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Federico Storani, ministro del Interior, creador del “grupo de trabajo” de la Alianza
“El equipo de campaña no será una persona sino un conjunto”

El ministro político tuvo una buena semana: dialogó con Carlos �Chacho� Alvarez y cerró la mesa de diálogo del Frepaso y la UCR. En este diálogo con Página/12 cuenta cómo fue la negociación, qué argumentos tiene para las elecciones y cómo va a ser la conducción de la campaña oficialista.

Por Sergio Moreno

Federico Storani tuvo una buena semana. Finalmente, consiguió que su criatura, un “grupo de trabajo” formado por los presidentes del Frepaso y la UCR, tres ministros del gobierno nacional, los jefes de las bancadas del Parlamento e, intermitentemente, el presidente de la Nación, viese la luz. No es poco si se tiene en cuenta la distancia que pusieron de por medio Carlos Alvarez y Fernando de la Rúa desde la renuncia del primero a la vicepresidencia. El ministro del Interior consiguió convencer a Alvarez, a Raúl Alfonsín y al propio Presidente de la necesidad de tener un lugar no institucional para hablar de política, debatir, analizar y, eventualmente, tomar decisiones. En una semana marcada por el reunionismo (y gracias a él), Storani siente que volvió la política a la Alianza.
Para conseguir tal prodigio –y para aprovecharlo, no vaya a ocurrir que sea efímero– hubo que discutir, bastante, disentir y acordar. Storani piensa que no hay drama en el disenso, que la Alianza, si mejora la situación económico-social y la mala onda se congela, tendrá chances más que buenas. Ya tiene un discurso armado muy parecido al que expuso en Página/12 Chrystian Colombo y, cosas de la vida, tiene que ver con los argumentos que Alvarez expuso en su batalla del Senado: mostrar que el Gobierno actuó en forma transparente, que la labor de la Oficina Anticorrupción aportó gran parte de los elementos para continuar la investigación y que esto recién comienza. Puesto a pensar las candidaturas, Fredi dice que nadie tiene poder de veto en la Alianza, ni siquiera Chacho.
–Finalmente logró armar un lugar donde la conducción de la Alianza debata y haga propuestas al Gobierno. ¿Está conforme?
–Sí, creo que le fue bien a la Alianza. Desde el año pasado, cuando Chacho renunció a la vicepresidencia, se generó una situación compleja, difícil, que era ver qué rol desempeñaba él, en qué lugar. No olvidemos que Chacho no sólo era el vicepresidente de la Nación, sino que además es el líder de uno de los partidos que componen la coalición en un país que por primera vez en la historia es gobernado por una coalición. Es un problema políticamente importante si uno de los líderes de la coalición no tiene un canal; si el canal institucional había dejado de existir con su renuncia, el tema era cómo se suplía. Porque, si no, lo que se presentaba era la posibilidad de una exposición mediática en asintonía con el Gobierno, la especulación acerca de las diferenciaciones y el peligro mismo de la subsistencia de la Alianza. Yo empecé a pergeñar una idea que tuvo distintas denominaciones, y distintas instancias. Mi idea era que se reprodujera cómo funcionan los partidos de la coalición francesa, que es una alianza en la que los partidos tienen un cierto grado de autonomía e independencia, a veces hacen de vanguardia y le allanan el camino al gobierno, a veces marcan serias disidencias sin que eso sea un hecho dramático. Reconozco que esa idea tenía algunos inconvenientes: era muy pronto, la propia actitud personal de Chacho no era muy proclive a integrarse a esto, y debíamos resolver qué nivel de involucramiento tenían el propio gobierno y el presidente de la Nación. Enumero sólo algunos de los inconvenientes para llegar a esta nueva instancia...
–Instancia que finalmente llegó.
–Que llegó y, entonces sí, es positiva, porque se constituye en un ámbito de análisis y de debate, si fuera necesario, pero con una doble ventaja: no sólo los partidos de la coalición están dentro con sus máximas figuras –Alfonsín y Chacho–, sino que también está el Gobierno, a diferencia del modelo francés. Y eso es bueno porque había un reclamo de decir bueno, si vamos a un ámbito, lo que se acuerde se canaliza en el Gobierno. Bueno, ahora habrá tres ministros del Poder Ejecutivo y, para usar términos futboleros, De la Rúa va a hacer el toco y me voy.
–Da la sensación de que, en estos últimos tiempos, radicales y frepasistas se están tratando como adversarios. Incluso con los encuentros de esta semana entre Alvarez y usted y, luego, Alvarez y el Presidente, todos hechos a escondidas...
–Sí, ustedes escribieron que nos encontramos “en la clandestinidad”. Pero la verdad es que la reunión entre Chacho y yo estaba anunciada y queríamos hacerla reservada para poder hablar con tranquilidad, pero no fue clandestina. Lo que se pretendía era un clima reservado para que fuera constructiva. Y no porque somos adversarios sino porque se venía de un tiempo de incomunicación a nivel directo. No es que haya habido incomunicación, no hubo un quiebre. Pero con Chacho era necesario un clima de mayor tranquilidad para conversar después de bastante tiempo de no hacerlo personalmente cara a cara. Sí lo habíamos hecho por teléfono...
