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EN LA ENTREGA DE LOS GRAMMY HUBO MUSICA, PROTESTAS Y REIVINDICACIONES
El mágico show de las amistades peligrosas

Eminem, el rapper blanco más famoso y cuestionado del mundo, y los indiscutidos U2, fueron los principales triunfadores al llevarse tres premios. El grupo La Ley ganó en el rubro donde también competía Fito Páez, y Shakira también festejó, como siempre acompañada por su novio.

U2 festejó por partida triple y también llenó de música el Staples Center de Los Angeles.

Por Diego Fischerman

Eminem es el “enemigo público nº 1” de la escena pop en los Estados Unidos 2001. Su actitud y cada uno de sus pasos artísticos y no, claramente incorrectos políticamente, lo ubican en el mismo ¿indeseable? lugar que, por ejemplo, ocupó hace un par de años el hoy bastante desapercibido Marilyn Manson. Pues bien, Eminem además de ser el malo de la película, es un artista de ventas millonarias y de un indudable carisma que lo convierten, aun con todos sus escándalos y osadías a cuesta, en un artista reconocido por la industria discográfica. Parte de ese reconocimiento quedó confirmado en la 43ª edición de entrega de los premios Grammy, celebrada en el Staples Center de Los Angeles: el rapper blanco más famoso del mundo se llevó tres premios, al igual que los veteranos U2, los veteranísimos Steely Dan, el trío negro de rap femenino Destiny’s Child y la cantante country Faith Hill. Dentro del área latina, la colombiana Shakira ganó el suyo en “Album pop latino” y los chilenos -radicados en México– La Ley triunfaron en el rubro “Rock alternativo latino”, en donde compartían la nominación con Fito Páez.
Si hubo ganadores, también hubo grandes ignorados-derrotados: Madonna (que abrió el show de la ceremonia con un minimal número musical), Britney Spears, Backstreet Boys y N’Sync, por citar ejemplos notorios, no merecieron ningún Oscar de la música. Además de la ex chica material, hoy felizmente casada y con dos hijos, actuaron Paul Simon, Santana, Stevie Wonder y Christina Aguilera.
Al tiempo que Eminem llevaba adelante un cuanto menos increíble dueto con Elton John –justo él, acusado de homofóbico, compartiendo escenario con un confeso gay–, grupos antidiscrinatorios y homosexuales protestaban en las afueras del estadio. El tema ocupó la agenda central de los medios en Estados Unidos en todos estos días y, al final, concluyó con un empate técnico entre los “contendientes”: unos protestaron y dejaron sentado su repudio –por cierto justificado si se atienden las letras del aludido–, y el otro tuvo sus premios y se dio el gusto de cantar la que tal vez sea su mejor canción, “Stan” –la historia de un fan que acosa a su ídolo– junto al veterano pianista y compositor. El tal Eminem, Marshall Mathers en realidad, se llevó los Grammy al “Mejor álbum rap” por el controvertido The Marshall Mathers LP, al “Mejor intérprete solista rap” por la canción “The Real Slim Shady” y al “Mejor intérprete rap en dúo o grupo” por otra canción, “Forgot About Dre”, en donde comparte protagonismo vocal con su mentor y padrino, el respetable Dr. Dre. Eminem agradeció al recibir los premios a “aquellos que no se dejaron llevar por las polémicas”.
Steely Dan y U2 tuvieron sus premios, también, en un año en el que renacieron de distintas maneras. El dúo símbolo del rock-pop de fina estampa y superproducido, ganó el premio al “Album del año” por Two Against Nature, y también las estatuillas en los rubros “Mejor álbum pop vocal” y “Mejor interpretación de dúo o grupo vocal pop”, por la canción “Cousin Dupree”. Los irlandeses más famosos se llevaron Grammy en las categorías “Mejor grabación del año”, “Mejor canción del año” y “Mejor interpretación rock por dúo o grupo vocal” por “Beautiful day”, el single extraído de su reciente disco, All that you can’t leave behind. La cantante negra Macy Gray, revelación soul del año, ganó en la categoría “Mejor interpretación femenina”, y Sting triunfó en “Mejor interpretación masculina”. Fuera de las categorías competitivas, leyendas como The Beach Boys, Bob Marley, Tonny Bennet, The Who y Sammy Davis Jr. recibieron un Grammy de honor en reconocimiento a sus trayectorias.
Los triunfos de Shakira –acompañada en todo momento, sobre todo si es para las fotos, por su novio Antonio de la Rúa– y La Ley merecieron grandes muestras de júbilo en Colombia y Chile, respectivamente. La cantante colombiana agradeció la distinción y dijo que la compartía con su “amor”, y que la dedicaba a Colombia y Latinoamérica. El grupo chileno, en Viña del Mar al momento de enterarse de su victoria, celebró el hechohistórico de haberse convertido en los primeros artistas de ese país en ganar un premio Grammy.

