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MISIONES
En el alto Uruguay

Saltos del Moconá

Excursión a la gran cascada del Moconá, un capricho de la naturaleza escondido en un tramo del río Uruguay. A lo largo de dos kilómetros, el río cae de costado sobre sí mismo en saltos de 5 y 15 metros. En barco, en auto o en 4x4, la aventura de un viaje a través de la selva para conocer otra de las maravillas de agua de la roja tierra misionera.

Por J. Rauliños

Dicen que si Misiones no tuviera las cataratas del Iguazú, de todos modos sería famosa por el Moconá. Y debe ser cierto porque sólo una de las grandes maravillas naturales del mundo puede eclipsar la magia de estos saltos escondidos en el alto Uruguay, aún no descubiertos por el grueso del turismo.
¡Pero atención! Si el estilo viajero es fotografiar “postales” por la ventanilla, disfrutando el aire acondicionado, y tener cerca comodidades de varias estrellas, el Moconá, por ahora, no es la alternativa. Porque si bien los 86 kilómetros de serpenteante camino de tierra a través de la pluviselva que completan el viaje hasta allí pueden hacerse en un auto bien equipado y los paisajes merecen gastar el rollo, para ver este capricho de la naturaleza también hay que caminar entre media y una hora con el agua entre las rodillas y la cintura por el lecho pedregoso del Uruguay. O bien, invertir unos pesos en una excitante excursión náutica, sin seguro contra mojaduras.

El Moconá, “el que todo lo traga” en guaraní, es una rara cascada longitudinal, por la cual el río cae sobre sí mismo en saltos de cinco a quince metros, pero no hacia adelante como en una catarata normal sino de costado, a lo largo de más de dos kilómetros, y cava un turbulento canal de 80 o más metros de profundidad por el que discurre, inequívoco origen de su nombre.
Al deslumbrante cuadro del agua en movimiento y espuma tocada con arcos iris, con fondo bicolor de selva y cielo, se añade el estruendoso concierto de cientos de saltos acompañados por los sonidos del viento. Las riquísimas fauna y flora regionales, protegidas en ambas márgenes, y las leyendas guaraníes completan este escenario encantado, que no perturban helicópteros ni aglomeraciones.
Este lugar inigualable se encuentra en el este misionero, cinco kilómetros aguas abajo del punto donde el Uruguay toca territorio argentino y se convierte en frontera con el Brasil, a 330 kilómetros de Posadas y a 260 de Puerto Iguazú.
Para ir en auto desde Posadas debe tomarse la Ruta 12 hasta Jardín América, desde allí la Provincial 7 hasta Aristóbulo del Valle, luego la 14 hasta San Vicente y después la 212 hasta El Soberbio, último punto para cargar combustible, hacer alguna compra y procurar información. Allí termina el asfalto. Faltan esos 86 kilómetros intraselváticos por un camino mejorado, no siempre transitable para automóviles convencionales, en el que además escasean las señales cuando se entrecruza con otros que van a las colonias vecinas, con chacareros lacónicos y que en general hablan portugués. En ese tramo de intenso colorido por la tierra roja, el verde del follaje y el azul celeste del cielo, a lo sumo es posible cruzar alguna carreta tirada por bueyes de cuernos largos, una máquina de mantenimiento vial o los pesados camiones que se llevan la producción de madera de la zona.
Para viajar desde el norte provincial, por ejemplo desde Iguazú, hay que buscar la Ruta 14 y llegar por ella hasta el paraje Paraíso, en el municipio de San Pedro, desde donde parte un camino de tierra de 95 kilómetros hasta los saltos.
El fin de esos caminos es el puesto de los serviciales guardabosques del Parque Provincial Moconá, a partir del cual apenas falta recorrer 700 metros en rápida pendiente hacia la orilla del río, en un punto donde está un peñasco de historia significativa, la piedra Bugre, que los aborígenes utilizaron desde tiempos inmemoriales para cruzar a la margen opuesta de la que, con el agua baja, la separan sólo cinco metros.
Muy cerca de allí está el tramo poco profundo del Uruguay, que permite llegar, caminando unos 300 metros, hasta el borde de los saltos, siempre y cuando el río esté lo suficientemente bajo. No hay otra forma de observar las cascadas desde el lado argentino, pues el agua cae hacia la orilla brasileña. La alternativa es llegar con lanchas desde aguas abajo, una excelente idea para explorar el “río de los caracoles”, que es la traducción de la expresión guaraní “uruguá-y” y que probablemente alude a la infinidad de curvas pronunciadas de su curso.
El profesor José Antonio Margalot, en su Geografía de Misiones, explica que en el alto Uruguay, como se denomina a este tramo hasta la entrerriana Concordia, el río “no ha alcanzado aún su nivel de equilibrio. Estrechado en su lecho pedregoso, más resistente que el del Paraná, procura hallar su cauce y lo va construyendo en sus numerosos rápidos y correderas. Sus crecientes ocurren generalmente a fines del invierno, de agosto a octubre, originadas por las lluvias que caen en la región brasileña de sus nacientes. Especialmente cuando se producen las bajantes, pueden apreciarse las innumerables “cachoeiras” o “cachueras”, cascadas o caídas de agua”.
En la capital misionera, las agencias de viajes ofrecen excursiones de más de un día, por la selva y el accidentado relieve provincial que incluyen la visita al Moconá combinada con un safari náutico por el río Uruguay. Desde San Vicente, que dispone de hoteles de tres estrellas, hay excursiones de día completo al Moconá y también visitas a varios saltos en arroyos que atraviesan la espesura. Con base en El Soberbio parten excursiones náuticas y terrestres y safaris fotográficos. Otras visitas salen desde Iguazú. A todas esas localidades misioneras llegan servicios de ómnibus desde Buenos Aires. Pero los servicios turísticos más próximos son los del complejo Saltos del Moconá, a cuatro kilómetros de la cascada, donde se puede acampar, alojarse y tomar excursiones terrestres y fluviales.
Para visitar los saltos por el lado brasileño, la referencia puede ser la ciudad natal de Xuxa, Santa Rosa, en el estado de Río Grande del Sur. El accidente geográfico se llama allí Salto del Yucumä y está integrado al Parque Forestal del Turvo, a 550 kilómetros de la capital estadual, Porto Alegre.
Del lado argentino, el parque provincial Moconá integra la reserva de biosfera Yabotí, la porción de selva subtropical más extensa del país que, a su vez, forma parte del llamado “corredor verde” misionero, un conjunto de terrenos privados con explotación controlada y áreas estatales de más de un millón de hectáreas protegidas, un tercio del territorio de Misiones.

