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BRASIL
Morro de Sao Pablo, Cachoeira, Praia Do Forte

Destinos bahienses

Nueva estrella bahiana: El Morro de Sao Pablo.

Cerca de Salvador de Bahía, la playa de un Morro que no está en San Pablo sino en la isla de Tinharé. Hacia el norte, Praia do Forte en la Costa dos Coqueiros. Y en el Reconcavo Bahiano, la histórica ciudad de Cachoeira. En el verano del Estado de Bahía, algunos de los innumerables lugares para unas vacaciones con todo el ritmo, el color y el sabor del nordeste brasileño.

Por Jorge Pinedo

Pese a que su nombre puede dar lugar a confusiones, el Morro de Sao Paulo no se encuentra en la planicie paulista sino mucho más al norte, casi frente a Salvador, Bahía, sobre la paradisíaca isla de Tinharé. Polo turístico que en sofisticación y glamour llega para reemplazar la atiborrada Buzios, el Morro (a secas, como le llaman los lugareños) día a día se convierte en un destino internacional exclusivo. Dotado de comodidades de primer nivel propias de los grandes centro urbanos, se circunscribe en cuatro manzanas que albergan restaurantes, pizzerías, heladerías, cafés, boutiques y hasta bancos. Fuera de allí, todo es playa, senderos y vegetación tropical sobre la cual no circula automotor alguno. Tanto es así que los tractores que transportan a los visitantes hacia las pousadas y fazendas que les brindan albergue han desatado una tenaz resistencia por parte de los ecologistas (que son casi todos los pobladores) del lugar.
Hasta que las autoridades se decidan a habilitar el aledaño aeropuerto de Valenca a los vuelos internacionales, al Morro se accede vía Bahía por lancha rápida o catamarán, que realizan el pintoresco trayecto en horarios regulares. Tras superar los antiguos astilleros bahianos y los manglares costeños, la isla de Tinharé se anuncia con la pequeña iglesia de Sao Xavier en lo alto del pueblo de Galeao, un rosario de blancas playas y, en una de éstas, la sencilla capilla donde los pescadores de la zona bautizan a sus críos. En el extremo, el viejo faro que data de 1885 con su muralla y viejo cañón semienterrado, aledaños a Gamboa, señalizan el acceso al edén.
Cuatro zonas bien diferentes se distinguen en un área estrecha como opciones de hospedaje. Hoteles y pousadas se extienden sobre la playa, en la villa misma, dentro de la foresta (selva tropical) o junto a la Fuente, un pozo surgiente de aguas cristalinas. En ese orden van ganando en parsimonia y tranquilidad, pudiéndose combinar con la fazenda que reproduce una típica chacra insular. También, en la aldea de pescadores es factible convivir en forma directa, casi antropológica, con pobladores que poseen un no menos singular que envidiable concepto del transcurso de las horas.

Los chicos ensayan pasos de capoeira en las playas de la isla de Tinharé.