–¿Qué cree que hizo cambiar de parecer a Chacho?
–Que comprendió que era una necesidad. Porque muchas veces algunas de sus expresiones públicas eran mal utilizadas o deformadas y no era posible continuar en una Alianza sin tener un ámbito mínimo donde poder analizar incluso las diferencias, que sin dudas las hay, incluso dentro de nuestros propios partidos. Una de las cosas que analizamos con él es que en muchos temas hay una transversalidad de los partidos. A lo mejor en algunos gestos, vistos de afuera, usted me dice que puede aparecer como si fuéramos adversarios, pero en la práctica cotidiana de la Cámara de Diputados, donde se ha constituido en uno de los elementos primordiales de gobernabilidad para la Alianza, a veces hay posiciones cruzadas: radicales coinciden con frepasistas y disienten con otros radicales o a la inversa.
–Una de las últimas críticas de Alvarez fue que el Frepaso no tiene un lugar en el ámbito donde se toman las decisiones importantes del Gobierno. Y, además, ha dicho que su partido no está solamente para darle mayoría parlamentaria al Gobierno. Este “grupo de trabajo” ¿va a solucionar ese reclamo, en lo referente al Frepaso e incluso al radicalismo?
–Va a ayudar mucho. En cuanto a la toma de decisiones, el Frepaso está representado en el Gobierno, en el gabinete. Graciela Fernández Meijide es ministra de Desarrollo Social y hasta no hace mucho tiempo había dos figuras excluyentes en el Frepaso que eran Chacho y Graciela. El hecho de que ella se haya restringido al área de Gobierno a lo mejor no le da la misma influencia que antes tenía sobre el Frepaso como agrupación, pero no hay dudas de que ella es una figura muy representativa del Frepaso.
–Eso ocurre en las reuniones del gabinete pero la verdad es que Graciela no está en el núcleo duro de la discusión política ni de las decisiones del Gobierno.
–Las reuniones de gabinete necesariamente son las que blanquean determinado tipo de decisiones importantes. Yo me acuerdo de que la discusión del ajuste tan duro y doloroso del año pasado llevó 48 horas de debate. Y en esa oportunidad yo hice un tándem con Chacho en cuanto a la posición que mantuvimos. Y las decisiones se tomaron ahí. Hasta en el tema del Senado hubo una estrategia decidida el 22 de agosto del año pasado: ahí se tomó la decisión de que Chacho fuera a la Justicia. Porque en ese momento se cuestionaba que hubiera una comisión especial del Senado, que no era creíble que se investigara a sí mismo. Y ahí se decidió que se presentaran todos los ministros ante la Oficina Anticorrupción; a mí me dieron instrucciones para que hiciera las gestiones políticas, las cuales desembocaron en gestos importantes, por ejemplo la salida de Augusto Alasino de la presidencia del bloque justicialista. Por lo tanto me parece equivocado el balance que arroje que no se participó en las decisiones. Ahora, si lo que se quiere decir es que se requería un ámbito de análisis más político y una visión a más largo plazo, yo también lo pensaba de ese modo, por eso hinchaba con el tema del grupo de trabajo desde el año pasado, porque me parecía que hacía falta. Pero no porque hubiese habido un intento de exclusión en la toma de decisiones de un sector. Y no nos olvidemos de que, al principio, cuando quisimos armar este grupo de trabajo la primera respuesta que nos dio Chacho es que no quería quedar pegado a nada institucional. Hoy están las condiciones maduras para poder hacerlo.
–Ya que usted nombró al Senado, y a la luz de la decisión del juez Carlos Liporaci de declarar la falta de mérito, ¿qué sabor le queda de este episodio?
–Esto recién empieza, es un proceso que no lo veo para nada como negativo. Si uno cree que estas cosas pueden ser un suceso y que de la noche a la mañana se produzca un cambio sustancial, bueno, ahí hay una gran dosis de ingenuidad. Pero si en el proceso generado desde que esto se inició hasta ahora no se advierten cambios, entonces también hay ingenuidad y falta de reconocimiento. De Liporaci nunca había que esperar nada, ni siquiera cuando anunció que tenía pruebas concluyentes para dictar la prisión preventiva. Sonó a lo que iba a ser: trató de presionar por esa vía porque tiene un proceso por enriquecimiento ilícito en marcha. Pero el camino de la Justicia había que seguirlo. Ahora bien, tomemos a la Oficina Anticorrupción: fue la que más trabajó, la que más elementos aportó incluso a la propia causa. Y esa es una entidad creada por el Gobierno. Creo que lo que el Gobierno hizo, desde el Gobierno, incluso en algunas cosas más allá de lo prudente –apertura de cuentas secretas, por ejemplo– fue voluntad política para que hubiera esclarecimiento. Y además, en lo que me toca personalmente, yo sé lo que costó: todavía me están puteando por alguna de las gestiones que hice. ¿O usted cree que fue gratis la renuncia de (Raúl) Galván, o de Alasino? Eso no es moco de pavo. Yo no tenía muchas esperanzas de que se esclareciera ese episodio, pero sí tenía el convencimiento de que la cosa así no funcionaba y que entonces había que producir condiciones políticas que nos dieran margen de maniobra para meter más cuchillo. Fíjese: nosotros a raíz de las condiciones que se generaron pudimos meter la reforma política en la que trabajamos con Chacho durante diez meses, sobre el financiamiento de la política, el control, una cantidad de cosas que la corporación estaba totalmente negada a aceptar si no cambiaban las condiciones políticas. En este proceso el problema es el lugar en el que se pone cada uno, que es lo que le dije a Chacho: si vos la mirás de afuera, es una actitud. Pero uno puede decir: se avanzaron cinco metros en la dirección deseada y yo quiero avanzar más. El próximo Senado será el primero elegido por la voluntad popular, donde habrá un tercio, como mínimo, de mujeres, cuya experiencia demuestra que no han venido con tantos vicios de la política tradicional.
