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Plástica Rep debuta en una galería con arte sacro

La indiferencia del cielo

Ya era hora de que alguien le ofreciera a Rep una galería de arte para hacer literalmente lo que quisiera. Y finalmente pasó: Laura Batkis le cedió la flamante Galería de Arte del San Martín. Hasta el 14 de octubre puede verse lo que hizo el dibujante en su �cueva de Altamira�: mutiladitos suplicantes inspirados en figuritas aborígenes, una incursión en lo que Rep entiende como arte religioso.

Por Juan Ignacio Boido

Es raro que, a esta altura, alguien se tome el trabajo de llevar su obra a un terreno religioso sin ánimo de beligerancia contra instituciones que, incluso a esta altura, siguen siendo demasiado monolíticas como para acusar el impacto de cruzadas individuales. Es raro pero, de hacerlo, no es raro que sea Rep quien lo haga. A esta altura, Rep ya es una suerte de artista zen, que hizo de las Preguntas y las Postales una forma de respuesta. Incluso sin quererlo, desde el perfil de esa cabeza pelada con que firma la tira diaria de Página/12, Rep es una suerte de monje ateo. El hombre será el lobo del hombre, parece pensar Rep, pero sólo el hombre va a salvar al hombre del hombre-lobo.

Exactamente de esto trata la muestra que Rep colgó esta semana en las paredes del Centro Cultural San Martín: de esa zona oscura y privada que es la auténtica experiencia religiosa; de la pregunta primigenia que hay debajo de ese grito en voz baja que es la súplica (“¿Alguien estará escuchando?”) y de quién catzo nos va a salvar esta vez de todo esto. La muestra se llama Mutiladitos suplicantes y une dos ideas que Rep llama “embajadoras”. Dos ideas que vienen de lejos en representación de muchos: los mutiladitos (que arrancan en una tira publicada en Superhumor allá por el 82 y que pueblan sus tiras y sus dibujos desde entonces) y los suplicantes (una idea que se le apareció durante una visita al Museo de Ciencias Naturales de La Plata bajo la forma de estatuitas aborígenes implorando al cielo). Tan grabadas le quedaron estas figuras y tan ligadas están a la concepción de la muestra, que el cuaderno donde las copió de parado en aquel Museo es el mismo en el que después empezó a bosquejar los dibujos que hoy pueden verse en el San Martín. Páginas y páginas, siempre sobre las mismas dos ideas: seres sin piernas, de bocas grandes y abiertas hacia arriba, suplicando.

Basurales hubo siempre pero arco iris tambien

“Quería ver cómo son hoy mis mutiladitos, en esta época de falta de pasión, de coraje, de todo”, dice Rep. “Por un lado, tenía la idea de que todos estamos así. En un mundo donde todos estamos mutilados, no hay gente con piernas. Por el cuadro nunca va a pasar un tipo con piernas al que todos los demás van a mirar con envidia o con deseo: yo no dibujo mutiladitos, dibujo gente.” Para más de uno (incluida Laura Batkis, la curadora de la muestra, que primero lo escribió en el catálogo y, después de una charla con Rep, decidió sacarlo), los dibujos de esas personas mutiladas suplicando al cielo tenían un anclaje en el influjo que la obra de Picasso ejerce sobre Rep, en esos aullidos de bocas grandes y abiertas hacia arriba que pueblan el Guernica. Pero, como era de esperar, nada es lo que parece en el mundo Rep: “Picasso está, claro que está, pero yo traté de no mirar el Guernica. La idea de los suplicantes me vino de esas figuritas que vi en La Plata, pidiendo arriba lo que no les dan, o no consiguen, acá abajo. El linaje con el Guernica me gusta pensarlo de otra forma: ¿qué tal si Picasso vio imágenes de suplicantes en el arte africano al que tanta atención le prestaba? Lo que quiero decir es que yo no fui a Picasso sino más allá, o más atrás: a una epifanía que tuve en La Plata y que tiene como detonador una idea artística que se remonta al arte primitivo: suplicar”.