Cuatro playas nombradas de modo ordinal se suceden en creciente grado que va de la juvenil animación a la casi absoluta soledad. La Primera playa es sobre la cual convergen el mayor número de pousadas y albergues; posee un contundente oleaje digno de ser barrenado y, por las noches, los puestos de bebidas disponen alegres festicholas que, a la manera hawaiana llaman luaus. Una vez que baja la marea, la Segunda playa se transforma en un lagoon al estilo polinésico, donde los peces y crustáceos quedan durante algunas horas atrapados al resguardo de una barrera de coral que propicia el paisaje submarino. La tercera y la cuarta playa combinan áreas de oleaje con sucesivos piletones y se encuentran entre las preferidas de quienes buscan alguna intimidad solariega.
No hay más remedio que subir y bajar senderos en el Morro de Sao Paulo, salvo que se elija recorrer la isla en pequeñas embarcaciones de pescadores que brindan el paseo a contingentes de no más de cinco personas por menos de veinte dólares por toda una tarde. Plataformas ideales para inmersiones subacuáticas tanto como meras contemplaciones. Hacia el ocaso, todos los caminos llevan hacia el antiguo fuerte, desde donde nativos y turistas se sumergen en un dorado silencio que brota desde las murallas hacia una quietud sólo rota por el chapotear rectilíneo de los delfines y el suave bamboleo de los pescadores que regresan a puerto.
Por la noche, la plaza Aureliano Lima, epicentro comercial, y el Camino de la Playa, adquieren el colorido de las luces y de la gente. Hippies remanentes de los sixties y pseudohippies reciclados arman carpas de artesanía mientras se encienden las antorchas de los puestos sobre la arena, la música comienza a susurrar sin demasiadas estridencias y la fiesta anuncia su alegría. Punto álgido de la Costa del Dendé, el Morro de Sao Paulo continúa, tal vez por poco tiempo, un retiro joven capaz detransformar la más rutinaria de las vacaciones en una nueva luna de miel. Aun los días sin luna.

Costa dos Coqueiros: Balsas y velas en la Praia Do Forte.

Una polinesia al norte de Bahía Costa dos Coqueiros se denomina a esa Polinesia atlántica enclavada al norte de Bahía a lo largo de un centenar de kilómetros de playas, doce de los cuales concentra un polo turístico que se anuncia como inminente destino internacional. Delimitada por dunas y cocotales, la Praia do Forte comprende el castillo García D’Avila, la reserva ecológica de Sapiranga, la desembocadura de las dulces aguas del río Pojuca y una animada villa de pescadores que concentra buena parte de los servicios e infraestructura.
A tres mil metros del centro de la villa por la arena, los piletones naturales de Lord o Papa-gente encierran barreras de coral aptas para el buceo en compañía de los pescadores locales que diariamente de allí extraen pulpos, langostas y calamares que por las noches van a parar a los estómagos de los veraneantes. De ellos conviene extraer las antiguas técnicas destinadas a no alterar la anatomía de las presas, saber que no se transmite por vía de la palabra aunque se ofrece con generosidad a una atenta observación. Tanto cobrar las piezas como cocinarlas sigue idéntico ritual de aprendizaje, único e indispensable a fin de interiorizarse de los secretos de la maqueca, singular preparado en aceite de palma y leche de coco.

El nacimiento de las tortugas.

Zona milenariamente elegida por las tortugas para el desove, Praia do Forte alberga el Proyecto Tamar, destinado a preservarlas en su hábitat natural, sin que la afluencia de visitantes altere una rutina que data de ciento cincuenta millones de años. Lo cual, para una vida promedio de cuatro siglos por ejemplar, sigue siendo bastante. Entre setiembre y marzo, pleno verano, las tortuguitas comienzan a romper sus cascarones en cada ocaso y dirigirse hacia el mar, atraídas por el reflejo del océano. Los biólogos marinos del Proyecto Tamar organizan sistemáticas visitas a la sede e inmediatas excursiones a partir de las nueve de la noche. Con buena fortuna y algo de paciencia podrá presenciarse en esta época algún nacimiento o bien avistar alguna hembra de hasta doscientos kilos en pos de un nido donde depositar su prole.
A pie, a caballo o en jeep tour (la opción más relajante), el paseo ineludible es hacia las ruinas del mentado Castillo García D’Avila, desde el cual se despliega una incomensurable vista de toda la Costa de los Cocoteros. Y, desde allí, seguir hacia la reserva de Sapiranga donde se aprecia una notable área de transición entre la semiárida restinga y la Mata Atlántica. En ésta se preservan exóticas especies de flora y fauna como el mono estrella, el oso hormiguero y medio centenar de coloridas aves. Claro que el baño de mar y la práctica de la fotosíntesis resultan las faenas preferidas de los veraneantes que, antes de escaldarse (indispensable el bronceador a base de coco con pantalla solar), pueden enfilar hacia el jacuzzi natural que ofrece la barra del río Pojuca. Hacia el mediodía, el lugar de encuentro es el Lago de las Cabañas Aruá, donde luego de una vuelta en kayak y un buen enjuague en agua dulce, se accede a un almuerzo variado.
La tradicional cabalgata sobre animales de pura raza paulista allí se denomina Easy rider horseback tour y recorre los alrededores de Praia do Forte en tres alternativas: por la playa, bajo la luna o hasta las ruinas, siendo la segunda indudablemente la de mayor romanticismo.
Destino desarrollado a partir de una antigua aldea de pescadores, de la cual se preserva buena parte, muestra calles que siguen el plan natural de las áreas vacías en medio del cocotal. Bares, pousadas y restaurantes se aglutinan en Alameda do Sol, Rua da Lua y Rua da Aurora, a cuya vera se distinguen construcciones rústicas y acogedoras con tejas coloniales y techos de esa especie de paja que llaman piazaba.
Proyectado por el arquitecto Wilson Reis Neto, catedrático de la universidad francesa de Toulouse, el majestuoso Resort Hotel rescata laantigua arquitectura jesuítica colonial y la combina con aires polinesios logrando un inquietante fenómeno estético que contrasta, sin agredir, con la rusticidad de la villa de pescadores. Por las noches, los brebajes y las picadas de mariscos se suceden por las calles sin pavimentar, se desplazan hacia las playas, se concentran en los restaurantes y culminan en una danza amorosa hasta el amanecer.

