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Plástica - León Ferrari expone irreverencias en el ICI

No me mueve el infierno tan temido

A los 80 años, el gran León Ferrari mantiene envidiablemente intacto su espíritu iconoclasta: exige la anulación del Juicio Final y de la inmortalidad, acepta con gozo los calificativos de impío, hereje, apóstata y blasfemo. Y afirma que su nueva muestra, una deliciosa serie de esculturas de poderoso sarcasmo y belleza con ideas, titulada Idolatrías, es ni más ni menos que “un alegato contra la tortura, divina o humana”.

POR CLAUDIO ZEIGER

Calificar a León Ferrari de “irreverente” puede sonar un poco blando. Es que cuesta bastante (y hasta da un poco de pudor) lanzar sobre él la catarata de epítetos con que se autocalifica el club denominado Cihabapai (Club de Impíos Herejes Apóstatas Blasfemos Ateos Paganos Agnósticos e Infieles En Formación), del cual este artista plástico y escritor de ochenta años es miembro selecto. Pero así son las cosas: a juzgar por sus últimas actividades en favor de la anulación del Juicio Final y de la inmortalidad, así como por la muestra que acaba de inaugurar en el ICI bajo el nombre de Idolatría, Ferrari debe ser nomás todo eso que dicen ser (no sin orgullo) los miembros de Cihabapai: de impío a apóstata, pasando por todas las blasfemias, paganismos y herejías imaginables.
Con este espíritu (perdón a Ferrari por la palabra), Idolatría afila sus mejores armas –impacto visual, sarcasmo y, por sobre todo, belleza con ideas– contra aquello que quiere denunciar: la “pasión por la crueldad”, según Ferrari, esa que la religión cristiana cultivó a lo largo de los siglos para hacer que la fe terminara siendo una cuestión de temor al castigo. “Occidente está lleno de mártires que fueron torturados”, dice Ferrari, “pero al mismo tiempo, desde el Antiguo al Nuevo Testamento, se exaltó y justificó la crueldad del castigo con la amenaza del Apocalipsis y del Infierno. Por eso digo que esta muestra es un alegato contra la tortura, divina o humana”.


Cena.

EL CLUB DE LOS IMPIOS En 1997 (más precisamente el 24 de diciembre de ese año), el Cihabapai envió una misiva al papa Juan Pablo II a su domicilio del Vaticano. “Se acerca el fin del milenio. Se acerca, posiblemente, el Apocalipsis y el Juicio Final. Si es cierto que son pocos los que se salvan, como advierte el Evangelio, se acerca para la mayor parte de la humanidad el comienzo de un infierno inacabable. Para evitarlo basta volver a la justicia que Dios Padre dictó en el Génesis. (...) La justicia del Hijo contradice y viola la del Padre. La existencia del Paraíso no justifica la del Infierno: la bondad de los pocos salvados no les permitirá ser felices sabiendo eternamente que novias o hermanas o madres o amigos y también desconocidos y enemigos (prójimo que Jesús nos ordena amar y perdonar) sufren en tierras de Satanás. Le solicitamos entonces volver al Pentateuco y tramitar la anulación del Juicio Final y de la inmortalidad. Lo saludamos atentamente”. La carta no obtuvo respuesta. Por lo tanto, fue vuelta a remitir en las vísperas del año 2000, acompañada por la firma de 150 personas. Como no podía ser de otra manera, la muestra Idolatrías está dedicada a los miembros del Cihabapai.


