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El espía que vino del frío

Por Andrew Graham-Yooll

Arthur Koestler llegó a España cuando se desencadenaba la Guerra Civil. Era agente del Comintern, agencia de propaganda internacional del comunismo soviético con base en París. Cuando, durante la Segunda Guerra Mundial, abandonó el comunismo y se entregó, con la furia y la vehemencia del converso, a la causa anticomunista, aportó su extraordinaria percepción de los mecanismos de la partidocracia soviética y su conocimiento de la maquinaria comunista al servicio del espionaje británico. El espionaje inglés estaba preparado para el conflicto armado y sus complejas ramificaciones comerciales, pero no estaba acondicionado para la lucha ideológica. La experiencia y el análisis de la inteligencia comunista que aportó Koestler permitieron adecuar todo el espionaje occidental (a pesar de los muchos contratiempos y traiciones que sufrirían las agencias en Bonn, Londres, París y Washington) para combatir y finalmente derrotar a la Unión Soviética. La táctica era simple: sólo se podía llegar a conocer bien a los enemigos a través de sus sirvientes intelectualmente mejor preparados.
De la experiencia de la Guerra Civil en España y la amenaza de fusilamiento en la cárcel de Málaga salió Testamento español, un clásico que el autor luego repudió en parte declarándolo un panfleto comunista. En Arthur Koestler, periodismo y política tomo ese texto como punto de partida para esta crónica biográfica de aquella primera etapa de la vida del político y escritor: sus años como agente comunista, “disfrazado” como corresponsal de un diario británico en España, antes de su conversión al “capitalismo”. Pero si bien Testamento español provoca el paso inicial, Arthur Koestler... se basa en textos olvidados o desconocidos, desechados: los recortes y fotos originales perdidos, según él, en su largo y dramático peregrinar hacia el anticomunismo, las crónicas periodísticas escritas desde España para un diario londinense, desempolvadas de diversos archivos periodísticos británicos.
Pero este libro no es un elogio a Koestler. El fallecido agente convertido en autor sigue siendo tan controvertido en la muerte como en vida. La nota bibliográfica sobre la biografía de Koestler escrita por David Cesarani que apareció en el Financial Times de Londres, el 21 de noviembre de 1998, abre declarando: “Este es un texto desagradable sobre un hombre desagradable pero brillante”. Sin embargo, esa crónica recuerda que su novela El cero y el infinito (1940), junto con las novelas Rebelión en la granja y 1984 de George Orwell, “hicieron mucho más que miles de discursos, panfletos y campañas partidarias para convencer a una generación de intelectuales de que se alejaran del comunismo en las primeras dos décadas de la Guerra Fría”.
A pesar de ello, la cronista del Financial Times describe a Koestler como “vanidoso, arrogante, violento, borracho, quizá violador, con seguridad tirano de sus tres esposas, la última de ellas, Cynthia, persuadida de aceptar un pacto suicida cuando él era un anciano con mal de Parkinson muriéndose de cáncer, y ella era aún joven y sana”.
Arthur Koestler CBE (Caballero del Imperio Británico) se suicidó, y con él Cynthia, el martes 1º de marzo de 1983, en su casa de Montpelier Square, en Knightsbridge, muy cerca de la tienda Harrod’s. Había nacido en Budapest el 5 de setiembre de 1905, hijo de Henrik y Adela Koestler. El padre era un inventor y agente comercial, y la infancia del niño transcurrió en Hungría, Austria y Alemania. Su idioma natal era el húngaro, pero escribió en alemán hasta 1940, y de ahí en más en inglés. De niño vio desintegrarse su familia y su país en la Primera Guerra Mundial. Hizo el colegio secundario y la universidad (1922-1926) en Viena. A partir de ahí viajó por Medio Oriente, principalmente Palestina (sobre la que luego escribiría Promise and fulfilment) como periodista, y fue miembro de la expedición al Artico en el “Graf Zeppelin”, como editor de la sección ciencia de su diario. También conoció Asia Central (1932/3) y vivió un año en la Unión Soviética. La publicación en Londres en 1995 de una biografía de un jefe de espionaje inglés (The Perfect English Spy, Sir Dick White and the Secret War, 1935-90, por Tom Bower) motivó a Michael Foot, socialista, parlamentario y jefe del partido laborista hasta 1983, a recordar que en Londres, a fines de la década del 30 (estando Inglaterra acosada por las fuerzas muy superiores de la Alemania nazi) nacía el servicio secreto moderno. Foot, veterano militante de la izquierda democrática, siempre declaró que no sentía simpatía personal por el extremismo converso de Koestler. Pero, al escribir en el Financial Times, el 8 de abril de 1995, manifestó que el nacimiento del espionaje moderno debía mucho a “Koestler, que trajo consigo a nuestras costas su especial conocimiento de cómo había sido subyugada Europa y cómo nosotros también podíamos ser absorbidos por los nuevos bárbaros. Para muchos de nosotros hubiera sido reconfortante saber que nuestro servicio secreto se nutría del genio político de Koestler”.

Este texto pertenece al Prólogo del libro
Arthur Koestler, periodismo y política de
Andrew Graham-Yooll recientemente editado.