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ENTREVISTA A JORGE DREXLER, LA NUEVA FIGURA DE LA MUSICA URUGUAYA
“Todos tenemos derecho al capricho”

El autor e intérprete radicado en España a instancias de Joaquín Sabina aprovecha los shows de hoy y mañana para presentar temas de un nuevo trabajo, en que redobla la apuesta de cruzar ritmos tradicionales con ideas sonoras de vanguardia.

Drexler concretará shows distintos a los del año pasado, a uno de los cuales se invitó Charly García.

Por Roque Casciero

El quinto disco de Jorge Drexler, Frontera, se editó hace poco más de un año. Para entonces, de este lado del Río de la Plata el uruguayo era tan desconocido como ascendente en España, adonde había ido apadrinado por Joaquín Sabina. Pero bastó que aquel álbum sonara en algunas radios y que el músico tocara en vivo para que su talento y su vocación innovadora fueran descubiertos por el público argentino. Lo que más llama la atención en este cantautor es que no frena donde la mayoría de sus colegas, sino que se preocupa porque sus textos inspirados tengan un marco sonoro acorde a la época, con tratamientos electrónicos influidos por Portishead, Björk y Beck, entre otros artistas de la vanguardia del rock. Sin olvidar, claro está, la raíz candombera de buena parte de sus canciones. Esta noche y mañana, en La Trastienda, Drexler afianzará su relación con sus seguidores locales: además de los temas que estos ya conocen, se propone mostrar algunas novedades, que integrarán un álbum que se le “apareció” imprevistamente.
“Los caprichos son algo magnífico, todos tenemos un derecho al capricho”, afirma Drexler, a propósito del caprichoso disco en el que está trabajando. Hace unos meses, el cantante volvió a su país para hacer unos pocos shows y tomarse vacaciones. “En diciembre le había dejado un CD a los dos productores de Frontera, Carlos Casacuberta y Juan Campodónico (ex integrantes del grupo rockero Peyote Asesino). Ahí había algunas canciones nuevas, grabadas sólo con la guitarra. Se las dejé como diciendo: ‘Miren lo que pintó’. Cuando volví de la costa uruguaya, me encontré con que los tipos habían estado trabajando, sin esperarme ni consultarme (risas). Y realmente había un concepto. Estuve jugando un par de días con ellos y de repente nos dimos cuenta de que estábamos haciendo un disco”, dice Drexler, todavía sorprendido.
El cantautor volvió a España entusiasmado, a negociar la salida del disco con su sello y a terminar de componer canciones. Mandaba los bocetos por correo electrónico, en formato MP3, para que los productores trabajaran en la ornamentación de los temas. “Fue como un paso más de confianza en el trabajo de ellos, porque les entregué canciones para ver qué hipótesis de trabajo me presentaban”, afirma. “Las últimas dos semanas las pasé en Montevideo, los tres metidos a pleno en el disco. Después de La Trastienda estaremos una semana más, antes de irnos un mes a Madrid a terminar el disco. La verdad es que es un poco precipitado, porque Frontera no salió hace tanto, pero así es como vino este nuevo álbum.”
–Está trabajando con los mismos productores que en Frontera. ¿Eso significa que el nuevo álbum tendrá un concepto sonoro similar?
–Si Frontera abrió una puerta, ahora entré a la habitación. El nuevo trabajo tiene directivas comunes con aquel, aunque recién esté develándose. No tengo una idea global, he acumulado muchas cosas pero no sé bien cuáles van a quedar. Va a seguir bastante más a fondo la coexistencia entre arquetipos locales arcaicos y nuevos y arquetipos cosmopolitas nuevos. Quiero que sea de un modo más desprejuiciado. Frontera fue como un primer contacto, en el que hay un equilibrio entre mi visión y la de los productores. Y ahora voy más allá, aunque seguro habrá un nuevo tipo de equilibrio. Lo imagino como un péndulo que va desde mi visión hasta la de ellos y vuelve: en algún momento, frena en el medio. Lo que sucede ahora es que yo moví mi cabeza hacia el lado de ellos, y ellos la movieron hacia el mío.
–Bueno, les costará menos entenderse...
–Totalmente. Esta grabación es como una fiesta de amistad. Todo lo que la otra tuvo de tirones de pelo y eso, esta lo tiene de disfrute y de energía. Avanzamos muy rápido. Traté de deslindar más mi trabajo de producción de este disco, lo que me permite centrarme más en el cantante y compositor. Eso me quita de encima un montón de peso. En Frontera, durante un tiempo estuve obsesionado con los sonidos. Ahora descargué muchas responsabilidades en ellos y estoy más centrado en el texto y en lacanción. Aprendí a controlar los programas y cuando voy al estudio sé qué software usar, pero dejé eso de lado en el momento de componer; casi no agarré el mouse.
–En algunas entrevistas publicadas, cuando editó Frontera habló de que no quería que lo novedoso del sonido lo alejara de la canción. ¿Es una tentación muy fuerte?
–Sí. Y es un error caer en ella. Lo que veo ahí son conceptos de dilución. Desde el punto de vista cancionístico, la música dance o tecno, opera por dilución. Moby, por ejemplo: me compré el disco Play y me fascinó. Sin embargo, al poco tiempo me aburrió. Me parece que es para escucharlo de una manera diluida, como para ponerlo y no participar de la escucha de manera activa. Moby usa una frase que da para sostener una canción normal durante 40 segundos. De ahí en adelante, hasta el final de la canción, hay como un reciclado muy relajado. A mí me gusta mantener cierta tensión durante los tres minutos que duran mis temas. Además, soy de tiro corto en las canciones, no tengo textos tan largos como Sabina, por ejemplo. A veces me provoca envidia que pueda escribir y desarrollar una idea tan larga. Creo que por eso, también, no se hizo tan difícil la adaptación de mi música a la producción de Carlos y Juan, porque no tengo la obsesión española por el significado. Los españoles son capaces de sacrificar la rima más musical por poner la palabra que quieren. Uruguayos y argentinos, en cambio, venimos de una cultura más fonética. Por eso, a mí me gusta jugar con la melodía de las sonoridades y los significados.

