Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


Para ganar fama en la televisión,
nada mejor que hacerse el idiota

�Jackass�, la nueva apuesta de MTV, explora el costado menos previsible de la tontería humana y bate records de audiencia en EE.UU.

Perfil: En �Jackass� aparece el sentido menos previsible de la idiotez, provocando a la moral media que nada tiene que ver con la corrección política.

“Jackass” comenzó como un
juego para Johnny, su creador.

Por Julián Gorodischer

El “orgullo de ser idiota” es la nueva fórmula televisiva que bate records de audiencia en los Estados Unidos. Alguien (en este caso, Johnny Knoxville) descubre, de pronto, que hay algo fascinante en caer en bici por la colina y chocar contra el paredón. Un ingrediente no debería estar ausente en la cruzada: “Sé que estoy cometiendo una idiotez, pero no puedo evitarlo”, grita el hombre en cuestión mientras se acerca la paliza. El calvario (en “Jackass”, el flamante ciclo de MTV) no tiene límites: Johnny, o alguno de sus amigos, es bañado por una marea de materia fecal, o electrocutado mientras corre, o desnudado en plena avenida del centro. En todos los casos se ve al héroe disfrutando de eso que llama “hazaña”. La semana pasada, este hombre–revelación fue tapa de la revista norteamericana Rolling Stone. Muchas estrellas de rock le envidiarían la fidelidad de sus fans.
Lo de Johnny Knoxville (P.J. Clapp es su nombre real) es un rapto. Como tal, es irracional y lo lleva a una posición extrema. La cámara no se le separa cuando se lo ve en el baño callejero, completamente cubierto por el excremento. O cuando pasa un día entero yendo del gimnasio a la zapatería con una falsa erección en sus bermudas. Se propone generar espanto y repulsión, alternativamente. No le va nada mal en la tarea. Su campo de acción preferido es el pueblo norteamericano de provincia, allí donde los vecinos no soportan verlo (junto con sus amigos) en acción. Johnny y compañía corren en cola–less por sus pacíficas calles, o patean a un falso bebé en la cabeza, sólo por diversión. La prueba ha sido superada, cada vez que alguien grita: “Por Dios, deja a ese niño”, o “Córrete de aquí, sátiro repugnante”. El letargo se ha quebrado.
Todo este gran juego comenzó como una aventura casera (otra de las claves del éxito repentino, tal vez la fascinación por el ascenso desde la nada). En uno sus primeros videos, alguien rociaba su cara con un concentrado de pimienta negra y exponía esa “gonorrea en los ojos”. El experimento causó sensación entre la “intelligentzia” under, y muchas revistas se pelearon por apadrinar unas muestras para muy pocos. Después, el director de cine Spike Jonze aportó un poco de habilidad técnica a las ideas de Knoxville, y el programa de TV ya estuvo en marcha. MTV lo incorporó a sus filas, aunque con el hábito objetable (al menos en la Argentina) de tapar los genitales con un parche cuando alguien se desnuda, o hacer sonar una alarma para silenciar insultos.
En “Jackass” aparece –junto con el susto, lo repugnante, la acción imbécil– el sentido menos previsible de la idiotez, como forma de provocación a la moral media que nada tiene que ver con la (tan de moda) corrección política. Aquí se dice sin velos, sin discursos aprendidos de memoria: si hay alguna fuerza en las “hazañas” del programa, está en su absoluta autenticidad. Es algo que no puede enunciarse –que es pura conmoción– lo que aparece al ver a la “bestia” persiguiendo a los vecinos espantados. Uno de los “idiotas” se está haciendo el loco (y sí que le sale bien el papel); los pueblerinos huyen con franca desesperación. La escena no admite una lectura de orden moral: son ancianas que se tropiezan en el intento de fuga, chicos que se ponen a llorar. Hay alguien que está haciendo “lo que no se debe”, y no puede evitarlo. Este, con certeza, no es el territorio de la cortesía o la urbanidad.
Johnny Knoxville no está solo, ni fue un pionero: hay otro personaje que, en la pantalla de MTV, cosecha una misma fama de “impresentable”. “Jackass” toma prestado el mismo código de “El show de Tom Green”, un primo más elegante en la rama de los idiotas. Menos obvio que Johnny, Tom Green comparte una misma vocación por el calvario. Se muestra vomitando ante la lente, y festeja en el estudio su papelón. Agrega a su propuesta un componente no menor: la exhibición de su propia pesadilla, no fraguada, cuando la cámara acompaña su operación (de cáncer en un testículo) o seentromete, indiscreta, en la cama de sus mejores amigos. En “El show de Tom Green” no hay división entre burladores y burlados: las reglas son las mismas para todos. A veces, los gags de Johnny y Tom se superponen: como cuando se burlan de un enano en patineta, o ríen a carcajadas mientras golpean al falso niño en la cabeza, o a un cachorro. El anzuelo ha sido tirado: a quien se les acerque para chillar frente a la actitud del “inmoral”, se le revelará la farsa. Para que quede en evidencia el verdadero idiota.

 

PRINCIPAL