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EL MINISTRO ATACO A PAGINA/12, PERO NO PUDO DESMENTIR LO PUBLICADO POR ESTE DIARIO
Las denuncias que Casanovas no quiere oir

En lugar de investigar las graves denuncias por torturas y malos tratos que sufren los detenidos en su jurisdicción, el ministro de Justicia de Ruckauf cuestionó al diario que las publicó. El vicegobernador y varios comisarios confirman los dichos de Página/12.

”Es una barbaridad...”, dijo Jorge Casanovas, ministro de Justicia y Seguridad de la provincia Los golpes que sufrieron los presos, documentados en fotos.de Buenos Aires, cuando le preguntaron por las condiciones de detención en su provincia. Pero no se refería a lo que deben soportar los presos sino al hecho de que Página/12 lo haya denunciado ayer: “...una barbaridad a la que nos tiene acostumbrados ese diario”. En cambio, el vicegobernador bonaerense, Felipe Solá, manifestó que “las condiciones son pésimas, yo lo admito”. La información, que cuestionó pero no pudo desmentir el ministro, publicada ayer por este diario, se refiere a las torturas y tratos degradantes que deben soportar los reclusos en comisarías y cárceles de la provincia, lo que convierte a esos lugares en verdaderos campos de concentración. El hacinamiento en celdas policiales fue confirmado por varios informes reservados de comisarios a los que tuvo acceso este diario (ver nota aparte).
Ayer, en Radio 10, el periodista Eduardo Feinmann le pidió a Casanovas una respuesta a la nota de Página/12, que informaba: “Las condiciones de detención de muchas comisarías de la provincia de Buenos Aires recuerdan a las de los campos de concentración de la dictadura”.
El ministro contestó con toda soltura: “Yo creo que ésa es una barbaridad a la que nos tiene acostumbrados ese diario. Ellos no se ocupan de hablar de la tortura a la que somete a la sociedad en forma permanente esa delincuencia que ellos protegen; ni siquiera hablan del gatillo fácil de los delincuentes que se están cobrando vidas permanentemente ni de la verdadera privación ilegal de la libertad a que someten a sus víctimas. Es una verdadera barbaridad”.
El funcionario agregó que “en la provincia de Buenos Aires damos educación primaria, secundaria y terciaria a más de 8 mil presos. Este año batimos el record de internos matriculados: más de 5 mil están aprendiendo un oficio; estamos dando a los internos una herramienta para reinsertarse en la sociedad”. En cuanto a las denuncias de torturas, documentadas con fotos y testimonios de las víctimas, se limitó a responder: “No, cómo se va a torturar. Eso es una barbaridad, no puedo definirlo de otra manera”, concluyó.
Además de estar hacinados, conviven con basura y excrementos.Por otra radio, entretanto, Felipe Solá, vicegobernador de la misma provincia, se refirió a la misma nota de Página/12 en términos opuestos: “Las condiciones son pésimas, yo lo admito”. Según trató de explicar el vicegobernador, “el tema resulta sencillo tratarlo de afuera, pero resolverlo de adentro no es sencillo”. Adujo que “estamos desbordados por los presos en las comisarías. Están en condiciones doblemente malas, porque son malas para ellos y pésimas para los que deben custodiarlos, quienes tienen un nivel de inseguridad muy grande”.
Solá destacó que “hay mucha más gente presa que el año pasado” y reconoció que la situación se agravará porque “sale una ley votada hace un año que restringe la posibilidad de excarcelación de delincuentes peligrosos”.
Las notas publicadas ayer en este diario, firmadas por Horacio Verbitsky, señalaban, en síntesis, las siguientes denuncias:
Torturas y maltratos a detenidos. En la cárcel de Sierra Chica, los detenidos son habitualmente golpeados y alojados en buzones, de 2,50 por 2,50, sin luz ni agua: “Deben convivir con sus excrementos, en el mismo lugar donde comen y duermen, en la oscuridad”, según denunció la defensora oficial María Dolores Gómez. También son golpeados habitualmente los presos en el penal de Melchor Romero. En la Unidad Penitenciaria 30 de General Alvear, en febrero pasado, diez presos que, en protesta por las condiciones de hacinamiento, habían protagonizado un motín en una comisaría, fueron golpeados –uno perdió dos dientes–, pateados, obligados a arrodillarse durante dos horas y, uno de ellos, obligado a beber agua de un inodoro.
Hacinamiento. En la comisaría de Don Torcuato, 32 presos se amontonan en dos celdas con capacidad para 15. Sólo algunos tienen colchones, y el sistema cloacal, desbordado, inunda los calabozos y empapa los colchones.Casi todos los detenidos sufren enfermedades de la piel y uno de ellos tiene tuberculosis, sin estar aislado ni medicado.
Acoso a funcionarios judiciales. Defensores oficiales y hasta jueces fueron hostigados por funcionarios del Poder Ejecutivo. Miguel Plo, subsecretario de Política Penitenciaria y Readaptación Social, profirió amenazas contra la defensora oficial María Dolores Gómez, quien pocos días después fue golpeada en ambos pechos por dos hombres.
Ataques a niños. En los primeros 8 meses del 2000, ocho niños fueron muertos en supuestos enfrentamientos con la Policía Bonaerense, lo cual hace un promedio de uno cada 30 días; durante los 16 años anteriores, el promedio había sido de uno cada 67 días. Los familiares de los chicos alojados en el Instituto Almafuerte son sometidos, cuando van a visitarlos, a requisas degradantes: una niña de 15 años y otra de 5 fueron obligadas a desnudarse y se les revisó la vagina y el ano.
Criminales de la guerra sucia. Ocupan puestos de responsabilidad en el esquema de seguridad bonaerense funcionarios acusados por su intervención en lo más horrendo de la guerra sucia de la década del ‘70. Raúl Harsich, actual subsecretario de Planificación, intervino en el secuestro, violación y asesinato de Floreal Avellaneda, de 15 años. Mario Alberto Jaime, a cargo de la seccional 5ª de Florencio Varela, fue identificado por el informe de la Conadep como participante, desde 1976, en detenciones ilegales en la seccional 5ª de La Plata. Daniel Omar Del Arco, actual jefe de Traslado Interprovincial de Detenidos, fue acusado por la ex presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel de Mariani, porque, en 1976, “pidió todo lo que yo tenía para entregarme a mi nieta”, que nunca apareció.

