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LA HISTORIA DE DOS BEBAS VENDIDAS POR INTERNET
Quién da más por las mellizas

Una pareja británica pagó 13 mil dólares por las mellizas. Pero ya habían sido vendidas en EE.UU. también por Internet. La historia incluye una increíble persecución en auto y un final abierto.

Los Kilshaw con las bebas, que aún están en su poder, en Gales.
Los Allen los acusan de haberlas secuestrado en Estados Unidos.

Por Marcelo Justo
Desde Londres

En WWW.buysellbid.com se pueden comprar juegos de llaves, de sillas, o de bebas, si lo que desea son mellizas. En una historia que navega entre la farsa y una novela ciberpolicial, dos abogados británicos, Alan y Judith Kilshaw, se contactaron en esa dirección de la red con una agencia norteamericana que les ofreció dos hermosas mellizas por unos 13 mil dólares. Desesperados por tener hijos, los Kilshaw pagaron lo que les pedían sin saber que una pareja norteamericana, Richard y Vickie Allen, las había “adquirido” unos meses antes a la misma agencia a un precio más bajo. Fue el comienzo de una odisea que incluyó un clásico de las películas estadounidenses: la persecución automovilística de los Kilshaw y las bebas por las autopistas norteamericanas.
Ayer las dos familias adoptivas, una en Estados Unidos y la otra en el norte de Gales, airearon en televisión el caso, intercambiando acusaciones de secuestro y derechos parentales, mientras un ejército de abogados, especialistas en adopción e inmigración y hasta el FBI intentaban clarificar el laberinto legal de las compras de carne humana por Internet. En el medio de este circo mediático legal se encuentran las dos mellizas que hoy se llaman Belinda y Kimberley, en octubre eran Kiara y Keyara, y al nacer debían tener otro nombre, y que en medio año de vida han pasado por tres grupos familiares –uno natural y dos adoptivos– y han alcanzado un valor total en el mercado de alrededor de 20 mil dólares.
La historia de las dos mellizas comenzó en setiembre, poco después de que nacieran, cuando Tranda Wecker, una recepcionista de hotel de Saint Louis, en el nordeste estadounidense, las registró en Caring Heart (Corazón Compasivo), la agencia de adopción que Tina Johnson maneja en Internet. En octubre Wecker aceptó la oferta de 6 mil dólares que le hicieron el plomero Richard Allen y su esposa Vickie. Los Allen quedaron a cargo de los bebés mientras realizaban los trámites de adopción, ignorando que en noviembre la dueña de la agencia había recibido una tentadora oferta por las mismas bebas que aún no había borrado de la vidriera de Internet. La oferta provenía del norte de Gales en Gran Bretaña y superaba los 13 mil dólares, más del doble de lo ofrecido por Allen. El 1º de diciembre Tranda Wecker, la madre, pasó a saludar a los Allen y les dijo que quería llevarse las bebas para una última despedida antes de que se terminaran los trámites de adopción, que ella debía aún firmar.
La despedida consistió en entregar las bebas a los Kilshaw, quienes aparentemente desconocían la otra adopción. Unos días después los Allen consiguieron la dirección del hotel de los Kilshaw y los enfrentaron. “Es la primera vez que sabemos de la existencia de los Allen. Ellos estaban furiosos y yo los entiendo, pero la madre de las mellizas quería que nosotros fuéramos los padres adoptivos”, comentó ayer a la prensa Alan Kilshaw. La policía, que debió intervenir para evitar una pelea, aconsejó a los Kilshaw que abandonasen el estado. La pareja se dirigió hacia Arkansas, por sus laxas leyes de adopción. Con los Allen pisándoles los talones en una clásica persecución automovilística norteamericana, los Kilshaw cruzaron más de 6 mil kilómetros en pleno invierno con dos bebas de seis meses, y Tranda Wecker, que continuamente pedía más dinero.
Como en las buenas novelas policiales, la trama se complicó con la sorpresiva aparición en escena del padre de las bebas que reclamaba su tajada en el negocio y la enfermedad de una de las mellizas, Kimberley, a quien le diagnosticaron deshidratación por el tiempo transcurrido en el coche. El 30 de diciembre, en el aeropuerto de Manchester, en Gran Bretaña los Kilshaw superaron un último obstáculo: las autoridades inmigratorias. Increíblemente, asumieron que los Kilshaw y las bebas estaban de paso y los dejaron entrar.
Sin embargo, la historia está lejos de haber terminado. En un prenuncio de la batalla legal en ciernes, los Allen acusaron ayer a los Kilshaw de secuestrar a las bebas. “Ellos sabían lo que estaban haciendo. Sabían que estaban sacando a las bebas de nuestro hogar donde habían pasado ya dos meses”, dijo Richard Allen a la televisión británica. Los Kilshaw negaron todo conocimiento de la adopción previa, pero según Allan Levy, especialista británico en temas de adopción, el caso podría decidirse a favor de los estadounidenses, aun si los Kimberley no eran conscientes del hecho. Mientras tanto, el gobierno británico y el estadounidense deberán enfrentarse una vez más con esa caja de Pandora que es la regulación de Internet. Anoche Londres fijó su posición: el ministro de Interior Jack Straw dijo que en Gran Bretaña es ilegal vender o comprar bebés y, además, “una idea repugnante”.

 

Cabello

Sebastián Cabello, el joven de 19 años que, corriendo picadas con su auto, atropelló y mató el 30 de agosto de 1999 a Celia González Carman y a su hija Vanina, de tres años, finalmente llega a juicio oral y público: un magistrado de feria decidió ayer que se siente en el banquillo de los acusados y enfrente los cargos de “doble homicidio simple con dolo eventual”. Cabello permanecerá libre hasta que se concrete el juicio oral, y en caso de ser encontrado culpable podría recibir una pena que va desde los 8 a 25 años de cárcel. La decisión fue adoptada por el juez Mariano Bergés, quien recibió temporalmente en sus manos la causa que instruye Vicente Cisneros. Luego de estudiar el expediente, Bergés decidió elevar las actuaciones al tribunal oral en lo criminal Nº 30 de la Capital para que comience los trámites, a fin de que el proceso oral y público se lleve adelante en los próximos meses. El juez Bergés consideró que Cabello era imputable de “homicidio simple” por “las características que presentaba el vehículo Honda Civic”, acondicionado especialmente para correr, por “las declaraciones testimoniales”, que afirmaban que el joven estaba corriendo picadas y por “el informe de la División Ingeniería Vial Forense”.

 

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