió Israel como estrategia salvadora: �No, nunca. Jamás vi a Israel como la solución al problema. No estoy en contra de Israel, pero pienso que es un error considerarla como la única respuesta. Por un lado está el Israel de la historia judía, el viejo sueño de Israel, y por otro está el Estado de Israel, que es un país entre tantos países del mundo. No son la misma cosa�. Entonces Jabés eligió París. El francés había sido hasta entonces su lengua y la de sus libros. En la adolescencia, tras descubrir a Verlaine y Baudelaire, pero sobre todo a Rimbaud y Mallarmé, Jabés se había adentrado en la poesía. De su contacto con los surrealistas, sólo se quedó con la amistad de Max Jacob, que le enseñó a ser él mismo, es decir, �diferente�. Así se entiende que Jabés rehusara siempre a adscribir a cualquier corriente o movimiento prefiriendo los riesgos del iconoclasta. Si bien en 1945 su obra ya había comenzado a publicarse en Francia, todavía faltaba alrededor de una década para que, con El libro de las preguntas, Jabés se transformara en un autor de culto, mítico centro de atención literaria y filosófica, despertando el interés de, entre otros, Maurice Blanchot (El libro que vendrá) y Jacques Derrida (La escritura y la diferencia).

EL ESCRITOR SUBTERRANEO El libro de las preguntas puede ser leído como una novela, pero no es una novela en el sentido estricto. También puede ser leído como un ciclópeo ejercicio poético, pero no se limita a ser sólo poesía. Con sus ecos cabalísticos, refulgiendo por momentos como versículos bíblicos, El libro de las preguntas impone un particular ritmo de lectura. No se puede leer de corrido, aunque en algún aspecto es una epopeya. En todo caso, su propuesta desmesurada consiste en plantearse como un texto de saber iniciático. La transparencia de sus paradojas, auténticos hallazgos verbales, obliga a detenerse, a volver hacia atrás para tomar envión y, así, avanzar otra vez. �Al leer, destruimos el libro para convertirlo en otro libro�, ha dicho Jabés más tarde. �El libro siempre nace de un libro roto. Y la palabra, a su vez, siempre nace de una palabra rota�. A Jabés el trabajo de escritor le hace pensar en una frase que Beckett lanzó a fines de los cuarenta: �Ser artista es fracasar donde ningún otro se atreve a fracasar�. Jabés escribió El libro de las preguntas entre 1959 y 1962, en el metro, mientras iba y venía de un trabajo rutinario. Si se tiene en cuenta que Jabés sufría de asma, no es desatinado entonces conjeturar la relación que en el libro se establece, de modo subterráneo, entre respiración y escritura. �La distribución de párrafos largos y cortos responde a una cuestión de ritmo�, ha explicado Jabés. �Una frase completa, una frase lírica, da lugar a una gran inspiración que permite respirar profundamente. Hay otros momentos en que la obra se repliega sobre sí misma y la respiración se vuelve más corta, más difícil. Por ejemplo, dicen que Nietzsche escribió aforismos porque sufría de dolores de cabeza terribles que no le permitían extenderse demasiado cuando se sentaba a escribir. No sé si será cierto o no, pero yo estoy convencido de que un escritor trabaja con todo su cuerpo. Uno vive con su cuerpo y el libro es ante todo el libro del cuerpo. En mi caso, el aforismo, lo que podríamos llamar la frase desnuda, surge de una necesidad de rodear a las palabras de blanco para que puedan respirar. Al sufrir de asma, al darles aliento a mis palabras a menudo siento que me estoy ayudando a mí mismo.� Pero, ¿qué cuenta Jabés en El libro de las preguntas? Una trama básica intenta narrar el encuentro y desencuentro de Yukel, escritor, muchas veces alter-ego de Jabés, con su amante Sara. Sobre Yukel y Sara se cierne el nazismo. Sara, después de su deportación y su paso por el campo de concentración, sobrevivirá, pero con sus facultades mentales alteradas, retorcida literalmente en un grito (y habrá que subrayar, en Jabés, la trascendencia que le otorga al grito, casi un equivalente del libro). Yukel, por su parte, quebrado, optará por el suicidio. Pero la historia no se puede resumir tan linealmente. Jabés desconfía permanentemente de la linealidad novelesca: �La novela de Sara y de Yukel, a través de diferentes diálogos y meditaciones atribuidos a rabinos imaginarios, es el relato de un amor destruido por los hombres y las palabras. Tiene la dimensión del libro y la amarga obstinación de una pregunta errante�. Las voces de los rabinos intervienen todo el tiempo, interpelan, cuestionan, preguntan y ponen en duda aquello que es sueño como aquello que parece realidad. Jabés no se ancla del todo en un género o en otro. Pasa de la tipografía convencional a las bastardillas. Se demora en establecer vínculos entre letras y números (por ejemplo, las iniciales de Sara, coincidiendo con las del verdugo SS; el número cinco y cinco letras, que con una alteración, permiten pasar de �livre� a �libre�). Lejos de tratarse de caprichosos juegos de palabras, acá hay una reflexión grave sobre los usos del lenguaje. Lejos de transmitir inquietud, los pasajes y cambios que propone El libro de las preguntas provocan la reflexión. Y es entonces cuando el libro empieza a revelar lo que hasta ahora había permanecido oculto. La esencia del ser judío y la esencia del ser escritor son una y la misma.