Amenazan a un periodista

Por P.L.

“Decile a Rolando que estamos en el Hotel Fraternidad, en el séptimo piso, y que se deje de joder con la policía de la provincia de Buenos Aires”, escuchó la esposa del periodista Rolando Graña, el jueves pasado, por su celular. Al día siguiente, una voz llamó a la producción del programa “Punto Doc/2”, que conduce Graña, y dejó un mensaje para él: “Decile que sabemos que (pronunció el nombre de su esposa) está sola. Que se deje de joder”.
En la denuncia que el periodista formalizó ante la fiscalía correspondiente, “el deponente atribuye estas amenazas a una investigación periodística que está llevando a cabo, relacionada con un hecho de corrupción policial, puntualmente referido a un asalto a un banco en el que murieron tres delincuentes y un policía”.
Hace dos meses, un policía de la Bonaerense, en actividad, se conectó con la producción de “Punto Doc/2”; dijo que tenía datos sobre corrupción en esa fuerza. Tuvo algunas entrevistas: las informaciones que aportaba se extendían a numerosos casos. Una vez, dijo que lo estaban siguiendo. Después, desapareció.
Unos días más tarde, Graña recibió un llamado del Departamento de Asistencia Consular a Argentinos en el exterior. El denunciante había escapado al Paraguay; allí había pedido asistencia consular, mencionando como referencia a los periodistas de “Punto Doc/2”. Así las cosas, los cronistas decidieron vincular al denunciante con la fiscalía de cámara de San Martín, a cuya jurisdicción corresponden los hechos que denunciaba.
Dos fiscales viajaron a Paraguay, entrevistaron al policía y le ofrecieron entrar en el Programa de Protección a Testigos. El aceptó y volvió a la Argentina. Ya aquí, descubrió que los policías que habían puesto para custodiarlo eran de la Bonaerense y que, además –según él–, estaban vinculados con aquellos a los que él venía a denunciar. Entonces quiso retirarse del Programa de Protección y, asustado, lo fue a ver otra vez a Graña. Luego de esa entrevista, se produjeron las amenazas.
El séptimo piso del Hotel Fraternidad, mencionado en la primera amenaza telefónica, resultó ser el lugar donde se escondía el denunciante: o lo habían seguido o habían obtenido esta información por alguna otra vía.
Tras las amenazas, los fiscales decidieron ponerle custodia a Graña. Le preguntaron si no tenía problema en que la custodia fuese de la Policía Bonaerense y él dijo que mejor no. Está custodiado por efectivos de la Federal. Por pedido de la fiscalía, para no entorpecer la investigación, Graña no está en condiciones de revelar más datos. “Nuestra actitud no fue difundir irresponsablemente una información no chequeada sino conectar a esa persona con la Justicia”, destacó a Página/12 el periodista, que el año pasado obtuvo, por su labor en “Punto/Doc”, el premio Rey de España.

