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CHACHO ALVAREZ ALEJADO DE LA POLITICA
En uso de licencia

El jefe del Frepaso casi no lidera su fuerza. Participó muy poco en el debate sobre el ingreso de Cafiero al Gobierno. Qué hace. Sus silencios. Cómo funciona el Frepaso sin líder.

Broma: �Si lo llama Bush tampoco lo atiende�, suelen justificar en la Casa del Frente cuando los frepasistas protestan por la ausencia de Alvarez.

Chacho Alvarez sólo se entusiasma con sus clases en Quilmes.

Por José Natanson

La designación de Juan Pablo Cafiero en Desarrollo Social –un proceso en el que casi no incidió– y la discusión con el Gobierno por otros lugares en el Gabinete –de la cual no va a participar– revelan la complicada situación de Carlos “Chacho” Alvarez. Alejado de los vaivenes políticos cotidianos, el ex vice pasa la mayor parte del día encerrado en su departamento de Palermo o su despacho de la Casa del Frente. Ocupa casi todo su tiempo preparando sus clases y leyendo, fundamentalmente ensayos y teoría política. Y también dedica horas enteras a su último hobby: jugar en la computadora.
“En el Frepaso, el ruido empieza cuando Chacho se calla”, define un diputado muy cercano a Alvarez, describiendo involuntariamente la complicada situación del partido: sufrió la deserción del Socialismo Democrático; el bloque de diputados está raleado; la gestión de sus dirigentes –Graciela Fernández Meijide, Alberto Flamarique, Dante Caputo– estuvo lejos de ser ideal; no cuenta con figuras de alto perfil para candidatear en octubre, lo que complicará la negociación con los radicales. Y la imagen pública de Chacho atraviesa uno de sus peores momentos.
Alvarez optó por replegarse, aunque sus allegados niegan que se vaya a radicar en el exterior, como indicaban algunas versiones periodísticas. Sigue desayunando en los bares cercanos a su casa, pero cada vez va menos al Varela Varelita –convertido en un icono frepasista por las conferencias posteriores a su renuncia– y prefiere el Oporto, más moderno y con menos valor simbólico.
Hoy por hoy, aquel dirigente dinámico, creativo y por momentos brillante pasa mucho tiempo encerrado, alejado de la coyuntura política y de los medios de comunicación. Ha cortado el diálogo con casi todo el mundo y habla sólo con sus familiares y un puñado de dirigentes amigos.
Una anécdota ilustra las consecuencias de esta decisión personal para un partido que siempre giró alrededor de la figura de su máximo jefe. Un mes atrás, cuando un diputado frepasista quiso convencer a Alfredo Bravo de que no abandonara la Alianza, el veterano socialista contestó: “Nosotros sólo queríamos que Chacho nos mime un poco, que nos invite a comer de vez en cuando, que nos preste un poco de atención. Pero hace meses que no nos atiende”. Resultado: Bravo podría presentarse como candidato a senador por afuera de la Alianza.
No es el único que se queja. “Si lo llama Bush tampoco lo atiende”, suelen justificar en la Casa del Frente cuando los frepasistas protestan por la ausencia de Alvarez. Los que lo han visto dicen que parece cansado y que sólo se entusiasma cuando tiene que preparar las clases para su cátedra de pensamiento político en la Universidad de Quilmes.
“Encárguense ustedes”, dijo hace un par de semanas, cuando un grupo de diputados le plantearon una serie de cuestiones a resolver. Así fue como, naturalmente, la conducción del Frepaso se fue trasladando a un cuarteto de dirigentes, lo que a menudo produce discusiones entre aquéllos con una postura más proaliancista –fundamentalmente Darío Alessandro, pero también Rodolfo Rodil– y los que encarnan posiciones más críticas, como José Vitar. Completa el elenco el flamante ministro Juan Pablo Cafiero.
A propósito de la designación de Cafiero, que marcará el retorno del Frepaso a la primera línea del Gobierno, hubo muchas discusiones en la cúpula del partido. Según contó uno de los participantes, Chacho se mantuvo aparte de buena parte de las charlas: en una de sus contadas intervenciones, cuando había que definir el nombre del futuro ministro, propuso a Marcos Makón. La alternativa causó sorpresa entre sus lugartenientes, que lo convencieron de que no era lo mejor: Makón ya ocupó el cargo, hubiera sido desprolijo proponerlo nuevamente.
Sin mucha resistencia, Alvarez se convenció y avaló la designación de Cafiero, pero no participó de las conversaciones sobre el perfil de su gestión, ni dialogó mucho con el futuro ministro. Tampoco encabezó las negociaciones con el Gobierno para completar la reintegración del Frepaso: Nilda Garré podría volver a Interior para ocuparse de la reforma política, Makón a la vicejefatura de Gabinete y algún frepasista al Tribunal de Defensa de la Transparencia.
Para completar el cuadro, Alvarez se mantiene apartado de la gestión de Aníbal Ibarra. “Hay gurkas en los dos lados, pero entre ellos está todo bien”, asegura un frepasista de buena relación con ambos. Sin embargo, es innegable que en los últimos meses hubo más de un gesto de diferenciación por parte del ex fiscal, como cuando dijo que “el Frepaso debería involucrarse más en el Gobierno”. O a fines de marzo, cuando fue a festejar el triunfo aliancista en Catamarca, se subió a la misma tribuna que Enrique “Coti” Nosiglia y escuchó cómo el gobernador Arnoldo Castillo criticaba duramente a Alvarez. O la semana pasada, cuando –liderados por Ibarra– los intendentes del Frepaso se reunieron en Rosario: aunque había prometido asistir, a último momento Chacho decidió pegar el faltazo.

 

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