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El Torquemada de Bush a punto
de traer el Santo Oficio a Washington

El Senado norteamericano aprobó ayer en comisión a John Ashcroft como secretario de Justicia. Si el pleno confirma al candidato de Bush, será el cargo más alto alcanzado por la derecha religiosa.

La Comisión Judicial del Senado votó ayer por 10 a 8 la designación de John Ashcroft.

La batalla por el nombramiento de John Ashcroft con el rango de ministro de Justicia refleja la misma división nacional que hizo que su promotor, el republicano George W. Bush, ganara la presidencia de Estados Unidos con menos votos populares que su oponente Al Gore. Ayer la Comisión Judicial del Senado aprobó la designación de Ashcroft, aunque solamente por dos votos. Y el demócrata que cruzó la línea para votar con sus colegas republicanos del panel, Russell Feingold, aclaró que lo hacía para que los republicanos revirtieran tácitamente una de las decisiones más controversiales de Ashcroft como gobernador del estado de Missouri: el bloqueo a la promoción del juez negro Ronnie White a un juzgado federal. Si bien casos como éste y otros –en un nutrido historial de decisiones y opiniones férreamente antiabortistas, contra el control de armas y contra la desegregación racial– causaron que la mayor parte de los demócratas se opusiera a su designación, se espera que al menos otros dos además de Feingold voten a su favor mañana en la votación del pleno. Esto significará que la Secretaría de Justicia tenga como titular a John Ashcroft.
La situación de los senadores demócratas fue siempre más compleja que la que sugiere la ideología partidaria. Por lo general, las bases para frenar un nombramiento en el Senado son fallas personales (alcoholismo, por ejemplo) o sospechas fundadas de que el nominado intentaría subvertir la división de poderes entre el Legislativo y el Ejecutivo. Los integrantes de las comisiones del Senado se abstienen de vetar a alguien simplemente porque discrepen de sus opiniones. Gale Norton, por ejemplo, fue aprobada como secretaria del Interior (y confirmada ayer por el pleno del Senado) no obstante sus opiniones críticas hacia el ambientalismo. La presión se debe en gran parte a que éstas son las designaciones del presidente. El líder de la bancada republicana en el Senado, Trentt Lott, recalcó que “Bush fue elegido presidente. Es un conservador y tiene el derecho de tener el gabinete que elija”. Pero el profesor de Derecho de la Universidad de Harvard Michael Sandel señaló una falla clave en ese razonamiento: “Cuando los senadores dejan de lado sus opiniones personales, lo hacen para permitir que el presidente haga lo que la gente que lo eligió quiere hacer; pero en esta elección Gore recibió más votos que Bush”. Sin embargo, los senadores demócratas que se opusieron a Ashcroft –Ted Kennedy, Hillary Clinton y, menos previsiblemente, el titular de la bancada demócrata en la Comisión Judicial, Patrick Leahy– dieron un argumento más contundente: que el nominado ministro de Justicia había intentado torcer la ley cuando fue gobernador y después senador de Missouri.
El caso emblemático es el de Ronnie White. Unico juez negro de la Corte Suprema de Missouri, White fue nominado en 1993 para una Corte de Apelaciones federal. Como senador, Ashcroft se opuso al nombramiento y logró descarrilarlo. Las críticas no fueron tanto porque su objetivo parecía racista –como gobernador había nombrado a ocho jueces negros– sino por las tácticas que usó para lograrlo. En declaraciones que podrían haberle acarreado un juicio por difamación si no hubieran sido hechas en el Senado, Ashcroft disparó que White “inclinaría la ley a favor de los criminales: tiene una tremenda inclinación hacia la actividad criminal”. Otros de sus votos en el Senado fueron igual de sugerentes: votó en contra de un embajador a Luxemburgo porque era homosexual; a favor de una ley que definía que la vida humana comenzaba en la concepción y prohibía el aborto en casos de violación e incesto y en contra de prohibir la venta al público de armas de asalto. Antes, como gobernador, se opuso a un plan de desegregación voluntaria de escuelas en Saint Louis e intentó hacer aprobar una ley antiaborto similar a la que luego apoyaría en el Senado.
Durante los debates en la Comisión Judicial, los republicanos enfatizaron que “Ashcroft siempre cumplió e hizo cumplir leyes con las que no estaba de acuerdo”. Eso fue suficiente ayer para persuadir al demócrata Russel Feingold de Wisconsin a volcar el voto de la comisión por 10-8 a favor de la nominación. Pero aclaró que su apoyo era “una rama de olivo”, un gesto que debía ser recompensado con una medida muy concreta: la mayoría republicana en el Congreso debía pedirle a Bush que volviera a nominar a White para el tribunal federal, lo que contradictoriamente implica que Feingold admite que en ese caso Ashcroft actuó de manera indebida. Es imposible saber cuánta influencia tendrá esta posición en otros senadores demócratas cuando mañana se vote en pleno la designación. Tres de ellos, con Feingold, ya anunciaron que votarán a favor. En los medios se sugirió que quizá algunos republicanos “liberales” voten en contra. Pero el método Feingold para apaciguar conciencias podría resultar muy útil.

