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Pastrana llegó a EE.UU. en un viaje de negocios

En su primer encuentro con el presidente norteamericano, George W. Bush, el colombiano Andrés Pastrana pidió que le abran los mercados norteamericanos y restó énfasis a la elevada asistencia militar.

Andrés Pastrana no quiere
más ayuda militar de EE.UU.

La influencia norteamericana en la guerra civil colombiana generalmente se mide en términos sacados de la Guerra Fría, en especial los de las guerras centroamericanas de la era Reagan. Ayuda financiera, entrenamiento, Boinas Verdes, helicópteros, rifles y demás son los índices más usados para determinar el nivel de intervención de Washington. Aplicado a Colombia, este análisis arroja un nivel alto (1300 millones de dólares, entrenamiento de más de 3000 hombres y 64 helicópteros), y el presidente Andrés Pastrana no está interesado en que aumente más. Primero, porque cualquier aumento sólo complicaría más sus ya complicadas negociaciones con la guerrilla. Segundo, y mucho más importante, porque la capacidad de su Estado para resistir la insurgencia y lograr la paz depende directamente de su fortaleza económica, y depende a su vez del comercio. Era por eso que cuando Pastrana se reunió ayer en la Casa Blanca con el presidente George W. Bush, toda separación entre los temas del comercio y la guerra civil era puramente simbólica.
Pastrana no intentaba engañar a nadie. “Más que fondos lo que necesitamos es comercio”, subrayó antes de entrar en la Casa Blanca para su encuentro con Bush. Su cálculo es simple. En el 2000 las exportaciones totales de su país a Estados Unidos (primordialmente petróleo) valen aproximadamente 6512 millones de dólares. Como comparación, el monto total del Plan Colombia (la ayuda norteamericana más el aporte de Bogotá) es de 7000 millones. Durante su encuentro con Bush, Pastrana enfatizó en especial el imperativo de abrir el mercado norteamericano de café, ya que constituye un cultivo alternativo a la droga, y los bajos precios actuales están llevando a que “muchos comiencen a sembrar coca o amapola”. Además, cualquier incremento en el comercio podría reducir el actual desempleo del 18 por ciento. Y “el empleo significa menos violencia y más alternativas frente al cultivo de drogas”, subrayó el presidente colombiano.
Este razonamiento es muy conocido en la Casa Blanca. Fue bajo el mandato del padre de Bush que se aprobó la Ley de Preferencias Comerciales Andinas (ATPA), que concede acceso preferencial al mercado norteamericano a casi 6000 productos colombianos, para reducir el atractivo del narcotráfico. Pastrana no busca salir de este marco, y de hecho su máxima aspiración es que se apruebe un proyecto de ley que presentó el congresista norteamericano Bob Graham, que ampliaría los beneficios del ATPA y extendería a Colombia las mismas ventajas arancelarias que se otorgaron a los países caribeños y centroamericanos devastados por huracanes. Bush se mostró enteramente a favor de la propuesta. “Estados Unidos está interesado en que se extiendan esos beneficios comerciales.” Más temprano, su secretario de Comercio, Robert Zoellick, había manifestado su deseo de “renovar y robustecer” el comercio con Colombia.
El problema de Pastrana es que estas palabras no significan nada. O, para decirlo de otro modo, no lo harán a menos que una mayoría en el Congreso respalde las buenas intenciones de Bush. Es el mismo problema que Argentina tiene con el ALCA. Ningún presidente norteamericano puede firmar tratados comerciales con otro país independientemente del Congreso a menos que éste decida darle el “fast-track”, lo que hasta ahora se rehúsa a hacer. Hasta entonces, “renovar y robustecer” el comercio con Colombia depende de las dilatadas negociaciones en ambas cámaras del Congreso, más allá de lo que quiera el presidente.
Fue por eso que Pastrana buscaba un triunfo más inmediato para coronar su cumbre con Bush. Pero su objetivo era aun más quimérico que la apertura comercial. El presidente colombiano le pidió a su colega que enviara a un delegado a las negociaciones de paz que sostiene con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El predecesor de Bush había roto todo contacto de este tipo luego de que las FARC asesinaran a tres ambientalistas norteamericanos. Si ésta era la política del demócrata Bill Clinton, era muy improbable que el republicano Bush la alterara. En los hechos, la mantuvo sin ningún cambio: hasta que las FARC no entreguen a los responsables, Estados Unidos no participará de las conversaciones.

 

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