EL SENTIDO DEL LIBRO Por un error en el registro de la fecha de su nacimiento en El Cairo en abril de 1912, Jabés arribó a una imagen: �La primera manifestación de mi existencia fue la de una ausencia que llevaba mi nombre�. Con insistencia, Jabés escribirá más tarde: �Estoy ausente porque soy el narrador. Sólo el cuento es real�. Y también: �Cuando escribí por primera vez mi nombre supe que estaba escribiendo un libro�. Más todavía: �Yo no soy ese hombre, pues ese hombre escribe y el escritor no es nadie�. Aunque estos postulados puedan parecer opuestos entre sí, como señala Derrida, no hay contradicción. �Sacrificio de la existencia a la palabra, como decía Hegel, pero también consagración de la existencia por la palabra�. En Egipto, Jabés había escrito varias obras de teatro. Al instalarse en París, disponía de catorce años de experiencia como poeta. Sin embargo, Jabés pensó dedicarse al drama. �El libro que sería El libro de las preguntas nació muy despacio�, confesó Jabés. �Primero, como un drama que empezó a cobrar cada vez mayor importancia simbólica y luego en forma dereflexiones que no tenían una forma concreta. Era algo muy vago. Por fin me di cuenta de que no tenía nada que ver con el teatro, pero si no era una obra dramática, ¿qué era? Poco a poco, a pesar de mí mismo, comenzó a surgir este libro, el libro que había estado buscando en la oscuridad empezó a insinuarse a través del cuestionamiento, a través de una historia dramática que quería presentar tal como la sentía, una historia que quería contar sin llegar a contarla realmente. Hay historias que no necesitan contarse para ser conocidas y comprendidas. Y en el terreno de lo formal, esto era algo bastante nuevo: ésa no era la forma de contar una historia. Pero la idea de una simple historia no me satisfacía. No era lo que yo buscaba. En torno de la historia que tenía en mente, estaba el cuestionamiento y esa idea comenzó a obsesionarme. Era como si el libro fuera a ser un medio para encontrarme por fin conmigo mismo, en el que encontraría mi universo, como si el libro fuera a convertirse en algo fantástico donde se iniciara una verdadera aventura.� Desde el principio, Jabés empieza por cuestionar el valor y el poder de la escritura. El verbo, la palabra y sus funciones le inspiran las más diversas observaciones, siempre en torno de las conexiones entre ilusión y verdad, esta última habitualmente esquiva. Básicamente, Jabés indaga: �A toda pregunta �sostiene�, el judío responde con otra pregunta�. La escritura, si un sentido puede tener, es el de ser leída. Pero el circuito recién se cierra (o se abre, depende), cuando la escritura leída deviene relato. Además, Jabés escribe sobre el escribir: �Escribir es emprender un viaje a cuyo término no se será ya el mismo�. Y arriesga: �Yo creo en la misión del escritor. La recibe del verbo que lleva en sí su sufrimiento y su esperanza. El escritor interroga a las palabras que, a su vez, lo interrogan; acompaña a las palabras que, a su vez, la acompañan. La iniciativa es común y espontánea. Sirviendo a las palabras, sirviéndose de las palabras, da un sentido profundo a su vida y a la de ellas, de la que la suya ha surgido�. En 1946, el psiquiatra y escritor Viktor Frankl, a propósito de su experiencia en Auschwitz y Dachau, produjo un relato estremecedor, El hombre en busca de sentido. Antes de aprovechar esta experiencia para fundar su propia técnica curativa, Frankl alcanzó ciertas conclusiones. La más trascendente quizá se cifra en encontrarle un sentido al dolor. Aquellos que en el campo pensaban que habían caído ahí por azar, eran también los que pensaban que, de sobrevivir, la sobrevida se la deberían también al azar. Frankl destruye radicalmente el criterio del azar. Aquellos que, en medio de esas condiciones extremas, encontraban un sentido a cada mínimo gesto, casi en términos sartreanos, asumían la responsabilidad de vivir. Frankl retoma una idea de Nietzsche: �Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo�. Frankl afirma: �En realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros�. Volviendo a Jabés, puede decirse entonces que para el escritor, el sentido de su existencia, reside en el libro. No hay gratuidad en esta