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LA CIUDAD Y EL CONURBANO, COPADOS POR LOS MOSQUITOS
Una invasión que hace roncha

Es el tormento porteño de los últimos días. Pero a pesar de que nadie quedó exento de las picaduras, los expertos dicen que es normal que haya tantos mosquitos en esta época del año.

Por Pedro Lipcovich

Es capaz de poner nerviosas a las vacas, al extremo de reducir la producción lechera de una región: se trata del Aedes Albifasciatus, el mosquito que, en los últimos días, atormenta a los habitantes de Buenos Aires. Según los especialistas –y contra la sensación de la mayoría de los porteños–, la cantidad de mosquitos no es superior a la de años anteriores. Su número suele crecer en esta época; tal vez parecen más porque en verano hubo menos, y hubo menos porque fueron más las libélulas y otras especies que los cazan. La clave para combatirlos es suprimir los charcos que, todavía, en muchas plazas porteñas, subsisten por falta de sistemas de drenaje. La fumigación, en cambio, puede ser contraproducente porque elimina también a las especies que se alimentan de ellos. “Contamos un millón y medio de larvas en un solo charquito”, reveló un especialista.
“Esto se veía venir, por la cantidad de larvas en los charcos”, comentó Nicolás Schweigman, jefe del Grupo de Estudio de Mosquitos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Las hembras de Aedes Albifasciatus ponen sus huevos en grietas de la tierra húmeda; cuando llueve, al formarse charcos, se desarrollan las larvas hasta convertirse en esos mosquitos que “son tan grandotes porque normalmente se alimentan de ganado: son capaces de perforar la piel de las vacas, las ponen tan nerviosas que resulta afectada la producción lechera y cárnica: es lo que está pasando en la zona lechera de Santa Fe”, comentó Schweigman.
Aníbal Carbajo, del mismo grupo de estudios, señaló: “La Semana Santa es, históricamente, el momento de mayor presencia de estos mosquitos, que crecen exponencialmente desde el verano”. A diferencia del Aedes Aegypti, causante del dengue, el Albifasciatus no suele criarse en casas, sino en parques o descampados. Es marrón, y no negro con rayas blancas en las patas como el Aegypti. La que pica es la hembra, “pero sólo las que están fecundadas, porque necesitan proteínas de la sangre para completar la gestación de los huevos; si no fuera por esto, podrían alimentarse sólo con néctar de flores, como los machos”, precisó Carbajo.
No es fácil combatirlos porque “sus huevos son de resistencia –observó María Gabriela Freire, del mismo equipo–: en suelo seco, pueden durar de un año al otro”. El mejor control consiste en evitar que se formen charcos: “Llegamos a contar más de un millón y medio de mosquitos en un solo charquito”. Por eso, “en los parques tiene que haber buen drenaje para evitar acumulación de agua; muchos de los de la Ciudad de Buenos Aires no lo tienen”, observó Schweigman.
Tal vez los mosquitos parecen más porque este verano hubo menos que otros: “Es que hubo mucha acción de predadores como las libélulas, que cazan a los mosquitos en vuelo”, comentó Schweigman. Otros predadores eficaces son las “madrecitas”, los pequeños peces que, en los Lagos de Palermo, se comen las larvas. “En los charcos también crecen predadores pero para desarrollarse necesitan más tiempo que las larvas de mosquitos. Por eso la fumigación no es un buen método, ya que mata los predadores. Lo que hay que hacer es eliminar los charcos.”
Por su parte, el director general de Control de Calidad Ambiental del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Diego Martínez, admitió: “La semana pasada registramos mayor presencia de mosquitos, en relación con las lluvias y con la elevada temperatura; esta semana ya son menos, y continuamos con las tareas sistemáticas de fumigación y aplicación de larvicidas, gracias a lo cual hemos tenido menos mosquitos este verano”.

 

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