Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


“SEX BYTES”, LO MAS ATREVIDO DE LA TV ATREVIDA
Sexo a una tecla de distancia

Con un desprejuicio poco frecuente en el medio, el ciclo de I-Sat se mete de lleno en el peculiar mundo del erotismo virtual.

En “Sex bytes” abundan las prácticas poco convencionales.
Eso incluye una extraña orgía con disfraces de payaso.

Por Julián Gorodischer

Esta gente hace cosas raras: se revuelcan sobre los teclados, se azotan con ramos de flores o se quedan horas masturbándose frente a la pantalla. “Creo que las computadoras crearán una nueva sexualidad”, dice alguien y la sucesión de prácticas virtuales ya no se detiene. En “Sex bytes”, el nuevo programa de sexo del Canal I-Sat, la trastienda del servicio erótico aparece en primer plano: es una excursión al vivo y en directo de los sitios de Internet. La red habilita lo impensado: el sadomasoquismo extremo, el “sexo payaso”, los swingers virtuales, la prostitución telefónica, todos narrados por fuera de cualquier dimensión moral. Este, queda claro, es un territorio que no conoce la idea de “normalidad”.
“Sex bytes” (jueves a las 23), entiende que, junto con el sexo virtual, han nacido nuevas reglas, una jerga y expectativas. “Jugar con responsabilidad” (así enunciado), es uno de los implícitos más evidentes de prácticas que garantizan asepsia y seguridad. Es la convicción de no estar corriendo riesgos de ningún tipo, en tanto los encuentros no escapen al soporte cibernético. Los casos, de eficacia narrativa, son extremos: en una escena, una pareja está a punto de reunirse al final del día. Faltan veinte minutos para que el novio llegue a su casa después del trabajo. Sin embargo, no esperan. El tono subido comienza con un chat privado (que tiende un puente entre la casa y la oficina), y se prolonga en el teléfono durante el viaje en taxi. No improvisan, y él lo asume en un monólogo a cámara: todo lo que dicen, cada frase, es fiel a los dictados de un registro que miles de amantes forjaron a la distancia. Ella y él saben cómo provocarse, aquietar las aguas y volver por más en apenas unos minutos, mencionando lo justo y con los beneficios del sexo sin contacto: rapidez, efectividad garantizada y sin sorpresas. Los amantes se encuentran –minutos después– y deciden compartir otros placeres menos turbulentos, como ver la tele o dormir una siesta. El teléfono dejó sus ánimos templados.
“Sex bytes” es una de las apuestas más fuertes de I-Sat en 2001, promocionado en las revistas mediante una falsa solicitada de protesta firmada por una liga de “damas pacatas”, y con afiches de sus escenas en casi todas las estaciones de subte de Buenos Aires. Ni “UK Raw”, ni “Sex and shopping” (otros programas del mismo canal) habían llegado a tanto. Una señorita llamada Tina azota a “Cerdo”, su pareja, con la brutalidad de una experta. Y la cámara se infiltra en su aprendizaje como ama, con el desprejuicio que sólo la red de redes habilita: estos sadomasoquistas (que pueblan Internet con sus imágenes) son tan explícitos en sus acciones como sólo el uso de un nickname –garantía de anonimato– podría permitirlo. Lo mismo que otros consumen tecleando solamente con una mano, en este ciclo puede verse en su etapa de producción, el momento en el cual actores y modelos pusieron un cuerpo real a las situaciones que suelen multiplicar los monitores.
Quizá lo más interesante de “Sex bytes” sea el permiso para la transgresión al “deber ser” del mundo real que trae consigo. Sus personajes se asomaron a la red, al principio, sólo para “probar”. Y se convirtieron en expertos en lo suyo. Eso sucedió con los “payasos eróticos” que se reúnen semanalmente para desplegar sus orgías con números circenses, que ahora muestran orgullosos. Se contactaron, alguna vez, en un chat de aprendices con vergüenza y, después de un tiempo de intercambiar sólo palabras, se los ve exhibicionistas de una teatralidad divertida. Una de las payasas dice que nunca antes tuvo “una sonrisa tan grande en la cara”. La están pasando bien. En el grupo hay de todo: un gordo gigante que disfruta sentándose sobre tortas, un travesti que se hace llamar “la payasita”, una desquiciada que grita y grita sin parar. Nadie la calla, porque todos hacen lo que quieren. Conviven en el mismo tatami, dispuestos a promocionar las bondades de su descubrimiento. Después, como otros participantes de “Sex bytes” (los swingers virtuales, los fetichistas del látex, los sumisos obedientes...) revelarán el origen: todo empezó con una palabra poco frecuente en el buscador. Después borraron ese sitio prohibido del historial, pero probaron de nuevo. Querían encontrar en la red lo que el mundo real no les ofrecía. El monitor como “ventana” nunca tuvo un sentido tan literal. Todos ellos fueron aficionados al chat o al porno virtual que, un día, se descubrieron fundando una práctica o un club para entendidos. Ahora deciden contarlo en un programa de TV para exponer su intimidad y festejar el cambio.

 

PRINCIPAL