LO CONFIRMA UN INFORME RESERVADO ELABORADO POR COMISARIOS
Hacinamiento en calabozos bonaerenses

Por Horacio Cecchi

No sólo los defensores oficiales denuncian las patéticas condiciones de detención en comisarías y cárceles bonaerenses: varios comisarios de seccionales del Conurbano dieron cuenta por escrito del hacinamiento en las celdas policiales, que convierten a esas unidades en verdaderas bombas de tiempo. De acuerdo con un informe interno elevado a la Jefatura de la Bonaerense por el jefe de la Departamental de La Matanza, comisario Carlos Pérez, en seis de las comisarías de su jurisdicción cada detenido cuenta con menos de noventa centímetros cuadrados de superficie. La situación más crítica se vive en la seccional 19ª, donde 25 presos se reparten el espacio como si fuera oro: cada uno cuenta con 48 centímetros cuadrados. La solución a la que echó mano el comisario fue habilitar patios, pasillos y baños como alojamiento, lo que amplió la superficie a 1,10 metro cuadrado por cabeza. Es apenas un ejemplo entre tantos, que figuran en un listado de informes reservados al que tuvo acceso Página/12, según el cual las condiciones se repiten. Las quejas de los comisarios abrieron una feroz y silenciosa interna entre el ministro de Seguridad, Ramón Verón, y el de Justicia, Jorge Casanovas.
La comisaría de Budge, dependiente de la Departamental de Lomas de Zamora, tiene una particularidad: está ubicada en un monumento histórico, el viejo puente de La Noria. Esto hace imposible cualquier modificación de su estructura externa. Para colmo, el área donde se encuentran los tres calabozos corresponde a un sector sin aberturas. En unos 40 metros cuadrados, sin ventanas, había alojados 34 detenidos.
La semana pasada, un motín en ciernes obligó a las autoridades de la comisaría a trasladar a seis detenidos a otras seccionales de la jurisdicción. Dos de ellos fueron a parar a la comisaría de Villa Fiorito, junto a otros 29 detenidos, repartidos en poco más de 20 metros cuadrados. La 5ª de Villa Fiorito es la misma que, en enero de este año, fue visitada por una defensora oficial. En aquella ocasión, comprobado el hacinamiento, la funcionaria auguró problemas. Como informó este diario, un mes después, estalló un motín que terminó con dos presos fugados. Mientras la Justicia investiga la facilidad con que se produjeron las fugas, los comisarios braman silenciosamente.
“La capacidad de alojamiento se halla superada en tres veces su cupo ideal”, sostiene el jefe de la Departamental Lomas de Zamora, Daniel Rago, en un informe elevado a la Jefatura. La capacidad es de 323, y hay 1040 detenidos.
En la Departamental de La Plata, la situación es algo mejor: la capacidad para 156 detenidos está superada en un “168 por ciento”, según sostuvo en otro informe el jefe de la jurisdicción, Roberto Savasta. “Tenemos 417 detenidos, lo que genera constantes conflictos de convivencia entre los procesados”. La 8ª y 9ª de La Plata superan el promedio: con 30 y 29 detenidos sobre un ideal de 10 cada una.
En San Martín, el informe elevado por el comisario Amílcar Troncoso señala que el cupo ideal de 341 fue superado hasta llegar a casi 600. Lo normal de la anormalidad tiene algunas excepciones: tres presos van por su tercer año en comisarías de Tres de Febrero, y otros 67 llevan al menos dos años. “Hace tres meses, cuando me hice cargo de esta comisaría -señaló a Página/12 un comisario del sur del Conurbano–, habían cambiado a la mayor parte de los oficiales viejos. Las cuestiones del funcionamiento se las tenía que preguntar a los presos, que sabían más que nosotros.”
Son apenas ejemplos que se repiten en todos los informes. La Departamental de Mercedes denuncia 319 presos sobre una capacidad de 210. Pero el grueso de los detenidos está alojado en las zonas urbanas. La 1ª de Moreno, según el informe, tiene cupo para 16 y son 49 los alojados.
En la 1ª de Don Torcuato, uno de los presos por falta de espacio pasa sus días entre rejas particulares: fue alojado en un baño. Y en SanFernando, Carrizo, un pesado de la banda de Luis Valor, ayuda al comisario a que los nuevos detenidos entren sanos y salvos a los calabozos. “Tienen tan poco espacio –señaló un funcionario policial– que a cada uno que entra, los presos viejos lo quieren matar.”
Como regla general, los presos tienen entre una y dos horas semanales de promedio para ver a sus familiares. Hay tan poco espacio que a veces las visitas se realizan dentro de los mismos calabozos y todos al mismo tiempo. El motín frustrado en Budge tenía como parte de sus reclamos separar en dos la visita en días diferentes.
Pero lo que más alteró la tranquilidad de los comisarios fue que durante seis a ocho meses no se envió la caja chica para pagar los gastos derivados de comidas. Esto instaló a los jefes de seccional en un dilema. “Si hay problemas con los presos, si hay una fuga, pasamos a disponibilidad automática”, se quejó un comisario retirado. Además, sin caja chica, la comida se transformó en un trastorno: “En esos casos hay que apelar a la recaudación”, sostuvo la misma fuente.

 

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