DATOS UTILES

Morro de Sao Paulo: Hotel Villegaignon, tel: 783-1010; Pousada Vila das Pedras, tel.: 783-1075; Pousada da Torre, tel.: 783-1038; Hotel Morro de Sao Paulo, tel.: 783-1081; Pousada Vista Bela, tel.: 783-1001; Pousada Farol do Morro, tel.: 783-1036; Pousada Fazenda Caiaieira, tel.: 741-1272; Pousada Vila Guauaiamu, tel.: 783-1035; Pousada Casaráo, tel.: 783-1022; Aliseo Village Club, tel.: 783-1023; Pousada da Praca, tel.: 783-1047; Pousada Passargada, tel.: 783-1069; Pousada Naturaleza, tel.: 783-1044; Pousada Tia Glória, tel.: 783-1027; Pousada Caravelas, tel.: 783-1002; Pousada Catavento, tel.: 783-1052; Hotel do Porto de Cima, tel.: 783-1020; Pousada Solar do Morro, tel.: 783-1057; Pousada Village da Fonte, tel.: 783-1007; Pousada do Tempo, tel.: 783-1072; Pousada de Abadía, tel.: 7831037; Pousada Natal, tel.: 783-1059; Hotel Amendoeira, tel.: 783-1025.
En Praia do Forte: Praia do Forte Resort Hoterl, tel.: 876-1111; Pousada Praia do Forte, tel.: 876-1116; Pousada Sobrado da Vila, tel.: 876-1088; Pousada Ogum Marinho, tel.: 876-1165; Pousada Enseada da Lua, tel.: 8761029; Pousada Tatuapara, tel.: 876-1015; Pousada Solar do Forte, tel.: 876-1043; Pousada Por-do-Sol, tel.: 876-1008; Pousada dos Artistas, tel.: 876-1147; Pousada Joao Sol, tel.: 876-1054, Pousada Canto da Sereia, tel.: 876-1032; Pousada do Kleber, tel.: 876-1024; Pousada Oxumaré, tel.: 8761071, Pousada Sol Nascente, tel.: 876-1179; Pousada da Tia Helena, tel.: 876-1198; Albergue Praia do Forte, tel.: 876-1094.
En Cachoeira: Pousada do Convento, tel.: 725-1716; Pousada do Pai Tomás, tel.: 725-1288; Pousada do Guerreiro, tel.: 725-1104; Pensáo Tia Rosa, tel.: 725-1792; Hotel Santo Antonio, tel.: 725-1402; Nazaré: Pousada da Fonte da Conceicao, tel.: 736-1287.

