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ESTRENOS DE LA SEMANA

“CASI FAMOSOS”, UNA BRILLANTE MIRADA DE CAMERON CROWE A LOS ‘70
La otra gira mágica y misteriosa

La cartelera porteña se renueva con dos títulos fundamentales para comprender la música contemporánea: �A hard day�s night� es un impecable paseo por la Beatlemanía, mientras que �Casi famosos� se sumerge en el mundo de las giras de rock y su entorno, antes que se convirtiera en una gran industria.
�Almost famous� se basa en la experiencia del director como el periodista más joven de �Rolling Stone�.

Por Martín Pérez

Años antes de ser nominado al Oscar por Jerry Maguire –y años antes también de comenzar su carrera como director cinematográfico con esa joya generacional llamada Digan lo que quieran, que prácticamente le permitió inventarse a John Cusack–, Cameron Crowe fue periodista de rock. Y no sólo eso: fue el periodista de rock más joven de la revista Rolling Stone. Con quince años, Crowe se fue de gira con grupos como The Allman Brothers o Led Zeppelin, y escribió todo lo que vio sobre ellos. O, al menos, todo lo que vio con sus ojos de fan. Y de joven que está aprendiendo a creer en la vida y en el mundo y en todo lo que vendría después de esas experiencias con rockers pelilargos, engreídos y tal vez aún más ingenuos e idealistas –y reventados, por supuesto– que él.
Una vez que comenzó su carrera como director de cine, Crowe fantaseó muchas veces con que aquellos recuerdos podían ser una película. Dos décadas –y 150 millones de dólares, los que recaudó su nominado film con Cruise– más tarde, aquel aprendizaje de Crowe finalmente se convirtió en el film que se merece el que tal vez sea el director del más puro Hollywood que más (y mejor) cree en el “afecto” especial antes que en los efectos especiales. Y, al mismo tiempo, es una película que cree en el cine con la misma ingenuidad e idealismo con el que Crowe supo creer en el rock’n’roll. Narrando efectivamente la historia de un adolescente de quince años que cubre la gira de una banda en ascenso para la revista Rolling Stone, Casi famosos es en realidad un film sobre el gran circo del rock. Pero visto desde el punto de vista de un converso, dispuesto a poner todo de sí para tener espíritu crítico, pero incapaz de darle la espalda a la que es la razón de su vida. La música.
De esta manera, más que un film de iniciación, de una extraña manera Casi famosos es una obra de anti–iniciación. Perseguido por las advertencias tanto de su madre (una profesora universitaria que desconfía del rock, al que considera un instrumento de marketing y una poesía sobre “drogas y promiscuidad”) como de un periodista que es su mentor –que le dice que, lisa y llanamente, el rock ha muerto–, el joven William Miller sale a enfrentarse cara a cara con su pasión. Y –he aquí una de las maravillas del film– pese a que Crowe mantiene al público durante todo su metraje esperando que el pequeño Miller finalmente crezca y vea la supuesta verdad sobre la música, tanto él como los espectadores terminan dándose cuenta que no hay ninguna oscura verdad por descubrir, que todo está a la vista: tanto la madre de William como su mentor periodístico tienen razón, pero a pesar de todo el rock sigue siendo una buena razón para seguir viviendo.
Porque la verdadera historia de iniciación es la que Crowe guarda para el prólogo del film, casi un cortometraje (protagonizado por el encantador Michael Angarano en el papel de un aún más joven William) en el que es posible sentir como pocas veces antes lo ha hecho el cine –hay que remontarse a la escena del vinilo en Velvet goldmine– el poder evangelizador (y didáctico, dionisícamente hablando) del rock. Lo que viene después es simplemente un historia de aprendizaje, no de iniciación. Bajo la forma de una película encantadora, entrañable y tan excitante como el espíritu del rock que intenta abarcar. Una película habitada por personajes casi tan perfectos como sus intérpretes. Y con parlamentos memorables. Como el repetitivo “No tomes drogas” con el que la madre de William (interpretada por Frances McDormand) enloquece a quienes acompañan a su hijo. O el “Este es tu hogar” que Penny Lane –la groupie que hace brillar de manera consagratoria Kate Hudson– le revela a William cuándo la gira se prolonga demasiado.
Contradictoria de una manera en la que ni siquiera Jerry Maguire –con su obsesión por venderse (o no)– se había atrevido a ser, y por momentos tierna casi hasta el borde de la cursilería, Casi famosos es un film que se entrega totalmente a su tema, y así es como desarrolla la historia del extraño vínculo entre el joven periodista (al que el grupo llama “el enemigo”), la estrella en ascenso y la groupie, motor de la historia hasta el final. “Algún día tendrás onda”, le dice la hermana de William al huir de su casa, escapando de su madre sobreprotectora. “Yo te conozco, vos no tenés onda”, le recuerda a William su mentor periodístico, al tiempo que –en el mejor argumento a favor del público y no de las estrellas de rock– aclara: “En este mundo corrupto y en bancarrota, la única moneda que tiene valor es la que compartís cuando no tenés onda”.
Tal vez uno de los mejores elogios que se le puedan hacer a un film como Casi famosos es que, lejos de hacer de sus más fanáticos espectadores futuras estrellas de rock, invita a que se hagan fanáticos del género. Sabiendo que, con fanáticos sinceros –con o sin máquina de escribir delante– y capaces de ser honestos e implacables, ese espíritu rocker que ha salvado tantas vidas seguirá siendo capaz de cambiar el mundo antes que ayudar a venderlo al mejor postor.