 


 

LA DEMOCRACIA PERUANA, AGRADECIDA
El contraataque que falló

El proceso de democratización peruano resultó ayer fortalecido por la aparente derrota de un contraataque “montesinista”. Una subcomisión legislativa estableció que había bases suficientes para juzgar al ex presidente Alberto Fujimori, actualmente recluido en Japón, por no obedecer la orden del Congreso de regresar a Perú. También autorizó el procesamiento de su ex ministro del Interior, José Villanueva. En la Corte Suprema, tres jueces fueron destituidos por sus pares luego de que un video los mostrara planeando con el ex asesor de inteligencia Vladimiro Montesinos afianzar el control fujimorista del Poder Judicial.
Al mismo tiempo, la denuncia de que el presidente provisional Valentín Paniagua había recibido sobornos de Montesinos está siendo descalificada por una investigación judicial. El mismo Paniagua agradeció ayer “a las instituciones que contribuyen a afirmar la democratización del país”. En efecto, ayer parecía consolidarse la falsedad de la versión de que el presidente obtuvo de Montesinos un soborno de 30.000 dólares para su campaña para congresista en 1999. La fiscalía confirmó que el autor de la denuncia era –además de chofer del dueño del canal montesinista TV América– un ex policía con prontuario que ya había formulado denuncias contra otras figuras del gobierno de Paniagua. E incluso dentro de la misma TV América hay presiones para presentar una disculpa formal al presidente.

 

OPINION
Por Caroline Fourest *

La utopía de la derecha

Durante los 35 días que duró el folletín de Florida, la derecha religiosa norteamericana no dejó de rezar para que ganara el candidato republicano. Sus plegarias fueron escuchadas. Y ahora el presidente Bush, olvidado del conservadurismo compasivo, hace realidad las oraciones de sus votantes. Hijo de pastor, viejo amigo de Jerry Falwell, John Ashcroft es el candidato soñado por la derecha religiosa. Sostenido financieramente por Pat Robertson, este ex gobernador de Missouri no es un simple ultraconservador: es un militante anti-abortista, un enemigo encarnizado de la acción afirmativa (o medidas antidiscriminatorias positivas), un primo no demasiado lejano de los nostálgicos de la segregación racial, un antigay encendido y un fervoroso partidario de la pena de muerte. Artesano del proyecto que permitió que los grupos religiosos se beneficien con exenciones impositivas bajo el pretexto de que contribuían a la acción social –es así como se financia un buen número de centros antiabortistas-, también intentó reformar la Constitución norteamericana de modo de otorgar jerarquía constitucional a la prohibición de abortar, incluidos los casos de incesto y violación. Ante la polémica que suscitó su nominación por Bush, se sintió obligado a declarar que iba a aplicar la ley sin atender a sus convicciones personales. Sin embargo, la National Association for the Repeal of the Abortion Law estima que con su designación “las libertades que se tardó un siglo en conseguir se ven amenazadas de manera alarmante”. Pero, más acá de los cambios en la Administración, es en la vida cotidiana que la violencia de la derecha religiosa hace vivir en el terror a quienes no comparten su visión del mundo. Los gays obtuvieron algunos derechos, pero ¿a cuántos Matthew Shepard se encuentra asesinados cada mañana? Las mujeres no han perdido el derecho al aborto, pero ¿en qué condiciones pueden aspirar a ejercerlo? El destino de una norteamericana que busca abortar es una pesadilla anunciada. Y, en definitiva, a través de medidas legales, y sobre todo de las actitudes que tolera y aun fomenta en los grupos religiosos, la derecha ha logrado que no haya mayores diferencias con un país donde el aborto es clandestino. Mientras la opinión pública internacional se interroga sobre el destino de los designados por Bush, los militantes del orden natural y divino saben que ya ganaron lo principal: que las mujeres “aborten con dolor”.

* Jefa de redacción de la revista ProChoix. Publicado en Libération.

 

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