
Provincia de
cielo diáfano, tierra de increíble riqueza paleontológica y cuna de
próceres, San Juan está surcada por las rutas donde hace millones de
años andaban los dinosaurios, las mismas que hoy recorren turistas en
busca de vinos, arqueología y montañas.
Por
Graciela Cutuli
A pesar
de Sarmiento y de las famosas siluetas de Ischigualasto, San Juan no
tiene toda la prensa que se merece. Sus montañas y valles tienen
dimensiones que empequeñecen la gran silueta de los dinosaurios,
y la claridad del cielo es tanta que agiganta el brillo de las estrellas.
Pero es también la tierra del sol, que hace de las uvas sanjuaninas
una fiesta de jugo y color, y calienta impiadosamente las capillitas
que la fe popular le dedica al borde de las rutas a la Difunta Correa.
La
aridez de la luna
A poco
más de 300 kilómetros de la capital, cruzando primero
una zona de viñedos y pasando después por Caucete, se
llega al santuario de la Difunta Correa, que cada año -.sobre
todo en torno al 1 de Mayo y Semana Santa recibe decenas de miles
de fieles para homenajear la memoria de la mujer que murió de
sed en el desierto, y sin embargo su hijo de meses pudo seguir alimentándose
de ella hasta que fue rescatado por unos arrieros. En una suerte de
ley de contrapaso, las ofrendas son tardías botellas
de agua que se acumulan en cantidades increíbles alrededor del
santuario consagrado a la Virgen.
Desde aquí se puede seguir camino rumbo a Valle Fértil,
una región conocida por las artesanías en lana, ya que
los arroyos que atraviesan la región permiten el florecimiento
de una pequeña actividad agrícolaganadera. Bien merecida
tiene la zona su nombre: a medida que se avanza en el camino, se van
viendo más tunas florecidas, cardones y una vegetación
que hace olvidar las secas serranías anteriores. En San Agustín
del Valle Fértil, un pueblito tranquilo donde se cultivan vides
y cítricos, se puede hacer un alto antes de llegar a la gran
joya sanjuanina: el Parque Provincial Ischigualasto, el del paisaje
lunar. Las divisiones políticas dividen entre San Juan y La Rioja
el Valle de la Luna y Talampaya, pero en realidad se trata siempre de
la misma cuenca arqueológica, una de las más ricas del
mundo para quienes sueñan con revivir Jurassic Park. Entre este
relieve moldeado por el viento, pálidamente blanco a ciertas
horas del día y sugestivamente rojo en los atardeceres, hasta
que la noche lo envuelve en un abrazo azul, se encontraron restos de
antiquísimos dinosaurios, como el Eoraptor -.hallado en 1993,
el Rincosaurio o el Cinodonte. La zona central del valle, Ischigualasto
propiamente dicho, es la de mayor riqueza en fósiles, un verdadero
tesoro que llegó intacto desde el pasado para asombro de los
visitantes de este gigantesco santuario paleontológico. Hoy día
se pueden seguir dos circuitos dentro del Parque, de unos 30 y 50 kilómetros
de extensión, para conocer las principales formaciones nacidas
de la erosión del viento y la violenta amplitud térmica
de la zona: el Valle Pintado, el Hongo, el Submarino y La Esfinge son
algunas de las más conocidas. En el borde norte, además,
impresionantes barrancas que llegan a los 200 metros de altura permanecen
intactas desde hace 70 millones de años, testigos mudos del paso
del tiempo y la furia del suelo que alguna vez se plegó para
dar a luz la Cordillera de los Andes.
Calingasta,
de hierbas y quebradas
Saliendo
nuevamente de la capital, pero esta vez en la dirección opuesta
al Valle de la Luna, el viajero se interna en el sudoeste sanjuanino,
el Valle de Calingasta, donde se levantan algunos de los cordones montañosos
más altos de la Cordillera. Hace tiempo que terminó la
edad de oro de la cría del ganado ovino, pero estas tierras son
una delicia para los sentidos porque aquí se cultivan hierbas
aromáticas, como la lavanda, el romero, el estragón y
la menta, que tiñen el aire de un perfume balsámico y
delicioso. Los libros de historia, por su parte, recuerdan puntualmente
que por aquí -.Los Patos, y un poco más al sur Uspallata
pasaron las tropas de José de San Martín en 1817, cuando
el cruce de los Andes puso un hito inamovible en la historia de la independencia
americana. Eran otros tiempos: hoy los turistas vuelven a cruzar la
Cordillera a caballo, estas vez por el puro gusto de la aventura entre
los picos que forman el techo del continente. El centro turístico
de la zona es Barreal, junto al río Los Patos, muy buscado por
algunos amantes de la pesca y por quienes quieren unas vacaciones tranquilas
con toques cálidos como el que aporta la Calle de los Enamorados,
perfumada por la menta y los naranjos. Desde Barreal se puede observar
la punta del Aconcagua, mil metros por encima de las demás cumbres,
además del cerro Mercedario y el ventisquero de La Ramada. La
zona es conocida por el llamado Barreal Blanco del Leoncito, un lago
de greda hoy seco y plano que se utiliza para competencias de carrovelismo:
hay que ser muy conocedor para salir bien parado de una carrera a bordo
de estos extraños vehículos, que circulan sobre tres ruedas
impulsados por una vela hinchada por el viento, si se piensa que alcanzan
los 100 kilómetros por hora. Los turistas, de todos modos, no
tienen nada que temer: pueden ir a bordo de un modelo biplaza que se
utiliza fuera de las competencias para experimentar este extraño
vértigo, bien conducidos por un experto.