Tostador con cinco Cristos blancos

SANTAS PALOMITAS Los currículos de los artistas plásticos suelen tener el envidiable encanto de la materialidad. En ese aspecto, el de Ferrari es notable: dice que el hombre trabaja “con pluma, pastel, acuarela, heliografía, libros de artistas, diarios, collage, botellas, Braille, maniquíes, aves y peces”. De esta enumeración, retengamos especialmente la categoría aves.
Hace unos años, Ferrari expuso una paloma en vivo que, dentro de una jaula, estaba posada sobre distintas imágenes del Juicio Final. El “mensaje” era inequívoco: cagarse lisa y llanamente en esas representaciones del castigo eterno para los hombres y mujeres que desvían el camino. Como señala Tununa Mercado, ni los censores católicos ni la Sociedad Protectora de Animales Alados lograron sacar al animalito de la muestra. En Idolatrías no hay aves ni animales en vivo, pero sí una enorme cantidad de pajaritos de diversos colores que, según la caja de importación de la que Ferrari las extrajo para armar sus instalaciones, se denominan “Birds Of The World” y son made in China, lugar ubicado tan lejos del infierno como del Paraíso. Nadie va a ver estos pajaritosdefecar desde sus prolijos pelajes de papel, pero sí cumplir esa función en forma simbólica. Como son simbólicas las imaginativas formas de retorcerse en el averno que Ferrari denominó “Ideas para Infiernos” y que consisten en unir iconos religiosos con domésticas formas de tortura: un rallador con un santo, una licuadora con una virgen, un pimentero con crucesitas, una cafetera con Jesús, un calentador eléctrico con Sagrado Corazón grande, un tostador con cinco Cristos blancos.
En otro rincón puede apreciarse un tablero de ajedrez donde Jesús encañona con sopletes a tres Exu (ídolos africanos adoptados por el sincretismo brasileño, que parecen villanos de La guerra de las galaxias). Los tableros, las jaulas y las sartenes parecen ser los tres territorios favoritos elegidos por el artista para representar las fragorosas batallas libradas por la religión contra los hombres, y viceversa.


Virgen.

EL ARTE ETICO “No quiero que todo esto quede como una piolada de mi parte, una manera de buscar efectos, porque hace treinta años que trabajo sobre la religión y su relación con la violencia”, advierte Ferrari. Y lo cierto es que lo hizo no sólo a través de exposiciones y muestras colectivas, sino también escribiendo ensayos que muchas veces se convirtieron en ponencias de congresos internacionales: Conquista y religión, Jesús y el antisemitismo cristiano, Arte y poder, Sexo y violencia en la iconografía cristiana. Ferrari se ha ido convirtiendo en un estudioso de los más secretos rincones de la religión cristiana, sobre todo de aquellos en los que considera que se usó “la amenaza y el castigo para difundir la fe”. Y, como suele suceder con los agnósticos más militantes, se reserva también algunas quejas para los no creyentes: “Los ateos solamente se meten en casos de persecución o de discriminación puntuales, como puede suceder con el aborto o la anatematización de los homosexuales, pero no suelen intervenir en otros temas. En 1995, por ejemplo, el Papa bautizó a varios niños en la Capilla Sixtina, al pie del Juicio Final de Miguel Angel, e invitó a sus padres a reflexionar sobre ese fresco que ilustraba la felicidad de quienes eligieron a Jesucristo y la desesperación de quienes, al rechazarlo, se dirigen a la condenación eterna. Y nadie se inmutó frente a tal barbaridad”.


Ajedrez con inodoros.

A propósito de Miguel Angel, una de las secciones más interesantes de la muestra alude a aquellos artistas que escenificaron las amenazas y los castigos a los desvíos de la fe. La lista comprende, entre otros notables, a Dante Alighieri, Miguel Angel, Giotto, el Bosco y Durero. Todos ellos aparecen acosados, en la propuesta “boomerang” de Ferrari, por las mismas amenazas del infierno que tan imaginativamente supieron plasmar. El interés de esta sección se prolonga en la posibilidad de un debate que Ferrari centra en torno de la ética en el arte. “Muchos grandes artistas colaboraron con la Iglesia en exaltar este aspecto de la crueldad de la religión sobre el hombre. Y se justifican esos desvíos éticos con la coartada estética, porque es evidente que estamos hablando de artistas de enorme capacidad artística”. Lejos de las coartadas estéticas, pero no sin humor, León Ferrari ha desembarcado en el ICI para cuestionar una vez más los caprichos de la fe, así en el Cielo como en la Tierra, pero sobre todo en la tierra.

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