 

El reconcavo: un escape a los alrededores bahianos

Como en tantos otros lugares, de la Plaza de Mayo a la Bastilla, las mujeres han sabido protagonizar, en distintos momentos históricos, luchas encarnizadas contra la opresión. A la vera del río Paraguacu, a ciento diez kilómetros de Salvador, Bahía, la ciudad mediterránea de Cachoeira se enorgullece de la hermandad de Boa Morte. Se trata de una centenaria organización de damas descendientes de esclavas africanas libertas que en tiempos de la independencia encabezaron luchas populares que les merecen hasta la actualidad el respeto y la consideración del mundo. Ciudad originada en la expansión del cultivo de la caña de azúcar, se enorgullece de sus cuatro siglos de tradición libertaria hasta tal punto que detrás de cada solar y caserío yace una historia de heroísmo que cualquier habitante está dispuesto a relatar con singular placer.
Considerada monumento histórico nacional, cuenta como central atractivo el ineludible Museo del a Orden Tercera del Carmo que compone un conglomerado arquitectónico y artístico típico del siglo XVIII, junto con el convento y la iglesia aledaños. Poco más allá, en los cercanos suburbios, los cañaverales que rodean construcciones seculares se desparraman a cada paso. A siete kilómetros de Cachoeira, la iglesia de Nuestra Señora de Belén y los restos del convento comenzado a construir en 1686, guardan los testimonios de los primeros experimentos de vuelo efectuados en ese seminario donde estudiaba Bartolomeu Gusmao, el “cura volador”.

Cachoeira se levanta de tal modo como el más brillante ejemplo de lo que se ha dado en denominar el Reconcavo Bahiano, voz que alude a la tierra próxima a un puerto, en este caso el de Bahía de todos los Santos. Escrito en inicial mayúscula, el Reconcavo denomina la región que circunda Bahía como la tierra que guarda las más antiguas tradiciones de la mixtura entre europeos, indios y africanos. Patria natal de Caetano Veloso y María Bethania, entre tantos, conserva una cocina no menos peculiar que exquisita al punto de haberse extendido por todo el Estado, según muchos reproduciendo para el paladar las sinuosidades de la arquitectura barroca desarrollada en la zona y que la población conserva con beatitud.
Así como desde hace dos centurias la ciudad de Santo Amaro da Purificacao se engalana para la fiesta de su patrono, su vecina Nazaré lo hace a partir de cada Jueves santo en la sincrética feria de Caxixis, donde el barro y la cerámica ocupan un sitial de privilegio tanto como objetos rituales como souvenirs. Frecuentada por un turismo raleado que habilita un contacto fluido con los lugareños, el ambiente festivo se extiende hasta el Sábado de Gloria. Las frituras y brebajes preparados por las maes en los puestos callejeros, compiten entre sí en sabor y exuberancia.
Recostada sobre un extremo de la inmensa Bahía de Todos los Santos, Sao Francisco do Conde supo concentrar dos tercios de los ingenios de caña de azúcar del Estado de Bahía, ese .oro blanco. que inspiró la codicia de los holandeses que dejaron una cultura singular y rasgos arquitectónicos imborrables en construcciones civiles y religiosas que abarcan de los siglos XVI al XVIII. Alternativas idóneas a fin de alternar el ritmo de la ciudad de Bahía, el Reconcavo ofrece varias vías de escape de la ciudad que alberga una iglesia por cada día del año. Con un ritmo menos vertiginoso, allí se palpita un Brasil devoto y apacible donde la población demuestra a cada paso su varias veces centenario arraigo a la tierra. Circunstancia que privilegia un contacto ameno, plagado de una narrativa popular pletórica de mística, poesía y heroísmo, de la cual el viajero se empapa sin querer desprenderse.