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REPORTAJE AL EX JEFE DE ESTADO MAYOR MARTIN BALZA
“No están juzgando al ejército”

El jefe del Ejército que en 1995 difundió la autocrítica de su fuerza dijo que tras el fallo de Cavallo no debe pensarse que todos los oficiales son los enjuiciados
sino al contrario.

Martín Balza, jefe del Estado Mayor del Ejército hasta diciembre del ‘99, apoyó la sentencia.

Por Laura Vales

”La ley de Obediencia Debida, como efecto no deseado, protegió a los culpables e hizo sospechosos a los inocentes”, dice Martín Balza. Y no duda en calificar de “atrasados” a quienes previenen sobre posibles reacciones de la fuerza ante su anulación. En diálogo con Página/12, el ex jefe del Ejército evitó opinar puntualmente sobre el fallo del juez Gabriel Cavallo, pero dijo que siente “vergüenza ajena por los actos aberrantes que se cometieron durante el terrorismo de Estado” y criticó a los militares que tienen datos sobre el destino de los desaparecidos y “no se atreven a darlos”.
–Cuando se conoció la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, algunos oficiales del Ejército dijeron a este diario que el fallo afectaba a la institución. ¿Usted comparte este diagnóstico?
–No. En absoluto.
–¿Por qué?
–Porque la institución no está siendo juzgada, de ninguna manera. Este es un fallo sobre dos personas que ni siquiera pertenecen al Ejército (Julio Héctor Simón o “el Turco Julián” y Juan Antonio del Cerro o “Colores”, ex integrantes de la Policía Federal). Es un fallo, además, en una causa de sustracción de menores, un delito que para mí es monstruoso.
–¿Qué le pareció el contenido del fallo?
–No voy a opinar puntualmente sobre la resolución porque carezco de los conocimientos jurídicos necesarios, pero sí puedo decir que, por lo que sé y he escuchado, es un fallo con profundos fundamentos técnico-jurídicos. Y que ha sido pronunciado por un caracterizado magistrado de nuestra justicia.
–¿Qué reacciones cree que puede haber en el Ejército?
–Ninguna reacción. ¿En qué país estaríamos viviendo si una resolución de la Justicia origina reacciones en una fuerza subordinada al orden constitucional? El que plantea esta posibilidad atrasa 30 años.
–Sin embargo algunos hablan de que en el Ejército hay “inquietud” y “malestar”.
–El Ejército de hoy es una fuerza disciplinada, cohesionada, subordinada a las autoridades de la República, al orden constitucional y al poder civil. Y respeta en forma irrestricta a las instituciones de la república.
–¿Cree que la oficialidad más moderna acepta que se revise el pasado?
–Es que por lo que yo entiendo nadie en el Ejército se ha opuesto a ninguna decisión del poder judicial. El Ejército no es una institución deliberativa. El jefe del Ejército (Ricardo Brinzoni), que fue mi más estrecho colaborador mientras estuve en actividad, ha manifestado que él busca profundizar la autocrítica de la fuerza.
–Brinzoni también ha dicho, apenas unas horas antes de conocerse este fallo, que la anulación de estas leyes sería un “retroceso” porque “contribuyeron para que la sociedad argentina viviera un período de relativa calma”.
–Son leyes que, en su momento tuvieron, sin lugar a dudas, la intención de pacificar con respecto a una situación anormal que se vivía. Ahora, si las analizamos quince años después, es claro que ese proceso de pacificación fue relativo. La intención fue, sí, pacificar. Pero esa intención se cumplió a medias, porque después del Punto Final y la Obediencia Debida se produjeron tres levantamientos más: Monte Caseros, Villa Martelli y el 3 de diciembre.
–¿Qué opina de los pedidos de hábeas data que casi 700 integrantes del Ejército, encabezados por Brinzoni hicieron ante el CELS y la APDH?
–Bueno, se trata de recursos individuales. No tengo elementos de juicio y desconozco su motivación, así que prefiero no opinar sobre el punto.
–Volviendo a las leyes anuladas, ¿cuáles considera que fueron sus efectos, no ya para la sociedad civil sino para los militares? –Que muchos oficiales que no tenían nada que ocultar ni que temer no pudieron aclarar su situación. Hay militares que, estando imputados, se encontraban en condiciones de aclarar su situación sin problemas ante la Justicia, pero se vieron privados de hacerlo. La ley de Obediencia Debida, como efecto no querido, protegió a los culpables e hizo sospechosos a los inocentes. Muchos de ellos que estaban imputados querían ir a aclarar su situación a la Justicia, pero la ley se les impuso. La ley hizo sospechosos a los inocentes.
–Para los militares, entonces, ésta debería ser una buena oportunidad, más que un retroceso.
–No analizo ese tema. Este, como le dije, es un caso puntual. No quiero avanzar más allá de lo que significa. Sí sostengo que la ley de Obediencia Debida se impuso y que por eso hay miles de oficiales y suboficiales que cargan con el estigma de ser sospechosos crónicos ante la sociedad y la Justicia.
–Usted, en la autocrítica, cuestionó la Obediencia Debida...
–En ese momento no hablé de la Ley de Obediencia Debida, sino que enfaticé en el concepto de qué significa Obediencia Debida, que es la obediencia que se debe a quien manda, en cumplimiento y observando las leyes de la Nación. Dije que en cambio, quien se margina de observar las leyes no puede invocar obediencia debida. A lo que me opongo totalmente, y ningún país serio lo acepta, es a la obediencia ciega. Quiero decir que una orden no es una invitación, ni es una sugerencia, ni es un pedido: es algo imperativo. Pero el hecho de que sea imperativa no quiere decir nunca que se deba aceptar algo inmoral o algo ilegal. Por otra parte, no es necesario un gran análisis de una orden para darse cuenta de si es inmoral; en contadas centésimas de segundo, quien la recibe puede determinarlo. Si yo digo `mate, robe, secuestre, viole` se sobreentiende que estoy impartiendo una orden inmoral. Ante esto, la obediencia ciega es inaceptable.
–Lo escuché decir que sintió vergüenza por la actuación de Videla al frente del Ejército.
–Y no sólo por Videla. Sentí vergüenza ajena por los actos aberrantes que se cometieron durante el terrorismo de Estado. Muchas veces me encuentro en la calle con una madre que se acerca y me dice `general tengo un hijo desaparecido`. Otras veces es alguien que tiene un hermano desaparecido, o un hijo desaparecido... En mi barrio vive un actor al que nunca pude darle respuesta sobre dónde está su hijo. Y si sigue siendo así es porque los que tienen los datos no se atreven a darlos.

 

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