El agua cae por la descomunal rajadura de un antiguo derrame de lavas basálticas.

Consejos para tener en cuenta

- Para picnic o para camping en el lugar, hay que llevarse todo. El único apoyo local es un puesto de guardaparques. A cuatro kilómetros está el complejo turístico Saltos del Moconá y a quince kilómetros el puesto de gendarmería de Pepiry Miní.
- No siempre los saltos son visibles. Si el Uruguay está muy crecido, quedan sumergidos. Esto ocurre generalmente de agosto a octubre, cuando se registran las mayores lluvias aguas arriba, en el Brasil, y esporádicamente en otras épocas del año.
- El río podría no dejar acercarse al borde de los saltos. Si el Uruguay no está lo suficientemente bajo, no es posible llegar a las cascadas caminando desde la margen argentina.
- Si las lluvias, que son muy frecuentes y abundantes, ablandaron el terreno, quizás sólo sea posible transitar en un vehículo de doble tracción. Con un auto común, habrá que estacionar en El Soberbio y tomar una excursión en 4x4.
- Ojo con el mbarigüí, un mosquito diminuto que produce mucha picazón. Hay que llevar repelente de insectos.
- Antes de emprender esta excursión hay que buscar información sobre las condiciones de ruta y de altura del río. Teléfono de la municipalidad de El Soberbio (03755) 495804 y 495876, Gendarmería en El Soberbio (03755) 495092, Gendarmería en Pepiry Miní (03755), 441001, Secretaría de Turismo en Posadas (03752) 447539, Casa de Misiones en Buenos Aires, 4322-0677.