 


 

Los Hermanos Marx, con flequillo beatle y todo el mundo
a sus pies

The Beatles en su esplendor pop, risa fácil y canciones inolvidables.
El film de Lester retrata el espíritu de 1964 como si fuera hoy.

Por Horacio Bernades

Cuatro chicos huyen de una tropilla de fans que los persiguen, frenéticas, entre intentos de tackles, gritos y aullidos. Dos de ellos se llevan por delante, se caen y luego se ríen del propio tropezón. No son risas de cine, sino unas bien reales, de esas que no hay cómo fingir. Los chicos están felices, tienen ganas de divertirse, y se nota. En el célebre comienzo de Anochecer de un día agitado, que hoy se reestrena en Argentina como parte de su relanzamiento internacional, queda sintetizado, de modo inmejorable, qué es lo que hace que la primera película de Los Beatles no tenga otro tiempo o edad que los de una adolescencia eterna y feliz.
Anochecer de un día agitado evoca inevitablemente ese experimento reciente en que unos científicos lograron detener la velocidad de la luz: basta soltarla para que esa fuente de energía concentrada se dispare, a máxima potencia. En el momento en que la película empieza a rodar, ya no importa el tiempo transcurrido, se suspenden hasta nuevo aviso el envejecimiento y la muerte. Anochecer de un día agitado conoce un solo tiempo, y ese tiempo es hoy, ahora, ya. Entonces, era 1964. Los Beatles (el mundo) tenían poco más de veinte, las mejores canciones, todo por delante. Richard Lester, estadounidense radicado en Londres, supo percibirlo y les dio la libertad necesaria para que eso aflorara. A comienzos de los 60, uno de los nombres posibles de la libertad era Nouvelle Vague, y Lester lo sabía. Por eso filma la primera y definitiva película beatle en blanco y negro, con actores que no son actores, una cámara lista para todas las urgencias y un espacio cinematográfico liberado de argumentos, tramas, géneros y otras ataduras.
John, Paul, George y Ringo hacen aquí de John, Paul, George y Ringo. El mundo está a sus pies; las chicas los persiguen; ellos huyen, paran para tocar “I should know better” o “Love me do”, le toman el pelo a cualquier “ciudadano normal”, se ríen de agentes de imagen, falsos idólatras y burócratas, van a cócteles de presentación, dan respuestas absurdas a las tontas preguntas de los periodistas... Hacen, en una palabra, lo que Los Beatles hacían. En plena eclosión del cinéma-verité, Lester (que nunca más recuperaría esta juventud; al lado de Anochecer..., Help parece vieja) filma un falso “documental sobre Los Beatles” que termina siendo un verdadero documental sobre Los Beatles. O, más precisamente, sobre ese algo inaprensible que podría llamarse “espíritu Beatle”. Su fórmula jamás escrita prescribe partes iguales de despreocupación, irreverencia y burla al mundo adulto, juegos de palabras y sinsentido a la Lewis Carroll, una buena pizca de acidez y fabulosas canciones. Y una total alegría.
Si huele a espíritu adolescente, es porque está bañada en él. Pero Anochecer de un día agitado no es sólo un documental falso-verdadero. La película de Lester y Los Beatles anticipa el videoclip (ver la escena inicial en el tren o la filmación aérea de “(Money) can’t buy me love”) y cruza las influencias más diversas, desde la tradición británica del nonsense hasta el Truffaut de Disparen sobre el pianista, pasando por el op-art y el aire del swinging London. Le suma, a todo eso, la tradiciónentera de la comedia cinematográfica, en todas sus variantes. Empezando por la comedia de corridas y tropezones, allà Mack Sennett, con Keystone Cops incluidos. Ante una risotada tonta de Ringo, el tropezón de George, las muecas de John y Paul, ¿cómo no ver a los Fabulosos Cuatro como “Los cuatro chiflados”? Y toda esa energía anárquica, ese desafío a la lógica, no es la de unos Hermanos Marx redivivos? Con Lennon como Groucho, claro, sacándoles punta a los aforismos que el guionista Alun Owen cocina en la mejor tradición de humor inglés.
Claro que si hay un personaje cómico en Anochecer de un día agitado, no es, llamativamente, ninguno de Los Beatles, sino un viejito a quien en las primeras escenas se dedican a verduguear y más tarde terminará revelándose como mil veces más asocial que todos ellos juntos. Se trata de John McCartney, “abuelo” de Paul, verdadero protopunk de calva y aspecto de gentleman (increíble Wilfrid Brambell). Pero a no reírse tanto: hay un paseo de Ringo que es de una súbita melancolía, en medio del furor. Allí es como si la película abriera, sin aviso ni explicación, una ventanita que lleva directo al corazón más íntimo de la celebridad. La ventanita quedará arrasada en la siguiente correría, cuando los cuatro flequilludos vuelvan a imponer sobre el film, sobre el mundo, una irresponsable dictadura llamada Libertad Absoluta.

 

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