 

Cultura argentina 2001

La segunda edición de la “Semana de la Cultura Argentina” se realizará en Madrid, entre el 27 y el 30 de junio. Así lo confirmó el secretario de Cultura y Comunicación de la Nación, Darío Lopérfido, luego de una reunión con su par español Luis Alberto de Cuenca (foto). Durante esos tres días habrá recitales, encuentros literarios y exposiciones de cine y video. Actuarán, entre otros, Divididos, Fito Páez, León Gieco, el Quinteto Piazzolla y Chango Spasiuk. En la reunión entre los secretarios de Estado se analizó el estado de las relaciones culturales entre los dos países.

 

LOS PREMIOS A LOS DISCOS DE MUSICA CLASICA
Exclusivamente clics modernos

Los Grammy, como los Oscar, son premios que la industria da a sus hijos preferidos. Pero, en los rubros relacionados con la música clásica los galardones rara vez recaen en los productos más puramente comerciales. Que los grandes ganadores de esta última entrega sean el notable Cuarteto Emerson y su brillante integral de los Cuartetos para cuerdas de Shostakovich, es un dato a tener en cuenta. Y es que para estas categorías, de las que los ejecutivos del disco no tienen demasiada idea, se contrata un jurado de especialistas, compuesto por críticos de diarios y revistas especializadas y a quienes los vaivenes de la industria los tienen sin cuidado. Ni los tres tenores ni Andrea Bocelli. Ni siquiera Argerich o la excelente interpretación dirigida por Barenboim de las Sinfonías de Beethoven (un hueso un poco más fácil de roer que los astringentes cuartetos de Shostakovich): los premios principales recayeron, por completo, en ediciones inequívocamente difíciles.
La edición de Detsche Grammophon con los Cuartetos de Shostakovich fueron distinguidos como mejor interpretación de cámara y como mejor disco del año. Pero el resto de los discos clásicos premiados no se quedaron a la zaga: Credo de Penderecki como ejecución vocal, el Dr. Faustus de Busoni dirigido por Kent Nagano como ópera, el Concierto para violín de Nicholas Maw por Joshua Bell y la Orquesta Filarmónica de Londres dirigida por Sir Roger Norrington en el rubro “interpretación con solista”, el CD dedicado por la Orquesta de Cámara Orpheus a obras breves inspiradas en danzas de Igor Sravinsky (interpretación por orquesta pequeña), la 10ma de Gustav Mahler, completada por Deryck Cooke, conducida por Sir Simon Rattle (interpretación orquestal) y un álbum con composiciones de George Crumb (grabación de música contemporánea) completaron un insólito record. Todas estas obras fueron escritas en el siglo XX y si se tiene en cuenta que la única excepción, en el rubro “interpretación vocal”, fue el Vivaldi Album de Cecilia Bartoli junto al grupo de instrumentos originales Il Guiardino Armonico (que tocará este año en Buenos Aires) se verifica un dato más curioso aún. En los premios estuvo totalmente ausente el siglo XIX que, en los hechos, conforma el porcentaje mayor del repertorio actual de conciertos y grabaciones.
Es cierto que ninguno de los álbumes elegidos (salvo, quizá, George Crumb 70th Birthday Album) se corresponde con lo que podría identificarse como vanguardia. Shostakovich, en parte por las imposiciones del stalinismo y en parte por propia convicción trabajó siempre en zonas cercanas a la tonalidad y a las grandes formas tradicionales, Penderecki, luego de su período más experimental (al que corresponde el célebre Cuarteto de Cuerdas utilizado como banda sonora de El Exorcista) hizo una especie de mea culpa y retornó al mundo del romanticismo tal como había quedado diseñado a fines del siglo XIX. Stravinsky, más allá de su incomprendida modernidad (el filósofo Theodor Adorno lo consideró un ejemplo de “reacción” en contraposición con el “progreso” de Schönberg) tampoco se fue demasiado lejos de la tonalidad y el inglés Nicholas Maw, uno de los autores más originales e interesantes de la escena actual, trabaja en una línea que abreva más en Mahler y Sibelius que en los experimentalismos de los años 50 y 60. Aun así, que en un premio generalmente subestimado por comercial la casi totalidad de los galardones hayan recaído en música del siglo XX es sumamente auspicioso. Tanto como que la excepción haya correspondido, también, a un repertorio poco habitual. El disco de Bartoli (en versiones verdaderamente paralizantes) rescata arias de ópera de Vivaldi –un autor más conocido por sus composiciones en otros géneros– que, en muchos casos, nunca antes habían sido grabadas en disco.

 

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