–Usted fue el primero que hizo público su deseo de que Alvarez fuera candidato a senador por la Capital. El se negó y dijo que nadie que haya participado en este Senado debería volver a candidatearse. ¿Coincide?
–No, absolutamente no. Creo que siempre las generalizaciones son injustas. El único que renunció fue (Juan) Melgarejo. Renunció porque la senadora (Silvia) Sapag dijo que a él lo había mencionado (Emilio) Cantarero, el que tiene menos credibilidad, el que todos sabemos que es la antología de lo que no se debe ser. Sin embargo, ese lo menciona en una conversación y entonces aparece como sospechado. Y renunció a su banca. Conozco a Melgarejo de toda la vida, conozco el proyecto de ley de Hidrocarburos y la posición de la UCR de toda la vida: ahí no hubo ninguna cosa que estuviera afuera de lo que proclamamos toda la vida. Entonces, es evidente que eso fue una mención calumniosa, injuriante. Ahora, ¿Melgarejo podría volver o no? Yo creo que sí. El que no tiene que volver nunca más es Cantarero.
–¿Cree que habrá premios y castigos?
–Tomemos un distrito grande, la provincia de Buenos Aires, por ejemplo. Creo que, si la cuestión económico-social empieza a mejorar o hay una tendencia a la mejora, van a ponerse en la superficie otras calidades. Porque, seamos sinceros, si la recesión continuaba y el desempleo crecía, ni Mandrake ganaba esa elección. Ahí ni Alfonsín ni Chacho podrían hacer nada, iba a haber un voto castigo. Pero si los indicadores mejoran y también la perspectivas, ¿qué se empezará a discutir en el Senado? ¿Quién garantiza más transparencia, quién garantiza mejor las instituciones? Y ahí, a esa elección que aparecía ganada supuestamente por Duhalde contra Alfonsín quiero verla. Alfonsín discutiendo transparencia con Duhalde, que no es precisamente un abanderado de estas cosas, y Chacho en la Capital, garantizan la nacionalización de la elección discutiendo sobre las virtudes que la Alianza puede exhibir.
–El viernes, el gobernador mendocino, Roberto Iglesias, le dijo a Página/12 que el candidato a senador por la Alianza será José Genoud. No me parece que Alvarez se ponga contento con eso...
–Hay que ser respetuoso de cada distrito y, además, nadie tiene derecho a veto. Chacho tampoco tiene derecho a veto. La gente podrá elegir las listas partidarias de la Alianza y luego a los senadores. En realidad, Chacho me dijo que su negativa a candidatearse no era por eso, sino porque él quería estar un tiempo afuera, pero eso es un tema que yo respeto. En una Alianza jamás puede haber vetos.
–El Gobierno está trabajando en las elecciones, por más que lo niegue, y ha pedido una megaencuesta que ya debe estar en su poder. ¿Cómo cree que saldrá la Alianza en esa elección?
–Como dije antes: si la situación económico-social mejora, nuestra chance electoral es alta. Y van a aparecer en la superficie cosas que hicimos bien. La austeridad ha sido enorme, se bajó el 40 por ciento el déficit fiscal, eso se nota. No hay que olvidarse lo que costó ponerse al día con el Fondo de Incentivo Docente, lo que se hizo con las Pymes, que ahora va a poder llegar a los sectores más postergados. Podemos articular un discurso poderoso: no perdamos el esfuerzo, el esfuerzo vale la pena. El año pasado hubo un esfuerzo enorme que hizo la sociedad. ¿Cuál es la alternativa? ¿La disputa Ruckauf-De la Sota, que han hecho un acuerdo táctico pero se están midiendo para matarse? Ya comparamos nosotros algo que pone incómodo a Ruckauf, ¿dónde está la eficiencia del gatillo fácil de la policía bonaerense? Se traduce en el aumento increíble de los delitos en el Gran Buenos Aires, en ejemplos de brutalidad policial, tomas de rehenes donde mataron a todo lo que se les cruzó, en violencia deportiva por más que pongan a Castrilli, antes lo pusieron a Rico y fue el papelón del siglo. Esas cosas, que estaban en un segundo plano porque todo era lo económico-social, van a salir a la superficie y allí nosotros tenemos unas ventajas notorias.
–¿El equipo de campaña va a estar comandado por Antonio, el hijo del Presidente?
–No, para nada. El equipo de campaña no será de una persona sino de un conjunto y, seguramente, estarán quienes tienen mayor experiencia política, como hemos hecho siempre. En el equipo de campaña habrá gente del Frepaso, el Ministerio del Interior –cosa que ya me adelantó el Presidente– y gente del radicalismo. De ningún modo va a estar conducido fuera de lo que fue la tradición de una campaña.

