Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

el Kiosco de Página/12

AMAGOS

Por J.M. Pasquini Durán

(Viene de tapa)

Aunque De la Rúa reconoció, por fin, la gravedad de la situación en lugar de seguir en la isla de la fantasía desde donde habló el 1º de marzo y el viernes pasado, no hizo ninguna mención a las medidas antipopulares que anunció el flamante ministro de Economía, quien lo acompañará hoy en su rápido viaje a la reunión del BID en Chile. El breve mensaje presidencial, destinado a liberar vapor de la caldera a punto de estallar, abrió un amplio abanico de interrogantes. La “unidad nacional” viene a sustituir a la exclusiva coalición de UCR y Frepaso, aunque los contenga, pero tampoco se sabe a quién incluye la denominación. Dos ejemplos: ¿por el Partido Justicialista será convocado Carlos Menem, que es su jefe formal, o un delegado de los gobernadores peronistas? ¿Algún partido de izquierda que no integra la Alianza, como el socialismo democrático, será citado a las deliberaciones? ¿Las propuestas del Gobierno a esa plataforma concertada será el programa de López M.? ¿O la “unidad nacional” se agotará con la incorporación de Cavallo y el regreso de algunos renunciantes? Como decía un capitán de la arena, en el famoso libro de Jorge Amado, por ahora es sólo la puntita.
Con las expectativas abiertas, sin embargo, hay algunas conclusiones para tomar en cuenta. A los dogmáticos de la sociedad de mercado la realidad social les aplicó un sosegate que debería probarles que hay límites para todo, en tanto existan ciudadanos resueltos a decir que no. A López M. y a sus fieles el Ministerio de Economía les quedó más grande que a José Luis Machinea, porque en pocas horas quedó en evidencia que son meros recaudadores del sistema financiero y sus propuestas encallaron en el disgusto de la mayoría nacional. En lugar de los votos que le fueron esquivos, a Domingo Cavallo le abrirán las puertas del Poder Ejecutivo nacional los sucesivos fracasos de la administración de la Alianza. La UCR y el Frepaso que hasta aquí se habían estirado como un elástico usado dieron un paso al costado para esquivar el suicidio de la coalición, después de despilfarrar el capital político que habían acumulado entre 1997 y 1999. A su vez, De la Rúa, mientras más obsesionado se muestra por dar imagen de autoridad, más débil y errático aparece a la vista de todos. La combinación de estos datos, montados sobre una situación generalizada de pobreza, desempleo y carencia de expectativas, colocó al Gobierno en una crisis política de tal envergadura que estuvo a punto de provocar un estado de inestabilidad institucional, tan severo que hubiera cuestionado hasta la continuidad del mandato presidencial. No había manera, para nadie, de disimular el atolladero y el fantasma de la desobediencia civil junto con el vacío de poder estremeció a tantos que la sensación logró penetrar la impavidez de los que llegan con sus consejos a los oídos del Presidente. Excepto los jefes de empresas que ovacionaron el sábado a la mañana a López M. y se deshicieron en elogios para ese equipo tan serio y tan profesional y para ese programa tan riguroso pero efectivo. Habrá que recordar ese acto por mucho tiempo para conservar en la memoria la mezquina visión de la realidad y el oportunismo que guían a la casta mayor del poder económico, o sea “los mercados”. ¿Cómo nadie puede confiar su destino a esas manos?
Quizá la ocasión permita a cada uno de los que provocaron esta situación sacar las mejores conclusiones y aprender de la propia experiencia, ya que nadie aprende en cabeza ajena. Asimismo, a pesar del vértigo y la confusión reinantes, de las múltiples dudas vigentes, también la sociedad debería reflexionar sobre el mal hábito de delegar todas las responsabilidades en salvadores ocasionales o en frágiles liderazgos. Este fin de semana, coronación de más de un año de desaguisados y esperanzasfrustradas, probó, entre muchas otras cosas, que el sentimiento popular puesto de pie puede influir en los rumbos nacionales. Si el impulso reactivo perdura lo suficiente, a lo mejor llega el momento de abandonar la depresión por sentimientos más positivos, los que se derivan de la dignidad de luchar por las creencias mayoritarias.
En el plazo inmediato, si no quiere volver a caminar sobre la cuerda floja, el Gobierno que resulte sería bueno que abandone de una buena vez el cerrado esquema que le proponen los mercados, según los cuales el déficit fiscal sería la causa primera y única de la recesión y el desempleo. Ninguna persona sensata puede dudar de que los costos de la política son exagerados, sobre todo porque la corrupción sigue impune y los privados más poderosos gozan de toda clase de privilegios, incluso para la impresionante evasión fiscal, pero bastaría con aplicar en todo su rigor el principio de igualdad ante la ley para evitar las reiteradas apelaciones a los recortes presupuestarios que, al final, terminan descargándose sobre las espaldas de los más débiles. Un examen honesto de las cuentas fiscales demostrará, sin lugar a dudas, que los rubros de mayor crecimiento en los diez años pasados son los pagos por intereses de la deuda externa y las pérdidas de ingresos al Estado, a causa de las transferencias de miles de millones de dólares a la elite empresaria, ante todo al sector financiero. Todas juntas, las pequeñas y medianas empresas, las mayores dadoras de empleo, no reúnen una rentabilidad anual equivalente al monto de evasión fiscal, estimada en 20.000 millones de dólares o más.
Como lo acaba de probar el plan de ajuste diagramado por López M., ese esquema, además de ineficiente e injusto, es inviable, como les gusta decir a los dogmáticos del mercado. El adjetivo, en el diccionario, tiene dos acepciones: la primera “dícese de lo que no tiene posibilidades de llevarse a cabo” y la segunda se aplica en particular “al recién nacido que no tiene aptitud para vivir”. Ambas definiciones le calzan como anillo al dedo al programa del ministro y de sus fieles. Carece de posibilidades y de aptitud, aunque más no sea porque en economía hay ciertos criterios básicos que se aplican por igual a las cuentas domésticas y a los más sofisticados pases financieros. Uno de ellos dice que para mantener o aumentar los gastos, hay que subir los ingresos, de lo contrario el monto de la deuda se hace impagable. En la actualidad, los únicos lugares donde el Estado puede morder, sin lastimar más a la mayoría de la sociedad, son las rentas del sistema financiero, de las empresas privatizadas y de los núcleos concentrados de la actividad económica. La Alianza no quiso o no pudo, ¿podrá la “unidad nacional”? Más importante aún: ¿querrá la sociedad dar vuelta la tortilla?

REP

 

PRINCIPAL