 

OPINION
Por Carlos Polimeni

Inyectando a Björk en Roos

El uruguayo Jorge Drexler es la aparición más interesante en el campo de la canción popular hispanoamericana de la última década. Su obra, que recién el año pasado empezó a ser conocida en la Argentina, tiene una madurez –técnica y estética– que sorprende, sobre todo si se la escucha a partir de Frontera, su quinto disco, pero el de su despegue internacional. Drexler integra el nutrido lote de artistas que deben dar gracias a Joan Manuel Serrat por haber hecho de multitudes la canción inteligente, deudora de Brassens, de Bob Dylan, de Leonard Cohen. Pero es evidente que tiene el oído atento a varios de los movimientos virtuales que cambiaron la concepción sonora del pop y el rock en el último lustro. A eso suma sobredosis de música brasileña, devorada a partir de la existencia de Caetano Veloso y los tropicalistas (los que inyectaron en el samba Los Beatles), y dos pies parados sobre la historia de la música urbana uruguaya, como si su papel fuera el de ser el último eslabón de una cadena en que lo preceden Eduardo Mateo-Rubén Rada-Jaime Roos, rodeados de los primos del campo, entre ellos Alfredo Zitarrosa y Los Olimareños.
Parece excesivo hablar de tanta gente para intentar definir a Drexler, sobre todo para quien no lo ha escuchado. El que ha tenido la oportunidad, y el gusto, descubrió, seguramente, que lo suyo es el rompecabezas y no el bloque de granito. Drexler tiene algo encantador, muy uruguayo, por cierto: una actitud de humildad que puede llegar a emocionar, uno modo de sentirse agradecido al destino que contrasta de modo muy notorio con los modales y talantes de cientos de estrellas o aspirantes de este sur de todo. El año pasado, cuando Charly García se apareció en uno de sus shows en el Club del Vino, Drexler se pellizcaba el brazo izquierdo para poder creerlo. Era el mismo tipo de la tapa de los discos que hicieron mejor sus primeros años felices. Pero la gente no había ido a ver a Charly. La gente quería que Drexler hiciese “Memoria del cuero” y “Princesa bacana”.

 

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