BUENOS AIRES, MARKETING POLITICO E IMAGENES
“La provincia está muy mal”

“La provincia de Buenos Aires está muy mal económicamente, tiene un endeudamiento muy alto, desequilibrio financiero, no tenía crédito por su propia administración. El drama del gobernador Carlos Ruckauf es que no puede decir que heredó una situación mala, pero heredó una situación mala. Si lo dice, entra en conflicto con su socio Duhalde. Y si dice que heredó una buena situación, como lo dice, queda él como un pésimo administrador porque la provincia está muy mal.”
–Ahora, Ruckauf es el dirigente con mayor intención de voto en el país.
–Lo que pasa es que hace buenos lines (ríe, hace referencia a la foto que se tomó con los Pumas elevándolo para agarrar una pelota de rugby). Una de las cosas que me decepcionan es que el marketing sea tan poderoso, porque creo que es pan para hoy y hambre para mañana, estas cosas duran muy poco. Eso de maquillarse para recibir a los vecinos de Guernica aparece tan armado que es chocante desde el punto de vista de la dignidad. Va a tener otros episodios como el de Fito Páez, que le pateó los carteles con su firma en un recital. Pero por ahí hay cosas con las que entra, como esos noticieros paralelos que tiene en varios canales de televisión. Eso son montañas de guita, montañas.
–La provincia está muy mal y Ruckauf tiene una buena imagen; el país está mal y la imagen de De la Rúa también. ¿Les falla el marketing?
–La crítica se concentra mucho más en el gobierno nacional que en los provinciales, eso siempre fue así. Pero, eso es una sensación que puede ser efímera, ahora estamos teniendo un rebote de mejoras que empiezan a advertirse. Había una enorme expectativa puesta en el gobierno de la Alianza, sin duda, y la Alianza somos nosotros. La gente asoció sus expectativas a la Alianza y si veía que el gobierno nacional no respondía se la agarraba con nosotros, eso está claro. Luego vendrán otras cosas. Por ejemplo, el debate en el que se metió ahora Ruckauf, superficialmente como hace siempre, es el de los gastos en las Legislaturas provinciales. El plantea la unicameralidad. Los tres sistemas más caros del país son unicamerales: Formosa, Chacho y Tucumán. Que cueste o no cueste no es un problema de uni o bicameralidad, es un problema de porcentajes del presupuesto, de topes, de controles. Nosotros vamos a doblar la apuesta, vamos a pedir ese debate por la uni o bicameralidad pero también queremos que las reformas constitucionales que se hagan en las provincias sean para la gente, que se les den las autonomías municipales a fin de que manejen sus recursos, anuladas por aquel acuerdo Rico-Duhalde que permitió la reelección de este último. Cuando estas cosas aparezcan más fuertes, no hay dudas de que van a ir cambiando, no todo se arregla con el marketing.

 

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