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“El pliego del general Brinzoni
no fue cuestionado por el Senado”

El ministro de Defensa, Horacio Jaunarena, respaldó al jefe del Ejército. Sin embargo, tomó distancia de los pedidos de hábeas data.

El ministro de Defensa se subió
a aviones de la Fuerza Aérea.
Visitó en Resistencia el radar
móvil para detectar vuelos ilegales.

Por Irina Hauser

El ministro de Defensa, Horacio Jaunarena, respaldó ayer públicamente al jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni, en una visita fugaz destinada a fiscalizar un radar en la misma provincia que fue escenario de la masacre de Margarita Belén en diciembre de 1976, cuando el general era secretario general de la Gobernación en la intervención militar. “El pliego de ascenso del general Brinzoni pasó cuatro veces por el Senado y en ningún caso fue cuestionado”, fundamentó Jaunarena. Sus colaboradores, sin embargo, señalaron a este diario una carta con la que tomaría distancia de los militares en otro tema: se dispone a rechazar el planteo de la Armada para que el ministerio eleve una suerte de pedido de hábeas data institucional a organismos de derechos humanos.
Con camisa blanca sin corbata, pantalones anchos y cinturón con medallas gauchescas, Jaunarena visitó ayer en compañía del titular de la Secretaría de Inteligencia del Estado (Side), Carlos Becerra, y representantes de la Fuerza Aérea, el radar móvil destinado a detectar vuelos ilegales, ubicado en Resistencia. Después de la visita guiada, que tuvo como cortina musical los estruendos de aviones militares, el titular de Defensa habló –a pesar de los intentos del jefe de prensa de la Fuerza Aérea por impedirlo– de lo que más les interesaba a los chaqueños: dijo que, más allá del lugar que Brinzoni ocupó durante la dictadura, “se encuentra legitimado por los órganos democráticos” y “nunca antes recibió objeciones de los organismos de derechos humanos que hoy lo cuestionan”. Fiel al discurso del Gobierno, sugirió que si hay algo que objetar, que primero lo haga la Justicia.
El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) ya anunció que denunciará al actual jefe del Ejército en función de los testimonios de periodistas que lo vinculan con violaciones a los derechos humanos. Y, en particular, con la llamada masacre de Margarita Belén, en la que fueron fusilados 22 presos políticos en la provincia del Chaco con la excusa de un intento de fuga. El periodista y presidente del CELS Horacio Verbitsky reveló –por ejemplo– que el director del diario chaqueño Crisol, Ricardo Eulogio Brizuela, contó que en 1976 Brinzoni le dijo: “La próxima vez que usted venga a reclamar por uno de los hombres que nosotros nos llevamos de su diario, a usted le va a pasar lo mismo”.
Desde que Jaunarena asumió en Defensa hace tres semanas –el mismo cargo desde el cual influyó en la elaboración de las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida en el gobierno de Raúl Alfonsín– se encontró con que debía encarar varias cuestiones sobre derechos humanos. Después de reunirse la semana pasada con el CELS, que le pidió que sacara el retrato del genocida Jorge Rafael Videla de la pared del Colegio Militar, se quedó pensando.
–Me parece que es una foto individual que está junto con la de otros directores, no parece ocupar un lugar de honor, ¿no es cierto? -reflexionó ante algunos hombres de su confianza.
Pero ante las caras de duda de los suyos, terminó diciendo: “Bueno, probablemente lo saquemos”.
El CELS también le llevó una copia de un informe secreto que muestra tareas de inteligencia interna del Estado Mayor Conjunto, algo que está prohibido. Con todo, Jaunarena se jacta de haber hablado con el jefe, Juan Carlos Mugnolo, que le juró “que no hay ninguna evidencia de eso”.
Para matizar un poco, los allegados al ministro cuentan que nunca le cayó bien la jugada política que asumió Brinzoni al presentar junto con su segundo, Eusebio Jurczyszyn, y 700 oficiales, pedidos de hábeas data para saber qué denuncias los implican en la represión ilegal. “Le parece que esos hábeas data no conducen a nada”, dijo un informante. “Por eso, y porque ya la Subsecretaría de Derechos Humanos y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) dijeron que no tienen archivos, rechazará el pedido de la Marina de hacer una presentación genérica, aunque aún se espera la respuesta del CELS”, añadió. Verbitsky ya dijo que sólo el diezpor ciento de la institución actual pudo haber tenido relación con violaciones a los derechos humanos.
La balanza de Jaunarena se inclina otra vez del lado militar. Además de avalar a Brinzoni “por la presunción de inocencia”, es reticente a revisar su posición favorable a las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Ayer resumió su opinión sobre el fallo del juez (Gabriel) Cavallo que declara nulas las leyes de impunidad diciendo que “se contradice con doce fallos de la Corte Suprema”. Ante sus colaboradores relativizó la decisión reciente del máximo tribunal de solicitar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) la disposición en que determina la invalidez de dos leyes de amnistía peruanas. Lo que le importa a Jaunarena es que los tribunales que deben fallar lo hagan rápido para que la sociedad supere la incertidumbre por la jurisprudencia contradictoria.

 


 

PIDEN QUE SE REABRA LA CAUSA MACKENTOR EN CORDOBA
Con Videla y Menéndez en la mira

Los abogados de la empresa Mackentor, intervenida por los militares durante la última dictadura, solicitaron a la Cámara Federal de Córdoba que sea revocada la prescripción de la causa dictada por la jueza federal Cristina Garzón de Lascano. En caso de que el expediente sea reabierto, podrían ser procesados el ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército Luciano Benjamín Menéndez y el dictador Jorge Rafael Videla.
Juan Carlos de la Vega, uno de los abogados del empresario Natalio Kejne, indicó que el juicio de la constructora Mackentor “es un caso de lesa humanidad, y de hacerse lugar a los reclamos, ambos militares no podrán ampararse en las leyes de Obediencia Debida y Punto Final”.
El 25 de abril de 1977 Menéndez ordenó la ocupación de la firma, que fue prácticamente “saqueada” por los militares. Veinte empleados y todos los accionistas jerárquicos fueron secuestrados y depositados en el centro clandestino La Ribera, donde permanecieron desaparecidos durante cuatro años. Sólo el presidente, Natalio Kejner, y el síndico Gustavo Roca lograron huir del país. En 1982 los militares devolvieron lo que quedaba de la empresa.
En 1985 los Kejner entablaron un juicio civil contra el Estado, que no prosperó. El año pasado, el empresario reclamó la apertura de la causa, ya que la apropiación extorsiva de inmuebles no fue amparado por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. La jueza Garzón de Lascano aplicó la figura jurídica de la “prescripción de la causa” al entender que el pedido “fuera de término”. Los letrados fundamentaron la apelación en que el hecho se encuadra en el delito de lesa humanidad, porque hubo “agresiones sistemáticas por cuestiones políticas”.

 

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