aseveración. Alude, sin más, a la vapuleada noción de compromiso. Del mismo modo que cuando debe abandonar El Cairo, elige París, para Jabés la esencia de los judíos no estará en Israel sino en otra parte, en el libro. Resignificación de la Torá, si se quiere, el libro de Jabés no es sólo el libro de los judíos. También, como se dijo, el libro de los escritores. En la entrevista que le hiciera Auster, Jabés declara: �En cierto sentido, acá en París, aunque estoy cómodo, vivo ahora como lo han hecho los judíos. El libro se ha transformado en mi patria verdadera, prácticamente la única. Esta cuestión ha llegado a ser muy importante para mí, hasta tal punto que poco a poco mi condición de escritor ha pasado a identificarse con mi condición de judío. Creo que, en cierto modo, todos los escritores experimentan la situación del judío, porque cada escritor, cada creador, vive en una especie de exilio. Y para el propio judío, el judío que vive su condición de judío, el libro se ha convertido no sólo enlugar donde puede encontrarse a sí mismo con mayor facilidad, sino también en el sitio donde puede encontrar su verdad. Y para el judío, el cuestionamiento del libro es una búsqueda de la verdad. Esta verdad es la misma verdad de un escritor. Cuando el escritor cuestiona el libro, es sólo para comprender la verdad de éste, que también es la suya�.

EL LIBRO DE LA MEMORIA Vamos con algunas citas. Si es cierto que a través de los artículos, reseñas y comentarios que hace un escritor puede rastrearse cómo procede para crear su propia tradición, conviene entonces revisar El arte del hambre (doble referencia a Hamsun y Kafka), una recopilación de notas literarias de Paul Auster. Aquí, bastante antes de que se convirtiera en un escritor fashion, se encuentra un Auster que procura reflexionar sobre la poesía y la literatura con seriedad y entusiasmo. En El arte del hambre, bajo el título de Providence (referencia al film de Resnais, un pequeño tratado sobre la memoria), Auster publica una entrevista realizada a Edmond Jabés en Rhode Island en 1978. Cuatro años más tarde, Auster publica La invención de la soledad. La primera sección de libro, Retrato de un hombre invisible, es la reconstrucción dolorosa que un hijo intenta de la vida de su padre. La segunda, El libro de la memoria, el hijo, ahora padre, angustiado por la enfermedad de su propio hijo, medita sobre la memoria y la escritura. Jabés lo ha dicho explícitamente: �El libro de las preguntas es el libro de la memoria�. Auster homenajea entonces a Jabés en esta segunda sección de La invención, pero, curiosamente, no lo nombra. �El lugar donde el escritor se interroga encubre la ausencia del libro�, se lee en Jabés. �Coloca una hoja en blanco sobre la mesa y escribe estas palabras con su pluma: Fue. Nunca volverá a ser�, escribe Auster. La resonancia del primero sobre el segundo es fuerte. Auster, como lo hizo Jabés, escribe sobre la imposibilidad de escribir. Y retoma ese tono, vacilante y severo a un tiempo, pero más afincado en el diario íntimo. También, ahí donde Jabés recurre al imaginario religioso, Auster configura una mitología personal que será clave para la generación de su narrativa: los límites del lenguaje, la relación entre destino y casualidad, la jugarreta de un calembour que formaliza una visión del mundo. Donde Jabés establece una relación profunda con lo conceptual, Auster va en línea recta hacia la ilustración autobiográfica. Jabés escribe: �El lugar donde el escritor se interroga encubre la ausencia del libro. Es el lugar anterior a la vida y de la muerte vivida. Se sitúa entre la obra acabada y la obra por escribir�. Auster escribe: �No podía definirlo como un hogar, pero era todo lo que había tenido en los últimos meses. Unos cuantos libros, un colchón en el suelo, una mesa, tres sillas, una estufita y un baño corroído por el agua helada�. Es decir, donde Jabés se calla a favor del misterio, Auster se esfuerza en mostrar. Lo que en Jabés es sugerencia, cada lector deberá completarlo con el repertorio de la experiencia privada. En Auster, en cambio, el afán descriptivo, replicando el jadeo de Jabés, es otra cosa. Sin restarle mérito, se trata ni más ni menos que de la distancia que va de la poesía a la narrativa.

