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VIOLENTO DESENLACE DEL SECUESTRO AEREO EN MEDINA
La libertad por la yugular

Una azafata fue
degollada cuando un equipo antiterrorista saudita rescató el avión secuestrado, y hubo
otros dos muertos.

Las fuerzas sauditas
toman por asalto el avión ruso.
Todo ocurrió en cuestión de minutos en el aeropuerto de Medina.

Por Luis Matías López *
Desde Moscú

Y, de repente, se desató el infierno. Ocurrió en el interior del TU-154 de la compañía rusa Vnúkovo que, 22 horas antes, había sido secuestrado por un comando checheno poco después de despegar de Estambul hacia Moscú con 174 pasajeros y tripulantes. Si los piratas contaban con que iban a disfrutar de la complicidad del régimen islámico saudita (al que se atribuye apoyo económico y logístico a su causa), se equivocaron de plano. Y su trágico error provocó la muerte de uno de ellos, la de una azafata y la de un ciudadano turco. El secuestrador que fue abatido degolló a la azafata al seccionarle la arteria carótida durante el asalto de las fuerzas especiales sauditas.
Todo ocurrió en cuestión de minutos en el aeropuerto de la ciudad santa saudita de Medina, a la que el aparato fue desviado. Los tres piratas portaban armas blancas (aunque amenazaron con hacer volar el avión) y las acompañaban de la misma determinación suicida y feroz que impide que la impresionante maquinaria bélica rusa liquide la resistencia guerrillera en la minúscula república independentista del Cáucaso Norte. El objetivo declarado de los secuestradores, por utópico que pueda parecer, era forzar la retirada de la “fuerza invasora”. El real, más probablemente, llamar la atención del mundo, que ha perdido interés por lo que pasa en Chechenia. El inmediato, tal vez, llegar a Afganistán, cuyo régimen de los Talibán es el único que reconoce en el mundo la independencia de la República de Ichkeria, como los chechenos llaman a su patria.
Los piratas ni siquiera parecían contar con el apoyo de lo poco que queda del régimen rebelde de Aslán Masjádov. “El chantaje y la toma de rehenes no son nuestra forma de lucha”, aseguraba ayer la agencia de información chechena, en franca contradicción con algunas de las más sonadas acciones de los independentistas en la primera guerra contra Rusia (1994-1996) y con una tradición de secuestros multicentenaria. El comando de asalto saudita –con el visto bueno del presidente ruso, Vladimir Putin– no se anduvo con contemplaciones al irrumpir en el avión. Ahí resultó herido uno de los piratas, de no más de 20 años, que falleció poco después, y fueron detenidos los dos restantes. A falta de una identificación definitiva, se apunta a que se trata de Supina Arzáyev (cuyo hermano Aslambek fue ministro de Seguridad con Masjádov), de un hijo suyo (el abatido) y de un tal Magomersíyev.
Al parecer, la azafata, Yulia Fominá, una moscovita de 27 años, fue degollada por el joven, y él mismo, y el ciudadano turco Gursele Kambale, murieron acribillados a balazos en la respuesta contundente de la fuerza de intervención. Inicialmente, se había dicho que esta segunda víctima inocente fue destripada a puñaladas por un pirata.
A Putin la crisis lo sorprendió de vacaciones en la república siberiana de Jakasia, hacia la que partió dejando pendiente la votación de una moción de censura contra su gobierno. Desde allí, creó un equipo de crisis y siguió paso a paso el desarrollo de los acontecimientos con dos objetivos declarados: ahorrar vidas humanas e impedir que el avión abandonase el aeropuerto de Medina. Y mucho menos hacia Afganistán, donde la impunidad de los piratas habría estado asegurada.
La bandera roja, verde y blanca de Chechenia llegó a ondear en la portezuela del avión por la que, horas después, descendieron –aliviados, pero aún aterrorizados– los ocupantes del TU-154. A medida que iban bajando –sudorosos, sin afeitar, con la camisa abierta y por fuera, con aspecto desconcertado–, los hombres eran obligados a tirarse al suelo, donde eran esposados y cacheados. Pero eso no duró mucho. El comando no daba abasto y dejó de temer que se les colase camuflado algún otro pirata.
Rusia pide la entrega inmediata de los terroristas. Por la vía rápida, sin necesidad de que se abra un procedimiento de extradición. Está por ver que los saudíes accedan, y ya se habla de otro posible destino para los piratas: Turquía. Estos han cometido graves delitos que en la patria de Mahoma se condenan con la decapitación pública. Pero no faltarán en Arabia Saudita quienes vean como una traición a Alá la entrega de dos presuntos “muyahidin” a un país, Rusia, que supuestamente lucha contra el Islam en Chechenia.

* De El País de Madrid, especial para Página/12.

 

 

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