Dejando
Barreal hacia el norte, comienza cercado por la cordillera al
oeste y la precordillera al este el Valle de Calingasta, rodeado
de fértiles extensiones de frutales. Uno de los parajes más
bonitos es el del Alcázar, un cerro arcilloso silueteado como
un castillo, cuyos 1600 metros de altura se dejan subir sin mayores
problemas para apreciar desde lo alto la imponencia del paisaje. Más
adelante, la pequeña ciudad de Calingasta vive de la minería
-.hay varios yacimientos en explotación de diversos minerales
y del recuerdo de la época gloriosa de las manzanas, que empezó
en los años 30 con la introducción de la manzana red deliciosa
y decayó unas tres décadas atrás por la competencia
de un peso pesado de esa producción: el Alto Valle de Río
Negro.
Al
este del paraíso
Al
este de Barreal, la claridad del cielo sanjuanino hizo famoso al Leoncito,
una reserva natural que protege más de 70.000 hectáreas
de las laderas occidentales de las Sierras del Tontal. ¿De qué
las protege? De la circulación de aviones, la actividad minera,
la contaminación y otros factores que pudieran dañar la
extraordinaria diafanidad de esta atmósfera donde las estrellas
parecen poder tocarse con las manos. Por eso en esta zona funcionan
dos observatorios: uno es la estación de altura Carlos Ulrico
Cesco, dependiente del observatorio Félix Aguilar de la Universidad
de San Juan, que cuenta con un enorme telescopio capaz de fotografiar
porciones del cielo para registrar sus cambios con el paso del tiempo,
y otro es el Complejo Astronómico El Leoncito, donde trabaja
un grupo permanente de científicos, técnicos e investigadores
en astronomía y astrofísica. Quienes quieran observar
los astros deberán, naturalmente, acordar una visita nocturna:
para conocer las instalaciones del observatorio, en cambio, los horarios
son diurnos. En todo caso, no hay que temer por el clima: de los 365
días del año, se calcula que hay en El Leoncito entre
270 y 300 noches claras. Sea por la belleza del cielo, o por la hermosura
y soledad de los paisajes que rodean las redondeadas cúpulas
de los complejos, estos parajes están entre los más sugestivos
de una provincia a la que no hay encanto que le falte, porque a lo que
le puso la naturaleza hay que sumarle la bonhomía y cordialidad
de los sanjuaninos, que hacen de un viaje por estos valles un tesoro
de recuerdos para el futuro.
LA
SOMBRA DE LA HIGUERA
En
San Juan capital se conserva la casa natal de Domingo Faustino
Sarmiento, que en 1911 se convirtió en el primer monumento
histórico declarado como tal en la Argentina. Como ilustran
todos los manuales de la primaria, aquí tejía
en su telar, a la sombra de la higuera, doña Paula Albarracín,
que fue quien levantó la casa, un conjunto de nueve habitaciones
y tres saloncitos más chicos agrupados en torno a dos
patios. Si del telar hay una réplica, de la higuera original
queda un retoño, perohay que recordar que todo el lugar
fue objeto de una importante reconstrucción a mediados
de los años 50, después de los daños sufridos
en el terremoto de 1944.
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DATOS
UTILES
Asociación
de Guías de Turismo de San Juan: (0264) 4231330.
Ente Provincial de Turismo: (064) 421004.
Casa Natal de Sarmiento: (064) 4224603.
Parque Provincial Ischigualasto:
Informes en el (064) 421004 y 4222431.
Excursiones de aventura en Barreal: (02648) 4214191, (02648)
441003.
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