JABÉS Y YAHVÉ En habla hispana, Jabés es prácticamente un desconocido. Algunas revistas publicaron sus poemas. En España, fueron reunidos en alguna antología. El libro de las preguntas, dos tomos tan voluminosos como carísimos editados por Siruela, fue traducido cuidadosamente por Julia Escobar y Martín Arancibia. Este cuidado, al tratarse de un autor obsesionado por las contradicciones y laberintos del lenguaje, se agradece. Porque, aun cuando se pueda opinar lo contrario, para Jabés el lenguaje, un medio, es tan importante como el fin. A lo largo de El libro de las preguntas se reiteran, obsesivas, algunas palabras. Noche, desierto, viento, arena, muro, hambre, agua, tinta, grito (siempre el grito) y libro (empecinadamente, siempre también el libro). Estas palabras son su materia prima, indispensables en su urdimbre. Jabés insinúa una explicación más: �El libro de las preguntas es el libro de la memoria. A los interrogantes empecinados sobre la vida, la palabra, la libertad, la elección, la muerte, responden rabinos imaginarios cuya voz es la mía. Las respuestas que da esta obra, dos amantes perdidos vendrán a leerlas. Por mi parte he intentado, al margen de la tradición y a través de los vocablos, recuperar los caminos de mis fuentes. Para existir se necesita primero ser nombrado; pero para entrar en el universo de la escritura es necesario asumir, con el propio nombre, la suerte de cada sonido, de cada signo que lo perpetúa. De un idilio simple y trágico surge un canto de amor que es, a pesar de todo, canto de esperanza. Este canto ambiciona hacernos asistir al nacimiento de la palabra y, en dimensión más que real, a un ensanche del umbral del sufrimiento que ilustra una colectividad perseguida, cuyo lamento es retomado, era tras era, por sus mártires�. Al respecto, Derrida acota: �Se trata de un cierto judaísmo como nacimiento y pasión de la escritura, amor y resistencia de la letra, de los que no se sabría decir si su sujeto es el judío o la misma letra�. Si se pretende encontrar otros antecedentes, con certeza, entre ellos figurarán Cuadernos en octava, Consideraciones acerca del pecado y Ante la ley de Kafka. Es que para Jabés, como lo fue para Kafka, el Kafka volcado plenamente en el estudio de sus raíces, el libro es asimismo la ley y la interrogación de la ley. �Dios está en rebelión perpetua contra Dios�, escribe Jabés. Y profundiza: �Dios es una interrogación de Dios�. No demasiado distantes, también están las búsquedas que llevaron a Simone Weil a sumergirse en el análisis teológico, alternando la unción con la protesta (véanse sus ensayos La levedad y la gracia y A la espera de Dios). �He dado la vuelta�, escribe Jabés en su libro. �He dado la vuelta sobre mí mismo sin encontrar descanso. Dirigiéndose a mí, mis hermanos de raza han dicho: Tu no eres judío. No frecuentas la sinagoga. Dirigiéndome a mis hermanos de raza, he contestado: Llevo la sinagoga en mi interior�. Edmond Jabés murió en París en 1990.

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