El espesor, el fondo religioso, es innegable. Sin embargo, la técnica parece venir de una dirección contraria a la del arte sacro: acetato pintado y superpuesto a un papel madera sobre el que se adivinan las figuras y los fondos: la misma técnica de eso que ya a esta altura es una reliquia del siglo pasado, el dibujo animado hecho a mano. Y exactamente por eso, por la fe en lo útil condenado al desuso, el acetato a mano se vuelve una declaración de principios casi sacra: “Pedían la imaginación al poder. ¿Y qué vino? La imagen al poder. Hoy todo está lleno de bellas imágenes manipuladas. Eso del Photoshop y sus familiares permite prometer lugares que no existen: el Cañón del Colorado junto a una playa paradisíaca, con una mina hecha a nuevo o un bebé que habla. Sonficciones, pero las venden como realidades. ¿Entonces qué queda para la ficción? Quedan Eric Rohmer, Jim Jarmusch: los que te dicen que la realidad va a ser la ficción. O el expresionismo extremo: alguien que te muestra las cosas como las ve, aunque ésa sea una manera exagerada, para ver si alguien más las ve así. Esta muestra es de alguna manera una respuesta al arte digital, a esa idea de que cualquiera con una impresora puede hacer una muestra de gigantografías, exponiendo laburos donde no ves la energía del hombre, ni en el trazo, ni en la pincelada, ni en la presión de un color tocándose con otro. Hay algo absurdo y obcecado en pintar acetatos tan grandes, cuando podría haberlos hecho pequeños y ampliarlos después. Pero para mí esto es pintar, es mi manera de expresarme. No tener que disfrazarme ni de marco ni de tela ni de óleo ni de chip. Éstas son mis cuevas de Altamira”.

La santisima trinidad tobago

Los nueve cuadros que cuelgan de las paredes del San Martín –en rigor de verdad no cuelgan, sino que están abrochados a la pared, como esas fotocopias que ofrecen changas en los árboles de las calles de Buenos Aires– son también una invocación a Goya (los mutiladitos huyendo de esa paradoja apocalíptica que es sufrir un incendio y una inundación a la vez), a El Greco (el Cristo mutiladito crucificado por mutilados), a Berni (el mutiladito linyera que, sobre una pila de basura, vomita un arco iris; o la fila de mutiladitos desocupados con el Clarín bajo un brazo mientras empujan su carrito con el otro) o al propio padre de Rep, dibujado en silla de ruedas, sobre las cajas vacías de sus medicamentos, el único mutilado que no suplica. “Mi papá está imposibilitado mentalmente, mutilado porque está preso de su cuerpo, con la boca abierta recibiendo medicamentos”, dice Rep. “Y el ángel se lo puse para que se cure. Porque no soy religioso, pero sí supersticioso de la religión.”

Salvo el ángel y el Cristo muerto (el único muerto), el resto de los mutiladitos suplica. Pero arriba no hay nada, dice Rep. O, si hay, no contesta. “Creo que lo único que hay arriba contestando a tus plegarias es el consumo. Y parece hippie decir esto, pero consumir no te llena por dentro. La sola idea de ser consumidor te deja mutilado. Aunque para mí no haya un Barba, como dice el Diego, sí creo que hay algo dentro de uno que es mejor a lo que uno es todos los días. Por eso, la súplica es directamente a uno: para despertar la voluntad de mejorar, de cambiar... De lo que sea, pero despertar.”

Si todos somos mutiladitos, ¿qué nos haría dejar de serlo? Mala idea pedirle respuestas a Rep: “Para mí nunca hay satisfacción plena ni universal. Para los desocupados será tener trabajo; para otros tener amor, o que Cristo baje, o que los sexos dejen de pelearse, o que mi papá se cure, en mi caso. Creo que deberíamos mejorar nuestra manera de comprender el mundo, y no esperar que el mundo nos comprenda. No creo que las mejorías haya que esperarlas de afuera, como a veces esperamos una reforma agraria o un seguro de desempleo. Mientras terminaba algunos de estos dibujos, estaba mirando por tele la procesión en la iglesia de San Cayetano, y era lastimoso ver cómo este país está desgarrado por la religión, habitado por gente que ya no sabe lo que le corresponde. Un gesto verdaderamente revolucionario sería dejar de suplicar, de pedir al patrón, cualquiera sea ese patrón”. Mutiladitos del mundo, uníos. No es poca cosa, ¿no?

Comic suplicante

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