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Los comienzos de Louis Armstrong

El gran trompetista dejó, en sus registros de los años �25 a �29, uno de los legados más importantes de la historia del jazz. Su primer quinteto y el septeto posterior surgen con brillo en esta caja de 4 CDs recién editada.

El grupo de King Oliver en 1923, o la génesis del gran primer grupo de Louis Armstrong, sus Hot Five.

Por Diego Fischerman

En 1925 aparecieron las primeras grabaciones de los Hot Five. En apariencia, nada era demasiado diferente de lo que desde el principio de siglo venía llamándose jazz. Un grupo pequeño de instrumentistas improvisando simultáneamente, de acuerdo con un conjunto de reglas estrictas pero no escritas, sobre una base acórdica sencilla y alrededor de temas asimilables a la tradición del blues. Eso era todo. O casi todo. Porque en esa misma arquitectura era donde estaba el secreto. Todo dependía de quiénes fueran los improvisadores. Y si uno de ellos era un joven de 23 años llamado Louis Armstrong, capaz de tocar siempre las notas y las subdivisiones rítmicas más inesperadas, y en el que se confundían el color del sonido de su trompeta con el de la voz, nada podía parecerse a lo ya conocido.
La génesis de los Hot Five estaba en el grupo de King Oliver, donde tocaban Armstrong, la pianista Lil Hardin (que sería su esposa) y el clarinetista Johnny Dodds. A ellos se sumaron Johnny St Cyr en banjo y Kid Ory en trombón. Y así quedó configurado uno de los grupos más importantes de la historia de la música de tradición popular. Por un lado, por la calidad de lo que sonaba. Ory, Armstrong y Dodds se entendían a las mil maravillas y, además, jugaban a exigise entre ellos, a tratar de desorientarse, de salir con una idea imprevisible, a sorprenderse. Pero, además, este quinteto tuvo una significación cultural totalmente inédita. Hasta ese momento, los discos de jazz eran editados por sellos para consumo exclusivo de los negros. Okeh, la casa que publicó la mayoría de las primeras grabaciones de Armstrong, era una de ellas.
Pero algo cambió. Los discos de este cornetista y trompetista capaz de lograr, en “West End Blues”, uno de los fraseos más perfectos e inimitables que puedan imaginarse, empezaron a ser comprados por blancos y, poco a poco, el jazz comenzó a consumirse también en Europa. En realidad lo que sucedió fue que la radio y los discos provocaron que esa música surgida de las maneras con que los negros hacían las músicas de los blancos en el sur de Estados Unidos fuera dejando de estar ligada a funcionalidades precisas. El jazz fue dejando de ser la música de los bailes en la Plaza Congo de Nueva Orleans, de los funerales o de los casamientos. El jazz empezó a ser escuchado, a convertirse en una música abstracta. Los dos grupos pequeños de Armstrong, los Hot Five y los Hot Seven, antes de que se hiciera inmensamente famoso y se convirtiera más en artista de music hall que en músico de jazz, nuclean lo mejor de Armstrong. En particular, las grabaciones del Hot Seven con Earl Hines en el piano, y alternándose como cantante con el trompetista, son de esas raras cumbres en donde un lenguaje se abisma hacia sus propios límites. Y “Weather Bird”, un dúo de ambos, es una cumbre entre las cumbres. La magnífica caja de cuatro CDs recién editada por Sony reúne, con una bellísima presentación y un sonido excelente, todas estos registros comprendidos entre 1925 y 1929. Lo mejor de todo es que se consigue en Buenos Aires a un razonable precio de alrededor de $ 68.

 

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